27 Nov, 2024
 

Sebastián Mazzuchelli, uno de los pesos pesados de la gastronomía neuquina

Fuente: Río Negro ~ Es el alma mater de la cocina de Pehuenia. Con un cuchillito es capaz de armar el más gigante evento gastronómico. De perfil bajísimo se define como “obrero”.

Es que desde hace muchísimo tiempo entendió que la vida pasa entre la Tierra y el Cielo. Es así, entonces, como él puede con sus penas y alegrías encender los mejores fuegos. Para contemplar, calentarse, unir amigos o simplemente cocinar un buen plato de comida.

Esa habilidad para gambatear o enfrentar los huracanes -uno que otro lo arrasó, vale aclarar- le ha valido la fama de “un gran tipo”. Sí, Mazzu es un excelente cocinero, uno de los mejores de la región … pero primero es un locazo de buena madera. “Al mundo le hace falta más personas como él”, comenta un colega suyo.

Además es uno los pilares fundamentales de la gastronomía regional. No hay dudas de ésto. Por eso y algo más es que informalmente charlamos varias veces en los últimos tiempos y formalmente en esta entrevista de días a atrás. Y escuchar a sus colegas hablar de él emociona. Y muchísimo. Claro, qué otra cosa puede generar este hombre si no es intensidad.

Chef o cocinero.

Obrero de la cocina: me encanta esa definición.

¿Cómo llegaste a la gastronomía?

Mi mamá trabajaba por la mañana, mis dos hermanos estudiaban por la mañana y yo cursaba el secundario por la tarde. Entonces me tocaba durante toda la mañana preparar la comida para que cuando ellos llegaran tuvieran la comida lista. Al principio algo para calentar, después me animaba a hacer un plato y así fue evolucionando mi responsabilidad.

Mi hermana se copó y me pagó un curso de cocina italiana; fui y me encantó. Dije a mis 14 años “esto es lo que quiero”. Inquieto salí a buscar un lugar para trabajar. Un amigo de un amigo de otro amigo de otro amigo conocía a un chef francés que tenía en Neuquén un restaurante en la calle Alberti. Fui, me presenté y le dije que quería aprender. Arranqué sin cobrar un mango durante casi un año. De ahí me fui al casino de Cipolletti, con la misma estrategia: quiero aprender a cocinar. Al mes de estar en el casino y paralelamente cursando el secundario me ofrecen trabajar por un sueldito; no la podía creer, cobrar por cocinar. Trabajé un montón, terminé el secundario y me fui a Buenos Aires a estudiar cocina al IAG.

(No tardó un minuto Emmanuel Leiva para referirse a su colega. En pleno ajetreo de un mediodía dijo: “Seba es un gran cocinero de esos que todos queremos en nuestro equipo. Quizás le mandás un mensaje y te lo responde al mes, ni me preocupo: sé que estará ahumando, cocinado en algún evento o siendo un excelente padre”.)

¿Tu familia era de cocinar?

Nooooo. Pobre mi madre, cocina muy mal. La abuela Inés sí era una genia, sus lasagnas eran increíbles. Con el tiempo mi madre se copó un montón y ahora tiene tres platos que no fallan nunca, es una genia que le puso mucho coraje.

¿Cómo han sido tus años de oficio?

Muy divertidos. Tuve la suerte de poder estudiar, elegir dónde trabajar, viajar por muchos países, vivir siempre del oficio. ¿Crisis? Nunca. Muchas veces me pregunté si en algún momento podría hacer otra cosa y la respuesta es siempre la misma: no.

Con el tiempo pasé de trabajar 16 horas por día a tener un horario más accesible a mi necesidad y a las de mi hijo Jan.

(Ni un minuto tardó Pablo Buzzo para hablar de su colega. Camino al Mercado Central, en Buenos Aires, detuvo su auto y dijo: “Mazzu es un amigo desde hace unos 16, 17 años. Son de esos amigos que me ha dado la gastronomía que valen oro. Es una de esas personas que le hacen mucha falta a este mundo. Es un cocinero silencioso, con códigos. Hace muchos esfuerzos por la gastronomía de Neuquén sin estar gritándolo. Tiene una mano increíble: es uno de esos cocineros que con un cuchillo chiquito te saca un evento gigante, te pelea una guerra y sigue. Laburante extraordinario pero, sobre todo, es una gran persona. Le tengo mucho respeto y aprecio. Es uno de los pilares de la gastronomía neuquina, sin dudas. Todo el esfuerzo que ha hecho en Villa Pehuenia es enorme: hizo crecer gastronómicamente un destino”.)

¿Por qué elegiste Pehuenia para desarrollar buena parte de tu cocina?

Me enamoré de ese lugar desde el primer momento que lo conocí, que fue en invierno. Recién llegaba de estar un año en Europa haciendo una capacitación en pastelería, fui por una propuesta de trabajo y no me fui más. Tenía todo lo que necesitaba para mi desarrollo profesional y personal. Cada día que pasa la sigo eligiendo como mi lugar en el mundo.

¿Qué emprendimientos creaste paralelamente?

Todo lo que sucedió este tiempo fue siempre relacionado con la cocina. Más allá del restaurante armé hace 8 años una fábrica de embutidos y ahumados, un sueño de toda la vida que lo pude plasmar en Pehuenia. Hace 4 años armé con un gran amigo, Guillermo Ponce de León, un food truck. Es una especie de negocio divertido que nos permitió disfrutar la gastronomía desde otro lugar, en una feria, un festival con la misma presión de un restaurante pero compartiendo un montón de viajes y miles de anécdotas.

(Ni un minuto tardó Carlos Urquiza, periodista experto en marketing y comunicación de Pehunia, para hablar de Mazzu. De paseo por Buenos Aires detuvo su andar y dijo: “Sebastián es uno de esas personas que siempre dejan su huella en sus acciones. Sus platos lo definen. Apasionado, detallista, creativo, impulsor, inquieto. Siempre recurrió técnicas y artes gastronómicas tradicionales y contemporáneas, buscando nuevas experiencias para sus comensales. Es un constante buscador de aromas, sabores y texturas. Siempre lo motivó rescatar la gastronomía de las raíces y de diversos orígenes. Por ello, las historias, el productor y sus productos, las costumbres, las técnicas y la identidad viven en los platos de Sebastián”.)

¿Cómo definirías tu cocina?

Creativa, apasionada, dedicada y con una cuota muy grande de cariño

¿El fuerte en tu cocina?

La improvisación, me encanta la adrenalina. Ese “Mazzu, me cocinás algo” me hace muy feliz.

El momento en que llevás el plato a la mesa…

… todavía sigue siendo de nervios, todo es como el primer día, la dedicación, el tiempo, el cariño a la hora de producir, todo es igual, con más experiencia, pero quien elige comer algo que uno prepara se merece el mayor de los respeto y dedicación. Todavía me pongo nervioso.

¿Hay una cocina patagónica?

Creo que hay productos de la Patagonia, de la cordillera como también hay productos de mar, productos del norte… La cocina de un lugar se basa en la utilización correcta y respetuosa de los productos que el lugar produce.

¿Cómo te llevás con tus colegas?

Bien. La verdad que tengo muchos amigos del rubro, amistades que se fueron formando con los años, compartir una misma pasión, trabajar en conjunto para el crecimiento de la gastronomía de las localidades en la cual cada uno trabaja, fomentando a la provincia de Neuquén como un destino turístico gastronómico. Me llevo muy bien con todos.

(Ni un minuto tardó Juan Solorza para hablar de su colega. Desde Catriel dijo: “Mazzu es un gran referente de la cocina regional. Un tipo muy emprendedor, gastronómico como pocos. Trabajador incansable. Verlo en acción es admirable. Es cocinero, no es empresario gastronómico: se lo pasa en la cocina. Valoro lo que genoroso que es. En mi caso me aconseja mucho sobre eventos. Es buena persona y carismático. He aprendido mucho de él y lo agradezco de por vida”.)

Desafíos de ahora en más.

Lograr equilibrio. Como dice mi mamá, que “el monito interior” esté en orden. Las ganas de trabajar son como las del primer día, mantener esa constancia en el transcurso del tiempo es una gran desafío. A mediano o largo plazo me veo haciendo chorizos, salames, jamones, mirando por los ventanales de la fábrica de ahumados en Pehuenia, viendo esos atardeceres increíbles y saliendo a pescar con mi hijo.

(Ni un minuto tardó “Pancho” Fernández para hablar de su colega. Viajando de Cipolletti a su restaurante Malma dijo: “Seba es un loco: no sabés dónde está, dónde está viviendo. Es un excelente nómade. Estaba acá, estaba allá. Estaba en Cipolletti, estaba en Pehuenia, estaba en Buenos Aires, estaba en el extranjero.. Desde muy chico vive la cocina con gran pasión. Es un gran maestro. Un gran compañero. Siempre fue un creativo: hace 15 años atrás tenía una carta en Ravello con una degustación de chorizos que hacía él de carne de conejo, cordero, liebre.. era una cosa espectacular. Es un flaco que se sacrificó mucho por la gastronomía. Fue un gran jugador de rugby; compartimos equipo y camiseta de chicos. Un crack. Lo último: es un cocinero con una gran actitud social: él fue el creador del Festival del Chef Patagónico en Pehuenial. No fue para él fue para una comunidad«.)

¿Cocinás en tu casa?

Sííííí, a pleno. Arranco abriendo una botella de vino. Con mucha paz empiezo a cocinar, preparo la mesa, música acorde al momento y termino con un rico whisky. La comilona de siempre, un omellette de 6 huevos relleno con queso ahumado.

Alegrías y pesares de la vida…

… cuando lo que hacés es algo que verdaderamente te gusta, todo es alegría, estés donde estés o con quien estés. Las alegrías son inmensas y esas alegrías te llenan de confianza y motivación. También estamos siempre expuestos algún fracaso, desilusión o no cumplir con esa expectativa: también te da fuerza. Tres elementos son el termómetro para seguir adelante: la confianza de algunos años en el oficio, la motivación de seguir creciendo y la fuerza de un pibe de 40 que cada día quiere más.

El rumbo de la carrera que uno va haciendo siempre es el mismo, hacer lo que hago de la mejor manera posible, lo que cambian son las prioridades, esa prioridad se llama Jan, mi hijo de 8 años. Un ser muy especial que vino a esta vida a enseñarnos que el éxito de las cosas es levantarse todos los días, hacer lo que te gusta, disfrutar con tus pares valorar una mirada y que cuando mañana empiece otro día la expectativa simplemente será la de disfrutar ese día.

Para saber más de Sebastián Mazzuchelli

Nació el 24 de abril de 1979 en Cipolletti.

Es uno de los chef de la segunda generación de impulsores gastronomía neuquina y rionegrina, de aquellos que siguieron los pasos de Pablo Buzzo.

Trabajó en importantísimos restaurantes y hoteles en diferentes países como España, Francia, Portugal y Chile.

Asesor gastronómico en diferentes proyectos. Convocado como Asesor Gastronómico Adjunto de la Universidad Nacional del Comahue (Villa Regina, R.N.), fue Profesor de Gastronomía en la localidad de Aluminé, Co-Fundador del Festival del Chef Patagónico de Villa Pehuenia.

Llegó a Villa Pehuenia convocado por los propietarios de la “Posada La Escondida”. Descubrió y experimentó con los productos de la región cordillerana, entre ellos con el Piñón de la Araucaria, los hongos, la trucha, etc. Luego fue Chef Ejecutivo del Restaurante “La Cantina del Pescador”, con sus especialidades con trucha. Alternó su trabajo en Pehuenia con su experiencia laboral y formación en las costas catalanas en España.

Mazzuchelli explica el éxito del Festival del Chef en Pehuenia Moquehue

Luego abrió su propio espacio gastronómico, “Patagonia” – Bistró en Pehuenia, espacio en donde dejó fluir sus conocimientos y creatividad culinaria. Los comensales pudieron disfrutar de “Seba” en su máxima expresión. Sus platos con identidad patagónica y productos regionales de estación más representativos destacaron su identidad en la región.

Como productor es propietario de “Finca Araucaria” (Villa Pehuenia), donde elabora productos ahumados y regionales.

Es co-fundador de la Feria Gastronómica de los Inmigrantes y las Culturas de Zapala, donde tuvo la posibilidad de encontrase con recetas de cocineras y cocineros inmigrantes llegados a Neuquén.

Revolución en nuestros fogones: la gastronomía argentina se reinventa

Fuente: Rumbos ~ Motorizada por una generación de jóvenes chefs, la cocina argentina vive una transformación en la que el producto local y la búsqueda de identidad están en el centro de la escena.

Sopa de topinambur con vizcacha y quinoa roja. Polenta blanca con oveja tierna y queso de cabra. Crema helada de mistol, budín de algarroba y mandarinas. Cada preparación, delicadamente dispuesta y decorada, tiene más pinta de ser una pequeña obra de arte que un plato de comida. Se trata del menú de pasos que Santiago Blondel sirvió el mes pasado en Buenos Aires a los comensales de Piso Nueve, un ciclo gastronómico del Centro Cultural Kirchner (CCK) que busca visibilizar las propuestas culinarias de las diversas regiones del país..

Dueño del restaurante Gapasai, en La Cumbre, Córdoba, el chef cordobés forma parte de la vanguardia de la cocina argentina: una nueva generación de chefs que –haciendo eco de la tendencia global– apunta a una cocina que destaque las cualidades de los productos locales, manipulándolos lo menos posible y explorando combinaciones cien por ciento creativas. El objetivo: construir identidad culinaria en la Argentina. El resultado: una cocina “de producto”, simple, pura y muy expresiva.

Sin salsas extravagantes, sobrecocciones o técnicas complicadas, los insumos se convierten en las estrellas de cada plato. Así, el contacto estrecho con la naturaleza, la estacionalidad y, sobre todo, con los productores, es clave en este nuevo paradigma gastronómico que pretende ser ecológico y sustentable. “Estamos rodeados de una enorme riqueza natural, que la gente ignora porque hoy es mucho más cómodo comprar en el supermercado que ir a cosechar hierbas al bosque nativo cordobés”, comenta Blondel. “Pero cuando te das cuenta de que la industrialización nos está matando, todos los que estamos interesados en la excelencia optamos por volver a los alimentos genuinos”.

Para entender qué pasó en la gastronomía argentina desde que Doña Petrona dominaba la escena con sus sencillas recetas caseras hasta que empezamos a escuchar hablar de productos como el topinambur con la soltura de quien dice “tomate”, rebobinemos un poco.

De la fusión a la pureza

El chef porteño Martín Molteni, uno de los pioneros de la revalorización de la cocina autóctona, recuerda que, en los ochenta, salir a comer era decidir entre bodegón o parrilla, parrilla o bodegón: “En Buenos Aires había algún que otro restaurante que hacía algo distinto a eso; generalmente cocina francesa o europea. Francis Mallmann y el Gato Dumas tenían restaurantes en el barrio de Recoleta, pero no había mucho más que eso”.

La primera escuela de cocina del país, el Instituto Argentino de Gastronomía (IAG), abrió a mediados de los noventa. Los cocineros argentinos empezaron a profesionalizarse y la influencia de la cocina francesa, que entonces era el canon mundial, fue calando cada vez más.

Ximena Sáenz: “Sueño con ver a la cocina argentina orgullosa de sí misma”

Antes de que la llamaran para participar en el casting de Cocineros Argentinos, el programa de cocina de la TV Pública que co-conduce desde hace diez años, cuenta Ximena que nunca había pensado en trabajar delante de cámara. “Querían hacer un programa distinto, con cocineros jóvenes que viajaran por todo el país buscando el origen de los productos”, explica la carismática chef. “Me entusiasmó mucho la idea de poder conocer, por ejemplo, un campo de quinua, y cocinar ahí mismo”.

¿Qué fue lo que te llamó la atención cuando empezaste a hacer esos viajes?

Lo que veo en el interior es que la cocina casera, deliciosa, todavía tiene mucha importancia, pero es considerada como algo íntimo del mundo de la familia. Quisiera que eso cambiara. Por ejemplo, fui a Catamarca y quería comer algo típico –un locro, unas empanadas– y no había casi ningún restaurant que los tuviera. De hecho hay pocos restaurantes de comida típica en la Argentina. Las mejores cosas las comés porque quizás alguien te invita a la casa de su familia y te reciben con un locro o unas empanadas espectaculares.

¿Hay una especie de baja autoestima gastronómica?

Mi teoría es que para la gente mostrar la comida argentina es como mostrarse en pijama, como si la cocina de la casa no fuera digna de ser mostrada, y para salir hubiera que ponerse ropa de salir, es decir, hacer cocina de otros países. En el interior siente orgullo por nuestra cocina pero dentro de la casa. En los restaurantes se ve mucha paella, rabas, cocina italiana… Yo quisiera ver a la cocina argentina orgullosa de sí misma.

¿De qué región proviene lo que se conoce como “cocina argentina”?

La de tradición más fuerte y que más comúnmente identificamos como “nuestra cocina” es la del noroeste, que comparte productos con la cocina de los incas. Pero ahí se abre el debate de qué es la cocina argentina. ¿Solamente la humita, los tamales y el locro? No. Hay un montón de otras recetas. En la cocina guaraní tenemos el chipá, el mbeyú, el reviro, que es el desayuno de Misiones, o el yopará, un guiso con porotos, mandioca y carne. Cuando empezamos a viajar por el país conocí un montón de recetas que nunca había escuchado siquiera nombrar.

¿La idea del programa era entonces difundir los platos típicos argentinos?

No siempre. Lo primero que hicimos sí fue aprender recetas típicas para poder divulgarlas, que nos parecía algo muy importante. Pero la identidad de la cocina argentina siempre está en debate. Nuestro país recibió, y sigue recibiendo, inmigración de todos lados y eso va modelando nuestra cultura gastronómica, muy diversa y móvil. Por ejemplo, ahora que hay tanta inmigración venezolana, uno ve arepas y tequeños por todos lados. Es lo que debe haber pasado hace cien años con la inmigración europea: de golpe empezaron a aparecer fábricas de pastas que abrían los italianos, o restaurantes españoles. Con cada inmigración se enriquece la gastronomía, y ese movimiento se ve reflejado en nuestro programa, además de las recetas típicas.

“Nuestro país recibió, y sigue recibiendo, inmigración de todos lados y eso va modelando nuestra cultura gastronómica, que es siempre móvil ”

¿Lo gourmet está haciendo que se pierda un poco la cocina autóctona?

Creo que tiene más que ver con el contexto social. La gente cocina menos, pero no porque haya más cocina gourmet, sino porque tiene menos tiempo y porque es más fácil ahora no cocinar: hay un montón de opciones de comida preparada. Nosotros trabajamos para que no se pierda la tradición de cocinar en casa porque creemos que es parte de nuestra cultura y porque ayuda a cuidar la salud. Durante años pensamos que nuestra cultura gastronómica no tenía vuelo, pero por suerte ahora se empieza a creer todo lo contrario.

Roberto Montiel, uno de los creadores de la cocina más sofisticada del Alto Valle

Fuente: Río Negro ~ Su cocina es la síntesis de los tantísimos viajes que ha hecho por el mundo. Como chef ejecutivo del Hotel y Casino del Rio en Cipolletti ofrece platos difíciles de encontrar en otros restaurantes.

Estamos hablando de Roberto Montiel, 40 y tantos años, chef ejecutivo del Hotel y Casino del Rio en Cipolletti.

Por momentos pareciera que su temperamento fuerte puede ser arrasado al menor recuerdo de su abuela Sara, “la chef de su vida”, esa persona que con sus miradas y trabajo infatigable en la cocina hogareña sin querer le marcó el rumbo para siempre.

De nacionalidad norteamericana, su ya larga estadía en el Alto Valle lo ha posicionado como un referente top en la gastronomía regional. Con él hablamos de su oficio y de la cocina, ese ámbito único que sabe generar muchas veces los momentos más placenteros de nuestras vidas.

¿La gastronomía está viviendo un momento de alta tecnología y sofisticación?

La tecnología me interesa enormemente. Me apasionan los nuevos descubrimientos con resultados espectaculares por su simpleza y complejidad al mismo tiempo.

Sofisticación y seguridad para mi van de la mano. En una cocina contemporánea es imprescindible para poder disfrutar de un momento diferente entre sabores y elegancia.

Cous Cous nero di seppia, chipirones rellenos de almejas en tempura y combinado de aliolis de pistacchio y azafrán.

Estamos viviendo en una línea de tiempo donde la tecnología y la sofisticación se mezclan en el arte de la gastronomía. Hay muchos chefs y cocineros en la región que se superan así mismos cada día y llevan a la Patagonia en un camino de arduo transitar, con la consabida recompensa de que vamos a llevar a esta parte del mundo a la excelencia gastronómica. Pienso que debemos combinar la autosuficiencia local con el intercambio regional de productos de alta calidad.

La técnica está al servicio de la creación. Por ello ésta debe ser discreta y permanecer en un segundo plano para que la sofisticación se enaltezca en su máximo exponente, en pos de nuestra cocina diaria, nuestras creaciones y nuestros clientes.

Los frutos de mar, una de las perdiciones de Montiel.

Siempre consideré las técnicas, las tecnologías e incluso los productos meras herramientas para responder las cuestiones de la razón gastronómica. ¿Cuáles son esas razones? Bueno, es ahí donde reside la verdadera piedra angular de mi trabajo, en dar respuestas a esta pregunta; lo demás es circunstancial y en muchos casos hasta liviano.

La sofisticación o elegancia de cada creación en la gastronomía nace del espíritu de cada uno de nosotros, no creo mucho en “modas”. Planteo mi arte desde la base del conocimiento de mi mismo como chef.

Entonces, ¿hasta qué punto criterios de diseño y arte -por las formas, colores y texturas, entre otros- incide o determina un plato?

Abordo el arte culinario desde la perspectiva universal gastronómica. Desde ese punto de vista valoro la calidad de las distintas gastronomías y no solamente en avanzada de la estela de la alta cocina francesa clásica, con éxitos en básicos indispensables. La comprensión del arte culinario exige una apertura hacia los nuevos impulsos y, por consiguiente, exige una investigación, evaluación y categorización contínuas de mi parte, al tiempo que aprecio estas influencias y conocimientos profundos. La creatividad y la individualización son rasgos esenciales del arte culinario; con esto trato de anticipar las reacciones del comensal y buscar nuevos estilos de presentación para armonizar la construcción culinaria de estructura precisa con la percepción auténtica del comensal.

Las texturas expresan el alma de los colores en mis platos. Todo comienza con un punto: la expresión de deseo de cocinar un producto o utilizar una especia. De allí voy pensando casi todo el día y toda la semana de cómo lograr que todo se una en un mismo plato. Luego hago un dibujo de lo que pensé con recetas y termino cocinando con mis jefes de cocina. Todos juntos hacemos una sincera autocrítica mientras estamos en los fuegos. Después presento mi plato con ellos y lo analizamos incluso hasta de qué manera el cliente podrá comerlo, si se sentirá cómodo al hacerlo, de qué manera debe ir presentado a la hora de ponerlo a la mesa y otros muchos detalles más. Las estructuras de mis platos tienen que ver con imágenes de mi vida que vienen de golpe a mis recuerdos, como el dibujo de la flor de lis que utilizaba mi abuelo en su pasa corbata.

En mi caso el montaje como argumento cobra mayor importancia; la disposición de los ingredientes del plato se convierte en una variable esencial ya que dependiendo de dónde y cómo lo dispongamos el sabor es diferente. La estética no es la prioridad, el sabor sí lo es.

La cocina es el lenguaje con el que me expreso. Creo para mi mismo aunque el deseo es el de compartir mis obras y que el cliente las aprecie.

¿Cuáles son las diferencias más rotundas entre una gastronomía de hotel y la de un restaurante?

La diferencia más fuerte que existe es que en la hotelería son estandarizados y con procedimientos para todo, en cambio en un restaurante uno se basa más en sus clientes, sin olvidar el servicio. Los restaurantes de hoteles se apoyan en la hospitalidad porque el fuerte es la hospitalidad, en tanto que los restaurantes que no son de hotel el fuerte es el servicio al cliente representado en toda la gama que esto significa.

¿Cuál es tu sello en la cocina?

Mi sello lo describía muy bien un gran amigo, Fernando Vidal Buzzi, uno de los periodistas gastronómicos más reconocidos del país, que tenía la única guía gastronómica que premiaba y castigaba. Él me dijo una vez, textual: “sos muy estructurado y destructurado para un cliente normal, difícil de entender, pero a la hora de probar tus platillos sos un maestro de los sabores imposible de creer en algunos aspectos, inolvidable para mi paladar”. Él escribió una crítica en la revista Noticias (del 30 de septiembre del 2000) al hablar de Elsinor, un restaurante que abrí llave en mano para un contador amigo, de Martínez, provincia de Buenos Aires: “¿Por qué le habrán puesto Elsinor? ¿Rondará por allí el espectro de Hamlet? No parece. La única pista podrá ser que el dilema existencial del príncipe de Dinamarca quizás pueda reconocerse en el espíritu abarcativo de la cocina, que reúne las recetas clásicas de la cocina porteña y europea con fórmulas mediterráneas, especialidades orientales y platos de autoría del chef Roberto Montiel, ciertamente todos los platos bien preparados, sabrosos, con materia prima de primera, cuidadas presentaciones y porciones abundantes”.

Mi impronta la podés reconocer en mis platos que conjugan sabores de diferentes etnias como culturas. Es así mismo abstracta en la medida en que se centra en los vínculos que existen entre los elementos del plato, los ritmos, las tensiones y los equilibrios dinámicos.

Siempre vas a ver mis guarniciones impares…es un toc que tengo, siempre vas a ver más de una salsa y todas mis pastas tienen una guarnición.

Además se aprecian los sabores contrastados, las puntas de sabor, matizando así las mezclas de técnicas y condimentos. El abanico gustativo es amplio (dulce, salado, amargo, acidez, picante, agridulce).

¿Cómo se conforma tu equipo de trabajo y cómo es laburar con ellos?

En este momento somos 30 en mi staff, de los cuales son 4 jefes de brigada, 12 cocineros, 7 ayudantes de cocina y 7 bacheros. Realmente somos un grupo grande.

Trabajar con ellos es un aprendizaje continuo de ambos lados. Realmente soy muy afortunado por el equipo de trabajo que tengo. Es muy difícil encontrar en estos días que vivimos colaboradores con cultura de trabajo, en la mayoría de mi equipo representan en forma fiel la cultura de trabajo.

Trabajar en conjunto me lleva a pensar en conciliar un equilibro continuo, el éxito de esta estrategia consiste en encontrar las prácticas que mejoran la productividad de los colaboradores y a la vez hacen que ellos se sientan a gusto con su trabajo.

¿Cuáles son tus productos preferidos para cocinar?

Todos los productos tienen el mismo valor gastronómico para mi cocina, pero me siento más a gusto, en particular, con la delicadeza de los pescados, la consistencia de las pastas y la manera de poder conjugarlas. Amo los quesos en todas sus formas, sabores y texturas unos de mis preferidos es el queso Stilton aunque acá en Argentina no se consigue fácilmente.

El foie gras me parece extraordinario y la carne de cordero que se tenemos acá es maravillosa.

¿Hay algún ingrediente que te puede más que otros, que no puede faltarte nunca?

Si, lo que nunca me puede faltar es el rocotto, peperoncino y el garam masala que lo hago en mi cocina, con una receta personal que fui perfeccionado con el tiempo.

El sabor está muy conectado con el olfato. ¿Cómo manejas la cuestión de los aromas para subyugar al comensal?

Gracias al olfato es posible gozar de las cálidas emanaciones de un guiso que se ha cocido lentamente, de la magia de cada producto, como el aroma de la trufa, el impacto que cautiva nuestros sentidos al sentir aroma de las hierbas aromáticas o las especias, el perfume que nos sugiere el yodado del mar de los crustáceos y moluscos, sin mencionar el paseo por el bosque que nos lleva el aroma de las hongos de temporada y que te voy a decir de cuando pasamos cerca de una panadería y sentimos el olor del pan que está en el horno mmmmm.

En mi trabajo es muy importante el olfato, por eso no fumo, no porto perfume en la cocina… ¿Sabías que un buen cocinero con solo sentir el aroma que emana una preparación en el fuego puede saber si tiene sal o no?

Exalto los olores principales de los productos hasta llevar a los comensales a aromas, reconocidos desde la infancia. Trato de crear y de trasmitir los placeres de los aromas deseados a la hora de comer, como cuando uno entra a una casa que se está cocinando y dice: ¡qué rico olor, me muero de hambre!. Trato de ser fuente de emoción y de placer, generado principalmente por el olfato, el gusto y la vista. Las elaboraciones las creo con la voluntad de estimular todos los sentidos, cobra relevancia el olfato a través de mi trabajo con las texturas y las temperaturas.

¿Qué presencia tienen las comidas étnicas en tu producción?

La elección étnicas que utilizo en mis platos se deben a razones que van más allá de lo puramente culinario, ya que me brindan la oportunidad de calibrar mi estilo de cocina, el tenue equilibrio surgido de la coexistencia de diversas culturas… No tengo algo planeado, utilizo desde el quindim -un postre tradicional brasilero, con una salsa a base de coco y anana- al estilo Sichuan y un praliné de nueces pecanas que es francesa, para darte un ejemplo.

De la cocina italiana, bueno esta es una de mis favoritas a la hora de fusionar, es una de las más antiguas del mundo, cuyas recetas fueron transmitidas generación tras generación hasta llegar a la actualidad y en las que se plasman las diferencias entre cada una de sus regiones. La mayoría de sus platos respetan los ingredientes tradicionales, aunque hay algunos como la pizza o la pasta que han sido innovados introduciendo nuevos elementos que les dotan de una personalidad más moderna, amo la pasta italiana y sus risottos.

De la cocina japonesa, su historia, la simplicidad de sus preparaciones y así mismo la complejidad de los mismos. La sopa ramen es un ejemplo, es exquisita, pero de una complejidad importante, con sus caldos bases y preparados, me siento muy atraído por el sudeste asiático: Malasia, Singapur e Indonesia son mis favoritos

De la cocina peruana, sus famosos ceviches que son una adaptación local de los escabeches llevados por los españoles, el arroz chaufa que es una versión andina del arroz frito chino… Lo que más me gusta de la cocina peruana, además de los pescados crudos y macerados, es la quinua, un cereal usado en los Andes desde época preincaica que cayó en desuso en la época colonial y que ahora los grandes maestros de la cocina andina (no solo peruana) han vuelto a poner de moda.

De la cocina española elijo la variedad de recetas de sus distintas regiones que contribuye a una diversidad de verduras, cereales, hortalizas, carnes y pescados. Por eso los ingredientes enriquecen más un plato que su misma preparación. Utilizo mucho la cocina española clásica en mis platos. En este momento tengo un plato de bife de chorizo con piperrada y chorizo colorado, un clásico español, conjugado con una salsa de azafrán.

De la cocina francesa me atrae todo.

¿Las modas y las tendencias influyen en tu trabajo?

Realmente no, les escapo a las modas porque como modas vienen y van. Soy fiel a mis convicciones gastronómicas; me marco una presión de respeto por mi trabajo diariamente, no en una presión de modas y tendencias, no realizo recetas extrañas para impresionar a las modas en curso. Creo mi propio mensaje culinario, lo construyo con inteligencia… no valen la pirueta gastronómica las modas ni las tendencias.

Me comprometo, analizo, reflexiono y trabajo, pongo pasión y más trabajo, locura y más trabajo, análisis reflexivo y más trabajo, protejo y defiendo mis creencias y creaciones en la cocina, no me guío por las modas ni las tendencias.

¿Cómo es que llegaste a la gastronomía?

Ya tengo una experiencia de 30 años en gastronomía. Empecé a los 13 años trabajando para una verdulería levantando cajones. Luego vino una vacante de ayudante de cocina y bachero en Segundino, una parrilla que fue un estandarte en La Paternal, en Buenos Aires. Fue ahí donde comencé mi carrera. Aprendí el trabajo desde abajo; se lo que es bachear, limpiar baños… A los 18 viajé a Miami donde mi padre me ayudó a abrir un pequeño delivery de pizza y pasta “Fratelis”. Luego me fui a Santa Bárbara donde estudié un año medicina y vi salir a unos gorros altos de un edificio del City College y bueno.. qué te voy a decir… dejé la medicina y me pasé a estudiar cocina. Allí me me mandaron a Suiza donde estudié con media beca en un hotel-escuela. Mi parte la pagaba trabajando en el hotel, atendía a mis propios compañeros, cursaba 8 horas, trabajaba 8 horas y tenía que estudiar así que estudiaba en la cama hasta quedarme dormido.

Después empecé a viajar, recorrí unos 15 países cocinando. Fui chef ejecutivo de hoteles 5 estrellas como el Interconinental, Hyatt, lSG sky Chefs, donde tuve el agrado de cocinar para distintas personalidades como al hijo del emperador Hiroito, al príncipe de Gales y otras figuras más. Impartí clases en distintas escuelas de Buenos Aires y director de carrera en Medellín de la Escuela para Chef Ejecutivos Hoteleros. Abrí restaurantes como Elsinor, Roof, entre otros. Trabajé para Aeropuerto 2000 como chef ejecutivo manejando todo lo que sea gastronomía. Fui gerente de A&B. Tuve mis propios negocios en Buenos Aires, ligados a la diversión y cocktails, y ahora soy el chef ejecutivo del Hotel y Casino del Rio en Cipolletti.

¿Sos de viajar? ¿Qué aporta cada viaje a tu cocina?

Viaje mucho por mi profesión. Soy estadounidense, viajé a la Argentina con mi madre a los 5 años. Al terminar el secundario también agarré el bolso mucho tiempo. Cuando terminé mis estudios en Suiza recorrí muchos países, Colombia, Francia, Italia, Venezuela, México entre otros. De todos estos lugares me quedó la experiencia inolvidable de los sabores. Es así como pude conocer y experimentar de primera mano nuevas culturas gastronómicas, para ver esos recovecos donde solo los más experimentados lugareños sabían dónde comer. Pude conocerme a mí mismo, conocer mis propios límites e incluso para desdibujarlos y trazarlos un poquito más allá. Mi cocina es una conjunción de muchos sabores experimentados en todos estos países.

¿De dónde creés que nació tu pasión por la cocina?

Fui criado por mis abuelos maternos: mi abuela armenia Sara Chutlian y mi abuelo francé Juan Piccardi. Sesde chico estuve oliendo aromas debajo de la mesa cuando cocinaba mi abuela. Buena parte del día se lo pasaba con sus preparaciones, amasando a palote sobre una mesa de fórmica, rellenando con cuchara los ravioles y cortando uno por uno con rodillo. Aún recuerdo el placer de mi abuelo al sentarse a la mesa, su cara de felicidad al probar su primer bocado: yo lo miraba como si fuese en cámara lenta… y en frente, la mirada feliz de mi abuela viendo como el disfrutaba de su arte en la cocina.. la mirada de agradecimiento desde el fondo de su alma por esa comida recibida..

Tengo 40 y tantos años y nunca voy a olvidar de cómo la cocina me enseñó que el amor no solo es corporal o mental, es gustativo, es arte en la cocina. Desde esos momentos de los que te hablo supe que quería cocinar. También amaba leer poesía a los 13 años, dibujar con plumín y tinta china y cantar, sí cantar, fui monaguillo y cantaba el Ave María casi como un artista.

Hoy daría parte de mi vida por estar una sola noche con mi abuela Sara, mi chef de la vida, para poder cocinarle y que sea ella mi mejor crítica, que me diga si aprendí o no lo que ella me enseñó, intentar obtener de ella la misma mirada de gratitud y amor que le devolvía mi abuelo al probar un plato suyo.

Soy un apasionado de lo que hago, tengo la perturbación o el efecto desordenado del ánimo, la locura por aprender, vivo cada momento como si fuera el último.

Vivo con la exaltación del espíritu producida por un afecto o por el incentivo de cocinar.

Quiero la exaltación de lo que merece ser exaltado, la cocina, la cocina en que creo, la cocina que me pone los vellos de punta al pensar en mi santa cocinera Sara, la cocina que aparece en mis sueños sin intención de convertirse en pesadilla, no quiero madurar si eso me lleva a perder la magia de mi cocina…., me gusta ser un apasionado de lo que hago y lo que elegí para mi vida, quiero y pretendo que todos mis platos demuestren esa pasión.

¿Qué te cocinas cuando estás solo en tu casa?

Cocino hasta cuando estoy de mal humor….es como ponerme en mi eje, volver a ser yo mismo. Abro la heladera, saco lo que encuentro y cocino todo. Como loco. Así soy yo.

Rosario: “Rappi llega a representar entre el 30 y el 40% de las ventas de muchos bares y restaurantes”

Fuente: Rosario ~ Rappi es una de las empresas que forman parte del boom de las apps de delivery. La firma colombiana, nace en el 2015 y ya se encuentra en México, Brasil, Chile, Perú y Uruguay. Arribó a la Argentina hace poco más de un año, poniendo el pie en CABA, Córdoba, La Plata y Rosario.

Instalada desde octubre del año pasado en la ciudad, ON24 dialogó con Agustín Pongolini, su Ejecutivo de Cuentas local:

¿Qué requisitos debe reunir un “rappitendero”?

Ser monotributista, poseer algún medio de transporte -bicicleta, auto, moto- y pasar la capacitación que consta de un video y un examen para ver si entendiste el sistema. Por último queda descargarse la aplicación para rappitenderos y ya está, comenzás a operar.

¿Cuántos repartidores tienen en Rosario?

Más de 300. La idea es que cada uno trabaje como quiera. Por lo que yo veo hay muchos que trabajan full time y hay otros que trabajan en otro lado y “agarran” la mochila para hacer la diferencia.

¿Cómo viene creciendo Rappi?

Viene creciendo 40% mes contra mes.

¿En qué se diferencia Rappi del resto de las aplicaciones como Glovo o Pedidos Ya?

Rappi se distingue de la competencia por tener las mejores ofertas y descuentos.

Por otra parte, la empresa es “multivertical”, podes comprar  desde cigarrillos y preservativos hasta cosas del supermercado y una hamburguesa en un bar. También con la aplicación podés pedir efectivo y hacer reservas de hotel, en este caso, tenemos una alianza con Booking.

Además existe una plataforma financiera dentro de la aplicación, que es como nosotros compensamos al usuario por cualquier falla en el pedido. Por ejemplo si pediste dos hamburguesas y te llego solo una, te damos rappicréditos, es decir el precio de la hamburguesa en créditos, para que los gastes en lo que desees. Es una especie de moneda virtual.

A todo esto se le suma que el próximo mes lanzamos monopatines eléctricos, que podrán usarse con el código QR de Rappi.

Nuestra firma además tiene buenos tiempos de envío, cuando un usuario hace un pedido a un bar o restaurante, que es lo más habitual, estamos teniendo 23 minutos de promedio.

¿En dónde está el mayor caudal de ventas?

La gastronomía es el gordo del negocio.

La plaza que trae más caudal de dinero o volumen de ventas son los restaurantes, después los supermercados, particularmente trabajamos con La Gallega y Jumbo, y también las farmacias.

Queremos dejar en claro que la app no sólo beneficia a la demanda sino también a la oferta, digo esto porque Rappi llega a representar entre el 30 y el 40% de las ventas de muchos bares y restaurantes.

¿Cuáles son los pedidos más inéditos?

Hay de todo, por ejemplo han pedido un rappitendero para a hacer un asado e incluso para jugar un partido a la Play.

¿Cómo hace un comercio para entrar en Rappi?

Generalmente nuestros agentes comerciales se contactan con los comercios, muchos ya nos conocen.

Buscamos buenos comercios para que entren en nuestra plataforma, para tener una oferta diferenciada.

Cocina de autor. Mauro Campos, el chef para paladares exigentes en la Avenida Corrientes

Fuente: La Nación ~ Tradicional como pocas, la avenida Corrientes tiene una afluencia de público que no permite detenerse demasiado a ver sus opciones. Pizzerías, teatros, y puestos de diarios que venden de todo la convierte en una arteria comercial en la que poco se permite descubrir. Sin embargo, hay un restaurante gourmet que bien vale la pena agendar para visitar en la próxima pasada.

El espacio se llama Patio #378, y es el restaurante del hotel Novotel de Buenos Aires, el secreto mejor guardado de la alta gastronomía en la impensada avenida Corrientes. Su chef ejecutivo desde el año 2015, el argentino Mauro Campos, lidera el equipo culinario que sorprende con una carta de sabores únicos y originales, de la talla de los mejores del mundo.

Entre la cocina y la filosofía

Mauro se recibió de cocinero a los 20 años (empezó a estudiar la carrera al mismo tiempo que cursaba el quinto y último año del secundario) en el Instituo Gato Dumas y luego se especializó en cocina francesa moderna en la École de Cuisine Beatriz Chomnalez.

Originario de Lanús, al sur de la provincia de Buenos Aires, desde muy chico fue apasionado por la cocina, una herencia familiar que siempre lo lleva a rescatar los sabores locales, más puros y originales de los alimentos. Su mamá, médica y nutricionista, cocinaba para toda la familia, y su papá, profesor de filosofía, le transmitió la preocupación por encontrar permanentemente el sentido de sus acciones.

Lomo de ciervo en crouté, emulsión de boniato y vainilla, repollo crespo y manzana ácida
Lomo de ciervo en crouté, emulsión de boniato y vainilla, repollo crespo y manzana ácida Crédito: Gentileza

«Cada ingrediente que coloco en un plato tiene que estar justificado. Todo llegó hasta vos después de un proceso, desde la semilla hasta un lomo, creo que hay que honrar cada comida, valorarla», reflexiona Mauro.

Aunque su base es la cocina francesa y mediterránea, si le preguntan, él prefiere englobar a sus creaciones bajo la etiqueta más amplia y también en boga «cocina de autor». ¿Cómo adquirió tanta experiencia a la edad de 36? Sus años de trayectoria en hotelería 4 y 5 estrellas, los forjó en el Sofitel Puerto Madero y en el y MGallery, principalmente en marcas de la cadena francesa Accor. Hizo varios cursos en Europa y obtuvo su experiencia laboral en prestigiosos restaurantes con tres estrellas Michellin, como Le Byblo, su primer trabajo, con solo 20 años. También pasó por la experiencia de manejar su propio resto durante cuatro años en Adrogué, proyecto que caducó porque aceptó una oferta tentadora para trabajar en la Patagonia.

Sorbet de mandarina con gajos cítricos
Sorbet de mandarina con gajos cítricos Crédito: Gentileza

Cuenta que no se identifica con de la figura del cocinero influencer de instagram, no porque no lo valore, de hecho es super amigo de una de las estrellas de la red, El gordo cocina, con quien intercambia pareceres respecto de la popularidad que brinda la plataforma, pero defiende el concepto de que el sabor, la experiencia de comer y sorprenderse por un sabor delicioso no puede darse en una foto, hay que vivirla.

«Lo que me interesa a mi es ese clima especial que se puede generar alrededor de una comida», expresa. «El ambiente y la compañía son el setenta por ciento del éxito de salir a comer. Imaginate un paisaje a orillas de un lago, te tirás con una mantita al costado de ese lago y te comés una baguete con tomate y tal vez una copa de vino, todo eso hace mucho a la experiencia que vas a tener, el alrededor, los sonidos, los olores completan el mejor plato y lo hacen especial aunque sea algo muy básico», sostiene. «Uno de mis mejores recuerdos es el de estar comiendo un pan con pomodoro en Cinque Terre, mirando el mar.».

«En cocina no está todo inventado»

Rack de cordero, confit byaldi, aire de salvia y crema de ajos asados
Rack de cordero, confit byaldi, aire de salvia y crema de ajos asados Crédito: Gentileza

En cuanto a sus búsquedas creativas Mauro es un curioso incansable. Y no solo los viajes le sirven de inspiración, sino también los libros. «Las cuatro paredes del living de mi casa son bibliotecas repletas de libros, en su mayoría de cocina, toda mi fortuna la tengo en esos libros que son carísimos. Me gusta mucho investigar, conocer el origen, la evolución, las culturas de aquello que voy a cocinar». Pero además de leer, tiene dos recursos primordiales a la hora de crear sus cartas. El primero, como el de todo buen chef es la relación con los proveedores, un aspecto fundamental en toda cocina y especialmente en la de la cadena Accor, para garantizar calidad de los alimentos: «Ya me conocen y saben que rechazo bastante, por eso ya no me traen mercadería que no sea de primera calidad, fresca, de estación. Todas mis cartas se basan en productos de estación, que tengan buen sabor y que estén a precios costeables, y también, a ciertos proveedores sé que puedo pedirles algún cultivo especial para mi cocina y lo van a hacer, porque ya tenemos una relación muy buena», confiesa.

El segundo gran secreto de Mauro es que, a la hora de pensar sus nuevos platos, su laboratorio no es la cocina, sino el lápiz y el papel. «Cuando hago una carta voy dibujando los platos, boceto y me voy imaginando qué vajilla usaría, los colores, porque me parece que el impacto visual de un plato es fundamental», revela. El menú digital de Patio 378, que muestra a los comensales la foto de cada plato en una tablet, en ese sentido amortigua el factor sorpresa al momento de recibir la comida. Si bien al cliente lo ayuda a elegir y más aun si es turista o no está familiarizado con la cocina de Mauro, el conocer de antemano la imagen del menú resta ese primer impacto que se siente al recibir una creación única. Entonces, parte de la creatividad del chef radica en inventar descripciones bastante indescifrables para sus platos. » Me quiero asegurar el factor sorpresa así que juego bastante con los nombres. Cuando pongo la descripción del plato no explico mucho, por ejemplo escribo ‘brandada’ o ‘esferificación’ y cuando le llega al comensal ahí descubre de qué se trataba esa palabrita misteriosa».

«Les pongo nombres misteriosos a mis platos»

Pulpo frito, garbanzos provenzal, alioli y esferificación de yogur y cedrón
Pulpo frito, garbanzos provenzal, alioli y esferificación de yogur y cedrón Crédito: Gentileza

Cada cambio de carta que se hace dos veces al año, una de otoño – invierno y otra de primavera – verano, el hotel convoca a degustaciones a distintos grupos de invitados para recibir la devolución antes de presentarla a los clientes. Entre esos invitados, se convoca a un grupo de periodistas gastronómicos y de otros rubros a conocer las novedades, en cenas de no menos de 8 pasos, maridados cada uno con distintos vinos.

En esos rituales alejados de toda solemnidad pero con el rigor de la crítica de los que saben, Mauro suele presentarse al final, al momento de terminar el segundo postre -sí siempre hay dos- para someterse a las felicitaciones y preguntas de los invitados.

Y a veces se da, como suele suceder, que no todas las propuestas coinciden con los gustos o las necesidades dietéticas de alguno. Está el vegetariano, quien no come mariscos o quien le rehuye a las harinas. Pero siempre, todos, se sorprenden por los colores, la presentación y alguna novedad que luego Mauro confesará, se inspiró en la cocina molecular, ya no tan novedosa, de Ferrán Adriá, pero que todavía permite inventar acompañamientos (como una sublime emulsión de aceitunas que explota en la boca, o una esferificación de yogur y cedrón). Si se pregunta cómo recibe la actitud del comensal que rechaza o pide modificar un plato, responde consciente: «Es una obra de arte que necesariamente es para destruir, porque la vas a deshacer por todos lados. Mi plato comételo todo, masticalo, disfrutalo». De acuerdo, reto aceptado.

Mauro Campos dixit

¿En qué país se come mejor?: «Yo amo la cocina francesa, la vasca pero donde mejor comí fue en Italia».

¿Un sueño? «Me encantaría tener mi restorán con una huerta que lo abastezca, en Villa La Angostura que es mi lugar en el mundo, pero también seguir formándome, viajando, poder introducir creaciones nuevas en la cocina donde estoy. Me imagino caminando con mi hija recogiendo hierbitas y me gustaría criar a mis hijos en un lugar así de tranquilo. Me gusta como un lugar para ir con mi mujer y plantar familia».

Instagram y la gastronomía: «Tenemos un gerente que es muy tecnológico en Novotel. Manejamos hasta una red interna en la que nos pasamos fotos de cada logro, cada novedad. Me costó aceptar que los chicos de mi equipo estén con el celular en la cocina, pero reconozco que es una tendencia imparable y tiene su costado positivo. Se comparte, se difunde y se aprende».

Chefs admirados: «Me gusta Martín Berazategui y Gonzalo Aramburu».

¿Cómo es tu cocina? «Como un hospital. Se trabaja con una adrenalina y una prolijidad para que salga todo perfecto todo el tiempo. Creo que Ratatouille refleja mucho cómo son las cocinas, las jerarquías, los equipos, los egos. Mi equipo está conformado por un segundo (un souschef) y un jefe de cocina; con los dos cuando formamos una nueva carta intercambiamos ideas y bajamos lineamientos. Hay chefs que dicen algo y se acabó. Yo soy más abierto en ese sentido porque considero que no me las sé todas, creo que me pueden aportar un montón y tuve la suerte de que a los 25 ya había estado a cargo de una cocina, ya era chef ejecutivo y tenía un equipo con gente de 40 años, experiencias en las que tuve que hacer un trabajo personal para aprender a comunicarme para que cada uno saque lo que tiene para dar».

Dante Liporace: «Hoy se habla de la gastronomía de ‘La Rosada’ y muchos ministerios la quieren imitar»

Fuente: Ambito ~ Ganó popularidad masiva por ser el chef de Casa Rosada. Hoy dirige el equipo de Trade Sky Bar, un nuevo restaurante en las alturas que funciona desde junio y para octubre planea abrir su propio local, que promete innovar como lo hizo su mítico Tarquino, pero con precios más accesibles.

“No cargamos sube” es uno de los carteles que se ven por fuera de la pequeña oficina vidriada que ocupa Dante Liporace en Casa Rosada. Es que en ese lugar tan cercano al comedor, en donde idea los menús para funcionarios y el personal, suelen acercársele para hacerle todo tipo de preguntas y responde así, con ironía y con una aceleración típica de quien se ocupa de múltiples proyectos. Hoy, el principal de ellos es estar a cargo de Trade Sky Bar, un nuevo restaurante en los tres últimos pisos del edificio Comega. Sus dueños son Andrés Rolando y Pablo Fernández, los mismos del bar Uptown y Bourbon Brunch & Beer, cuyas cocinas funcionan con el asesoramiento de Liporace.

Pero como si estas tareas fueran pocas, el chef trabaja además para una de las bodegas más importantes del país y en octubre abrirá su nuevo restaurante, un proyecto propio aún sin nombre que promete innovar aún más que sus anteriores restós Moreno y Tarquino, este último famoso a nivel internacional por su pizza de provolone servida en una copa y por su “Secuencia de vaca”, un menú que le valió una página central en The New York Times.

En un diálogo a fondo, Liporace recordó que en su casa no se hacía un culto a la mesa, pero que adquirió la pasión por la cocina de sus abuelas, relató que el plato favorito del presidente Mauricio Macri es el risotto con hongos, reconoció que su rol en Casa Rosada tiene “fecha de vencimiento” debido a sus múltiples tareas pero está feliz de haber creado una suerte de gastronomía gubernamental y compartió con entusiasmo como en su nuevo emprendimiento propio buscará bajar los precios para llegar un público mayor.

Trade llegó para afianzar aún más el polo gastronómico en pisos altos. ¿Qué viene a aportar de novedoso?

D.L.: Son tres pisos con propuestas completamente distintas. En el piso 19 se sirve alta cocina con impronta de la ciudad, como si fuese un bodegón porteño muy refinado. Mientras que en el 20 se da la apuesta más fuerte, ya que se ofrecen crudos marinados con distintos aceites y picantes, algo novedoso si se toma en cuenta que hasta ahora sólo había sushi acá. En este nivel habrá 14 pasos de crudos, uno de ellos hongos con distintas salsas y el último un tartar de carne. Todos los demás son láminas de pescados, como una de atún pintada con panceta y una ensalada líquida de berberechos, que sorprende y que quizá tiene la misma impronta de la pizza de provolone servida en copa de Tarquino. Por último, en el piso 21 estará la terraza, en la que sí se servirán tragos, tablitas de sushi y hamburguesas.

También planeas innovar con tu restaurante próximo. Ya lo hiciste -y mucho- con Moreno y Tarquino. ¿Qué te queda para este?

D.L.: Va a cerrar un círculo. Moreno era el restaurante que traía las técnicas de El Bulli al país. Tarquino bajó esas técnicas a tierra e hizo cocina argentina desde mucho antes de que la nueva cocina argentina estuviese en boga. Éramos los únicos que tomábamos nuestros productos para hacer alta cocina. Tarquino fue fantástico, pero habíamos cumplido un ciclo con los socios y también en ese formato, no podía darme más de lo que ya me había dado. Para mí, la alta gastronomía va para otro lado. Cuando cerró, me dije ‘voy a hacer lo que quiero, voy a tener lo que siempre busqué, porque cuando tenés socios tenés que negociar y éramos cuatro. Ahora voy a levantar este proyecto con amigos íntimos y va a ser 100% mi visión. Estoy muy ansioso esperando esto porque los otros dos restaurantes revolucionaron todo y este lo va a hacer aún más.

¿Cómo definirías el concepto de este nuevo restaurante?

D.L.: El concepto sería “La reinversión de la nueva cocina argentina”, porque entre 2007 y 2014 hubo muchísimos restaurantes que innovaron como Tarquino, Moreno, Chila, Aramburu…. Todos los que quedan son excelentes, pero veo una llanura, nadie dio un paso más. Eso es lo que vengo a hacer con este restaurante, en el que la estructura no va a ser tan protagonista como la cocina, que sí estará a la vista y estará ubicada en el centro del local, como el viejo escenario de Metallica de 1991, en el medio del estadio. También va a tener un sector con mesas arriba con vista a la cocina. Y nosotros vamos a interactuar y servir los platos. Además no va a ser caro, porque quiero popularizar la alta cocina. Va a tener muy buen gusto sin que el comensal tenga que pagar una fortuna para amortizar una silla carísima o un cubierto de plata. Si hoy el menú en un restó de este tipo cuesta $ 5000, al precio de hoy este costaría $1300.

¿Qué platos y propuestas podrías adelantar?

D.L.: Estamos trabajando en un plato equivalente al omakase de la cocina nikkei, en el que el sushiman te manda la selección de pescados que quiere mostrarte. El nuestro se va a llamar “omacarne” y tendrá distintas preparaciones de cualquier tipo y cualquier corte de animal. Además, planeamos que la cocina que no esté dividida en entradas y platos sino que van a estar todos juntos. Y después de las 12 de la noche se va a convertir en un restaurant solo de postres por dos horas más, y vamos a tener maridajes para ellos, desde tragos cafés y bebidas. Pero el vino dulce no va a existir porque empalaga.

¿Cuándo supiste que querías ser cocinero?

D.L.: De muy chico, a los 5 años. Yo tenía dos abuelas que le hacían culto a la cocina, una italiana y la otra sueca. A la sueca le traían especias de afuera como jengibre en polvo o clavo de olor, que en los 80 eran difíciles de conseguir. Yo le pedía si podía mezclarlas y ella me dejaba. A un chico siempre le dicen ‘no juegues con la comida’ y yo jugaba con la comida. Incluso, cuando quiero innovar con un proyecto, la comida sigue siendo un juego.

¿Cómo fueron tus comienzos hasta el momento en que te capacitaste con Ferran Adrià?

D.L. Cuando retomé mis ganas de cocinar, a los 18 años, vine a Buenos Aires desde Bahía Blanca y estudié con el Gato Dumas. Después de pasar por un par de restaurantes, pegué un trabajo buenísimo en Europa, en un restaurante de Barcelona con fusiones peruanas, argentinas, colombianas. Ya en Barcelona venía la impronta de Adrià y todo el mundo quería ser él. Yo mandaba currículums a El Bulli todos los días y como me decían que no tenía los requisitos para ingresar, pregunté qué era lo que necesitaban. Me dijeron ‘mucho restaurant alta cocina’. Entonces, mientras laburaba empecé con prácticas e incluso hice un curso con Adrià de helados solo para ponerlo en el currículum. Así estuve tres años mandando currículums, volví por un tiempo a Argentina para hacer una asesoría y cuando regreso a España, me llamaron en 2006 con un año de anticipación para decirme que había una vacante en 2007. Te daban tiempo para prepararte porque en esos seis meses no te pagaban, tenías que alquilarte un departamento en la Costa Brava en verano, algo que no es barato. Y vivimos junto con seis flacos, uno de ellos argentino que hoy está en Nueva York con proyectos gastronómicos muy exitosos.

¿Cómo surgió la secuencia de vaca y cómo ese plato llegó al New York Times?

D.L.: Cuando una vez fui a El Bulli como invitado a cerrar una temporada en 2009, tenían un menú de 42 platos y en el medio, una especie de paréntesis con otro menú que se llamaba ´Secuencia de liebre´, con diez platos. Y me dije ´mirá todo lo que podríamos hacer con la vaca, que es nuestro animal emblema’. La ´Secuencia de vaca´ salió recién después de un año de abrir Tarquino. Pero antes, de casualidad, había venido una periodista del New York Times, que sacó una notita muy chiquita en la que dijo “en Buenos Aires caminás y por ahí te encontrás con un lugar que te dan una pizza en una copa”. Ese recuadro nos trajo gente a lo loco, ente ellos otro periodista gastronómico del mismo medio. Le conté lo de la ‘Secuencia de vaca’, que estaba por salir y el pibe se recontracopó. Me dijo: ‘Si vas a Nueva York, avísame y charlamos’. Voy para allá de vacaciones ni bien salió la secuencia. Lo llamo para ir a comer y el tipo me dice: “Te quiero hacer una nota, pero tenés que cocinar la secuencia para 30 personas del New York Times”. Y yo que pensaba descansar. Me dediqué a laburar a pleno, me dieron una cocina muy buena, y como invitados estaban periodistas y chefs. Me sacaron en página central un miércoles, que es el día gourmet del Times. Y después de que nos dieron bola los medios de afuera me empezaron a llamar los de acá, para hablar de la nueva cocina argentina. Todo al revés.

¿Cómo llegaste a Casa Rosada y con qué te encontraste?

D.L.: Recibí un llamado de Secretaría de Presidencia. Yo no entendía nada, pero mucha gente de este Gobierno y del anterior iban a Tarquino, me conocían de ahí. Me preguntaron si podía ir a ver la cocina, porque estaban comiendo mal. Cuando llegué, me encontré con que había mucho para hacer. No sólo porque había equipos rotos y mugre por todos lados, sino porque también faltaba mejorar el servicio, ya que en 40 años el personal no había sido incentivado. Fue entonces que lo traje a Ramiro Hernández, que es sommelier y fue jefe de sala de Tarquino para que me ayudara. La puesta a punto nos llevó tres meses y recién después de trabajar ahí por un mes pude lanzar un menú, que era mucho más interesante del que venían haciendo. Al principio yo dije: “Hago un asesoramiento y me voy”. Estábamos aún a prueba con esas intenciones cuando vino Barack Obama a Argentina. En un principio, me dijeron que él no iba a comer en Casa Rosada, pero a las 8 de la noche nos dijeron que al día siguiente sí venía a comer con una delegación de 50 personas. Nos vinimos todos a la noche a laburar en el menú, quedó zarpado, a Obama le encantó. A raíz de eso, la gente de acá hizo cuentas y dijo: “¿Para qué vamos a contratar un catering, que nos sale mucho más caro, si ya tenemos la gente y podemos hacerlo acá?”. Además, no es lo mismo traer la comida que cocinarle vos en tu casa al mandatario. Fue entonces que también nos empezamos a hacer cargo de los eventos. Cuando decidimos quedarnos, reformamos todo. Hoy la cocina está perfecta, instalamos una huerta, al punto de que ya se habla de la “gastronomía de La Rosada” y muchos ministerios quieren copiar ese modelo. Yo sé que esto tiene fecha de vencimiento, que en algún momento voy a dejar Casa Rosada y no creo que falte mucho porque tengo laburo afuera. Lo que no me gustaría es que se caiga todo lo que hice, porque levantamos la Casa de Gobierno de un país.

¿El público general te percibe de manera diferente a raíz de estar en Casa Rosada?

D.L.: Sí, se puede decir que ahora soy más popular por ser el chef de Casa Rosada, porque siempre estuve en restaurantes muy top y ese es un nicho muy chico. Pero eso también es un tema porque tampoco la gente puede probar lo que hago. Entonces esa popularidad es también un poco ficticia. Pero sí me hice más conocido por fuera del segmento de la alta cocina. Aunque estoy seguro de que si hoy estoy en Uptwon, en una bodega y en Trade, todo se lo debo a Tarquino, que fue el corazón de todo esto. Y espero generar más cosas con mi nuevo proyecto.

Por tus múltiples ocupaciones, recién dijiste que tu tiempo en Casa Rosa tiene fecha de vencimiento. ¿Te quedarías ante una eventual victoria de la fórmula Fernández-Fernández?

D.L.: No, no me quedaría. Porque no lo necesito y no me siento identificado. Es como laburar para un restaurante en el que no te sentís identificado con el dueño, lo que no quiere decir nada malo. Si no me identifico, no estoy. De Tarquino me fui porque no me sentía identificado con la nueva socia. Es lo que hice siempre. Lo mismo pasó con Moreno, no podía seguir con esos socios, hoy sigo siendo amigo de ellos, pero laburar es otra cosa.

¿Atendiste a muchos famosos, ente ellos a Vladímir Putin. ¿A quiénes recordás más por amabilidad y a quienes por exigencia?

D.L.: Al que más recuerdo por lo amable fue a Jimmy Carter. Lo atendí en otro contexto, estuve toda una semana con él en un lodge de pesca. Él me decía: “Comamos lo que vos quieras, no me hagas elegir”. Carter en ese momento era uno de los mayores productores de maní del mundo y yo le hice un postre de maní. Estuvo tan agradecido que nos fuimos a los abrazos con un expresidente yanqui, una locura. Y por la exigencia recuerdo a unos ministros de Putin, a los que también atendí en un lodge de pesca. Ellos querían comer surubí, pero en esos complejos la pesca es deportiva, y devolvés lo que pescás al agua. Ellos decían: “Queremos esto”. Les contestábamos: “No se puede” y ellos volvían a decir: “ Queremos esto”. Eran intimidantes, sabían lo que querían y no parecían dispuestos a conformarse con un ‘no’. Entonces nos trasladamos a un lugar en el que sí se podía pescar. Como estuvieron muy contentos, vino el traductor a agradecerme y ellos me dieron un regalo: la lata de caviar más grande que vi en mi vida. Por supuesto, me la comí yo solo en mi habitación, con una botella de vino blanco.

¿Por último, hoy es difícil ganar dinero con la gastronomía?

D.L.: Dificilísimo. Por eso hoy está en boga el ‘concepto bar restaurant’ donde tenés más margen con las bebidas. Los proveedores son carísimos, te cambian los precios todos los días. Está difícil hacer gastronomía argentina, pero bueno, uno apuesta. Yo no puedo vivir sin esto. Y creo que Argentina tiene que pegar un salto en gastronomía. Creo que nuestro país tiene más para dar que Perú, que ya tuvo su revolución gastronómica y que para mi gusto fue exageradísima. Argentina tiene calidad en todas las variedades, restós asiáticos, parrillas, alta cocina… Obviamente que si la economía y el país acompañan de una vez por todas sería fantástico.

Donato de Santis: «Hay personas que cocinan para su ego»

Fuente: La Nación ~ El mediático cocinero, dueño del restaurante Cucina Paradiso, devela cuál fue la última comida de Versace. Publicará Puro dulce , un libro sobre pastelería y organiza viajes a Italia de turismo personalizado

En la Argentina hay muchos italianos y descendientes de italianos que cocinan bien. ¿Qué suponés que tiene de distinto lo que hacés?

Mi receta es la honestidad y el apego a las raíces. Los sabores de la comida de las abuelas son imbatibles porque están grabados en piedra en nuestro cerebro. Entonces, ¿qué hace diferente a las preparaciones que yo hago? La dedicación. Por ejemplo al sazonar, la sensibilidad, la proporción, pero sobre todo, el parámetro.

¿Qué es el parámetro?

Mucha gente acá prepara sushi o comida japonesa o comida tailandesa, pero nunca pisó ni Tailandia ni Japón en su vida. Yo soy italiano, pero además vengo de raíces milenarias italianas, del mismo lugar, de Puglia, al sur. Está en mi ADN, no es algo que aprendí yendo a un curso de cómo hacer el queso.

Una cosa es cocinar bien en casa y otra es hacerlo, además, delante de una cámara. ¿Qué atributos de personalidad tiene la receta Donato?

Yo tengo colores, burbujas, imprevisibilidad, soy muy extrovertido, extravagante. Pero también tengo momentos de introversión y vivo en la dualidad constante. A gusto con la dualidad de mi propia personalidad.

Vos sos budista y alguna vez dijiste: «Hay que emanciparse del sufrimiento para tener felicidad. El budismo te permite convertir el veneno en medicina».

Sí. Yo me hago exámenes todo el tiempo. Siendo budista hago una oración a la mañana, una a la noche y reexamino todo. Repaso todo el día para empezarlo de vuelta, tratando de que todo lo que me ha envenenado en ese día -insultarme con un tachero, enojarme con mi mujer, o tener una actitud laboral que no me gustó- pueda ser transformado en algo de crecimiento.

Hay una frase tuya que quisiera que expliques: «Se cocina para el alma, no para el ego».

Yo cuando digo «alma» no es en el sentido religioso, me refiero a la parte interna de una persona. Hay camadas de personas que deciden cocinar para su propio ego. No les importa tanto si a la gente le va a gustar o no, si lo va a comer o no, si provoca alguna reacción de entusiasmo. Eligen cocinar para satisfacer el propio ego de «mirá qué lindo lo que yo pude alcanzar hacer».

¿Hablás de cocineros famosos?

Sí. Y también de gente común que le gusta cocinar para aplicar cierta técnica y sentirse satisfechos con el logro.

Vos cocinaste cinco años para para Gianni Versace. ¿Recordás qué fue lo último que le preparaste? [ Versace fue asesinado el 15 de julio de 1997 en Miami]

Buena pregunta. Él raramente comía algo dulce porque se cuidaba de los excesos. Pero lo que le gustaba era una crema, como si fuera una crema de vainilla, una crema pastelera, puesta en copita, sin masa. Una crema a base de huevo, de vainilla, de vino marsala, como si fuera un sambayón, pero más cremoso, para comer con la cucharita. Yo se lo hacía y lo escondía en la heladera, sabiendo que él lo iba a buscar y lo iba a encontrar. Muy probablemente debe haber sido esta crema de vainilla que tanto añoraba encontrar.

¿Qué es lo que más recordás de esos años junto a esa figura tan importante?

Muchas cosas, pero él tenía algo: escuchaba a todos, pero no seguía el consejo de nadie. Seguía siempre su instinto, siempre convencido de sí mismo. Yo creo que agarré, o pude apreciar o aplicar, su determinación de decir «creo en esto, voy hasta el fondo, aunque me hunda, pero voy a hacer lo que yo creo que está bien, lo que me gusta». Su determinación de decir «creo en mí, este es mi estilo, no me voy a adaptar al estilo de ningún otro». Eso me identificó. Dije: si lo hace una persona como Versace, de ese nivel de talento, yo no estoy tan equivocado de querer seguir mi camino y salir de los estándares que una sociedad te impone.

¿Pensás que lo lograste?

No sé si lo logré, pero yo me siento bien conmigo mismo. Con lo logrado y con lo que seguiré logrando. Ya tengo 55 años, he tenido muchas capacidades y mucha determinación también. Pero no es fácil ser inmigrante. En la Argentina es más fácil ser italiano, pero en los 80, cuando yo salí de Italia y fui primero a Canadá y luego a Estados Unidos -Los Angeles, Chicago, Nueva York y Miami- no lo era. Yo dejé Italia para conocer otros países. En realidad, buscar trabajo para mí nunca fue la prioridad porque daba por hecho que con lo que yo sabía hacer, en la cocina o lo que sea, iba a vivir. A los 12 años descargaba camiones con mi hermano y trabajaba en el campo con mi papá, así que nunca me puse en una posición elitista. Era indiferente el tipo de trabajo que podía hacer.

¿Cómo fueron aquellos años de tu adolescencia en Italia, cuando muchos amigos tuvieron problemas serios con drogas como la heroína?

Hace un tiempo nos juntamos los pocos amigos que quedamos de esa época. Recordamos los viejos tiempos y a los que no están más, y nos dimos cuenta de que fuimos muy afortunados de haber zafado de esa gran cosecha que hicieron estas sustancias en sus años, a finales de los 70 y principios de los 80, cuando realmente los amigos que tenemos se morían de a uno por semana. Era una cosa impresionante.

¿Vos llegaste a consumir heroína?

No, no llegué a consumir porque tenía una situación familiar buena que me dio una fortaleza distinta. Pero mis compañeros, sí. En su momento he ido a comprar con ellos, los ayudaba a mantener el brazo mientras se inyectaban, estábamos en las mismas fiestas. Las sustancias pesadas tenían un imán hacia las personas más débiles o con una vida más enquilombada con su familia o con ellos mismos. Nosotros tratamos de ayudar y a alguno lo pudimos sacar, pero la mayoría se fueron.

De Italia a Canadá y Estados Unidos. Y de ahí a la Argentina en 1999. ¿Te vas a quedar?

Vine en diciembre del 99, o sea que van a hacer justo 20 años en diciembre. Y sí, obvio que me quedo. ¿Por qué no? Tengo a mi familia acá, mis hijas nacieron en este país y a mí me encanta la Argentina.

«En los espacios gourmet de alta gama el precio es un indicador, no un factor de decisión»

Fuente: Ambito ~ Lucas Bustos es considerado «marca argentina» en el segmento de restoranes de bodega. En una charla con Estilo A, repasó su trayectoria, reveló los secretos de un negocio de nicho que ofrece su mejor versión en Mendoza y confesó que estudia emprender en Punta del Este, Chile, India e Inglaterra.

Un viaje por la ruta del vino californiano marcó un antes y un después en la vida profesional y personal de Lucas Bustos. “Tenía 25 años, a mi regreso empecé a pensar en el proyecto de abrir un restorán en una bodega”, recuerda el chef, que hoy lleva adelante el manejo de Espacio Trapiche, Ruca Malen y Casarena.

Pero su primera experiencia personal no fue buena. En pleno 2002, con el país en plena crisis, decidíó abrir Cadaux, un reducto de estilo francés orientado a un target de alto poder adquisitivo, “viajados y que se sintieran como en París o Nueva York”, cuenta. “Pero en verdad no conocíamos a nadie en Mendoza con ese estatus y menos en plena crisis post 2001. Nos fuimos dando cuenta de que los pocos que tenían algo de plata no la querían gastar en ese contexto y no funcionó”, relata Bustos.

El tiempo le daría revancha. Tres años después, su segundo emprendimiento fue en la bodega Ruca Malen. “Una de las claves del éxito es que sabíamos dónde encontrar al comensal. Fuimos a buscar al turista al hotel, pensamos un restorán para turistas. Hicimos una lista de diez hoteles, diez agencias de turismo y teníamos clarísimo quién tenía que venir. Así funcionó”, repasa el chef.

De experiencia internacional, en todos sus trabajos hay un denominador común: la trazabilidad, llevar lo que se cosecha en la granja a la mesa, sobre la base de la sustentabilidad (reducir, reutilizar y reciclar). ”Una vez que me fui consolidando empecé a viajar como una especie de ´embajador´ del país para presentar la cocina del vino en muchas ciudades del mundo: desde Londres a Nueva York, pasando por Valencia, Hong Kong y Edimburgo, entre otras…”, continúa, aunque aclara que su lugar el mundo sigue estando en Mendoza.

En su CV figuran una tecnicatura en Administración Gastronómica con mención en Cocina Internacional por el INACAP C.I.E.S. de Santiago, Chile; un Diplomado en Administración de proyectos y Gestión financiera por ADEN Business School en Mendoza y un Training en Starwood Hotels, y en el Culinary Institute of America (CIA), en New York, USA.

Hoy en el país existen alrededor de mil bodegas, sólo cien están abiertas al turismo y apenas 25 tienen restoranes. Lucas es referente en este segmento. Trotamundos desde joven, en la agenda de este año figuran citas ineludibles en Rioja y San Sebastián, España; y en Nueva York. El año pasado estuvo en Estocolmo, en la Feria de Barbacoas, “BBQ´ Fair”; pasó por Valencia, España, donde participó en el ciclo “Los hermanos sean unidos”, en Espacio Fierro. También cocinó en Corney And Barrow, Londres, y en la Sociedad de Cirugía en Edimburgo, Escocia. Con espíritu emprendedor, mirar al exterior es uno de sus desafíos a mediano plazo. “Tengo intención de abrir un restorán en Punta del Este, dialogando con bodegueros de Chile, gestionando en la India y he tenido posibilidades para avanzar en Inglaterra”, confiesa.

¿Qué significó recibir la medalla de oro del Global Best Of Wine Tourism en la categoría Mejor Experiencia en Restaurante de Bodega del Mundo?

Lucas Bustos: Sin dudas fue un premio muy estimulante y gratificante. Las grandes capitales del vino son una organización que nuclea los proyectos de turismo y vino dentro de las ciudades de Melbourne en Australia; Napa en Estados unidos, Valparaiso en Chile; Rioja en España, Porto en Portugal, Bordeaux en Francia; Cape Town en Sudáfrica, entre otras, y Mendoza. Se elige a los mejores de cada región y los ganadores del premio de Oro viajan a una reunión mundial. En 2013 se evaluó a los representantes de cada región y nos eligieron como ganadores del oro a nivel mundial en la categoría Mejor Restaurante por Ruca Malen. La verdad es que nunca sabes quién es el jurado y en qué momento te visitan y te evalúan, eso hace que la experiencia que viven sea la más auténtica posible.

¿Tiene algún secreto el formato de negocio de restaurante en bodega?

L.B.: Mientras sea evaluado el proyecto por gente que sabe y tenga conciencia en los números, todo funciona. Sí es cierto que el público no es el mismo, porque es un turista que hay que ir a buscarlo a miles de kilómetros para que venga a comer. No es alguien que trabaja en la zona y va a almorzar mientras trabaja. Hay que pensar en un turista de Australia, de Japón o de Inglaterra y que nosotros estamos en Mendoza y se sentarán a nuestra mesa. Hay que entenderlo desde ahí, pero por lo demás es igual a cualquier restorán.

¿Cuáles son las claves para lograr rentabilidad en un negocio de estas características?

L.B.: Planificar, porque el mercado gastronómico es exigente y no hay espacio para la improvisación; seguir invirtiendo en contextos desfavorables para quedar mejor posicionado cuando la crisis pase; armar bien la estrategia impositiva, si no el restorán se funde en poco tiempo y tener también en cuenta insumos como la energía eléctrica y el gas, que con las nuevas tarifas hay que evaluar, cuando antes era un costo marginal.

¿Cuántos restoranes en bodegas gestionas actualmente?

L.B.: Actualmente manejo los restoranes de las bodegas Trapiche, Ruca Malen y Casarena.

¿Cuál es el diferencial que ofrecés?

L.B.: Estoy convencido de que comer en un restaurante de bodegas es una experiencia para los sentidos y algo de lo que nunca te olvidarás. Detrás de cada plato hay una historia y los comensales se llevan algo también de Mendoza, de su historia y del compromiso por lo sustentable y el medio ambiente, mensajes importantes para estos tiempos.

¿Cómo debe ser un menú relacionado con una bodega?

L.B.: El viaje en un restorán de bodegas es por las copas, no por los platos. Que sean vinos de una misma bodega no es un problema siempre y cuando tengan distintos conceptos enológicos. Por ejemplo, en Trapiche hay siete chardonnay diferentes y cada uno tiene una idea muy fuerte y conceptualmente sabemos qué propiedades posee cada uno. Y en relación con los diferentes vinos que se ven, en los pasos en algunos potenciaremos la fruta, en otros la estructura, las notas ahumadas o especiadas. Y desde los productos de la cocina, valoramos aquellos de nuestra región y que preferentemente se cosechan en nuestras huertas.

¿El menú entonces es una excusa?

L.B.: Sin duda. El menú por pasos es simplemente una excusa para que la gente pruebe varias copas. Es la forma que encontramos para que se puedan probar siete vinos y puedan diferenciarlos y observar sus diferencias y potenciar las virtudes.

¿La suba del dólar favorece a la actividad?

L.B.: Claramente la suba del dólar favorece la actividad del turismo, no específicamente en los restoranes de bodega. Pero en los espacios gourmet de alta gama el precio es un indicador, no un factor de decisión. Es un mimo para uno, como en el caso de los restoranes de bodegas, porque uno va a tomar muy buenos vivos, a comer algo muy cuidado en los detalles y tiene un valor. La devaluación con el dólar más arriba nos hace más competitivos pero si está demasiado arriba nos hace muy baratos para este segmento de espacios de alta gama.

¿Emprenderías en otro país?

L.B.: Sí, claro. Estoy trabajando con intención de abrir un restorán en Punta del Este, dialogando con bodegueros de Chile, gestionando en la India y he tenido posibilidades para avanzar en Inglaterra.

¿Se aprende del fracaso?

L.B.: Siempre…

¿Es rentable para una bodega tener su propio restorán?

L.B.: Puede ser rentable. Para que una bodega lo pueda manejar tiene que convocar a la mayoría de la gente que lo hace muy bien y saber manejar mucho personal, en relación con la industria del vino y la restauración, y tienen que saber administrar gran número de insumos en la cocina. Si lo pueden hacer, va ser rentable. Contar con todo un aparato de comunicación es importante. Nosotros brindamos todo ese servicio a las bodegas, entendiendo no sólo de la cocina cordillerana sino del negocio.

¿Cuál es el a ABC de un restorán en una bodega?.

L.B.: En nuestros espacios gastronómicos en bodegas se piensa la cocina desde los vinos, al revés de los restoranes tradicionales: la comida acompaña potenciando las virtudes de los vinos.

P.: ¿Cuál es la diferencia con un restaurante tradicional?

L.B.: Es totalmente diferente, el comensal es distinto; el que viaja buscando bodegas tiene otras motivaciones. Está abierto a nuevos sabores y sensaciones. Viene muy relajado, no para hablar de negocios. Está muy perceptivo a lo que nosotros le proponemos. Necesitamos generar una experiencia que se transforme en un recuerdo en el visitante. No pasa por la comida sino por cómo se siente y se come. Un restaurante en el centro de la ciudad con un vino ejecutivo tiene que ser comida fácil de comer y que se despache rápido.

P.: ¿Cuál es el concepto de la cocina que creas?

L.B.: Nuestra cocina la denominamos cordillerana, está marcada por dos factores: por un lado las condiciones geográficas que definen técnicas y productos. Por otro lado, las distintas influencias culturales que durante nuestra historia hemos sufrido los habitantes de esta región. El primero define nuestro clima y nuestro suelo, los productos que tenemos en nuestra cocina son únicos, vegetales que retienen toda la dureza de nuestro suelo como las papas y cebollas, chivitos que comen pastos salados, queso de cabra, aceitunas de Maipú y los aceites de oliva, vinos, ajos, zapallos ancos duros y dulces. El segundo factor está marcado por el tiempo, desde los aborígenes que usaban el zapallo anco y el maíz o el charqui, los jesuitas y la colonización, la conquista del desierto y las costumbres gauchas, tradiciones italianas y españolas de principio del siglo pasado…

P.: ¿Que rol juega la huerta orgánica?

L.B.: Trabajamos pensando en el ecosistema por eso contamos con varias huertas orgánicas donde se cosechan trescientas variedades de productos, como pocos lugares en el mundo, y eso nos permite presentar una carta amplia a los comensales. Cada ingrediente es producido minutos antes de estar en el plato y las texturas y sabores originales llegan casi intactos al paladar de quienes nos visitan. Esto crea un dinamismo en el menú según los productos que brida la huerta y no al revés y es parte del concepto del movimiento social llamado From Farm To Table (de la huerta al plato).

P.: ¿Cuánto cuesta (promedio) comer en una bodega y en qué consiste un menú?

L.B.: Puede costar desde 1200 pesos un menú de tres pasos a $3500/$4000 un menú de siete pasos. Tienen mucho que ver los vinos que participan, por supuesto. Es barato a nivel internacional donde los restaurantes como los nuestros parten de los 70, 80 dólares y acá es nuestro techo.

P.: ¿Tenés algún referente en la industria?

L.B.: A nivel internacional admiro a Thomas Keller, lo que hizo en Estados Unidos que fue muy importante y me marcó su restaurante French Laundry. A nivel nacional una referencia que todos tenemos es Francis Mallmann, que nos abrió muchas puertas. Y más ligado al tipo de cocina que me gusta, me interesa mucho lo que hace Fernando Trocca, así como Fernando Rivarola, entre tantos.

P.: Tres mitos en el mundo del vino.

L.B.: Creo que al vino se lo ve como algo complejo cuando es súper simple y que se disfruta todos los días con amigos. También el paradigma que el vino tinto va con las pastas, que ya pasó de moda como algo que debiera ser como una ley, no es tan cierto. Y me acuerdo cuando de chico escuchaba que decían que si comías sandía con vino te morías. En algún momento hicimos platos con esa combinación para reírnos. Por supuesto que es sólo un mito, nada más.

Germán Martitegui: «Si buscara el negocio, tendría una hamburguesería»

Fuente: La Nación ~ Acaba de volver de Mendoza, donde mudó Tegui por 40 días, y reconoce que todavía le cuesta la adaptación a Buenos Aires. «Por mí hago una especie de Tegui itinerante que vaya por todo el país, no vuelvo más acá. Pero en la Argentina es complicado. Si viviéramos en otro país, nos hubieran invitado a replicar la experiencia en otras provincias. Pero extrañamente no pasó», dice el chef Germán Martitegui, cabeza de uno de los mejores restaurantes de la Argentina, según reconocidas guías gastronómicas internacionales.

A pesar del cansancio y el esfuerzo titánico que implicó mudar por segunda vez su restaurante a Mendoza -la primera fue en 2018, para celebrar los 10 años de Tegui-, a Martitegui se lo nota feliz. Lejos del personaje de «malo» que jugaba en Masterchef, su semblante es el de un hombre que transita una etapa de plenitud, tanto profesional como personal. Su flamante paternidad (fruto de un alquiler de vientre) lo conectó con emociones que no sabía ni que existían. «El para siempre con un hijo es realmente para siempre», dice, como para ratificar que ser padre fue la mejor decisión que tomó en su vida.

-¿Cómo resultó esta segunda experiencia en Mendoza?

-La anterior fue un regalo que nos dimos por los 10 años de Tegui. Era todo nuevo. Este año el desafío era mejorarlo. Estuvimos a punto de no hacerlo, yo creo en hacer las cosas una sola vez porque competís contra tu propio recuerdo, y todo parece mejor. Pero después le encontramos la vuelta porque el año pasado había cosas que no habíamos podido incorporar a la carta. Este año fuimos más Tegui que el anterior, nos sentimos más locales y pudimos jugar más. Hicimos cosas que no podemos hacer acá, como ser irreverentes.

¿Por qué Mendoza? ¿Te imaginás alguna otra locación posible?

-Mendoza fue el primero porque ahí están los hermanos Michelini y yo admiro lo que hacen. Y porque estar en el lugar donde se produce un muy buen vino y que además nos hagan vinos para nosotros es un plus. Modestamente dicho, causamos un fuerte impacto en Mendoza. Pero ni siquiera los funcionarios de la provincia vinieron o se acercaron a comer al restaurante. Salieron notas, una película que se vio en todo el mundo. Hoy la gastronomía es un agente de cambio, de revolución y de promoción. La gente decide un viaje muchas veces en función de eso. Por eso hay cosas que no se entienden. No porque no podíamos hacerlo nosotros, de hecho demostramos que un restaurante de Buenos Aires se puede mudar 40 días y hacer un menú respetando los productos del lugar. pero es duro. Fue todo a pulmón, a corazón. Aun así estamos felices. Esta segunda experiencia fue mejor que la anterior.

-La mudanza a Mendoza y el proyecto Tierras, donde recorriste el país al rescate de recetas… Parece que conectás mucho con el interior…

-Por mí hago una especie de Tegui itinerante que vaya por todo el país, no vuelvo más acá. Pero en la Argentina es complicado. Si viviéramos en otro país, nos hubieran invitado a replicar la experiencia en otras provincias. Pero extrañamente no pasó.

-¿Tierras qué te dejó?

-Fue un proyecto que apuntaba a hacer un mapa de productos de la Argentina y de recetas que la gente no conocía y terminó siendo una experiencia maravillosa. La parte más triste es que vemos un montón de problemas que la Argentina no debería tener. Por ejemplo, la banana dorada mendocina no llega acá. Está tapada por la de Ecuador. Nadie ayuda a ese productor. No hay un plan para él. Para la Argentina sería tan fácil. un cocinero europeo que vino a cocinar a Mendoza no podía creer las cosas que había acá. En Europa no te queda un metro libre de algo que vos no conozcas. Acá hacés tres pasos y te topás con algo nuevo. Estamos mal acostumbrados, no comemos variedad. todo es un bife con papas cuando el mundo va a dejar de comer carne en 30 años. La Argentina tiene un potencial inexplotado y no valorado, tristemente.

-¿Sentís que hay una responsabilidad social del chef?

-Los chefs no solo tenemos que hablar; para mí hay muchas formas de transmitir un mensaje. Yo elegí dar el ejemplo. Es muy fuerte que mude Tegui a Mendoza o recorra todas las provincias. Yo podría no venir al restaurante, pero estoy acá todos los días porque creo en eso. Lo que pasa es que hoy podés estar haciendo un montón de cosas y si no lo comunicás no sirve. Eso es lo que me hizo a mí hacer televisión. Ahora sí puedo transmitir un mensaje. Porque la señora que me abre la puerta en Tierras le abre la puerta al de Masterchef, no al del restaurante más caro de Buenos Aires. Masterchef fue una revolución porque metió la comida en las casas y contagió eses ganas de cocinar.

-¿Es rentable tener un restaurante como Tegui en la Argentina?

-En 11 años hemos pasado por todos los estados. Pero creo que el sistema es cruel con nosotros. Hay un grupo de argentinos que están en el radar de la AFIP que hace que todo sea muy difícil. De acá viven 30 familias. Esto es una pasión para mí. Si buscara el negocio tendría una hamburguesería. Tegui es otra cosa. Todos me decían que en Mendoza cobraba caro. Pero yo no me traje un peso de ahí. Yo no mido lo que hago por el dinero. Por suerte tengo otras satisfacciones. Pero creo que se podrían hacer las cosas más fáciles. Hay una presión salvaje.

-¿Hoy por hoy te preocupa más la crítica del tipo especializado o el que no sabe nada pero usa las redes para criticarte?

-La gente canaliza su odio y problemas en las redes. Hay mucha violencia. salvo en Masticar, mi comida la prueban 40 personas por día. Pero en las redes me siguen 200.000. hay insultos de gente que no entiende, que nunca vino ni va a venir a Tegui. Pero ahora disfruto un poco de la polémica. Aprendí.

-Cuando buscás Martitegui en Google lo primero que aparece es tu reciente paternidad. ¿qué te genera eso? ¿Por qué decidiste contarlo?

-Lo conté porque me están pasando las cosas que todos los padres dicen que no les van a pasar y me pasan. Y tengo ganas de contarlo y subir una foto con mi hijo. Hay un gran cambio que se está dando con las familias. Me parece importante que la gente tome conciencia de eso. Hay un prejuicio de que si es un tipo solo no va a poder con un bebé. ¿Viste cuando dicen que una mujer que ocupa un puesto importante tiene que ser 10 veces mejor que un hombre para justificar estar ahí? Yo siento lo mismo con la paternidad. Los otros días en el Aeroparque me tocó cambiarle el pañal en un baño de mujeres porque en algunos de hombres no hay cambiadores. Y tenía diez ojos clavados en la nuca, sentía una presión. por eso lo cuento. La sociedad tiene que dejar de poner a las chicas como princesas y los varones como jugadores de fútbol. Podemos ser padres solos, de a dos. si lo puedo contar y le sirve a alguien, buenísimo. Hay que desmitificar y perder el miedo.

-¿Cómo sos como padre?

-Soy bárbaro [se ríe]. Ha sido mucho más fácil de lo que pensé, no me cuesta para nada. Si tenés un restaurante podés hacer cualquier cosa. Es una buena escuela, te prepara para todo.

-¿Te dan ganas de volver a hacer televisión?

-Sí. De hecho yo decidí ser padre en Master Chef Junior, que fue de las cosas más lindas que hice. Hasta ahí me decías de sostener un bebé y no lo agarraba. Sentía que no tenía nada que me conectara con los chicos. Yo quería que me pusieran dos psicopedagogas para que me ayudaran a comunicarme con los participantes porque creía que no iba a poder. Pero al mes de empezar yo ya estaba jugando a las escondidas con los chicos, me tenían que agarrar para que fuera a grabar. Y ahí dije «quiero ser padre». Fue una decisión meditada que nació de ahí. Descubrí un Germán que no conocía. Los chicos sacan de vos lo mejor.

Sueños y desafíos del emprendedor que planea ganar millones con la «Nespresso» de la pastelería

Fuente: Infobae ~ Rodrigo Córdoba está al frente de Tigoût, una compañía que desarrolló una máquina que hornea pequeños postres gourmet. Asegura que facturará USD 4 millones el año que viene
Rodrigo Córdoba con uno de los prototipos de su máquina de patisserie (Adrián Escándar)
Rodrigo Córdoba con uno de los prototipos de su máquina de patisserie (Adrián Escándar)

«Petit goût» significa «pequeños gustos» en francés. Y justamente esos placeres cotidianos son los que se dispuso a disfrutar Rodrigo Córdoba (46) luego de vender su parte en la empresa de importación de cascos y accesorios técnicos para motociclistas que fundó con su hermano hace 16 años. Les iba muy bien, pero se cansó. Algunos roces y la rutina pudieron más. La relación se desgastó al extremo y se fue.

En 2015 decidió tomarse un año sabático para disfrutar de sus cinco hijos de entre 6 y 21 años y muy rápido empezó a hacer cursos de cocina. «Tengo espíritu emprendedor y la idea tampoco era no hacer nada. Pensaba no trabajar el tiempo que se aguantara, pero siempre con la idea de hacer cosas nuevas», le contó a Infobae. Así, muy rápido, la cocina de los Córdoba se convirtió en una suerte de hotel cinco estrellas, con un sesgo muy claro hacia la pastelería. «Los domingos teníamos el desayuno de un hotel cinco estrellas: había scons, apple crumble, cookies, waffles. De todo, todo casero», recuerda.

Nespresso vende 60.000 máquinas por año en el país y 70 millones de cápsulas. El nuestro es un cálculo conservador. Después vamos por el mundo y por otros productos

Así nació la idea de Tigoût –una simplificación de petit goût–, una empresa que desarrolló y produce una máquina que hornea productos de pastelería. Lo que Nespresso es al café, pero para la patisserie… o, al menos, es a lo que aspira. Cápsulas congeladas, que se colocan en un aparato cool y moderno y desde donde en minutos salen un volcán de chocolate o un brownie luego de unos minutos de cocción. La máquina, que se diseñó y se produce en la Argentina, estará disponible el año que viene (en 2019 ya se venderán algunos modelos).

Córdoba –que no tiene carrera de grado, pero pasó por el IAE en dos oportunidades e hizo programas de estudios sobre de pymes y marketing– planea vender 4.000 unidades en 2020 y 1 millón de cápsulas en el primer año y facturar USD 4 millones.

«Nespresso vende 60.000 máquinas por año en el país y 70 millones de cápsulas. El nuestro es un cálculo conservador. Después vamos por el mundo y por otros productos. Estamos creando algo que no existe en ninguna parte; y tenemos el plus de que todo lo hacemos desde la Argentina. Me preocupa la economía, pero mucho más volver al pasado; a que las cosas no funcionen de verdad», asegura el empresario en su casa de Acassuso, el garage del proyecto.

– ¿En qué momento se le ocurrió la idea de Tigoût?

– Parado en mi cocina, cocinando. Estaba en la mesada, vi la Nespresso y surgió. No fue buscado, salió. ¿Por qué no hacer lo mismo pero en pastelería?», fue lo que pensé. Una maquinita a la que le ponés algo adentro y sale un producto de pastelería. Lo primero que hice fue contarle a la mayor cantidad de gente de mi idea. Mi padre era viajante, vendía desodorantes de ambientes para autos por todo el país. Somos seis hermanos y en las vacaciones viajábamos con él. Yo veía cómo hablaba con los clientes y las cosas que les preguntaba. Un día quise saber por qué. Me dijo que siempre hay que aprender de la gente. Yo, 35 años después hice eso y les conté a todos los que pude mi idea. Ahí me enteré que había ingenieros en alimentos, por ejemplo. Y tuve feedback de todo tipo: alguien me dijo que era una locura, algo casi imposible hacer.

– ¿Cómo pasó de la idea a una empresa con un prototipo?

– Arrancamos en agosto de 2016. Invertí más de USD 1 millón de mi patrimonio. Hoy yo tengo casi el 100% porque aún no están emitidas las acciones. Estamos buscando dos rondas de inversión: la primera USD 1 millón y la segunda de 1,6 millones. Silvio Colombo es nuestro CTO, pero arrancó como proveedor: nos hacía el packaging, y hoy está a cargo de la producción de las máquinas y las cápsulas. Se quiso sumar y es socio. Andrea Buttafuoco es una ex Unilever, una amiga con la estudié en el IAE en 2014, que es ingeniera en alimentos y dirige la producción de las masas. Claudio Chiaromonte, ex VP ejecutivo de Disney para la región hasta hace un año, es uno de nuestros advisors e inversores. Y Andrea Gurovich, otra miga que trabajó en Microsoft y Thomson Reuters, trabaja en cuestiones más tecnológicas y está a cargo de temas de cloud e IoT. Después, hay más ingenieros, financieros y diseñadores industriales. Somos seis en el management y unos 20 en total.

Me preocupa la economía, pero mucho más volver al pasado; a que las cosas no funcionen de verdad

– ¿En qué etapa de proyecto están?

– Hace dos meses lanzamos una preventa de 30 máquinas. Ya vendimos 20 y las vamos a entregar en junio. Vamos a presentarla en IFA, la feria de tecnología de Alemania. Hoy las máquinas se fabrican en la Argentina, pero estamos viendo de ampliar la producción en China, por medio de una empresa alemana que también podría distribuirla. En 2020 vamos a venderla de manera masiva. El plan es comercializar 4.000 máquinas en el primer año y 1 millón de cápsulas. Queremos llegar a las 50 millones de cápsulas por año solamente a nivel local, pero no sabemos bien aún cuándo ocurrirá eso. Planeamos facturar unos USD 4 millones, sólo en Argentina, en el arranque.

– ¿Cuánto va a costar la máquina?

Unos USD 400 dólares al público, pero es un precio que vamos a subvencionar en los primeros años. Cuesta unos USD 1.000, en realidad .

– ¿Y las cápsulas?

– Unos $70 cada una. Son porciones individuales y un poco más grandes que la Nespresso que tiene 5 gramos; las nuestras, 35 gramos. Se venderán en packs. Adentro hay masa, no es líquido. Se saca la tapa, tipo yogurt, y va directo a la máquina. Así entre 5 y 11 minutos podés tener al comienzo cinco productos gourmet (ya hay 14 desarrollados): Choco fudge, de chocolate belga con nuez y cacao; Brownie; Blondi, de chocolate blanco con pistachos y coco; Scon cítrico; Cookie de avena con pasas y canela; y Volcán de dulce de leche.

Córdoba junto a Colombo, Gurovich y Papendieck, otros integrantes de management de Tigoût

Córdoba junto a Colombo, Gurovich y Papendieck, otros integrantes de management de Tigoût

– ¿Cómo continúa el plan de negocios?

– Ahora viajo a España, EEUU y México por tres semanas. La idea es ver a potenciales partners e inversores para desembarcar allí. En Madrid nos vamos a reunir con una empresa alemana que está muy interesada. No quiero dar nombres aún, pero la segunda empresa de producción de pastelería de Europa también nos contactó y hay en agenda encuentros con otras compañías de alimentos de primer nivel. Por suerte vemos mucha curiosidad por lo que hacemos, mucho más de la que tenemos en la Argentina. Al menos del sector privado, porque desde el Estado tenemos apoyo de Jorge Aguado, secretario del MinCyT, y de Mariano Mayer, secretario de Emprendedores del Ministerio de Producción. También se contactan fondos, como L’Catterton, que podrían tener interés.

Las máquinas van a costar unos USD 400 dólares al público, pero es un precio que vamos a subvencionar en los primeros años

– ¿Cómo fue dejar la empresa luego de 14 años?

– Dejar de ir a la oficina fue duro. Tenía una empresa que había fundado, seguía cobrando un sueldo y dividendos, pero me sentía desempleado. Y en el medio, tuve que negociar con mi hermano esa venta. Fue una especie de fracaso, más allá del éxito económico. Sufrimos las trabas a las importaciones en un negocio en el que habíamos invertido todo lo que teníamos. Fue complicado, pero hay que mirar para adelante.

– Hace dos años Tigoût no existía. ¿Qué se imagina los próximos años?

– Me imagino siendo un disruptor global de la industria de los alimentos. Con un nuevo paradigma y con nuevas formas de alimentación: comer de manera saludable, sin desperdicios y con buena calidad. El plan de negocios aún es acotado, con Argentina y quizás España como mercados iniciales, pero pensamos en grande. Yo pienso en billones, siempre. Hoy es pastelería, pero hay muchas otras categorías posibles para meter dentro de una cápsula.

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