Fuente: A24 ~ Daniel Cocchia, fundador de La Birra Bar, reveló cuáles son los secretos para alcanzar el éxito, en base a sucesivos contratiempos y obstáculos que tuvo en el camino.
Sí señores. La mejor hamburguesa de Estados Unidos es Argentina. La principal creación de Daniel Cocchia, fundador de La Birra Bar, recibió ese premio en el South Beach Wine and Food Festival 2022.
Se trata del evento anual organizado por The Food Network, en la ciudad de Miami, Florida.
El producto recibió la mayor calificación entre las 65 mil personas que concurrieron a la cita que se realiza desde hace más de 20 años.
Allí se presentan en su mayoría hamburgueserías estadounidenses, que suelen llevarse el galardón principal del concurso llamado Burger Bush.
Hacer la diferencia
La historia de este emprendedor argentino comenzó hace tres décadas en CABA, en el seno de su familia. Y el camino recorrido es sinónimo de términos como calidad, resiliencia, voluntad y experiencia.
En una entrevista con Gonzalo Otalora, Cocchia reveló cuáles son los secretos para alcanzar el éxito, en base a sucesivos contratiempos y obstáculos del camino.
«La historia comenzó en 1992, cuando mis padres abrieron una rotisería en el barrio de Boedo. De chico me di cuenta de que me gustaba todo el tema de la cocina. Esa fue mi escuela en lo que tiene que ver con la gastronomía», afirmó el empresario gastronómico.
«En octubre del 2001 se dio la posibilidad de alquilar el negocio de al lado, que siempre fue mi sueño, y fue así que comenzó La Birra Bar», resaltó.
«En el primer local le dábamos de comer a la gente que trabajaba en la zona. Los primeros meses fueron muy duros y había una incertidumbre total. Unos meses después (Fernando) De la Rúa se fue del Gobierno», graficó.
Cocchia proviene de una familia de gastronómicos que atravesó varias crisis. Su padre tiene una rotisería en San Juan y Avenida La Plata desde 1992.
En 2001, se creó el emprendimiento llamado La Birra Bar. Y en 2014 idearon la hamburguesa que luego se convirtió en un éxito.
El plan de abrir un local en Miami surgió por un viaje que la familia hizo a Estados Unidos en 2018. Tres años después lo hicieron realidad.
Actualmente tiene 13 locales entre CABA y GBA. Pronto sumarán cinco locales en Madrid y uno más en Portugal.
«En 2001 invitábamos a amigos para que se quedaran en el local la mayor cantidad de tiempo posible, y que no parezca que estaba vacío. Era muy difícil vender algo. La cosa estaba muy complicada», recordó Cocchia.
«Al principio no había hamburguesas gourmet como hoy las concebimos. El plato del día eran unas albóndigas italianas aplastadas sobre un pan», ilustró el emprendedor.
«Todo cambió cuando nos empezamos a interesar por el café de especialidad, que no era una moda en CABA. Con mi esposa hicimos un curso y nos transformamos en baristas», resaltó.
Y subrayó: «A través del café de especialidad notamos que había muy buen público en el almuerzo pero también en el desayuno y la merienda. Reeducar el paladar de nuestros clientes nos permitió tener un colchón muy grande de público y nos dio más soltura para ir hacia adelante de acuerdo a las ideas de futuro».
Innovación y empuje
Con una década de aprendizaje en el lomo, Cocchia descubrió otro camino alentador en el mundo de la gastronomía.
«En 2012 se me metió en la cabeza la idea de las hamburguesas porque me pareció que era algo sencillo de hacer. Lo hice y el resultado fue pésimo. De ahí empezó el capricho de lograr hacer lo que quería», rememoró.
«Un día me cansé de hablar con panaderos y empecé a experimentar con la masa. Cuando los clientes nos empezaron decir que les gustaba ese pan nos movimos a desarrollar el resto del producto. Allí se empezó a generar un mundo de influencers sobre nuestra hamburguesa», reflejó.
«El recorrido que tuve hizo que fuera relacionista público, tener que pagar sueldos, me exigió cocinar y atender a los clientes, y tratar con proveedores. Pasé por todos los puestos de la empresa», admitió el creador de La Birra Bar.
El apoyo de la familia
Sobre las barreras que le puso el destino en todos estos años, el empresario puntualizó: «El peor momento fue cuando la persona que nos alquilaba el local decidió venderlo. Eso nos obligó a comprar el local gastando todo lo que teníamos, que era una propiedad».
«La mentalidad siempre fue positiva y nunca pensamos que este proyecto nos podía salir mal, pese a que tenía chicos chiquitos en ese momento. La remamos y salimos adelante», celebró.
«Fue satisfactorio ver como la gente empezó a hablar de nuestro producto. Las personas se movían de otros puntos de Buenos Aires para probar nuestro producto ‘perfecto'», expresó el entrevistado.
En ese sentido, sentenció: «Siempre tuve claro que la meta era tener el mejor producto. Cuando sentí que lo tenía, vi como se precipitó el negocio cuando explotó la birra».
«En ese tiempo surgió el término de ‘Templo’ para nuestra hamburguesería, porque la gente peregrinaba para visitarnos y esperaba tres horas para consumir el producto. Fue así que decidimos tener otro local para poder abrir de noche», contó Cocchia.
«La base de nuestro proyecto fue la familia, 100 por ciento. Todo lo producimos nosotros y eso es fundamental, Hay que rodearse de las personas adecuadas en el momento correcto», aseveró el emprendedor.
«La perseverancia nos llevó a seguir adelante con el centro del negocio, que es nuestro producto. Los clientes nos agradecen por la pasión que le ponemos», concluyó.
Fuente: La Voz ~ Dirige un estudio de arquitectura con mucha presencia en la gastronomía local. Charla con una especialista que asegura que un bar “tiene que tener alma y contar una historia”.
Cuando uno habla de arquitectura piensa en fachadas, estructuras, tal vez instalaciones, pero no tanto en conceptos como “las cosas que se tocan”, “el alma de un restaurante” o “contenido para Instagram”.
Con esa sensibilidad se maneja Gabriela Jagodnik, una de las cabezas del Estudio Montevideo, la firma que marca más tendencia en la gastronomía local.
Esas frases salieron a flote recientemente en una charla que brindó Jagodnik para gastronómicos de Córdoba. Allí mismo recordó que la primera experiencia los “marcó a fuego”. Fueron Kantine y Wollen de barrio jardín. “En ese proyecto trabajamos con Pablo Dellatorre con quien compartimos muchos años de trabajo”, expresó.
Egresada en 2010 de la carrera de Arquitectura de la UNC, desde primer año de carrera trabajó primero como moza en bares y luego ya en estudios y empresas constructoras, a las que finalmente se asoció. “En 2013 arranqué trabajos independientes y finalmente en el 2014 empezamos a trabajar juntos con Marco Ferrari y Ramiro Veiga, con quienes terminamos creando Estudio Montevideo”.
–¿Qué necesita la gente cuando va a comer o beber?
–La gente necesita un poco de diversión, necesita estímulos. Salir de la inercia que nos mueve a diario. Algo que despierte los sentidos y los ponga en estado de atención plena. La tan famosa palabra que hoy en día todos usan, “la experiencia”. Y no solo la del momento, también la que te queda dando vueltas en las historias de Instagram y la que recordás cuando se lo recomendás a alguien. Todos queremos ser curadores de lifestyle hoy en día. El público está esperando que lo sorprendamos, que lo hagamos pasar un momento memorable.
–¿Y qué sería el alma de un restaurante?
–Es nuestro valor agregado a la hora de desarrollar un proyecto, es el concepto sobre el que vamos a trabajar. Tiene que ver con el producto, el servicio y, sobre todo, sobre la experiencia de usuario que queremos desarrollar. Lo abordamos desde la arquitectura y el branding. Abarcando el diseño del local, nombre, llegando hasta la vestimenta, música y vajilla que van a usar. Todo tiene que contar una historia, tiene que tener una personalidad. No se trata de que un lugar quede bonito solamente, sino que realmente te invite a ser parte y a jugar. Cuando abrió COC, en el medio de la pandemia, un día fui y me senté en la barra y empecé a ver a la gente llegar vestida de gala, diría. Veía como caminaban distinto, olía a los años de 1920. Hasta me pareció ver algunas plumas y vestidos tipo Charleston. Y ahí sentí que nuestro trabajo había terminado, en ese momento, era el usuario al que le tocaba jugar a lo que le propusimos. Queremos crear escenarios para el disfrute y darle a las personas momentos de felicidad.
¡La iluminación!
Además de una fachada llamativa y un interior acogedor, hay elementos muy importantes a la hora de darle personalidad a un bar o restaurante: el mobiliario y la iluminación. Según Gabriela, a través de la iluminación se crean escenas y atmósferas que predisponen a las personas a pasar momentos de sorpresa, intimidad o movimiento.
–¿Y cuál es la importancia de las cosas que se tocan?
–En cuanto al tacto, lo que los usuarios tienen al alcance de la mano es importantísimo. Es el mensaje de calidad que le damos. Las mesas y sillas son de los puntos más importante porque donde las personas pasan más tiempo y se detienen en observar la comodidad, la calidad y detalle. En las cosas que se tocan es donde demostramos lo que nos importan nuestros clientes. Es como cuando invitamos a alguien a casa y los invitamos a tomar asiento. Intentamos que sea lo más cómodo y agradable posible. Siempre intentamos que los materiales sean auténticos. La calidez de la madera, las texturas de los tapizados. Los colores, texturas y formas hacen a la experiencia completa.
–¿Y en el baño? ¿Qué no puede faltar?
–El baño es el ítem en el que por lo general no quieren dejar presupuesto, pero nosotros siempre decimos que es clave. Cuando vamos al baño siempre tenemos la relación directa con la cocina. Siempre se piensa “si el baño está así, imagínate la cocina”. Por lo que hay que tener sumo cuidado en que todo esté en óptimas condiciones. Hoy la foto de Instagram puede ser en un espejo del baño, así que podemos ayudar a que sea un momento divertido también. Pensar en las necesidades de dejar el abrigo colgado, lavarse las manos, mirarse en el espejo y tener libertad de movimientos. Según la categoría del restaurante o el rango de edades que concurren, el baño tiene que tener más detalles y comodidad.
La importancia de Instagram
–¿Cuáles son los lugares estratégicos en los bares y restaurantes?
–Por lo general un espacio muy importante es la barra y el fondo de barra. Es el lugar referencial para entender rápidamente un espacio. Casi inconscientemente nosotros entramos a los restaurantes y buscamos la barra y la cocina para entenderlos. Y en ese recorrido que hacemos tenemos que darle mensajes a las personas que entran. Un mensaje general y después mensajes escondidos en cada detalle. Tenés que irte con la sensación de que querés volver para seguir buscando más mensajes.
–Última: ¿cuánto modificó Instagram la manera de diseñar gastronomía?
–Creo que Instagram en las nuevas generaciones cambió la forma de entender el mundo. Hoy desde los millennials para abajo todo existe o no, si pasó en Instagram. Por lo que el espacio gastronómico, la comida y la interacción de las piezas de branding tienen que ser 100 por ciento pensadas en qué contenido para Instagram estamos entregando. Un lugar donde sacarse una buena selfie, la comida fotografiable, los hashtags y todo lo que se pueda pensar en torno a esto va a aportar a la estrategia de marketing y al posicionamiento del lugar. Es publicidad gratis, ya no hace falta que las personas cuenten de boca en boca, ahora es de historia en historia. Tenemos que generar la necesidad de ir a sacarse una foto en el lugar que diseñamos porque lo vieron en la historia de alguna otra persona.
Sus obras
Entre otros, Gabriela Jagodnik y Estudio Montevideo estuvieron a cargo de obras como Panicafé, Alma de Pueblo, Inmigrantes, Coc, La Sifonda, Kantine, Ochre, Milá, Tokin Sushi Bar, Siamo, Bizio, Hoppiness, Checa y Pepecito (restyling).
Fuente: Cronista ~ David Sovilj es el co-creador de Tierra de Nadie, restaurante de hamburguesas pionero, casi de culto en la escena hamburguesera de Buenos Aires y que cumple una década. En esta #ColumnaMaleva analiza con total franqueza cómo ve al segmento y las nuevas tendencias alrededor. ¿Por qué asegura que no hace falta «irse tanto para el lado de lo yankee?». Además: su reflexión consciente sobre el consumo de carne y las «hamburguesas en cuatro minutos».
«Tierra de Nadie cumple diez años y se fue aggiornando. Empezamos de menor a mayor: cuando llegamos a la hamburguesa que queríamos, ya teníamos dos años en el mercado, y recién a los cuatro años aparecieron otras propuestas serias alrededor. Y empezó el boom. En ese momento, la brecha entre lo que nosotros ya hacíamos y lo que hacían los otros era grande. Al no ser parte de un boom, al principio, tuvimos que ofrecer un producto distintivo para no quedarnos en el camino. Luego la brecha, sí, se fue achicando.
«El boom propiamente dicho de las hamburgueserías ya pasó. Aunque, como sucede con las pizzerías, algunas van a seguir eternamente. Y va a seguir la discusión de barrio de dónde se come la mejor hamburguesa. De los pioneros, somos pocos los que quedamos. El que dice que está hace más de una década, miente. Es Marketing…»
No sólo desde lo emprendedor, sino que lo digo como alguien que come hamburguesas, hoy hay muy buenos productos en Buenos Aires. Pero todos están detrás del «smash, del pancito de papa, de la hamburguesa chiquita». Te comés una y seguís con hambre. Van para donde va la gente y no está mal. Y el mercado se fue a lo más «yankee». No está mal: es el origen de la hamburguesa, como Argentina del choripán. Ahora bien: las hamburguesas argentinas pueden estar a la altura de cualquiera de afuera. Sin ir más lejos, los colegas de La Birra Bar, compitieron afuera (Nota de MALEVA: el People Choice Award de Estados Unidos en febrero de 2022) y sacaron un buen puntaje. Loco, estamos haciendo buenas hamburguesas. ¿Para qué ir para el lado «yankee»? Podemos hacer hamburguesas con otras combinaciones y darles identidad.
El boom propiamente dicho de las hamburgueserías ya pasó. Aunque, como sucede con las pizzerías, algunas van a seguir eternamente. Y va a seguir la discusión de barrio de dónde se come la mejor hamburguesa. De los pioneros, somos pocos los que quedamos. El que dice que está hace más de una década, miente. Es Marketing. Nosotros arrancamos en septiembre de 2012, muy poco después abrió Burger Joint. Semanas después. Y otras semanas más tarde: Pérez H. De cero fuimos estos tres. A los tres o cuatro años, llegaron otros que ahora hasta son cadena.
Asimismo, la tendencia por lo vegetariano es una realidad. No una moda. Y el consumo de carne va a ser menor. Más por un tema de conciencia. Personalmente, prefiero ni pensarlo mucho. Porque al llegar a casa, te recibe el perro con sus caricias. Y después vas y matás una vaca, que es lo mismo. Cuando pensemos que estamos matando a los pobres bichos, va a haber un vuelco. Y bienvenido sea el que pueda crear carne sin matar animales.
En Tierra de Nadie tenemos propuestas vegetarianas y estamos tratando de dar con una alternativa vegana que esté buena. Y lo hacemos por demanda, porque aunque no se pueda creer, hay veganos que vienen a Tierra de Nadie y quieren comer hamburguesas. Al final: todo se va a acomodar, los carnívoros nos vamos a adaptar a los vegetarianos, y viceversa.
Por otra parte, nosotros definimos a Tierra de Nadie como un «restaurante de hamburguesas». En algunas reseñas plantean que tenemos poca variedad de cervezas. Y lo que respondemos es que no somos una cervecería, sino un restaurante. La cerveza es un buen complemento, obviamente, y casi una socia de la hamburguesa. Pero acompaña. A la inversa de una cervecería.
«Asimismo, la tendencia por lo vegetariano es una realidad. No una moda. Y el consumo de carne va a ser menor. Más por un tema de consciencia. Personalmente, prefiero ni pensarlo mucho. Porque al llegar a casa, te recibe el perro con sus caricias. Y después vas y matás una vaca, que es lo mismo. Cuando pensemos que estamos matando a los pobres bichos, va a haber un vuelco…»
También siempre me peleé con el término «Hamburguesa Gourmet». Fue para diferenciarse de las grandes cadenas. Pero cuando lo pensás mejor, no hacemos hamburguesas gourmet, son hamburguesas como tienen que ser. Bien hechas. Lamentablemente, ahora muchos retoman el camino de la comida rápida. Hacen muchos lo mismo. ¿Para qué? ¿Quince o veinte sucursales? En esa cantidad, a las papas ya no las cortás más y ponés industriales, como el pan. Los costos no dan. Le sirven a la gente una hamburguesa en cuatro minutos, pero nosotros lidiamos con el hecho de que la gente nos banca veinte minutos para que le sirvamos la hamburguesa en la mesa, porque es otro proceso.
En Tierra de Nadie morimos con la nuestra. Hace diez años la carta de hamburguesas es la misma, agregamos pero no sacamos. Son hamburguesas de 200 gr, usamos aceite de calidad y etcétera. Y nos han robado la carta. Fuimos el referente de muchos y seguimos siendo accesibles.»
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Pregunta que disparó la columna: ¿cómo está hoy la escena de las hamburgueserías en Buenos Aires luego del boom? / Sobre Tierra de Nadie: creada en 2012, es decana entre las propuestas de hamburgueserías de calidad en la Ciudad, sus locales en Caballito (Acoyte 263 y Avellaneda 588) fueron pioneros y hoy son casi de culto. Sus hamburguesas son popularmente reconocidas como de las mejores del país.
Fuente: La Nación ~ En Hablemos de otra cosa, el empresario reveló los secretos de la parrilla que figura en el ranking mundial de los mejores restaurantes.
El programa que conduce Pablo Sirvén por LN+ puso toda la carne al asador, en el más estricto sentido de la palabra porque esta vez la locación elegida para grabar fue la parrilla Don Julio, que desde hace seis años se mantiene en forma sostenida en el ranking de los mejores restaurantes de América Latina y en la edición 2020 de la medición mundialThe World’s 50 Best Restaurants obtuvo el primer lugar entre los preferidos de la región. Este año figura en el puesto 14 del ranking mundial.
Allí, su fundador y dueño, Pablo Rivero, nos contó la historia del lugar y cómo alcanzaron el nivel de excelencia que actualmente tienen, lo que hace que sea muy difícil encontrar una mesa libre.
“Esta casa es de 1897 y es la primera de dos plantas del barrio de Palermo”, describe Rivero a la esquina de Guatemala y Gurruchaga. “Mis padres -amplía- llegaron aquí gracias a un amigo llamado Julio que nos albergó y vivíamos arriba. Ellos encontraron la manera de que yo me dediqué a algo y funcionó, me gustó y encontré mi vocación. Don Julio arranca en 1998″.
La convertibilidad menemista estaba llegando a su fin y se acercaba el tempestuoso comienzo de un nuevo siglo. “Era una época fascinante, pero a la vez una ruleta rusa todo el tiempo”, recuerda.
El destino de Pablo estaba bastante marcado: sus abuelos fueron carniceros y él en la pandemia abrió un local a una cuadra de Don Julio que abastece de carne al restaurante, pero que también la vende al público. Sus padres se animaron a la producción agropecuaria y eso también influyó en su destino.
“Los restaurantes son lugares que se hacen para que vos disfrutes. El diferencial es lo genuino. La singularidad de esta parrilla la empezó a valorar la comunidad gastronómica internacional. Coincidimos en tiempo y espacio con esa situación”, detalla.
Bajamos a la cava, en el subsuelo del restaurante donde “se crían 15 mil botellas de las mejores marcas de vino”. ¿Cuáles son las temperaturas ideales para consumirlos? “La temperatura va a ir variando según el vino. Se puede jugar con las temperaturas para hacerlos expresar más”, dice Rivero, que también es sommelier.
Defensor apasionado y con argumentos de la principal materia prima de su establecimiento afirma: “Tenemos la mejor carne del mundo, que es el alimento más importante de la historia de la humanidad”. Y agrega, en alusión a que los extranjeros llegan a la Argentina ávidos por saborear un buen trozo de carne, y por lo general Don Julio es el preferido para tener esa experiencia: “Somos afortunados donde crecimos. Para nosotros es común, pero para el mundo no lo es”.
¿Por qué está cara la carne? “Creo que nos empobrecimos nosotros, no es que se encareció la carne”, explica.
Con respecto al efecto invernadero que produciría el ganado en pie, Rivero desmiente con contundencia que sea así: “Estamos tratando de transmitir al mundo que la carne no es el problema de la polución que existe en el mundo. Es la ganadería mal hecha la que genera contaminación. Pero en la ganadería regenerativa los animales se producen en un sistema que regenera el suelo y captura el carbono. Nosotros estamos haciendo nuestro aporte desde este restaurante para incentivar, comprar y ofrecer este tipo de producto”. Y subraya: “El mundo antes medía la pobreza por cuántas veces una familia comía carne en la semana. La gente tiene que dejar de pensar en la carne como el eje del mal del medio ambiente y de la salud porque no lo es”.
Durante la entrevista, Rivero nos invita a degustar algunos de sus célebres cortes. Llega un bife ancho cuya parte central se ve bien roja. ¿Está crudo?, preguntamos. “Es el punto bleu, el más jugoso de la carne”, contesta. “Lo servimos en ese punto porque creemos que es la mejor forma de comerlo”. Se abre el debate del famoso tríptico (jugoso, a punto o cocido). Para Rivero “no todos los cortes se tienen que comer con ese punto de cocción”, pero aclara que “en los cortes finos, mientras más los cocinás más calidad perdés”.
Se abre otra polémica: veganos versus carnívoros. “Me llama la atención cómo nosotros no nos percibimos como parte de la naturaleza. Somos omnívoros y es el dilema que tenemos que atravesar. Falta admitir que el otro puede elegir lo que prefiera. El debate está en qué creemos que somos”.
¿Qué cortes se sirven en Don Julio? “Trabajamos 18 cortes en total entre la carnicería y el restaurante. Los hits son el ojo de bife, la entraña, el asado y el cuadril. En el almuerzo llegamos a hacer 250 cubiertos”, precisa.
“Más allá de que somos un restaurante, formamos parte de un barrio e intentamos darle lo mejor que podemos”, comenta Pablo, en alusión a una esquina que recuperaron en pandemia para armar una huerta comunitaria, a una cuadra de Don Julio, en Gurruchaga y Soler. “Acá, los vecinos vienen a cultivar”.
Lo producido se dona a entidades que lo necesitan. “El concepto de lo que se planta acá es el de estacionalidad y el objetivo es poder vincularse con la naturaleza. Me gusta hacer lo posible para mejorar el lugar que habito”.
Fuente: Rio Negro ~ Esteban Schniepp es uno los protagonistas más consolidados de la gastronomía cordillerana. Conocelo.
Afuera nieva y nieva y nieva, en San Martín de los Andes. Adentro, en el restaurante “Torino”, el paisaje gastronómico que está creando el chef Esteban Schniepp (43) no tiene la pretensión de ser arte sino de escenificar una experiencia que hechice al comensal, que lo haga vibrar.
Esteban bien sabe que la primera impresión no es tan decisiva en gastronomía como la última, esa que el cliente se lleva grabada en el paladar y la mente. Esa última impresión que le recordará a la gente “lo bien” que lo pasó comiendo en este lugar. Afuera nieva; adentro, el calorcito de la comida recién hecha cobija en este invierno 2022.
Esteban es desde hace varios años un chef ya consolidado en la gastronomía cordillerana.
Su nave insignia, “Torino” es el escenario donde él y su equipo comparten una cocina internacional, clásica y moderna.
“Siempre cocino lo que me nace y lo que mis comensales me demandan, es un ida y vuelta. Trato de fusionar productos regionales y de estación, técnicas y recetas tradicionales y de vanguardia; estoy abierto a todas las corrientes gastronómicas, cada una de ella aporta cosas muy interesantes”, comenta a Yo Como.
Viene de un verano súper exitoso, un otoño increíble.. un descanso de dos semanas y ahora arranca la etapa de invierno en su cocina.
“Sí, con novedades. Cada temporada retocamos la carta ofreciendo nuevas propuestas, volviendo con platos que tuvieron aceptación, con productos frescos de estación, aplicando nuevas técnicas y sabores que vamos descubriendo para agasajar a nuestros clientes. La base de este proceso se gesta de escuchar las necesidades y deseos de ellos”, apunta Esteban.
Que plato no puede faltar….
… “en la carta de invierno no puede faltar el risotto de hongos (5 variedades) perfumado con aceite de trufa, el lomo de ciervo con salsa demi-glace perfumada con ajos negros y chocolate. Y la sopa de ajos con pan de nuez: infaltable e imperdible”.
Con el frío, obviamente, “los platos pedidos son los más calóricos, las pastas, las carnes, los pescados, el día de montaña demanda calorías al cuerpo. Igualmente el sushi fresco con un cóctel de autor es muy solicitado todo el año”.
En invierno utiliza mucho brócoli, espinaca, kale, repollitos de bruselas, los recientemente cosechados hongos de pino y toda la variedad de cítricos disponibles.
Los motores de inspiración, cuenta Esteban, casi siempre son los mismos: los productos de estación, las nuevas tendencias, los viajes, conocer diferentes propuestas de colegas, pero sobretodo escuchar las necesidades y deseos de los comensales.
“Torino” nació hace 13 años atrás de una gran idea que tuvieron los chefs Pablo Buzzo, Nicolás Urquiza, Matías Venenzi y Alejandro Marchandt. El año pasado Buzzo y Urquiza decidieron retirarse de este emprendimiento y todos ellos apostaron a que tomase el mando Esteban, cuyo notable crecimiento daba seguridades de que la firma quedaba en muy buenas manos.
“Al quedarme a cargo del restaurante íntegramente tuve que tomar otra posición. Hoy cumplo el rol de gerenciador. Mi trabajo es potenciar el trabajo de todo mi personal y sacar lo mejor de ellos, estoy en todas las áreas del negocio. Donde me siento más cómodo es en la cocina, claramente. Busco llevar mi experiencia a todas las diferentes áreas como la barra de sushi, la atención al cliente, la coctelería, la ambientación… todo tendiente a alcanzar un producto parejo, de calidad y excelencia”, admite el entrevistado.
Expectativas para este invierno…
… “tengo todo el optimismo del mundo. San Martín de los Andes crece año a año como plaza turística. El cerro Chapelco lo mismo, mejora cada año; lo mismo pasa con Torino. El 2022 arrancó con todo, muy buen fue el verano, el otoño nos acompañó también con gran afluencia de gente. Tenemos además una fiel clientela del pueblo que nos acompaña siempre. Todo esto nos lleva a pensar que este invierno será fantástico en esta aldea de cordillera”.
La coctelería para terminar el día
“La coctelería es una de nuestras cartas fuertes en esta propuesta innovadora y de vanguardia que pensamos para la gastronomía de San Martín de los Andes para este invierno”, comenta Esteban Schniepp, chef.
En esto de la teatralidad y puesta en escena no podía faltar la barra que está a cargo de Lucas Simone, más conocido como «El Tartu», un barman de gran experiencia nacional e internacional, con una gran trayectoria en el pueblo mixadas con sus viajes de capacitación por el mundo.
Elaboró con su llegada a “Torino” una completísima carta de bebidas para todos los gustos, combinando vermouth, aperitivos, originales gin tonic, tragos clásicos internacionales y las estrellas de la carta son sus tragos de autor.
Los dos más solicitados. Uno, “Chanchullo”, inspirado en el clásico cubano «canchánchara, de la coctelería más al estilo caribeño. Con él disfrutaremos de los sabores de la miel, la lima y un almíbar de ají picante de la casa mezclados con ron oscuro flor de caña, licor de chile “Ancho reyes», con aromas frescos y acompañado, como es de costumbre en este tipo de tragos, con mango y un borde de tajini para resaltar los sabores. Agarrate, fuerte para esta opción.
Otro trago para acompañar esta temporada invernal es “Decálogo VII», también inspirado en los cocteles clásicos pero con un toque de las nuevas modas, como es el café. Este trago lleva ron oscuro Flor de caña, aperol y café, perfecto para terminar la noche en este restó en pleno centro de San Martín de los Andes.
Fuente: La Nación ~ Como chef creador de experiencias vivió en distintos países sin asentarse en ninguno, hasta que unos minutos en la puerta de un legendario bar porteño bastaron para cambiar su historia…
En 2005, Ed Holloway llegó desde Irlanda a Sudamérica junto a su mochila de viajero y las ansias de subirse a una tabla de snowboard en los Andes, una región que visitaba por primera vez. Durante seis meses recorrió Chile y Bolivia, hasta que finalmente pisó suelo argentino.
En su travesía, Buenos Aires, con su explosión cultural, sus aventuras diurnas y sus noches efervescentes, ocupó una buena porción de su estadía, que incluyó frecuentar aquellos pubs emblemáticos del circuito porteño.
Su gran viaje de mochilero, por supuesto, debía tener un final y ese día, el último día en Buenos Aires, lo encontró frente al legendario bar The Kilkenny, haciendo fila para entrar. Pocas horas quedaban hasta que Ed tuviera que abordar el avión que lo llevaría de regreso a casa, aunque decir “casa” era algo relativo, ya que su vida siempre se había caracterizado por el movimiento, impulsado por su profesión de chef.
“Cinco minutos bastan para soñar toda una vida, así de relativo es el tiempo”, escribió alguna vez Mario Benedetti y, aquella noche, Ed pudo comprobarlo. En la velada de despedida y en esos minutos de espera en una entrada, conoció a Connie, una mujer argentina de la que se enamoró y que transformó su vida para siempre: “Bailamos hasta las cuatro de la madrugada”, rememora Ed. “Al despedirnos le dije que la había pasado muy bien y que al día siguiente la esperaría por quince minutos a las 12 del mediodía abajo del Obelisco, si venía todo bien, de lo contrario no pasaba nada. Lo hizo, allí estaba, fueron unas horas inolvidables antes de partir”.
Un chef, un amor y una decisión: ¿Argentina o Irlanda?
A partir de su regreso a Irlanda, por los siguientes dos años, Connie fue a conocer su tierra y Ed regresó a visitarla varias veces. Y así, como en toda relación a distancia comprometida, llegó el día en que hubo que tomar la decisión de dónde vivir: ¿Argentina o Irlanda? Tal vez fuera por la nieve en las montañas, tal vez por la tierra virgen para emprender, o quizás por la calidez de sus habitantes, que Argentina resultó ser el país por el cual apostaron, y Bariloche se transformó en su nueva morada.
Hasta entonces, Ed había estudiado para ser chef en Irlanda y durante varios años había ejercido su profesión en distintas regiones europeas, así como en suelo sudamericano. En su tierra trabajó en Edimburgo, asimismo, también desarrolló su arte culinario en España, Chile y Suiza, donde residió por cuatro años en los que trabajó en un restaurante con dos estrellas Michelin, un espacio que le brindó los mayores aprendizajes de la alta gastronomía.
Conociendo su espíritu nómade y su amor por experimentar sabores y culturas nuevas, su familia y amigos no se sorprendieron cuando Ed anunció su mudanza a suelo argentino. El sur esperaba, era tiempo de explorar todas sus oportunidades y consolidar el amor.
“Elegir otra cultura era lo esperado por todos, aunque debo decir que como solía viajar constantemente, nunca imaginé que Argentina sería mi destino final”, asegura el irlandés, mientras recuerda aquellos tiempos. “Y por más que mi entorno lo tomó con naturalidad, también debo decir que mama, obviamente, me extraña mucho”.
Bariloche, un restaurante y el asado: “El asado es la mejor forma que existe para comer con familia y amigos”
En 2007, Ed arribó a la Argentina con esa fascinación que siempre lo acompañó al recorrer tierras extranjeras, deseoso de sumergirse por completo en la nueva cultura, hasta fusionarse en ella.
Con el tiempo, mientras se adaptaba a las nuevas formas, Connie y Ed se casaron y decidieron abrir un restaurante llamado Butterfly. El rumbo, de pronto, parecía aclararse en el horizonte y aquello que el irlandés creía incierto –asentarse-, de pronto se transformó en un hecho: “Abrir un restaurante no esalgo que hubiera podido hacer en mi país. En Argentina, con poco, logramos construir un espacio de alta gastronomía que, a partir de entonces, me abrió muchas puertas”, asegura.
Desde el comienzo, Ed puso empeño en aprender acerca de las diferencias con Irlanda, y adentrarse en los hábitos y costumbres tan naturales para los locales, pero a veces tan extraños para un foráneo; no solo deseaba integrarse, sino también buscar inspiración para su negocio. El asado acaparó de inmediato la atención del irlandés, hechizado por el ritual.
“El asado es la mejor forma que existe para comer con familia y amigos”, asegura. “En mis primeros tiempos no podía creer llegar y que todo recién ahí comience: prender el fuego, disfrutar del proceso, tomar un vinito con el asador, comer los choripanes que están saliendo de la parrilla antes de sentarse, después que toda la comida se sirva en el centro, que haya interacción todo el tiempo, charla constante. Y la comida en sí para mí es como una degustación, tantos productos diferentes servidos en pequeñas porciones es algo que me parece increíble. Tuve la suerte de poder crear experiencias culinarias, y lo que provoca el asado, esa interacción permanente, es mi inspiración siempre. Es un ritual que genera los mejores momentos”.
Y fue también la cotidianeidad en Bariloche, la que le obsequió a Ed una impresión positiva, donde quedó maravillado por tener las montañas próximas y que en septiembre pudiera estar esquiando a la mañana y jugando al golf por la tarde: “También me asombró el paisaje, los bosques, el río, hay tantas actividades que se pueden hacer que, cuando llegué, quedé fascinado”.
Un creador de experiencias gastronómicas inolvidables y un lugar mágico en la Argentina: “Todo el mundo debería vivir en Mendoza”
Tras algunas temporadas en Bariloche, Connie y Ed decidieron vender Butterfly y se mudaron a Buenos Aires, donde el irlandés se hizo cargo de Fierro Hotel, en Palermo, y del restaurante UCO, dentro del establecimiento. Mientras tanto, trabajó duro en nuevas oportunidades laborales, tanto en la capital como en Mendoza y, finalmente, abrió su propia empresa, Resolve, dedicada a gerenciar restaurantes y hoteles con un fuerte énfasis en la alta gastronomía y en tener una inolvidable experiencia gastronómica: “Desde entonces tuve la suerte de estar involucrado en crear muchas experiencias hoteleras y gastronómicas que me apasionan hasta el día de hoy”, cuenta Ed, quien en la actualidad asesora a La Morada Life, Finca Agostino, a Fierro Hotel, a la Bodega AlfaCrux y a la Bodega Gamboa.
Junto a la creación de la empresa, y durante la pandemia, Connie, Ed, ya con hijos, decidieron que era tiempo de hacer un cambio de vida y mudarse a Mendoza, un evento que tuvo un fuerte impacto en Ed.
“Encontré mi lugar en el mundo”, afirma emocionado. “Mendoza tiene el mejor clima del mundo, la gente tan cálida, se disfruta del sol todos los días; tener las bodegas y la industria del vino cerca me inspira cada vez más. Todo el mundo debería vivir en Mendoza, es impresionante la vida que lleva el mendocino”.
Los aprendizajes de un irlandés amante del fuego: “Argentina me enseñó a no amargarme con el cambio, sino a adaptarme”
Alguna vez, muchos años atrás, Ed dejó su Irlanda querida para vivir una vida sin rumbo fijo como chef. Su camino se había caracterizado por tener paradas prolongadas en distintos países del mundo, donde siempre estuvo dispuesto a absorber la cultura y aprender cada día más del mundo culinario. Jamás imaginó que unos minutos en una fila de un pub irlandés en la Argentina, serían capaces de transformar su vida para siempre. Un simple evento lo llevó a encontrar el amor, su lugar en el mundo –Mendoza- y su pasión: ser creador de experiencias gastronómicas inolvidables.
Aun así, para Ed, volver a Irlanda es siempre una celebración. Allí mantiene el mismo grupo de amigos de toda su vida, con quienes se reúne como si el tiempo no hubiera pasado y nada en la vida hubiera cambiado, aunque, sin dudas, su camino fue uno colmado de instancias transformativas. En aquellos regresos, el ritual es siempre el mismo, se sientan con una pinta en el pub y charlan como si aún tuvieran 18 años.
“Me fascina mi país, pero cuando lo visito me doy cuenta de que cada vez estoy más asentado en la Argentina. Cuando las vacaciones están llegando a su fin, me dan ganas de volver a Mendoza”, dice pensativo. “Pero lo que sí extraño mucho siempre es el pub irlandés”, sonríe.
“Aprendí mucho estos años. En lo profesional, Argentina me enseñó a ser flexible. En este país la realidad puede cambiar de un día al otro, por lo que aprendí a no frustrarme con el cambio, sino a adaptarme, buscar cambios y encarar el nuevo desafío”, asegura. “Aprendí de la gente, de mis equipos. Entendí que, si no los cuido, no me acompañan en los desafíos. No somos nada sin un equipo fuerte”.
“Argentina me enseñó a cocinar con fuego, no solo asado. En ningún lugar soy más feliz que al lado del fuego, algo que Mendoza me permite hacer casi todos los días. Son muy pocas las veces que me verán cocinando adentro”, continúa. “Lo que sí todavía no aprendí del país es a disfrutar del Fernet”, agrega entre risas.
“Hoy estoy muy contento y agradecido por las oportunidades que tuve y tengo en Argentina. A veces es desafiante, pero nunca aburrido. Acá aprendí a disfrutar mucho de la vida y la gente”, concluye.
*
Argentina Inesperada es una sección que propone ahondar en los motivos y sentimientos de aquellos extranjeros que eligieron suelo argentino para vivir. Si querés compartir tu experiencia podés escribir a argentinainesperada@gmail.com. Este correo NO brinda información turística, laboral, ni consular; lo recibe la autora de la nota, no los protagonistas. Los testimonios narrados para esta sección son crónicas de vida que reflejan percepciones personales.
Fuente: Perfil ~ Chef de bajo perfil, su restaurante “Aramburu” ingresó al sello Relais & Châteaux. Confianza del cliente y comienzos.
Es uno de los chefs con más perfil bajo del país. Con su restaurante parte de los Latin American 50 Best Restaurants en varias oportunidades, entre los 10 mejores del mundo según Trip Advisor y recientemente consagrado por el sello Relais & Châteaux, sin embargo Gonzalo Aramburu tarda unos segundos en reconocer que “es bueno en la cocina”. Frente a la pregunta de cuándo se dio cuenta de que lo era, duda, piensa, y finalmente contesta que hace muy pocos años. “Pero siempre supe que quería armar platos de esta calidad y estilo”, apunta. Aramburu, su restaurante homónimo premiado tantas veces, es fiel reflejo de que lo logró. Con un menú de 18 pasos al que llegan turistas, vecinos y no tanto en procesión, su búsqueda de exaltar el producto y su amor por la combinación de sabores y texturas es elogiada en todo el mundo. Mientras Bis, su restaurante en clave bistró ubicado enfrente (ambos en el precioso Pasaje del Correo, en Recoleta), prueba que también puede lucirse en lo más cotidiano.
Noticias: Le hicieron muchas notas, y sin embargo nunca contó cómo empezó a cocinar… Gonzalo Aramburu: No soy de contarlo. Noto que muchos cocineros tienen una historia de la abuela y la tradición familiar. Perdí a mi mamá a los 9 años, y la cocina nació en mí desde esa carencia. Más tarde estudié Derecho, como mi viejo, pero al mismo tiempo me anoté en una escuela de cocina con una gran amiga, y desde que puse un pie ahí me sentí muy cómodo. Después entré en una práctica en el Hotel Alvear y me sentí en otro mundo. Desde ese día pensé que quería tener mi propio restaurante.
Noticias: ¿Cómo fue la búsqueda de su impronta? Aramburu: Me fui a vivir a Miami, y buscando trabajo en cocinas entré a una que estaba bien, pero donde no veía cosas que me motivasen. En las muchas horas ahí adentro empecé a escuchar charlas sobre restaurantes con estrellas Michelin, y me puse a averiguar de qué se trataba. Era un mundo que desconocía. Al tiempo conseguí una práctica en un restaurante de San Sebastián que tenía tres estrellas, Martín Berasategui. A partir de ahí entendí que esa era la escuela que quería. La vajilla, los platos, las combinaciones. Después estuve en Nueva York y Chicago en restaurantes premiados, y en 2007 volví a Argentina.
Noticias: ¿Ya con la idea de abrir su propio restaurante? Aramburu: Sí, y abrimos en Constitución, en un lugar donde sabía que iba a poder pagar el alquiler entendiendo que tenía que hacer obra. Desde el principio fue un menú de pasos.
Noticias: Fue de los primeros en ofrecer menú de pasos, ¿por qué lo seducía ese formato? Aramburu: Porque era algo que me gustaba hacer. No pensaba tanto en el cliente. Hoy tampoco (ríe). Pero sé que le voy a dar lo mejor que pueda con mi experiencia. El que viene confía y se entrega, y me encanta que pase eso.
Noticias: ¿Le costó conseguir esa confianza? Aramburu: Sí, los tres primeros años del restaurante no venía nadie. Estábamos en una zona no tan gourmet y que nunca pudo levantar. Había vuelto a Argentina en un momento en el que en el exterior se hablaba bien de Buenos Aires. Abrí el restaurante con 29 años, a pura inversión mía. Mi papá me ayudó con las sillas y las mesas, hasta vendimos un auto…
Noticias: Estuvieron 10 años en Constitución. ¿Por qué decidieron mudarse a Recoleta? Aramburu: Soy amigo de Agustina Numer, que era parte de la sociedad que tenía los locales en el Pasaje y estaban un poco cansados. Así que hicimos un traspaso. Y vinimos para acá y nos cambió bastante la operación, mudamos tanto Bis como Aramburu. Cambió el público, el barrio es más amable. La gente de Recoleta viene mucho a Bis, es un pasaje súper pintoresco y funciona muy bien, sobre todo en los días lindos. Tenemos muy lindo público local, del barrio, y además estamos en un polo turístico, rodeado de muchísimos hoteles. ¡Y siguen viniendo los de Constitución!
Noticias: ¿Cómo es su proceso creativo? Aramburu: Hay restaurantes que veo en el exterior que tienen su I+D, Investigación y Desarrollo, pero muchos están apagados, lo tienen solo por decir. No sé si tengo I+D, pero tengo mis heladeras, fuegos, un horno, y todo está todo el día funcionando. Vemos qué nos entra y replanteamos el menú todo el tiempo. Siempre estamos probando.
Noticias: ¿Le afecta el tema de los faltantes de alimentos? Aramburu: No le doy mucha bolilla, si hace falta cambio algunas cosas. Los faltantes muchas veces son el aceite o las harinas, y son cosas que estoy tratando de eliminar del menú. Aramburu es 90% gluten free. Estamos bajando todo lo que es lácteos también, y hace años que arrancamos con la propuesta vegetariana. El cliente te va marcando el camino.
Noticias: ¿Es posible la alta cocina vegetariana? Aramburu: Sí, porque alta cocina no significa que todo tiene que ser caviar, foie gras y trufa blanca. Hay muchos restaurantes de alta cocina vegetarianos en el mundo. En nuestra propuesta hay proteínas animales, porque nos interesa, me gusta cocinar el magret de pato o servir un ciervo, pero no quiere decir que no pueda hacer alta cocina desde el mundo vegetal.
Noticias: Su mujer, Silvina Trouilh, también es cocinera, ¿cómo se complementan? Aramburu: Lo bueno es que entiende mis horarios y obligaciones. Por estos días yo llevo a Isabel, nuestra hija, al colegio, paso a la tarde por casa y después estoy en el restaurante hasta tarde. En casa cocina siempre ella, y me encanta.
Noticias: ¿Suelen salir a comer? Aramburu: Sí, me encanta. Exploramos lo nuevo y también vamos a los de siempre, como El Preferido o Roux. Me gusta ir a comer un pedazo de carne también.
Noticias: ¿Cuál es su plato preferido? Aramburu: Las milanesas de mi mujer. Pero a la vez, fui hace poco a un dos estrellas en París, David Toutain, y no me lo puedo sacar de la cabeza. La sencillez, lo bien logrado…
Noticias: ¿Qué sueña para Aramburu? Aramburu: Tengo el sueño de que la guía Michelín se edite en la Argentina. Creo que se necesita a nivel regional, porque daría visibilidad. Sería algo que nos posicionaría dentro del globo y mejoraría la industria de principio a fin. l
Fuente: Ámbito ~ Nació en La Plata, pero se formó en gastronomía en las mejores cocinas de Italia, País Vasco e Inglaterra. Su nueva aventura culinaria es Nina Los Fuegos.
Santi Palma (IG: santipalmacocinero) está formado en gastronomía en The Bue Trainers, hizo experiencia en La Rosa de Oro, en Italia; Mugaritz, en el País Vasco; Le Manoir aux Quat Seisons, en Inglaterra, y a su regreso a la Argentina, trabajó en el desaparecido Nectarine y en la reapertura de Casa Cruz.
En su ciudad, La Plata, abrió en los años 2010 su pequeño “Atelier”, un restó a puertas cerradas que luego se transformó en Atelier Cocina & Cava, un restaurante de alta cocina de City Bell.
En la actualidad, es chef-propietario de Moro Finca & Fonda, desde 2017. Imprimió su nombre en Palma Bistró, en el exclusivo Parador Amarras de Costa Esmeralda, en Pinamar. También es chef ejecutivo en Suá Catering y en el novedosos wine bar platense Casa Tomada.
Su nueva aventura culinaria es Nina Los Fuegos, donde volvió a la aventura de la alta cocina, haciéndola latir en el corazón de City Bell.
Periodista: ¿Los chefs argentinos son de los más creativos a nivel internacional? ¿La diversidad de productos locales favorece esta creatividad?
Santi Palma: Creo que los chefs argentinos somos muy creativos e ingeniosos. La diversidad de productos locales favorece la creatividad y nos ayuda al momento de crear platos y menúes, nos permiten jugar mucho.
P.: ¿Qué ingredientes nunca podrían faltar en la dieta de un argentino?
S.P.: Si bien claramente el mundo vegetariano y vegano están creciendo, creo que en la mayoría de los platos argentinos no pueden faltar la carne, la papa y los llamados platos clásicos: milanesas, milanesas napolitana, pizzas, etc. Tenemos mucha ingerencia de nuestros abuelos y orígenes en general y eso nos da una gran variedad de platos donde podemos disfrutar un poco de todo.
Creo que como argentinos tenemos que empezar a conocer los productos de todo el país, y no nos debería faltar el poder lograr probar y trabajar con todos esos ingredientes. Hoy no nos puede faltar el producto originario de nuestro país y que nos sirva para revalorizar nuestra cocina.
P.: ¿La salud alimentaria importa a la hora de pensar y crear un plato o menú?
S. P.: Sí, claro que importa, siempre lo tengo en cuenta, que por más que sea una milanesa frita, si es con las temperaturas correctas del aceite, que sea un aceite en buen estado, para que sea lo más saludable posible, es algo que nunca habría que perder de vista.
P.: ¿Cuál crees que es el rasgo más distintivo de tu cocina?
S.P.: Creo que tengo la suerte de estar a cargo de diferentes lugares donde busco que las propuestas gastronómicas sean bastante distintas, con lo cual, creo que un rasgo de mi labor es la versatilidad misma de los diferentes tipos de producto. Quizás con un mismo ingrediente, lográs 2 o 3 preparaciones distintas en cada lugar y eso es algo que me gusta y distingue. Me gusta mucho cocinar pescados, carnes y algo que siempre destaco es mi variedad de croquetas o buñuelos que en general a todo el mundo le gustan mucho, junto con los purés. Desde hace mucho tiempo vengo jugando con los purés de diferentes verduras: zanahoria, coliflor, brócoli, arvejas, remolachas y es algo que la gente celebra mucho. Las texturas de esos purés, los sabores, los colores.
P.: Si no fueras cocinero ¿qué serías?
S.P.: Es difícil saberlo, pero sí te puedo decir que en el momento en que tenía que definir qué camino seguir, estaba entre cocina y arquitectura. También me he dedicado mucho tiempo a la actuación y ahora estoy retomando ese camino. Seguro tendría que ver con el arte.
Fuente: Cronista ~ A punto de cumplir 8 años en Buenos Aires, Mishiguene se consagró como uno de los mejores 100 restaurantes del mundo. El Cronista habló con Tomás Kalika, su chef y cofundador, sobre el secreto del éxito y su desembarco en la Ciudad de México.
Tomás Kalika (42) es el chef detrás deMishiguene, el restaurante de cocina judía que inauguró hace casi 8 años en Buenos Aires y este 2022 se consagró como uno de los mejores 100 del mundo.
Mishiguene, ubicado en el barrio porteño de Palermo, estuvo varias veces entre los 50 mejores de América latina según The World ‘s 50 Best Restaurants, pero esta vez ingresó al listado mundial en el puesto 88. Junto con la parrilla Don Julio, en el 14, son los únicos argentinos en el prestigioso ranking.
Desde México, donde se encuentra ultimando detalles del desembarco de Mishiguene en ese país, Kalika conversó con El Cronista sobre este reconocimiento, sus 25 años de carrera en la gastronomía y los próximos pasos de la marca junto a su socioJavier Ickowicz, fundador dela cadena Nucha.
«En Mishiguene tuvimos muy en claro a qué nos dedicábamos y cuál era nuestra misión en el mercado, ese es el secreto principal por el cual tuvo tanto éxito«, reveló el chef en esta entrevista.
¿Cómo recibiste la noticia de que Mishiguene está entre los mejores 100 restaurantes del mundo?
Muy bien, sorprendido, porque no estábamos haciendo nada en particular para poder ser elegidos en la lista. Al mismo tiempo lo siento como algo orgánico, natural de un restaurante que lleva 8 años en el mercado y viene muy bien asentado, sabiendo a qué se dedica y qué tiene para contar. Mishiguene viene creciendo desde que abrimos: primero fue haber ingresado en los 50 Best de Latinoamérica en 2017, luego tener un pop-up en Nueva York y ahora abrir un restaurante en México, que será mucho más completo que el que tenemos en Buenos Aires, a nivel equipamiento e instalaciones.
¿Qué significa para vos este reconocimiento?
A nivel personal, es un mimo y una alegría muy grande, pero este tipo de distinciones no las podés tomar a carácter personal. La gastronomía no funciona de manera unipersonal, es un equipo de trabajo muy grande. Mishiguene tiene cerca de 35 personas trabajando y el premio es el resultado del esfuerzo y el trabajo de toda esa gente. Que Mishiguene hoy esté tan sólido como está es el resultado del trabajo de todas las personas que pasaron por el restaurante en estos 8 años.
¿Y qué significa para la gastronomía del país, que haya dos restaurantes argentinos en el listado?
Argentina tiene mucho más para dar. Creo que todos los que estemos en esa lista, sea Don Julio (que quedó en el puesto 14 del ranking mundial), Mishiguene, o el que le toque, le abre la puerta a todos los demás. Es una vidriera, un espacio para divulgar lo que Buenos Aires y Argentina tienen para dar.
¿Cómo empezaste tu carrera en el mundo de la gastronomía?
De muy chico, a finales de mis 16 años, me fui a vivir a Israel. El primer año viví en Kibutz, en el norte del país, donde tuve mi primer trabajo operando máquinas lavavajillas. Luego me fui a Jerusalén, donde conseguí trabajo de lavacopas en el restaurante de un cocinero israelí muy conocido, Eyal Shani. Esa primera experiencia me marcó de por vida, me enamoré completamente de la profesión. Yo no estudié cocina, no tenía plata para pagarme la carrera, pero tenía 17 años y me iba a una librería a leer libros de cocina y tomar apuntes para poder aprender.
¿De chico soñaste alguna vez con trabajar en gastronomía?
No, para nada, fue resultado más de la casualidad y de las contingencias de la vida que de querer dedicarme a esto. Yo vengo de una familia humilde, de clase media/baja. No había dinero en mi casa y había que trabajar desde muy chico. Me fui a Israel porque mi madre vio un plan para adolescentes para emigrar con trabajo y gastos de estudio cubiertos, cosa que en Argentina no había. Terminé trabajando de lavacopas porque fue lo que había aprendido en Kibutz, y tuve la suerte de que sea en la cocina de Eyal Shani.
¿Cómo llegó la idea de abrir Mishiguene?
Vuelvo a Buenos Aires ya como cocinero consumado, después de trabajar mucho afuera. Tuve la oportunidad de abrir mi primer restaurante, que se llamó The Food Factory, en 2010. Fue una experiencia muy enriquecedora, era precioso y funcionaba bien, pero me fue muy mal económicamente. Fue mi primera gestión como gastronómico y cometí muchos errores, me equivoqué de diferentes maneras. Esa fue la puerta para que apareciera Mishiguene después.
¿Cuál crees que fue la clave por la que Mishiguene funcionó tan bien desde el comienzo?
Creo que los grandes restaurantes tienen siempre algo importante para contar, a nivel conceptual, tienen un por qué, una misión. Y Mishiguene tuvo eso desde el primer día. No se trata solamente de tener un muy buen nivel de cocina, un excelente servicio y una gran ambientación. En Mishiguene tuvimos muy en claro a qué nos dedicábamos y cuál era nuestra misión en el mercado, ese es el secreto principal por el cual tuvo tanto éxito. Hay un concepto sólido, pensado de manera muy redonda.
¿Cuál es ese concepto?
Mishiguene tomó de alguna manera la bandera de la nueva cocina judía. Fuimos los precursores en el mundo entero sobrealta cocina judía. Esta cocina siempre estuvo resguardada en la casa de nuestras madres y abuelas y nunca había tenido la oportunidad de tener un marco gastronómico, reversionado con técnicas actuales. El mapa culinario judío es uno de los más grandes y extensos del mundo, porque no habla de un territorio específico, como puede ser la gastronomía italiana o francesa. Habla de la historia de un pueblo que fue migrando a lo largo y ancho del mundo desde el principio de los tiempos. Fuimos llevando nuestras recetas, tradiciones e ingredientes al mundo.
En 2021, pandemia mediante, abrieron Café Mishiguene. ¿Cómo se diferencia del restaurante?
Café Mishiguene es el alter ego de Mishiguene. Es todo lo que el otro no es. El restaurante abre solamente de noche, todos los días de 19 horas al cierre. Y hay toda una versión dentro de la cocina judía que puede ser más informal, más simple y confortable. Café Mishiguene es todo eso que el restaurante tiene para contar y no lo hace porque el formato no lo permite. Desde que lo abrimos fue un éxito rotundo, la gente lo recibió de manera increíble. Es un local muy chiquito y siempre tenemos gente esperando para entrar y sentarse, con una amplia propuesta de panadería, cocina y pastelería. Además, todo lo que está en la carta es para llevar.
¿Es una decisión que se aceleró con la pandemia o que ya venían analizando hacía tiempo?
Café lo pensamos desde hace mucho tiempo con Javier y de hecho tenemos más ideas para llevar adelante con Mishiguene. La pandemia de alguna manera nos ayudó porque tuvimos que dar de baja el restaurante y transformarlo en algo más informal, que era el concepto de Café Mishiguene. Nos dimos cuenta que ese era el momento de traerlo al mercado. De a poco, cuando dimos de baja el delivery del restaurante, apareció Café.
Los planes de expansión de mishiguene
¿Cómo es el proyecto de Mishiguene en México?
La cocina judía es un mapa enorme que está en todas partes y México no es la excepción. Hay mucho para contar sobre la comida judía mexicana. Más allá de eso, el mercado mexicano es muy grande, basto, con una economía potente y un consumo muy fuerte. Nuestra idea es llevar la propuesta de cocina judía a todos los mercadosdonde Mishiguene sea bienvenido. México es muy tentador no solo para nosotros, sino para cualquier gastronómico que quiera traer su concepto acá. Es un país muy generoso, con un perfil de clientela que consume muy buen nivel de gastronomía, que valora el producto, la técnica, el concepto. Estamos trabajando hace un año y medio en el proyecto, con nuestros socios locales, y estamos por abrir muy pronto.
¿Hay fecha de apertura?
Apuntamos para septiembre de este año. El restaurante está en la Ciudad de México, en el barrio Lomas de Chapultepec.
¿Tienen otros proyectos de apertura en mente?
Queremos que Mishiguene crezca y llegue a muchas ciudades. De manera puntual hoy hablamos de México y estamos dentro de poco, en Miami, por abrir una marca nueva en octubre. Va a ser una tercera marca dentro del grupo Mishiguene, más popular y masiva, que apunta al mercado norteamericano.
Fuente: Cronista ~ Desde un café en una esquina de Colegiales a 35 locales, nuevas propuestas (incluso de decó), y una inminente planta de producción de 1000 m2 en el barrio que vio nacer esta historia con aroma a pan recién horneado/Dos viajeros y sibaritas, ella belga, él argentino/Curry y gin tonic, los lugares que les hacen «copy paste», creatividad gastronómica y back ground corpo/¿Cómo lograron convertirse en un nuevo clásico?
En una casa del oeste del Gran Buenos Aires hay una cocina imponente de sesenta metros cuadrados. Una cocina que allí es la razón de todo, al punto tal que, según sus dueños, un matrimonio entre una belga sonriente, discreta y educada y un argentino con chispa y bon vivant desde la cuna, la vivienda entera podría derrumbarse mientras les quedara la cocina. Y es que allí viven su momento favorito. Que empieza, normalmente, a las seis de la tarde cuando cocinan juntos. De fondo, música folk de Bon Iver. En las copas: vino tinto, o tal vez un gin tonic.
Les gusta hablar de viajes, de dónde van a pasar la navidad con su familia ampliada, de hijos que viven en Chile, en Australia, o la que acaba de terminar el colegio y se muda a Madrid, de sueños como el de construir una casa en el terreno que tienen en San Martín de los Andes para vivir tranquilos rodeados de montañas y lagos. El tema trabajo, y eso que son socios, no lo sacan. En esa cocina preparan recetas de todo el mundo: África, Italia, La India. Él, en pandemia, hizo el curso – «nada fácil, por cierto» -, de pizzaiolo napolitano. Aunque el plato que mejor le sale, además de las salsas para las pastas, es el Mango chicken curry.
¿Y van a abrir un Le Blé frente al lago Lacar?
¡Totalmente! Dicen al unísono como si fuera una obviedad. Le Blé significa trigo en francés.
Si ese Le Blé patagónico, imaginario (por ahora) existiera, serían ya treinta y seis Le Blé, pero ahora mismo son treinta y cinco desde que abrieron hace catorce años, en 2008, el primero, en la esquina de Álvarez Thomas y Céspedes, en Colegiales, en una Buenos Aires que en aquel entonces era ajena a los croissants, al pan estilo francés, a los tazones de buen café que se beben con ambas manos. Paul Petrelli (56) y Donatienne Fievet (49) se conocieron siendo ejecutivos de una importante aerolínea de un país vecino.
En el 98 se mudaron a Nueva York. Y aprovechaban los pasajes que les daba la aerolínea para viajar, y para comer, porque ambos son sibaritas. «Dona: ¿y si vamos a comer a Marrakech? ¿Y si vamos a comer a Roma? Nuestro placer era ese – le cuenta Paul a MALEVA, un viernes frío y lluvioso de invierno, en el local de decó «La Maison» que abrieron hace unos meses junto al pintoresco Le Blé de Vicente López, frente a la estación de tren y entre calles empedradas -, además siempre tuvimos un fuerte gusto por la estética, por la arquitectura, por el diseño y la jardinería». Donatienne, hasta los 23 años, fue una chica belga de Tournai, una ciudad tranquila, muy antigua, cerca de la frontera con Francia. Una chica del interior. Y en el interior de Bélgica, le describe a esta revista, los cafés no son «pituquitos, super prolijos e impecables como los de París» sino que son «más como de casa, acogedores, como de campo». Todo un concepto que los llevó a desistir de la primera idea que tuvieron, de emprender en el rubro gastronómico, con un restaurante tipo fusión.
«Fue en Bélgica justamente – precisa Paul -, que dijimos ¿por qué no abrimos un buen café, con un buen pan, una buena mermelada, algo atemporal, que no se acabe nunca». Además, cuando venían a Buenos Aires, y lo describe así Paul, se daban cuenta de la decadencia de «la famosa cafetería de barrio, del asturiano, con un pibe detrás del mostrador con un trapo en el hombro, con medialunas en la campana». También se estaba perdiendo la tradición de las panaderías artesanales de barrio, como las que Paul recuerda cuando era chico, en Belgrano: «te quedaba o la panadería industrial o algo más de cadena cool de afuera, entonces dijimos, por qué no le devolvemos al barrio ese mix entre una cafetería en la que te sientas como en casa con buenos productos, lindo ambiente, y pegó mal».
Hasta aquí la historia. Le Blé es mucho más presente. Un presente inquieto. Están construyendo un nuevo Centro de Producción de mil metros cuadrados, cinco veces más grande que el actual, pero siempre en Colegiales. Y lanzaron, oficialmente, nuevas propuestas. Le Blé Café Bistró (la experiencia más completa), Le Blé Petit Café (locales descontracturados y al paso), Le Blé Boulangerie (panaderías gourmet), y Le Blé Maison (objetos para la casa, realizados por artesanos argentinos).
Más allá de la influencia europea, Le Blé logró también conjugarse con naturalidad con la identidad local, de los barrios porteños. ¿Cómo lograron que esto sucediera?
Dona: yo soy belga desde lo visceral y Le Blé tiene un aire europeo, obviamente. Pero nuestro concepto, de buscar «cercanía, sentirte en casa», permitió que todos se sintieran cómodos. Y la identidad de cada Le Blé se va pensando en función del barrio: el de Puerto Madero tiene una cosa grandiosa, y el de Boedo más barrial. Además fui descubriendo que en Argentina la cocina casera era parecida, del tazón Le Blé mucha gente me dijo que le hace acordar al que tomaba cuando era chica y que les produce cierta nostalgia. Fue un poco una sorpresa. Pero fue intuitivo. Fue muy lindo descubrir que eran sabores nuestros, compartidos, que no son extraños al paladar argentino. Ni siquiera cuando hablo de un estofado cocinado tres horas en cerveza negra.
¿Y qué costumbres o platos trajiste particularmente de Bélgica Donatienne?
Justamente, la carbonara flamenca que es un estofado. Siempre ideas desde lo casero. Por ejemplo el «pain perdu», que en la traducción sería pan perdido, y que – como mucho en Bélgica – tiene una tradición que viene de la guerra y la carencia, porque es un pan seco al que se remoja con leche, y se lo mezcla con huevo y azúcar y va a la sartén, y es una tostada belga muy vendida en nuestros locales. Es el famoso «french toast» que en verdad es belga.
¿Y cómo explican el boom que tuvieron desde aquel primer local en Colegiales?
Paul: pensemos que el Colegiales de hace catorce años no es el Colegiales de ahora. Había que abrir en Colegiales. Dona estaba en Marsella con sus padres. La fui a buscar y cuando volvimos nos enteramos que, aunque el local aún no estaba listo, los vecinos ya tocaban la puerta, nos decían queremos probar el pan, y nosotros seguíamos con los ensayos. Pero tuvimos que tomar la decisión de abrir. Dejamos a los chicos en casa. Y cuando nos fuimos acercando a Álvarez Thomas y Céspedes vimos que había cola. ¡Dona no se animaba a bajar del auto! Hubo cola desde el día uno, después tuvimos que ir puliendo y argentinizando todo. Y ya estamos en todos lados.
Dona: también creo que pegó fuerte abrir una propuesta que fuera para toda hora, porque antes tenías que ir a un lugar a almorzar, y nosotros planteamos una situación que pueda ser linda durante todo el día, durante el transcurso de la mañana, a la tarde. Ahora hay un montón de cafés así, pero antes no.
Paul: también sumamos algo que se había perdido en Argentina, un lugar para tomar el té, pero con algo de onda. Nos volvimos muy fuertes en desayuno y merienda. Luego de dos años, nos propusimos rescatar el almuerzo, y contratamos chefs ejecutivos. Nos costó. Hoy la franja de Le Blé, es de ocho de la mañana a ocho de la noche sin parar. Y en algunos locales se extiende hasta más tarde. Por ejemplo, ayer abrimos en Lomitas y puede que sea hasta las once de la noche allí.
Fueron de los pioneros en apostar por la pastelería más francesa, belga, sin ir más lejos apostar por el croissant, el pain au chocolat, por mencionar dos opciones, el pan de un cierto modo. ¿Cómo asimilan que hoy esa pastelería se haya popularizado tanto?
Paul: tenemos sentimientos encontrados. Ya no la paso mal. Hay lugar para todo el mundo y, sin ser pedantes, me da tranquilidad saber que estamos bien posicionados. Hoy aparecieron un montón de lugares que hacen croissants que son riquísimos y eso nos obliga a no bajar ni un milímetro la calidad. Y no es lo mismo hacer diez croissants para vender por una ventana que hacer miles. Lo que sí me molesta un poco es cuando ves que te hacen directamente «copy paste». Le Blé todavía tiene para crecer. Vamos para los 35 locales. Le Pain Quotidien tiene cientos y Paul (cadena de cafés y pastelería fundada en París en 1889 con presencia en decenas de países) más de mil.
¿Cómo asimilan las nuevas tendencias gastronómicas? El porteño es muy esponja. Veganismo, los platos sin gluten, los ingredientes orgánicos, la moda del vermú, etc.
Paul: lo de fondo se va a quedar. Hoy no podés no tener un plato que sea vegetariano. Al veganismo, a lo orgánico, por mencionar nuevas costumbres, hay que prestarles mucha atención. Y es bueno innovar. Fuimos casi los primeros en traer las mesas largas y comunitarias, también de los primeros en ofrecer avocado toast que hoy te venden hasta en las estaciones de servicio. Hay que aggiornarse y adaptarse. Yo era contrario a las medialunas en Le Blé y Dona me dijo que me dejara de joder, que los argentinos comen medialunas todo el día y hoy es de lo más vendido. Nos equivocamos poco. Y no insistimos con lo que no funciona. Le Blé, supongamos, no es alcohol. Pusimos Negronis y vendíamos tres al mes.
¿Quién piensa la propuesta en términos gastronómicos?
Dona: yo no soy gastronómica pero me gusta comer. Y tengo los años de experiencia de Le Blé. La parte creativa, desde la exploración, me encanta. Tenemos un chef ejecutivo y tres debajo de ese cargo. Se llama Paula Paz. Arrancó en un local y fue creciendo. Con ella hacemos un trabajo muy de a dos. Nos pasamos ideas. Ahora estamos pensando la carta primavera – verano. Ella trajo una visión más vegetariana. Yo entiendo que no soy chef pero ella me acompaña e interpreta bien cuando le cuento algo. Es un trabajo muy divertido.
Atravesaron la pandemia – abriendo seis locales -, y ahora tienen varias novedades: desde los locales Boulangerie hasta La Maison que es una tienda de decó. ¿Cómo pasaron esta etapa desafiante?
Paul: nuestra formación es corporativa. De empresas en las que había que laburar mucho y hacer las cosas bien. La pandemia fue una gestión durísima, que requería de temple y empuje. No fue para cualquiera. Nuestro background «corpo» nos ayudó muchísimo. Y nuestro nicho fue un golazo porque se comió mucho pan y las boulangeries reventaban. Como dice el dicho: «pago un dólar por una buena idea y un millón por su implementación». Es una bola de nieve. También fue lindo asociarnos con la florería Conde para vender sus ramos. Dentro de poco, vamos a lanzar los foodtrucks de Le Blé. Las cosas van saliendo. Y eso que no hablamos que todo lo hicimos en el contexto de la problemática argentina. La inflación. Todo podría haber sido un desastre porque Argentina voltea a cualquier muñeco.
Dona: a la marca Le Blé la desarrollamos con intuición y estrategia. Es una marca con plasticidad. Puede estar en Recoleta o en Villa Luro. Puede ser un foodtruck o un negocio de decoración. Y nos divierte ir hacia proyectos nuevos.
¿Cuál es hoy el más importante?
Paul: la mudanza de planta, tenemos una de 200 m2 y nos pasamos a una de mil, nueva, en pleno Colegiales. Implica que el negocio está en transición: de uno familiar a uno semi industrial, son procesos distintos. Y estamos trabajando muy fuerte en «back office»: tenemos gerente general, gerente financiero. Es un cambio interno que no es fácil. Le Blé no es lo mismo de siempre. Antes el equipo me veía todos los días, ahora dos veces por semana. Ahora: el desafío es crecer sin que se pierda el espíritu. Imagínense que en el primer local yo tocaba la campana cuando salía una torta de pera, estaba cobrando en la caja, los panaderos hacían el pan allí mismo. Nos divertíamos mucho. Cada vez que abre un nuevo local, siempre vamos con Dona y el equipo. Queremos que lo que nazca, nazca bien.
Tenés Paul un proyecto de un vino propio: ¿cómo es eso?
Sí, me interesa el vino porque es un producto noble. Y lo noble es noble, como el aceite de oliva, como la madera, como el hierro. Es un vino boutique. De Mendoza. No va a tener nombre sino un símbolo de runa nórdica.
¿Cómo es trabajar en pareja al frente de Le Blé?
Lo importante es que cada uno tenga su espacio, su rol. Somos muy diferentes pero esa diferencia es genial cuando sabés quién tiene que ocuparse de qué. El lugar de Paul es el del empuje y el negocio. Yo soy más la parte creativa e imaginativa. Durante años compartimos tareas y era más conflictivo.
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