Fuente: La Capital de Mar del Plata ~ La IWSC es una competencia que se celebra anualmente desde 1969 en Londres y que reúne a los referentes mundiales de la industria del vino y las bebidas espirituosas.
La International Wine and Spirit Competition (IWSC) eligió por tercera vez al sommelier argentino Mariano Braga entre los cinco comunicadores de vino más importantes del mundo, el único de habla hispana entre los seleccionados.
Desde España, país en el que reside actualmente, Braga coordina cursos online y brinda asesoramiento y consejos a miles de seguidores en su página web, a través de su blog y de su guía virtual de vinos “Los vinos argentinos que a mí me encantan”.
A una fuerte presencia en redes sociales, sumó recientemente “MeLoDijoBraga El Podcast”, que logró ubicarse rápidamente entre los podcasts de gastronomía más escuchados de hispanoamérica.
Además de destacar a los mejores vinos y bebidas espirituosas del mundo, el encuentro también destaca a los líderes en la comunicación de la industria.
Braga, quien actualmente reside en Marbella, ya había sido premiado en dos oportunidades anteriores por el jurado de élite de la IWSC.
“Es un reconocimiento muy importante para mí en lo personal, pero también considero que se extiende a la comunicación del vino en idioma español. Son pocas las veces que estos reconocimientos llegan al mercado hispanoparlante, así que se celebra por partida doble”, afirmó Braga.
En esta oportunidad, los jueces de la IWSC se mostraron “impresionados” por las nuevas formas en las que Braga se comunica con los amantes del vino.
“Mariano ha utilizado su experiencia como sommelier y propietario de un restaurante para crear formas innovadoras de educar y comunicarse con su audiencia”, destacó la Comisión Organizadora del IWSC.
Braga ha viajado por 65 países, desarrollando una mirada global de la industria vitivinícola a partir de la que se desempeñó como comunicador de vinos en Latinoamérica, Europa y Estados Unidos.
Desde hace más de 15 años es jurado en concursos de vinos de Argentina e Inglaterra, y desde 2019 forma parte de la Comisión Directiva de la Asociación Argentina de Sommeliers (AAS).
Creó en Argentina, junto a su esposa, la cocinera Florencia Borsani, el restaurante Pampa Roja (ubicado en la ciudad de Santa Rosa, La Pampa) donde desarrolló la carta de vinos y bebidas más premiada de la Argentina.
En febrero pasado, Braga lanzó MeLoDijoBraga El Podcast, que se ubicó en el primer puesto en la Argentina como el más escuchado del país en la categoría “Gastronomía”, según el sitio especializado PodStatus.com.
Paralelamente, en julio de este año presentó su guía digital “Los vinos argentinos que a mí me encantan”, una reseña muy completa sobre vinos y terroirs de la Argentina, con recomendados e imperdibles.
Fuente: La NAción – Patricia Ramos tiene en su currículum a varios clientes famosos, entre los que se cuentan los Rolling Stones, Madonna y los Gun’s N’ Roses; al frente del fuego en uno de los hoteles más famosos de Buenos Aires, cuenta su historia a LA NACIÓN
Era una niña cuando, en su casa del populoso Monte Grande, su abuelo Enrique preparaba el asado para poder reunir a toda la familia. Entonces, ella se acercaba y escudriñaba con su mirada cada movimiento del afilado cuchillo ante carnes y achuras. Casi sin quererlo, comenzaba a aprender todo lo que se debe saber para llevar a la mesa el más sabroso costillar.
Pasaron más de tres décadas de aquellos añorados tiempos y hoy Patricia Ramos (Pato para quienes la quieren bien) es la Parrillera-Chef del restaurante Nuestro Secreto del Hotel Four Seasons, y cuenta a LA NACIÓN que entre tantos clientes de todos partes del mundo que recibió, tuvo el privilegio de que los Rolling Stones, los Guns N’ Roses y Madonna saborearan sus exquisiteces: “Los Stones eran más del asado, los Guns del vacío, pero a todos les fascinaron las achuras, y por supuesto el sándwich de chorizo (N de la R: aprendieron a decir Choripán con acento argentino)”.
Pato explica que la Reina del Pop prefería más las pescas a la parrilla: trucha, pesca blanca, mero, lisa. También pollo. “Siempre pedía todo con una sonrisa; fue un placer recibirlos y que se retiraran diciéndome que les había gustado mucho”, rememora.
Patricia cuenta que además su mamá y su abuela eran cocineras, y que seguramente eso también marcó su futuro: “Terminé la secundaria y siempre supe lo que quise ser. Fui a la Escuela de Gastronomía y estudié dos años. En el primero hice la pasantía en la planta de Buenos Aires Catering y el segundo quise ir a un hotel. Siempre me llamó la atención, me daba curiosidad, no tenía definido qué era lo que más me gustaba en la cocina. Me atraía la pastelería porque mi mamá me mandaba a hacer cursos con una profesora del barrio. Cuando entré acá tenía solo 21 años, por ese entonces era el Hyatt, no lo podía creer…”.
Luego, vinieron los primeros pedidos y clientes. “Pedí estar en el sector de pastelería, pero solo había vacantes en el área de banquetes. Participaba de eventos multitudinarios de hasta 500 personas, lo único que quería era aprender de todo en la cocina. Fueron dos meses a full. Después me ofrecieron quedarme como personal eventual, me llamaban cuando me necesitaban, así durante un año, hasta que me dijeron que pasaba a ser efectiva en el hotel. Estuve casi seis años en banquetes. Seguía viviendo en Monte Grande. Tomaba el colectivo hasta Constitución, luego tren, otro colectivo… Y si trabajaba hasta la madrugada tenía que hacer tiempo hasta que saliera el primer tren”, rememora Pato con nostalgia.
El tiempo pasó, nació su hija Milagros (que hoy ya tiene 20 años, es vegetariana y estudia ingeniería en sistemas) y aunque el camino se complicaba, siguió adelante: “Sentí que necesitaba un cambio. Y me fui a la cocina del restaurante que en esa época era ‘Le Mistral’. Empecé a vivir la cocina, más creativa, meticulosa, otro desafío. En Banquetes obtuve el puesto de Cheff de partie, y luego Juan Gaffuri, que es el Chef ejecutivo del hotel se fue de viaje y yo alcancé su puesto de Sous Chef. Ahí estuve varios años, cuando él volvió a los seis o siete años con toda la renovación, de cambiar el restaurante, se creó Elena y cambió el concepto. Participé de su apertura y a los diez meses se abrió Nuestro Secreto y Juan me dice que había pensado en mí. Fue un precursor de la mujer en la parrilla”. Así las cosas, el famoso “un aplauso para el asador” se convirtió en “aplauso para la asadora”. “En estos nueve años que llevamos funcionando, al principio era como que sorprendía, hoy nada. Hasta ahí yo solo había hecho asados en mi casa. Cuando él me comentó la idea me cerró por todos lados. Me llevó a mis recuerdos de la infancia, a mi abuelo Enrique y sus asados de los sábados a la noche en mi casa de Monte Grande. Por ese entonces, Alfredo, mi papá, se dedicaba a sembrar papa en el campo, en General Belgrano, donde el abu también tenía un asador y yo espiaba cómo lo hacía, jajaja”.
-¿Aceptaste de inmediato la propuesta de convertirte en parrillera-chef?
-Sííí. Sabía que una cosa era hacer asado para la familia y otra en un restaurante, pero me encantó el desafío. Nunca lo dudé y arranqué. Al principio tenía miedo pero lo superé muy rápido, con la práctica. Acá era parrilla, brasas y horno de barro, no tenía más hornallas, una experiencia hermosa. Recibo a gente que me dice: ‘Soy vegetariano o vegano’. Y me plantea otro desafío. Busco opciones: akusai, boniato, batatas, papas, bok choy, calabaza, espárragos, alcauciles, hay mucho, con una buena salsa son una exquisitez.
-¿Cuántas horas de fuego lleva el costillar?
–A las 15 pongo el costillar y a las 19 está para comer. Influye mucho si se hace a leña o carbón. Acá usamos madera. Dejamos de usar quebracho porque está en peligro de extinción, ahora lo hacemos con leñas sustentables de Santiago del Estero. El dueño del campo tiene un apicultor que dice qué árbol está para talar. Hay manzano, espinillo, quebracho blanco, colorado, mezcla de todo y sale perfecto. Nunca sé lo que va a llegar, es lo lindo de la cocina, aprender cosas nuevas. Además hacemos entraña, ojo de bife, lomo, pollo, pesca blanca, truchón, molleja, chorizo, chinchulín…
-Estamos ávidos de que nos aportes secretos para asar carnes y achuras.
–El chorizo lo hago con fuego no tan fuerte, lo voy girando cuando va tomando color, y así me aseguro que no esté crudo, no lo cocino mariposa y no lo pincho porque así tiene más sabor. El chinchulín, para que no salga seco, primero lo lavo bien con agua muy fría, le saco un poquito de grasa para que quede bien prolijo, le mando sal y a la parrilla. El asado se cocina del lado del hueso las tres cuartas partes al fuego, y el toque final del otro lado.
-¿Y la molleja? ¿El bife de chorizo?
La molleja entera también se lava bien bien, se sumerge en agua bien fría para que salgan todos los deshechos, sal y a la parrilla. T-bone es otro corte que se llama así porque tiene la T del hueso. Es la parte del bife de chorizo con el lomo. Es alto, el nuestro pesa 550 gramos. Hay que hacerlo con fuego más bien bajo para que la cocción sea pareja y no se arrebate. Otro dato: cuando se prende el fuego se debe sacar la carne de la heladera para que cuando vaya a la parrilla no esté tan fría, si no se contrae y se endurece.
-¿La gente pide choripán o chorizo al plato por delicadeza?
-Yo lo mando en una tablita con los pancitos, con opciones, de una salsita, y me sorprendo cómo enseguida se preparan el choripán. El camarero le explica al extranjero y ponen cara de satisfacción cuando lo prueban. Preguntan por qué el pan. Y le explicamos nuestra tradición. A los extranjeros es difícil explicarles en inglés qué es el chinchulín, entonces les mando para que prueben un pedacito de molleja como complemento y después piden más. Se sorprenden.
-¿Si vas a comer afuera pedís asado?
-Afuera o en casa elijo comer milanesas y pastas. Cuando voy a un restaurante aprendo de lo que no me gusta que pase. Miro eso, desde la atención hasta un plato manchado, la presentación. Cada plato debe ser único. La primera impresión pasa por los ojos. Desde la presentación hasta el sabor, siempre estoy observando cómo sale cada plato. Miro la cara de la gente cuando la comida llega a su mesa y disfruto si es de satisfacción. Me gusta que me miren para saludarme y aprobar con un gesto. Preparar el asado es mucho más que tirar carne a la parrilla, tiene una tradición, reúne a amigos, familia.
-No podés negar que sos una profesional pero a la vez también fan de la parrilla.
–Jajaja, siento que abrí un camino para la mujer hace muchos años, me da orgullo, tengo amor por lo que hago, trato de transmitir eso: esfuerzo, dedicación ganas, predisposición, tenía un objetivo claro y lo alcancé. Pero todos los días voy por más.
Fuente: La Nación ~ Los chefs Florencia Lafalla y Emanuel Yáñez abrieron en 2018 Ãnima, que hoy se destaca como uno de los fenómenos gastronómicos más convocantes de Bariloche.
Hace ya algunos años que la impronta de esta ciudad como destino gastronómico se viene consolidando, gracias al aporte de cocineros y productores regionales. Los visitantes no solo llegan con ganas de hacer una excursión por el lago Nahuel Huapi o emprender un trekking de montaña: incluso antes de viajar, muchos reservan mesa en algunos de los restaurantes que lideran el circuito gourmet.
La búsqueda de nuevas experiencias ha llevado a los turistas a priorizar la buena comida y las propuestas creativas. Las recetas de los pioneros europeos son reversionadas, por ejemplo, al tiempo que también se suman a los platos diversos ingredientes locales e incluso de otros puntos de Río Negro, como la meseta, el valle y el mar. Se potencia, así, una nueva identidad determinada por la fusión y la innovación, de la mano de chefs formados en las mejores cocinas del mundo.
Dentro de ese fenómeno, Ãnima se destaca como uno de los restaurantes más convocantes de Bariloche. Los chefs Florencia Lafalla y Emanuel Yáñez eligieron esa palabra que significa “alma” en catalán para dar vida al espacio acogedor que abrió sus puertas en abril de 2018 muy cerca de la laguna El Trébol, en el Circuito Chico, a 18 km del Centro Cívico.
La pareja —él sanjuanino y ella sanrafaelina— se conoció en 1884, el restaurante que Francis Mallmann tenía en Mendoza. A finales de 2007, viajaron a Barcelona y trabajaron en distintos proyectos de Jordi Vilà, el chef de Alkimia, con una estrella Michelin. Después se embarcarían en una experiencia enriquecedora junto a Oriol Rovira, propietario del restaurante Els Casals, también con estrella Michelin.
“Fuimos por un año a España y terminamos quedándonos 10. Todo ese tiempo sirvió para elaborar y madurar nuestra idea. Incluso comprábamos libros, ollas, chiches de cocina para cuando tuviésemos nuestro restaurante. Sobre el final de la experiencia nació Fidel, nuestro primer hijo, y ahí decidimos volver”, cuenta a LA NACION Florencia.
Tras vivir en un entorno montañoso en el Prepirineo y adquirir un vínculo muy cercano con los productos y productores de los alrededores, eligieron instalarse en Bariloche y abrir su propio restaurante.
Poco más de cuatro años después, los responsables de Ãnima comparan el camino recorrido desde la inauguración con una montaña rusa: “La apertura la hicimos fuera de temporada, sin que nadie nos conociera, sin decirle mucho nada a nadie. No sabíamos qué iba a pasar. Tuvimos muchos cambios de ritmo, mucho vértigo al principio. Luego vino la pandemia y toda la adrenalina que se vivió con esa incertidumbre, pero por suerte pasó el tiempo y no descarrilamos”.
Al principio, el proyecto solo los tenía a Emanuel y Florencia como protagonistas. Hoy el equipo se amplió: formaron un equipo de seis personas y piensan seguir creciendo. A su vez, el boca en boca y los platos que comenzaron a convertirse en clásicos (el omelette de trucha, la panna cotta de hongos de pino y la crema de limón con granizado de manzana verde natural, entre otros) motorizaron el “fenómeno Ãnima”. Para asegurarse una mesa allí y disfrutar de su estilo —mezcla de interpretaciones personales e influencias de sus maestros—, hay que planificarlo con tiempo.
“Prácticamente ya completamos las reservas para la semana del 3 al 10 de octubre. Y, para ese fin de semana, que haremos un pop-up [cena exclusiva] junto a Cochinchina Bar, estamos con lista de espera”, dice Florencia.
Si bien el espacio —que solo trabaja con 22 o 23 comensales— tiene una demanda estable durante todo el año, en temporada alta y durante eventos puntuales como el Bariloche a la Carta (BALC) las reservas explotan.
Casi una década
Este año, en su novena edición, el evento gastronómico BALC se llevará a cabo desde hoy y hasta el 10 de octubre. Uno de sus organizadores, Lucio Bellora, asegura que cada vez más turistas vienen en esa semana para disfrutar específicamente de la gastronomía: “Hoy la gente está haciendo reservas con anticipación en restaurantes para aprovechar los platos especiales y los descuentos. Que antes de elegir el hotel, las personas estén mirando a qué restaurante van a ir a comer significa que estamos muy cerca de cumplir uno de los objetivos que nos propusimos hace nueve años y que parecía muy lejano: que Bariloche crezca y se posicione como uno de los destinos gastronómicos más importantes de la Argentina”.
Los restaurantes generan menús especiales para la semana del BALC. Entre el circuito gastronómico (del que participan más de 70 establecimientos con precios promocionales), la feria con más de 100 expositores que se monta en el Centro Cívico, los pop-ups, las clases magistrales de cocina, las catas y degustaciones, el evento convoca a más de 55.000 visitantes cada año.
En el caso de Ãnima, las reservas ya se habían disparado para esa especial semana de octubre incluso antes de que Florencia y Emanuel definieran la carta. De todos modos, el éxito no los saca de su eje.
“No hemos ampliado la cantidad de comensales o los metros para meter más mesas, sino que buscamos seguir profundizando en la búsqueda de lo que podemos ofrecer. Tenemos un norte que seguimos a rajatabla: ponerle mucho amor a lo que hacemos, mucho respeto. La constancia y la perseverancia para nosotros son fundamentales. Si alguien viene y le gusta lo que hacemos, cuando vuelve tiene que estar igual o mejor. La competencia la tenemos con nosotros mismos. Somos muy inquietos, siempre estamos pensando cómo lo podemos hacer mejor, cómo le podemos dar una vueltita de rosca más”, explica Florencia.
Con dos hijos pequeños, la joven pareja de cocineros también buscó que el proyecto fuera sustentable, que lograra equilibrar la vida personal, familiar y profesional. “Hoy en día, estamos pudiendo trabajar de lunes a viernes, tenemos un esquema y cada mes y medio nos inventamos un feriado puente para tener un finde largo. Así, trabajamos con más ganas, más motivados. Eso también hace que nos sintamos bien, que podamos tener más creatividad, que podamos innovar”, cuentan.
Entonces, ¿cuál es el secreto de Ãnima? “Permanentemente me pregunto por qué tuvimos una respuesta tan buena del público. La intuición me dice que la gente viene y disfruta, le damos un lindo momento. Y eso, a la vez, nos hace muy felices. Asimismo, creemos que Ãnima todavía necesita mucho de nosotros para seguir creciendo, ese es nuestro presente”, cierra Florencia.
Fuente: La Nación ~ Alberto Navas se autodefine como uno de los argentinos que más restaurantes conoce en el planeta; además su especialidad es diseñarlos.
Muchas vidas en una sería una buena definición, si hubiera que buscarla, de la existencia del cordobés Alberto Navas. Disc jockey, fotógrafo, ciclista, arquitecto y sibarita. La mayoría de las veces tiene la fortuna de combinar sus pasiones. Así, se especializó en el diseño de restaurantes, a la vez que recorre países en bicicleta para buscar doónde comer en los mejores lugares. Asegura que “jamás” va a un local sin planificar. Entre sus anécdotas están las de haberle cocinado dos veces a Michel Bras, el chef francés que está entre los más reconocidos del planeta.
“La mejor comida es la que está bien hecha, no la más costosa”, define ante LA NACIÓN. Se enorgullece de ser uno de los argentinos que más comió en más locales premiados. Advierte que no lleva la cuenta de cuántos –en un cajón de su escritorio hay cientos de tarjetas– y reconoce que, “para comer, Europa, no Estados Unidos”.
Navas Arquitectos, su estudio, es un rincón único en pleno centro de la ciudad. A pocos metros de la plaza San Martín, desde su ventanal se ven las cúpulas de la catedral y de la iglesia de las carmelitas descalzas, de las que también se observa el patio, con galerías, flores y naranjos. Hay cientos de CD de música clásica –que suena todo el tiempo–, decenas de álbumes de fotos de sus viajes, libros, esculturas, una colección de autos en miniatura y dibujos. También el tablero donde Navas sigue trabajando.
“Cada persona tiene que tener un territorio –dice–. Ese espacio puede ser una mesa, una habitación o una casa, pero es el lugar donde se siente cómodo, a sus anchas”. Su vocación por la arquitectura apareció al final de la escuela secundaria, una etapa a la que cataloga como “la peor” de su vida. Después de terminar “con honores” el primer año, rindió 60 veces hasta finalizar el colegio. “Nunca me quedé de año, pero me llevaba todo”.
Admite que cuando la fábrica metalúrgica de su padre “se fundió y debió cerrar”, él “aterrizó”. “Me salvó la vida; vivía en una nube”, repasa. Cuando estaba por terminar el secundario, se debatía entre ser médico cirujano o ingresar a la Marina, pero un día fue a visitar a un amigo que estaba en un hospedaje lasallano y el destino se interpuso. “Estudiaba arquitectura –señala– y en su habitación tenía dibujos, una intervención en el cielo raso… Ya ejercía el diseño. Eso que vi tenía vínculo conmigo y ahí me decidí”. Por esos años grababa casetes de música para vender y trabajaba como disc jockey en algunos de los boliches más conocidos de Córdoba.
También sacaba fotos. Como disfrutaba de las carreras de autos iba a practicar allí. Conoció al periodista especializado Héctor Acosta, que lo contrató. “Tenía un programa de televisión y usaba las fotos. También colaboraba con editorial Atlántida y me contrataron con él para seguir a [Carlos] Reutemann en tres carreras en Europa. Si ganaba todas, sino seguíamos más tiempo”. El pago era el viaje y los viáticos. Navas se fue con cinco dólares en el bolsillo y cubrió los circuitos de F1 de Barcelona, Mónaco y Bélgica.
Diseñar y comer
Como estudiante trabajó con tres de los arquitectos icónicos de Córdoba, Julio Pinzani, José Ignacio “Togo” Díaz y Pedro “Gallego” Rojo. “Aprendí con ellos tanto como en la facultad; cada uno tenía su verdad y si hubiera hecho prácticas solo con uno hubiera creído que esa era la verdad. Fui evolucionando en ese proceso de aprendizaje”, recuerda.
Cuando se recibió decidió que iba “a vivir solamente de la arquitectura; sino me dispersaría. Me tiré a la pileta sin salvavidas y sin plan B”. Empezó tocando timbres y su primer trabajo fue para el nuevo local de una zapatería reconocida: “Anteproyecto gratis y, si le gustaba, me contrataba. En esos años, me recibí en 1975, me convertí en el ‘arquitecto de los zapatos’. Hice muchos locales”.
En 1978, poco antes del Mundial de Fútbol, le ofreció el mismo acuerdo al dueño del Hotel Crillón, entonces el más importante de Córdoba. Esa cocina y salón de restaurante es el antecedente de las decenas que siguieron. Ya entonces comer le daba placer, aunque trabajar con cocineros y dueños de locales es un “trabajo intenso”.
Su abuela paterna, María, era una “excelente cocinera, de raíces” italianas y su tía María Teresa una “gourmet y sibarita”. Navas no olvida las mesas de fin de año “para las que cocinaba mucho, ponía la mejor vajilla y presentaba una sucesión de platos”. El primer libro de cocina que compró fue uno de Paul Bocuse, dueño de L’Auberge du Pont de Collonges, el francés considerado “el chef del siglo”. Desde entonces, no paró más.
“Un restaurante es como un teatro –describe–. Los pienso como cliente, con lo que me gustaría que tuvieran. Ir a comer no es de todos los días, la función empieza cuando abren la puerta”. Menciona como aspectos claves, además de la cocina, el “manejo” de la sala; un sommelier que asesore en vinos y el local donde la ubicación de las mesas, la acústica y la iluminación hacen el todo.
“Hay que imaginar las diferentes situaciones por los que la gente va. La barra debe estar en la entrada, no intimidar, ser amigable –insiste–. Por supuesto que el cocinero es fundamental, pero no es tan simple. Hay mucha moda y poco oficio. Sino se come rico, no funciona, pero quien gestiona la sala debe saber exactamente quién es el cliente, captar por qué está, qué se le debe explicar y qué no. No puede ponerse conversar con uno y desatender al resto”.
Navas apunta al polifacético Miguel Brascó, el mejor referente de la crítica gastronómica local, como su “maestro” y “amigo”. Señala que, con sus conversaciones, le “enseñó todo”. Tiene una “gran” biblioteca de cocina –”no debe haber otra así en Córdoba”, arriesga– y apela a recetas más o menos complejas según la ocasión.
Nunca sin saber
La Michelin, la Gambero Rosso y la Gault-Millau –están en el top de las principales guías gastronómicas del mundo– acompañan a Navas siempre. “Al azar, nunca”, enfatiza ante la consulta de si alguna vez va a comer sin saber a dónde entra. Confía solo en los especialistas.
La mejor experiencia que dice haber tenido es en el Luis XVI en Mónaco. El chef era Fran Cerutti: “El edificio es de la Belle Époque, demasiado barroco, pero la experiencia es maravillosa. El secreto es haber armado equipos, una cocina que combina la francesa con la italiana del norte”.
Entre las “decepciones” cuenta la segunda vez que fue al de Bocuse, en Collonges-au-Mont-d’Or, cerca de Lyon. “No tuvo punto de comparación con la primera; conserva las tres estrellas Michelin porque su gran mérito fue el relanzamiento de la cocina francesa, había pasado -como los hermanos Troisgros- por las cocinas de La Pirámide, de Fernand Point”.
Navas enumera chefs y restaurantes, como si fueran sus amigos o familiares. Recuerda los detalles, los platos, las conversaciones que mantiene con los cocineros. “No me interesan tanto las estrellas –reconoce–, porque en esos restauranteshay mucho estrés tanto del cliente como de los que atienden; se respira una atmósfera de estrés. Los platos son como pinturas y no puedo dejar de pensar cuántos ‘deditos’ lo habrán tocado”.
Confiesa tener preferencias “más tradicionales”, por lo que no se “anima” a los de cocina tecnoemocional, como se definen los estilos modernos, como la molecular. Por eso, nunca fue, por ejemplo, a El Bulli, el templo gastronómico de Ferrán Adrià, en el norte de España.
No tiene en claro si existe una “cocina argentina” original, pero no duda en comer empanadas, locro, humita o asado “bien hechos”.
En tiempos donde hablar del placer de comer, suele tener mala prensa, Navas echa mano a una frase de cocineros: “La comida es lo único que da dos felicidades todos los días de tu vida, el almuerzo y la cena. No hay que perdérselas”.
A Bras le cocinó en las dos oportunidades en que el triple estrellas Michelin vino a Córdoba, al restaurante que Navas diseñó. El arquitecto ya festeja que en pocas semanas hará un recorrido por bodegas europeas acompañado de otro cordobés, Sergio Calderón, elegido el año pasado el mejor sommelier del mundo. “Es como ir a conocer clubes con Messi”, grafica.
Fuente: IProfesional ~ Nacido en Luján de Cuyo, apuesta por una cocina con base en la tradición pero con una mirada moderna y mucho énfasis en los productos de la zona.
«Me considero un cocinero mendocino creativo, con un estilo y una vanguardia que todos los días busca expresar en un plato y que aprende de las personas que lo rodean, de interactuar con sus comensales, de los viajes que inspiran. Soy muy autocrítico y me considero un afortunado por la profesión que elegí y que disfruto todos los días». Así se autodefine Santiago Maestre, flamante chef ejecutivo de «La Vid«, el restaurante que funciona en bodegaNorton desde el año 2009.
Cabe destacar que Santiago, que nació en Luján de Cuyo, obtuvo en 2012 la Medalla de Oro en el concurso internacional Cocinarte. Además, estuvo al frente de los fuegos durante seis años en Universo Vigil y también tuvo las riendas del restaurante de Bodegas Salentein durante un año.
Ahora, Santiago acaba de presentar la nueva carta de «La Vid» que, asegura, está inspirada en las costumbres mendocinas, con ingredientes típicos de la montaña, los ríos y el terruño pero con una visión innovadora. Y todo esto apoyado en un maridaje pensado para acompañar los vinos de la bodega.
El chef diseñó diferentes propuestas para los dos espacios que funcionan en la bodega. En el caso de «La Vid Terraza«, consiste en un menú de 5 pasos e incluye vinos como Altura Pinot Noir o Gernot, el ícono de Norton; mientras que en «La Vid Cava«, inspirado en las tradicionales cavas con antiguos toneles, pisos de piedra y ventanas pequeñas, el menú es de 4 pasos y el maridaje se pensó con vinos de la línea Perdriel.
Cangrejo de río, manzana y apio; empanadas mendocinas con masa de olivas; tiradito de trucha curada; ojo de bife con salteado de hortalizas de estación; costillitas de cerdo con manzanas o rótolo con salsa chipotle son algunas de las opciones que pueden elegirse.
En «La Vid», el chef ofrece platos basados en productos típicos de la región de Luján de Cuyo
«En el menú, los ingredientes estrella que destacamos son 100% autóctonos de la región: queso de cabra, trucha curada, cerdo marinado, cangrejo de río o carne a la plancha. También rescatamos mucho las conservas, ya sea en un curado de una pesca o en pickles. La mezcla de una técnica bien cuidada, lograda, que en mi caso va pasando de generación en generación porque vengo de una cocina de familia. Por eso busco destacar cada ingrediente junto con una técnica que permita apreciarlo y no taparlo, sino exponerlo al máximo», explica Santiago.
Cuando se le pregunta cuál fue su principal objetivo a la hora de darle vida a este menú, el chef asegura que «lo que queremos representar con este nuevo menú son las tradiciones y la culturamendocina pero reversionadas desde una mirada moderna, haciendo mucho hincapié en los productos de Luján de Cuyo».
«En mi caso, como soy oriundo de la zona de Luján, tengo esa posibilidad de conocer lo mejor que esta región tiene para ofrecer y la verdad es que me enorgullece poder ser parte de esto. Por eso, quien visite el restaurante se va a encontrar con dos cartas con una fuerte impronta mendocina, y con una fuerte presencia de pequeños y grandes productores que hacen el día a día para que nosotros podamos obtener los ingredientes autóctonos más frescos en nuestros platos, acompañados por los mejores vinos de Norton.
Vinos y gastronomía: un menú pensado al mínimo detalle
A la hora de explicar cómo funcionó la dinámica entre su equipo y el área enológica a la hora de armonizar el menú con los vinos, el chef detalla que «la dinámica primero comenzó en el equipo de cocina, donde nacieron las propuestas. Luego pasamos por una etapa de prueba donde hicimos bastante prueba y error. Hay un lema que dice que si no te gusta lo que estás haciendo, tampoco le va a gustar a la persona. Posteriormente, trabajamos con el equipo de sommeliers y con el paladar de David Bonomi, nuestro enólogo, y junto también a Michael Halstrick, presidente y CEO de Norton, quien participa muy activamente en este tipo de procesos para asegurar la calidad y excelencia en cada detalle de las experiencias que se brindan en la bodega».
«Fue así que en conjunto y en equipo terminamos de diseñar y de darle forma al menú actual para que acompañen a la perfección nuestros vinos, reflejando este nuevo concepto que estamos trabajando en Bodega Norton», completa.
El chef trabajó junto al equipo enológico a la hora de diseñar el menú y seleccionar los vinos
«Como buen mendocino las cartas van a ir variando en base a las temporadas para poder mostrar lo que tiene Mendoza, principalmente Luján de Cuyo en cada cambio de estación. Es por eso que van variando en base a nuestros ingredientes y las materias primas que vamos teniendo en cada una de las temporadas», anticipa Santiago.
Consultado sobre qué fue lo que más le atrajo de la propuesta de Norton para convertirte en el chef ejecutivo de su restaurante, Santiago no duda al responder: «En primer lugar, sus grandes vinos y la historia que tiene Bodega Norton para con la provincia, con el país y hasta con el mundo, siendo una bodega con más de 127 años de experiencia, y que marcó precedentes icónicos en el patrimonio de la vitivinicultura Argentina. La posibilidad de poder formar parte de esta línea del tiempo que va hacia adelante, donde uno puede poner su granito de arena, su aporte, es un desafío único para mí. Donde la experiencia gastronómica es acompañada por grandes vinos elaborados por un gran equipo enológico, liderado por uno de los mejores enólogos del país».
Para luego agregar: «Desde mi caso, el poder ofrecer sabores de una gastronomía mendocina, llevando el estandarte y el diferencial de un lugar tan único como lo es Luján de Cuyo, son las cosas que me motivan para dar a conocer todo su potencial y que la gente pueda disfrutar lo mejor de la gastronomía mendocina».
Fuente: Río Negro ~ Ya se palpita «Bariloche a la Carta». Lo que no podés perderte si sos fans foodie.
Cocina simple, con espíritu italiano. Tal vez sea la mejor manera de definir a Julieta Oriolo.
Formada en el Instituto Gato Dumas, dejó su impronta en distintos restaurantes de Buenos Aires. Ampliamente conocida por sus programas de televisión, su fuerte presencia en redes sociales, y las recetas de su último libro, la cocinera participará en la próxima edición de Bariloche a la Carta.
«Empecé estudiando gastronomía, pero en mi casa siempre se cocinó. El tema es que cuando uno empieza a estudiar, todavía no tiene en claro qué tipo de cocina quiere hacer”.»Pero siempre busqué lo simple”, expresa.
“Ese camino me conectó con la cocina italiana que se hacía en mi casa. Me fui interiorizando; busqué bibliografía, y pronto me di cuenta que no me gustaban los platos muy cargados, sino buscar la simplicidad a partir de la utilización de productos de estación”, explica.
Toda esa pasión por la cultura italiana la plasmó en su restaurant «La Alacena, Trattoria Moderna”, presente en el barrio porteño de Palermo desde 2014. “El desafío diario es salir de lo que en general se ve como cocina de Italia, para ir a una más legítima donde, por ejemplo, en muchos casos a la pasta no se le pone queso”, dice.
Paladares
Julieta coincide con la idea de que el argentino actual va perfeccionando su paladar, «a medida que van emergiendo cocineros nuevos o gente que quiere hacer las cosas buscando una alimentación mejor. Surgen por ejemplo nuevos panes que no caen tan pesados, o pastas elaboradas con sémola de grano duro, y no con harina de trigo».
Un aspecto que destaca, es la posibilidad de volver a vincular de manera directa la oferta gastronómica con el productor, de intentar recuperar la identidad de cada lugar según lo que produce.
En este sentido reconoce que en una ciudad como Buenos Aires es fácil encontrar de todo, pero que vincularse con la gente, con lo que produce, tener ese producto para prepararlo, “es lo más lindo para un cocinero”.
Exposición
Dice “llevar con tranquilidad” las exigencias propias de ser una chef con gran exposición mediática. “Son cosas que se dieron de a poco sin buscarlas. La gente viene al restaurante y me agradece las recetas simples. Eso me llena de amor», subraya.
«Poder ayudar desde ese lugar está buenísimo. Hoy en día, con Internet y las redes sociales, tenemos a la mano todo”, agrega.
Cocina desde casa
La cocinera nos cuenta también sobre cómo vivió el tiempo de pandemia. “Fui una de esas personas que afortunadamente no la sufrió mucho porque me encanta estar en mi casa, y nunca puedo. Sabía que todos los míos estaban bien y eso me dejaba tranquila».
«Fueron algunos días los que pude descansar al principio; aproveché para cocinar, para «bajar un cambio”. Inmediatamente nos abocamos a reactivar con creatividad nuestro emprendimiento gastronómico porque el panorama ya se presentaba complejo”, recordó.
“Tuvimos que rediseñar la manera de ofrecer nuestros productos, con mucha presencia en las redes, con videos e interacción con el público cocinando desde casa”.
Bariloche a la Carta
“Estoy muy entusiasmada de participar en este gran evento gastronómico que es Bariloche a la Carta”, en donde ya proyecta encontrarse con sus colegas y amigas Julieta Caruso, la “China” Mariana Müller y Ximena Sáenz, entre otras.
En cuanto al menú que presentará en BALC, adelantó que «seguramente habrá alguna pasta, un antipasti, y otros platos con hongos. Será un hermoso tiempo para compartir e interactuar con quienes nos acompañen”.
Fuente: La Nación ~ Recientemente inaugurado en el Upper East Side, con un paisaje del Cerro de los Siete Colores como parte de la decoración, está en boca de todos tras triunfar también en Londres; elogios del The Wall Street Journal.
El Upper East Side es la zona Gossip Girl por excelencia de Manhattan. Allí están los colegios más tradicionales de niñas y de varones (aunque éstos últimos solo suelen llegar hasta los primeros años de la secundaria, ya que luego se sigue enviando a los chicos pupilos a Nueva Inglaterra). Están los edificios solemnes de Park Avenue, con sus porteros de guante blanco y trajes con charreteras; los museos sobre la Quinta Avenida; el local flagship de Ralph Lauren… Pocos lo describirían como el lugar natural para un “restaurant-slash-late night hotspot”, como lo titularon los medios, un establecimiento de avanzada ultra cool –y de comida de inspiración argentina– para perderse hasta altas horas de la noche.
Pero la nueva versión del restaurante Casa Cruz, nacido hace años en Palermo Viejo y que luego se trasladó a Londres, donde lo frecuentaban figuras como Elton John, el príncipe Harry, Kate Moss, Victoria Beckham, Mick Jagger o Madonna, no solo acaba de ser inaugurado en un nuevo local en la híper burguesa calle 61, entre las boutiques de Madison Avenue y los porteros de Park Av. Lejos de ser un sótano de ambientación alternativa –o un mero pop up, como fue en una primera y breve incursión en la Gran Manzana, años atrás en Tribeca–, este flamante Casa Cruz ocupa toda una venerable mansión de seis pisos estilo Beaux-Arts.
“Es que soy un poco un contrera –reconoce Juan Santa Cruz, el ex hombre de las finanzas que se forjó como restaurateur en Buenos Aires–. Por otro lado, todos mis amigos neoyorquinos que crecieron aquí y que se habían mudado en masa al downtown o a Brooklyn estaban empezando a volver, y cuando arrancamos con el proyecto no había mucho para hacer en este barrio”. La apuesta parece haber sido más que acertada. Pocos días antes de su inauguración en plena Semana de la Moda de Nueva York –de smoking estricto para los hombres, y donde asistieron desde celebrities como Heidi Klum y Sienna Miller a lo más rancio y bajo perfil de la sociedad de Nueva York y Southampton– la revista Vogue ya había dictaminado: “Casa Cruz está a punto de ser el restaurante más glamoroso de Nueva York”.
Al minuto que se enteró de la existencia del proyecto, The Wall Street Journal hizo una gran nota titulada: “El trozo de vida nocturna londinense con más onda llega al Upper East Side” (sí, se volvió un lugar común en los medios resaltar con incredulidad la ubicación).
La ambientación es, en un primer vistazo, muy neoyorquina. Después de todo, lo que cuelgan en las paredes son obras de artistas tan emblemáticos como Andy Warhol, David Hockney o Keith Haring. Pero hay sorpresas. Si se abre la puerta del baño, uno se encuentra rodeado de un mural que representa al Cerro de los Siete colores en Jujuy. “La idea fue de Charlotte”, aclara Santa Cruz respecto a su principal socia, Charlotte Santo Domingo, y él agregó en otro baño el Desierto de Atacama de su Chile natal.
La visita de LA NACION revista es un lunes a media tarde, pero todavía hay mucha gente terminando un almuerzo en lo que parecerían horarios deliciosamente latinos. Otros recorren las instalaciones con amigos y enorme entusiasmo. Santa Cruz compró el edificio (“¡fue un cheque!”, reconoce), para tener más independencia y poder proyectar a futuro en lo que califica como su “legacy work”, o gran legado, aunque es una movida inusual, y muy arriesgada, en el mercado inmobiliario comercial de por aquí. Pero Santa Cruz lo hizo con un as en la manga que era un modelo de negocio que ya había probado en Londres. Aunque Casa Cruz no es un club privado, consiguió un grupo grande de inversores originales a los que dio acceso a un par de pisos solo para ellos y sus invitados, a los se puede acceder con ascensor privado. “El resultado es que todos se sienten involucrados en que el proyecto sea un éxito. Son los principales promotores que tenemos, porque les encanta decir a los amigos vení que te invito a mi restaurante”, confiesa.
Más que parrilla
El menú de Casa Cruz fue descrito como “Positano-meets-Pampas”, o una cruza entre nuestra cocina y la de la costa amalfitana. “Tuve la idea de llevar Casa Cruz a Londres cuando ví que los restaurantes argentinos allí eran básicamente parrillas cuando podemos ofrecer algo con giros más sofisticados”, subraya. Ain así, aclara que los platos más populares suelen estar basados en clásicos, sobre todo las carnes, pero extraordinariamente bien hechos, y ese es el modelo que está trayendo a la sucursal de Nueva York. “Fue increíblemente popular cuando introdujimos la humita en Londres –recuerda–. Después todos los restaurantes de lujo ahí se copiaron, pero con versiones demasiado cremosas por ejemplo. La nuestra era impecable. Yo acá en Nueva York entrené a todos para que, si viene un porteño y pide, digamos, un coloradito, le sirvan el mejor que jamás probaron”. O, al menos, perfectamente a la par del que tomaría en su bar preferido de Buenos Aires, ciudad donde Santa Cruz mantiene, todavía su departamento.
El original Casa Cruz palermitano abrió sus puertas por primera vez en 2004, y estaba ubicado en la calle Uriarte. En 2014 tuvo una remodelación y finalmente cerró tiempo después. Pero los proyectos de Santa Cruz se trasladaron entonces al exterior.
“No pierdo las esperanzas de reabrir Casa Cruz en Buenos Aires, y ahora que voy a estar en Nueva York voy a pasar mucho más tiempo en la Argentina, aprovechando que es tanto más fácil volar allí que desde Londres”, aclara.
Mientras tanto, ¿qué tal sale el Fernet con Coca en Casa Cruz Nueva York? “Bueno, todavía no nos lo pidieron nunca y no lo tenemos tan practicado”, sonríe Santa Cruz. Pero, claro, solo acaban de inaugurar.
Fuente: Cronista ~ Conversamos a fondo con la prestigiosa cocinera colombiana, durante la final de la edición 22 del Prix Cuisine de Baron B, de la que fue jurado. ¿Por qué dice que descubrió a «la otra argentina»? La importancia de hacer foco «en lo invisible», la tradición de aquello que estaba antes de los europeos y el rol social del cocinero. Su inspiración actual: una escultora.
En una sala del hotel Four Seasons, la colombiana Leonor Espinosa, elegida en 2022 como la mejor chef del mundo (The World’s 50 Best) conversa con MALEVA. Creadora del premiado restaurante Leo de Bogotá, Leonor llegó a Buenos Aires para participar como jurado de la última edición del Prix Cuisine de Baron B. Con algo de antropóloga y algo de artista, Leonor es una cocinera especial. Una observadora. Y, pese a estar en la cima, es una persona cálida, con ideas precisas que desarrolla con voz tranquila.
¿Qué imágenes, qué ideas, se te vienen a la cabeza cuando pensás en cocina de Argentina? ¿Haber conocido estas historias – la de los finalistas del Prix Cuisine -, te cambia en algo lo que pensabas?
Desde hace un tiempo he tenido la oportunidad de conocer cocineros que estaban trabajando con la otra Argentina. Cuando me refiero a «la otra Argentina» es la Argentina que se sale de lo que existe en la memoria de una persona que vive fuera del país. Porque cuando uno habla de Argentina, y es lo que sentí en visitas anteriores, Argentina estaba posicionada por dos productos básicamente: carnes y vinos. La gente venía a eso. Pero luego tuve la oportunidad de conocer más, a los colegas, a los chefs, en parte por el circuito de los 50 Best, a interiorizarme sobre más restaurantes y a uno le empieza a cambiar el panorama: Argentina no es sólo eso que tiene en la mente un turista. Argentina, y confieso que ser jurado del Prix Cuisine y haber estado cerca de las propuestas de los finalistas, me permitió entender que Argentina es un país biodiverso que le dio la espalda a esa diversidad.Para el resto de los latinoamericanos: Argentina es Europa en América, y las costumbres que más se conocieron y las memorias más conocidas fueron siempre ligadas a Europa y no a lo étnico, a lo que hay acá. A lo nativo. Por eso para mí fue increíble entender a las distintas argentinas.
¿Y en esta otra Argentina, con tanta diversidad y cinco mil kilómetros entre Ushuaia y el norte, encontrás algunas reminiscencias o similitudes con la cocina del norte de Sudamérica, de Colombia, en la que te especializaste?
Alguna vez estuve en la frontera, en la parte norte de Argentina y allí se aprecia mucho una cultura andina, pero hay que tener en cuenta que América del Sur tiene sus pisos térmicos que no me sorprenden para nada. En Bogotá estamos a 2800 metros de Altura, luego en veinte minutos o en una hora, estás a quinientos metros y cambia el clima. En la parte sur de Colombia, en la frontera con Ecuador, podría decirse que está más ligada con la cultura andina. La gran diferencia la hace la vida del hombre en los distintos ecosistemas. Y en Argentina, no es lo mismo lo que se percibe en el sur que en el norte. En el sur por ejemplo hay cuatro estaciones muy marcadas y además está la influencia del mar (en el caso de Tierra del Fuego).
En paralelo al auge que existió en la última década en Argentina, de la cultura gastronómica, con los chefs como estrellas, con festivales, también hubo una búsqueda y un debate donde existió cierto complejo: ¿cuál valor tiene nuestra cocina si no tenemos la ancestralidad, y la diversidad de ingredientes que tiene, por ejemplo, Perú? ¿Papines andinos o milanesa napolitana? ¿Qué consejo nos darías frente a este dilema?
Antes de la llegada de los europeos, en estos territorios ya había una memoria, y una memoria que periste, se vive y no está perdida. Para algunos será un descarte, porque nunca se involucraron. Generalmente en los territorios invisibles está la ancestralidad y las memorias aún vivas. Hay que enfocarse más hacia lo invisible como generador de identidad. Y así se puede narrar algo mucho más complejo y diverso que lo que se narra de Argentina. Es difícil el reconocimiento de las minorías étnicas porque son lo que siempre hemos ignorado. Argentina no es sólo lo europeo, sino las subculturas con identidad propia. Es muy lógico que si en las esferas más altas, se consume milanesa napolitana, en los territorios también van a ofrecerla. Porque no valoran lo que tienen de antes. Tal vez faltó una política de identidad nacional en esa línea. Ahora: Argentina no tiene que sentirse acomplejada frente a Perú. Perú tuvo monumentos históricos. Tiene Machu Pichu. Colombia tampoco tiene eso. Pero eso no quita que tengamos diferenciales poderosos.
Vos emprendiste Leonor, en tus emprendimientos y en tu carrera como chef, una búsqueda antropológica y artística, prácticamente. ¿Qué le podés decir a un cocinero que quiera emprender una búsqueda con esa profundidad?
Somos facilistas en nuestro oficio. Te llegan los ingredientes y manipulás a los proveedores. Y listo. Pero hay que ir más allá. El cocinero tiene que ser un actor en la cadena productiva. Pero un actor responsable, observador. En mi cocina, tengo un departamento de desarrollo, investigación e innovación. Pero el cocinero puede observar desde su vivencia. Tiene que vivir el ingrediente desde su origen. Eso lo cambia todo. Inmediatamente. Porque resulta que ese ingrediente, en su origen, tiene que ver con una cosmovisión determinada. Y con toda seguridad, poder vivirlo, impacta en el proceso creativo. Tiene que conocer al proveedor. Ver como cuelga sus productos, como los entierra. El cocinero, al ver esto, se vuelve un actor mucho más social. Y reconoce problemáticas. Las minorías que están asentadas en espacios biodiversos, tienen a veces problemas socio económicos bárbaros como inseguridad alimentaria. El cocinero puede ser protagonista. Se puede pensar únicamente desde lo comercial: le doy al consumidor lo que quiere. O hacer un poco más lo que nos de la gana, con una cocina para gente que esté dispuesta a una experiencia distinta.
¿Cómo estás viviendo tanta exposición después de haber sido consagrada este año como la Mejor Chef del Mundo?
Santiago: nada tiene porque cambiar. La vida continúa y uno se sigue moviendo dentro de la fe y dentro de lo que cree. Esas cosas son superficiales. ¿Por qué me va a cambiar cómo percibís siempre a la cocina? Estos premios son bonitos. Porque reconocen el trabajo de alguien. Pero a mí esencia como ser humano no la cambia en nada.
¿Tenés referentes en la carrera en Latinoamérica?
Fui de las primeras en América Latina y el mundo que empezó a entender la gastronomía como motor de desarrollo. Allá por el 2007. Los primeros maridajes que no eran con vino, sino con fermentados propios, fueron propuestas de mi hija, y mías. Yo soy maestra en artes plásticas. Y mis referencias son más los aristas que los cocineros. Claro que me impacta muchísimo el trabajo de un Virgilio Martínez (Perú), de un Alex Atala (Brasil), de un Enrique Olvera (México). Pero mis referentes son los artistas contemporáneos que narran problemáticas de su país, de su región. Como Doris Salcedo (escultora colombiana), que con sus obras, demuestra su compromiso frente a la violencia en Colombia y lo narra en todo el mundo. Me motiva hacer algo parecido en Colombia con la cocina.
Fuente: La Nación – El bartender y creador de bebidas argentino más reconocido internacionalmente reunió a figuras de la coctelería
Elegido como el mejor bartender del mundo hace apenas dos años por sus colegas representantes de los 50 Best Bars, Tato Giovannoni convocó a un centenar de amantes de la coctelería mundial a la tercera edición del inspirador Festival Atlántico, que comenzó en Huacalera, a pocos kilómetros de la Quebrada de Humahuaca, donde se encuentra el punto de inicio del trópico de Capricornio. En un entorno contenido por un cercano y diáfano cielo, junto a los coloridos cerros y quebradas del norte jujeño, él, su equipo y los invitados le rindieron culto en agosto pasado a la Pachamama en la falda del cerro Pollera de la Coya, acompañando a el ritual de doña Dominga y familia, en su casa de Yacoraite.
Viajaron hasta aquí unos 60 bartenders del exterior, creadores de algunos de los mejores bares y proyectos cocteleros del mundo, y una decena de protagonistas locales; todos llegaron por Tato, el más reconocido cantinero local, y su socio Adrián Glickman, propietarios de la empresa de bebidas Mitre Fortín. ¿El motivo? Un encuentro que pone la mirada en la sustentabilidad y convoca a estos referentes globales de la coctelería para compartir conocimientos y experiencias.
El Festival Atlántico propone en cada edición una grilla de charlas y experiencias en medio de impactantes escenarios naturales, que buscan generar conciencia medioambiental al mismo tiempo que rescatar el valor del producto local y las recetas originarias de nuestra tierra, así como el trabajo de los productores locales. Así se logran conversaciones con las voces de representantes de cinco continentes, y sus casos de innovación en los procesos de la industria y de los seres que la transitan, y que apuntan a cuidar el medio ambiente y mejorar el planeta. Un encuentro con ideas, emoción, lágrimas, alegría, energía positiva, comunión, hermandad, entendimiento e inspiración. El punto de partida, claro, es Florería Atlántico, el bar que fundó hace 10 años en un sótano de Retiro, en Buenos Aires, y que fue elegido como uno de los 50 mejores bares del mundo por la revista Drinks International.
Tato y Adrián se conocían hace tiempo, hasta que finalmente se asociaron y nació Apóstoles Gin, el emblema de lo que hoy es una empresa de bebidas con sello local, que incluye vodka, vermú, cervezas y ahora un fernet amarillo. “Nos hicimos amigos mucho después de ser socios, y eso fue muy sano, porque primero tuvimos que entendernos como socios y eso fue forjando la amistad. Tenemos una pasión por la Argentina, sin la nostalgia de lo que hubiera podido ser, sino que funcionamos como embajadores con mucha responsabilidad”, cuenta Tato sentado a metros del monolito del trópico de Capricornio y a 2600 metros de altura.
-¿Cómo nació la idea de Festival Atlántico, que en esta tercera edición homenajea a la Pachamama en Jujuy?
-El festival nace en mi infancia, cuando mi sueño era representar a la Argentina y lo único posible que se me ocurría era a través del deporte, o de estudiar cine y algún día ganar un Oscar. En ese sueño de querer mostrar mi país, me encuentro con Adrián, que es otro patriota y nos embarcamos en esto. Desde Florería [Atlántico]empezamos a traer invitados, no para mostrar lo que hacemos, sino para que conozcan la verdadera Argentina. A diferencia de cuando te invitan como guest a un bar, que vas tres días a trabajar a Hong Kong detrás de una barra, y no conocés nada del lugar y volvés a tu casa molido, mi idea fue: ¿tenés una semana? Te quiero llevar a pasear. En Buenos Aires hacemos un evento y después quiero que conozcan Mendoza, Patagonia, Jujuy; quiero que conozcan mi país. Eso hizo una ola enorme y un día me pregunté, si en vez de traer a todos por separado, por qué no que, mejor, vengan juntos y hacer algo más grande, en lugares en donde a las charlas puedan venir más personas que a la pequeña Florería. Así salió el primero, en Mendoza, con siete invitados del exterior, a los que se sumaron 180 personas, gente que pagaba su entrada para venir, o este de Huacalera, que vinieron 60 de todo el mundo.
-¿Cómo elegís los lugares?
-Son lugares donde ya estuve y me emocionaron. Me emocioné cuando conocí el lugar, a la gente. Estuve con las familias… y también me emociono mucho ahora [se le quiebra la voz]. Esta movida la hago porque cuando me emociono siento que hay gente que se emociona también, y que creo que todos los que estamos acá tenemos esa sensibilidad, el poder de emocionarse. Lo quiero compartir y quiero que venga esa gente.
-Los festivales comenzaron asociados a la idea de sustentabilidad. ¿Qué es para vos ser sustentable?
-En todas las charlas que asistimos estos días, cuando se habla de la sustentabilidad ya no se habla solo de una pajita de un papel, sino que hablan de una sustentabilidad desde el lado humano. Porque ser sustentable tiene que ver con cómo uno vive, desde la mañana hasta que te vas a dormir, qué hacés en tu casa y cómo lo hacés. Entender, como dijo Diego Cabrera en su charla [su bar es Slamón Gurú, en Madrid, hoy Nº24 World’s 50 Best Bars], sobre cómo se hace ese esfuerzo enorme de llevar adelante un cambio, sobre todo cuando algo ya nació con otro formato. Hice un esfuerzo enorme para que Florería fuera más sustentable y entiendo también la imposibilidad de hacer lo que hace Vijay Mudaliar, que llega al desecho cero en su bar de Singapur [Native es el Nº14 en Asia Best Bar] o Jean Trinh y sus huertas sutentables. Entender eso también es ser sustentable, para darnos cuenta desde dónde podemos ayudar. La sustentabilidad es una forma de encarar la vida y creo que muchos de nosotros tuvimos una infancia mucho más sustentable, donde comíamos lo que había por temporada. No recuerdo tirar un papel al piso, porque mi padre me enseñaba a no hacerlo, porque la cultura en general a tu alrededor era así. Volver un poco a eso sería ideal. La sustentabilidad del festival nace por mi admiración hacia los bares que están haciendo cosas súper sustentables. Festival nace para invitar gente que nos enseñe y nos comparta información. Como la charla de ayer –que me hizo llorar como ahora– de las chicas de la cocina jujeña, que son súper sustentables, desde un plateo del “no soy yo, somos nosotros” y ese “nosotros” de una colectividad hace que no dejen entrar a cualquiera. En la Quebrada se vive de una forma mucho más sustentable.
-¿Es una ficción pensar en una sustentabilidad más masiva, por lo menos desde su industria?
-Hay bares muy grandes que lo son, como The Clumisies, en Atenas (Nº4 World’s 50 Best Bars). Pero ellos pensaron en la sustentabilidad antes de crear el bar, y eso te permite saber dónde vas a poner los desechos, qué vas a hacer con lo que descartás, cómo obtener energía como la solar… O poner ventanas grandes en el techo para tener más luz, antes que prenderlas. A nuestra nueva destilería, que está en Mendoza, la pensamos así. Tomamos una decisión que económicamente no era la más beneficiosa, pero decidimos no estar ligados a la red de electricidad; la nuestra es la primera destilería latinoamérica con 100% de energía solar. Si bien son cosas pequeñas, tienen un significado a nivel masivo, sobre todo en las nuevas generaciones. Hace 10 años nadie pensaba que iba a haber tantos autos eléctricos y hoy estás pensando cuándo se va a dejar de usar el petróleo. En 20 o 30 años no va a haber un camión movido a gasoil.
-¿Piensan que el consumidor está esperando estos cambios? ¿Les da importancia o le molesta que no haya sorbetes?
–Adrián: Cada vez es más educado y ha evolucionado mucho. Hoy es mucho más paciente con esos cambios. Creo que también tiene que ver con pequeños ajustes que permiten una explicación corta y lógica. Eso hace que la gente lo digiera mucho mejor.
-¿El incio de todo: qué viste para hacer un gin?
–Tato: La idea del gin nació en 2004, cuando estaba muy cómodo en Sucre. Era encargado de barra, encargado general, ganaba bien, pero luego de cuatro años me replanteé muchas cosas. Una era trabajar en un hotel, y lo hice en el Faena, y otra era hacer en algún momento un destilado argentino, aunque todavía no sabía que iba a ser un gin. Empecé a viajar muchísimo y a ver el crecimiento del gin, fuera de las marcas clásicas. Aparecían nuevas marcas, que tampoco eran tantas, como el Hendricks, que recién salía y que tenía un perfil diferente. Era gin porque usaban enebro, pero con los botánicos que usaban podías tener cierta personalidad y terruño. En los viajes entendí que, junto con el gin, la yerba mate venía creciendo; en Alemania había gaseosas de yerba mate, en los Estados Unidos se decía que tenía más propiedades que el té verde… Entonces decidí hacer un gin de yerba mate, que representara a mi país de alguna manera. Uno de nuestros botánicos más fuertes es la yerba mate. Y así, en un viaje de vuelta de Manchester a Londres, anoté los botáncos que para mí tenía que tener un gin argentino. Anoté: yerba mate, eucaliptus, pomelo rosado y peperina; el coriandro se lo agregamos al final. Llegué a Buenos Aires, arrancamos juntos con Adrián y encontré una destilería en Mendoza para hacerlo, en la casa de una familia. Nunca se nos ocurrió arrancar con una propia, porque eso era un costo enorme que no podíamos afrontar. Tampoco sabíamos cómo lo íbamos a financiar, pero antes de salir a buscar inversores, quisimos tener el producto listo.
El plan de negocios de la compañía en ese primer momento era algo inmenso para ellos. Proponía 3000 botellas el primer año; con esas vendidas, hacer 6000 el segundo año, y 12 mil el tercero. “Siempre tuvimos claro, hasta el día de hoy, que lo que genera Mitre Fortín se reinvierte en la empresa. Pasamos los primeros cinco años sin salarios, por lo que debíamos seguir trabajando en otras cosas, y esos trabajos también potenciaron que Apóstoles creciera. Yo, de las barras y los viajes, y Adrián trabajando para una compañía internacional de bebidas. El lanzamiento de Apóstoles se hizo básicamente a través de Florería Atlántico, porque yo estaba detrás de la barra todos los días y no tenía cómo salir a hacer otra cosa. Y nos sorprendimos, porque las primeras 3000 botellas se acabaron en tres meses y el primer año vendimos lo que pensábamos lograr el tercero. El nombre salió a partir de los guaraníes, la yerba mate, los jesuitas, la capital de la yerba, Apóstoles, y ahí quedó”.
-Siempre que se habla de gin, está implícita la palabra botánico. Pero ahora botánico aparece en todo y en este Festival todos hablan de eso recurrentemente. ¿De qué realmente están hablando?
–Tato: Los botánicos son los ingredientes, los yuyos que están en un montón de productos y de bebidas espirituosas. No voy a hablar de los botánicos de un whisky, pero sí de los de un gin o de los de un vermut o de un aperitivo. El fernet más conocido del país tiene un montón. Pero es verdad que la palabra botánico está de moda.
–Adrián: Creo que es porque hay más profundidad sobre los procesos, antes la gente no se preguntaba qué tiene lo que estoy tomando. Y después de un reinado del vodka, al que se lo valoraba por ser incoloro, inoloro e insípido con 25 destilaciones, apareció el gin contando historias muy pequeñas, y eso hizo que la gente se comenzara a preguntar qué tiene.
-Los botánicos son los que te llevan al terroir, al lugar de origen.
–Tato: Hoy hay mucha más empresas contando de dónde vienen sus bebidas. Una cosa es decir uso enebro y otra, como decía el mexicano Iván Saldaña, o las chicas dedicadas a la investigación de la cocina jujeña con sus emprendimientos sustentables en la provincia, el tema es entender de dónde viene el botánico. Usarlo con un entendimiento honesto, con la herencia cultural, biológica y sensorial. Decir que es de Bariloche, por ejemplo, no habla de su origen. Para saber de dónde viene hay que saber quién lo produce, las manos de quién están detrás de eso. Es un tema que aún no lo cuenta nadie y estaría bueno saberlo. Siempre quisimos tener nuestros propios botánicos, saber quiénes los producen, y que los planten para nosotros. Trabajar con personas a las que conocemos por sus nombres y que conocemos a sus familias. Eso lo estamos logrando ahora, después de cuatro años, desde que Juan Ignacio Gerardi, nuestro jefe de productores y producto, se incorporó a Mitre Fortín. Alguien que tiene la facilidad de que un productor que no confía en nadie tenga ganas de producir para nosotros. También incorporamos a Flor Barbarich, que es jujeña y etnobotánica, para ayudarnos a entender, por ejemplo, cómo se consumía ese botánico en las culturas originarias. Como acá decía Johnny Drain [N. de la R.: se presenta en su Instagram como “el Walter White del sabor, los fermentos y el diseño de alimentos”] en su charla sobre fermentos: hay que trabajar con gente científica, que sabe y que te dice que si le ponés más de tres gotitas de tal cosa, te puede caer mal. Trabajar de esta manera nos da mucha felicidad.
-Mitre Fortín es la pyme de bebidas más grande de Latinoamérica, ¿qué significa para ustedes?
–Tato: Es algo mucho más grande que una empresa de bebidas. Fuimos solo tres personas trabajando durante muchísimo años y el crecimiento ayudó a que incorporemos gente, que casi ninguna venía de esta industria, desde un colectivero hasta alguien que vendía botones, que trabajan de una forma totalmente distinta, algo que mucha gente de marketing no sabría cómo hacerlo.
–Adrián: En relación con todo lo que hemos podido ir construyendo, entendimos que podemos ser un agente de cambio. Las pymes en la Argentina tienden a ser austeras y supervivientes, pero al ver que podíamos ayudar a cambiar la realidad de una familia productora, es fantástico y muy poderoso como elemento de comunicación. Puede parecer súper inspirador Tato o la historia de Apóstoles, pero cuando hablás de las caras y las personas que hay detrás, nace ese vínculo con el que nosotros sentimos mucha responsabilidad. Nos toca ser los referentes y guiar la conversación. y por eso elegimos hablar de esto.
-¿Qué pensás de esta inmensa y descontrolada producción de gin, donde la moda hace que todos produzcan el suyo?
–Tato: Me encanta, me parece buenísimo que haya tanta producción nacional. Fuimos pioneros, no solo en la Argentina, sino que Apóstoles es el primer gin artesanal de Latinoamérica, y hoy está lleno de destilerías. En el país no había nadie haciendo nada, salvo alguna grapa o un destilado de uva. Siempre pensamos que es importante apoyar a la industria, como punta de lanza que somos. Tenemos mucha relación con los productores nacionales, pero entendemos que hay que ordenar el crecimiento, y sabemos que muchas veces no es el productor el que no quiere estar organizado, sino que el problema es que no hay una reglamentación nueva y acorde a la industria actual. Son leyes antiguas que no permiten que haya destilados pequeños y hay que conseguir que se formalice.
-Igual que pasó con la cerveza.
–Tato: Es lo mismo. Cuando salió era un boom que cualquiera ponía una micro brewer y muchas eran ilegales. Cualquier bebida es peligrosa si no está bien elaborada. Tiene que nacer de alguien prolijo, ordenado y limpio para hacer las cosas. Hay mucha gente que me escribe contando que tiene una destilería y que está haciendo gin, y cuando me mandan la foto, son alambiques caseros. Desde esos alambiques es imposible que vayan a crecer.
–Adrián: Es como cualquier cocina de un gran restaurante: si está limpia, ya sabés el producto que vas a tener. Y me quedo con que no debería ser responsabilidad del destilador decidir cómo hacerlo. La falta de reglas hace que mucha gente trabaje desde su casa tomando decisiones, eso es lo peligroso y ese es el problema. Igualmente, retomando nuestro nacimiento, en ese momento ser nacionales estaba mal visto; y lo decían colegas que hoy defienden la industria nacional y también nos acompañan.
–Tato: Allanar ese camino no fue fácil. El argentino que hoy consume alcohol nacional no reniega ni se le cruza pensar mal del producto nacional. Algo que pasaba en nuestra época, y que por otro lado era cierto que mucho del producto nacional no estaba bueno, solo se hacía volumen y no había calidad. Pero hoy nadie pone eso como punto de inflexión. La gente va y compra nacional, y hay que mantener el estándar de calidad para que eso siga pasando. Pero debe haber regulación, no es justo que tengamos las mismas reglas que cualquier empresa gigante. ¿Cómo van a hacer los demás, que son más chicos, emprendedores y distintos? Como Lele Cristóbal, que está cocinando en este festival y que tiene armada una fábrica única, que no he visto nunca nada igual. Es arriba de su restaurante, está lista hace cinco años y no consigue que se la habiliten. Y ves la limpieza y lo impecable, la prolijidad.
-¿Están inaugurando una destilería propia?
–Tato: Fue un sueño desde que empezamos, no sabíamos que iba a ser en Mendoza, pero nos dimos cuenta de que era un lugar fácil para transmitir, porque el extranjero conoce Mendoza. Además, nos enamoramos de su tierra y tenía que ser ahí. Hicimos una obra grande, con mucha inversión, y está ubicada dentro de The Vines. Al lado de SuperUco, de Matías Michelini. Tiene un formato particular, porque es un triángulo, por esta cercanía que tenemos con las energías en las que creemos. El triángulo hacia arriba significa fuego y hacia abajo, agua; cuando uno destila, lo que hace es jugar con esos elementos. Si te parás desde la Cordillera y mirás para abajo, ves un triángulo como si significara agua; y al revés, es fuego. Llega el agua y nosotros ponemos el fuego para transformarla.
-Cada producto que elaboran tiene una historia atrás para contar, ¿cuál fue la del vodka o la de los vermut?
–Tato: Con el vermut, la idea era hacer un homenaje al inmigrante en general, más al italiano en su travesía de abandonar su tierra y llegar a la Argentina. Muchas de las marcas que conocemos hoy nacieron de esa búsqueda del inmigrante de reproducir lo que tomaban en sus países con botánicos y vinos argentinos. Así nace como un pequeño homenaje a mi familia, a los Giovanonni en su viaje desde Lucca, Italia, y por eso el vermut lleva mi apellido. El vodka se llama PAN, porque es un homenaje al Partido Autónomo Nacional, pero más que nada a esa Argentina exportadora. Es un homenaje al granero del mundo en el formato de un vodka, que es de trigo, con el agregado de trigo tostado que le da la nota de una tostada a la mañana.
-Siempre hacés una apelación al pasado local, pero con una mirada hacia un futuro que lo rescata desde un lugar diferente.
-Nuestra meta es comunicar Argentina, para el argentino y hacia afuera. Queremos contar sobre nuestro país, hay un montón de cosas que capaz no las entienden, pero que nosotros sí, y por eso trabajamos a partir de un concepto y hacemos un producto de calidad con algo de historia. Al final, la historia de los inmigrantes tampoco es tan feliz, la migración tiene mucha dificultades y pesares. Pero nuestra inspiración es este país y de allí casi toda Sudamérica. Una patria grande que en nuestra industria se ve bien reflejada, como se ve en el festival que estamos haciendo, o cuando todos los latinos nos juntamos en los 50 Best o en un festival en otro lugar del mundo.
-¿Qué pasó con el consumo de destilados durante la pandemia?
–Adrián: Para nosotros fueron años récord, y no podemos esperar que esos números sigan siendo una realidad. Somos muy afortunados, el primer año crecimos al cien por ciento, desafiando toda nuestra capacidad productiva, y el último año al cincuenta. Esto mostró algo, que lo charlábamos mucho con los europeos y con los estadounidenses, y es que es el latino o por lo menos el argentino no bebía coctelería en casa. En la Argentina estamos muy acostumbrados a tomar vino y en pandemia pasaron dos cosas; conocimos un consumidor hogareño que conoció la marca y después gente que aprendió a prepararse un negroni o un gin tonic, y que ahora lo sigue haciendo cuando llega a su casa un jueves por la noche.
-Si hubiera que comparar Mitre Fortín con una empresa que no es de gastronomía, ¿cón cuál sería?
–Adrián: Somos como Defensa y Justicia. Somos una compañía pequeña, muy pequeña, que hasta la pandemia manejó 25 países con 8 personas trabajando.
–Tato: Y la tecla es que ninguna de esas personas viene de la gastronomía, sino que elegimos formar a personas que se ponen la camiseta y la transpiran, porque sienten mucha responsabilidad por lo que estamos haciendo y entiende que para nosotros hay cosas mucho más importante que vender botellas. Con cargarse al hombro este festival que siempre da su fruto, porque llorar ya los justifica. Haberse emocionado justifica la inversión que uno hace con estos colegas que ya me dicen de replicar esto en otras partes del mundo.
-Ahora también llega un fernet Giovannoni, pero amarillo.
-Estamos lanzando el fernet, que ya es una categoría gigantesca en donde hay una marca y que sabemos cuánto nos van a criticar. Pero estamos orgullosos de nuestro producto. La idea de hacerlo arrancó hace cuatro años, cuando entendimos que el argentino piensa que el fernet solo va con Coca, pero la realidad es que se pueden hacer muchas cosas. Fernet es una categoría que viene de los amargos de los bitter, que no solo es italiana; es alemana, es francesa, hay en Suiza… Es cierto que muchas de las hierbas de los botánicos tienden a la oscuridad del producto, pero además de fernet oscuros, hay rojos, amarillos y transparentes. Este fernet nos llevó muchos años de trabajo, con 41 botánicos de Jujuy que crecen a más de 3000 metros de altura, y buscando cómo hacer las mezclas, para tratar que fuera más amarillo. Es un fernet pálido amarillento porque está inspirado en las cholas, en la altura, en este sol jujeño, en el trabajo con la tierra y con los frutos que, entonces, es dorado. Todo lo que viene de la cultura andina, que está muy ligado al oro; la idea es que fuera amarillo para comunicar la región.
-Ser el mejor bar del mundo o el mejor bartender no es algo que se asocie con hacer el mejor trago, sino como un reconocimiento como emprendedor y agente de cambio. ¿Cómo lo sentís vos?
–Tato: Cuando me eligieron el mejor barman del mundo, en 2020, mucha gente me llamaba para entrevistas, me preguntaba cuál fue el trago con el que gané, etcétera. Pero esto no es una competencia de coctelería. Es algo diferente, te eligen tus pares, la gente que ve cómo trabajás, que conoce tu bar, que ve cómo llevás adelante tu vida como bartender, no por un trago, sino por todo lo que te rodea. Lo mismo pasa con los bares; no eligen a Paradiso por su coctelería, lo eligen porque es una experiencia única. Por eso, cuando me toca votar, elijo los lugares que me hicieron feliz y donde viví una linda experiencia, puede ser una pizzería como puede ser el lugar más caro del planeta.
-¿Cuál es la foto que te imaginás de vos mismo?
–Tato: Hoy ya no es atrás de la barra ni haciendo un cóctel. Me imagino con un monte o un paisaje detrás, de donde salen los yuyos e ingredientes con los que hacemos las bebidas y luego las vuelvo en una carta de tragos. Porque las cartas tampoco son solo mezclar ingredientes y hacer un cóctel; en la última de Florería trabajamos un año y medio con Felipe Pigna, investigando sobre colonias y pueblos originarios. Por eso ya no quiero la foto del bartender; todos estos que estamos acá en el Festival somos personas recorriendo el mundo, buscando descubrir sabores y aromas a través de la gente que los cultiva.
Fuente: Mdz – En el marco del Festival Bocas Abiertas, el gran chef pastelero dialogó con MDZ sobre su expertise para compartir recetas de cocina con su público y su opinión sobre la escena gastronómica mendocina.
El fin de semana pasado, Mendoza explotó de sabores con el Festival Gastronómico Bocas Abiertas. La Nave Cultural fue el escenario del encuentro de gastronómicos locales y contó con la presencia de chefs reconocidos a nivel nacional. Entre ellos se encontraba el gran chef pastelero Osvaldo Gross.
Minutos antes de subir al escenario e inaugurar el ciclo de clases de cocina y charlas, Osvaldo Gross, quien además es miembro de la Academie Culinaire de France y director del área de pastelería del Instituto Argentino de Gastronomía, en una entrevista exclusiva con MDZ habló sobre el Festival Bocas Abiertas, su feeling especial con el público y la gastronomía mendocina.
¿Por qué es tan importante que estas ferias gastronómicas se realicen en otras provincias?
Estas ferias permiten que uno, en un mismo lugar, encuentre varias cosas de gastronomía, vino, cerveza y demás productores; que uno muchas veces no sabe que existen en una misma región. Además, vienen los restaurantes a los cuales uno no tiene acceso, pero acá es posible probar varios platos a la vez. También es muy lúdico, hay clases y juegos para niños.
A minutos de subir al escenario, ¿en qué focalizaste para armar tu clase de hoy?
Yo siempre enseñé pastelería. La gente cocina cada vez más en la casa, entonces hay que hacer cosas simples y con una buena decoración. Para que la gente se anime.
En Bocas Abiertas prácticamente no podías caminar porque todos te pedían fotos y querían saludarte, ¿por qué crees que generás tanto revuelo en el público?
Son más de 20 años enseñando en la televisión y dando recetas que salen, y creo que esa es un poco la llave. Lo que uno transmite es lo que uno ha hecho, no que frente a cámara el asistente te trae y vos solo mezclas.
La receta la hiciste vos, la practicante, no es una improvisación de último minuto, algo que en la televisión ocurre un montón. Después sucede que querés hacer la receta y no te sale nunca.
¿Has podido recorrer la provincia y disfrutar?
No en este viaje. Pero sí hace años que vengo a Mendoza, disfruto mucho del clima, tengo muchos amigos mendocinos dedicados al mundo del vino y es un placer.
¿Qué destaca a la provincia a nivel gastronómico?
La gastronomía se mudó mucho a las bodegas y creo que están dejando a la ciudad sin buenos restaurantes. Hace 10 años había restaurantes más cuidados, con chefs que se dedicaban más a todo y hoy como todo el mundo se fue al campo, quedó la ciudad con menos opciones. Hay, pero son contadas.
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