Fuente: La Capital – El chef peruano considera que la unión de la región no solo es por los fogones, sino por la historia, la forma de trabajo, el territorio «megadiverso» y «trabajar unidos».
La chef Marsia Taha junto al chef peruano Virgilio Martínez observan alimentos para realizar una cena en conjunto con el restaurante Gustu, en La Paz. Foto: EFE | Javier Mamani.
El destacado chef peruano Virgilio Martínez abogó para que se active “el botón de la identidad” en las cocinas latinoamericanas y encontrar las similitudes para trabajar juntos y dejar de “competir”.
“Este botón de la identidad creo que es el cambio brutal, no es un tema técnico, no es un tema de que hemos descubierto algo, es que activemos el botón de identidad y en ese momento es que todos podemos trabajar juntos y dejemos de competir, encontrar similitudes y así encontramos cómo crecer juntos”, dijo Martínez en una entrevista con EFE.
Agregó que la unión de la región no solo es por los fogones, sino por la historia, la forma de trabajo, el territorio “megadiverso” y “trabajar unidos” o asociarse en proyectos, para impulsar aún más el “momento muy importante” que vive la gastronomía latinoamericana.
“Lo importante realmente era valorar nuestra identidad, nuestra cultura, nuestra gente”, recalcó.
Martínez está en Bolivia junto a otros cocineros de los afamados restaurantes Central y Mil para preparar una cena en conjunto con la destacada chef boliviana Marsia Taha y todo el equipo de Gustu a propósito de los 10 años del restaurante boliviano, que está en el puesto 45 de los 50 mejores de Latinoamérica.
Central, uno de los restaurantes de Martínez, se encuentra en el primer lugar de los 50 mejores de Latinoamérica y en el segundo de todo el mundo.
El chef adelantó que su restaurante está en un proceso de renovación en el que el contenido cultural y gastronómico se visibilizará más para que sea una experiencia “multidisciplinaria”.
Esta reunión de destacados cocineros en Gustu precisamente tiene el objetivo de unir y encontrar los factores en común entre Bolivia y Perú y los ingredientes que se utilizarán en la cena provienen de los bosques, que son una gran despensa.
“Hoy en día es mucho más coherente ver las cosas que nos unen porque estamos en un mundo, vivimos de polarizaciones y divisiones, y acá nos unen muchas cosas (…) como productos de la naturaleza que generan puentes increíbles”, sostuvo el cocinero.
Para esta cena de nueve pasos Martínez llevó algunos peces y frutos amazónicos desde los bosques peruanos para que el comensal pueda probar en su plato una diversidad de paisajes de ambos países y crear un ecosistema de sabores de los bosques.
Taha destacó a EFE que Martínez es uno de los chefs que “más ha apoyado desde un inicio” a Gustu, por lo que lo invitaron para esta cena de aniversario, en la que los protagonistas serán los alimentos 100 % amazónicos que muestren las similitudes, pero también los “contrastes” en las técnicas y en los ingredientes que se encuentran en los bosques de ambos países.
“Esta es una celebración al pulmón del mundo”, recalcó Taha.
Fuente: Vía País ~ El jurado de MasterChef tiene 11 emprendimientos en el país con gran presencia de comida italiana.
Con 11 restaurante en el país, Donato De Santises uno de los chef más reconocidos del país. Sin dudas alcanzó su punto máximo de popularidad con su participación en MasterChefcomo jurado desde la primera edición en 2014 junto a Germán Martitegui y Christophe Krywonis.
El experto gastronómico importó lo mejor de la cocina italiana en cada uno de sus locales donde predomina la pasta, la pizza, el gelato y el café. Si bien la composición de la carta es muy variada, días atrás el chef recibió cuestionamientos por los precios de sus platillos.
En los cuatro locales de Cucina Paradisose puede encontrar opciones que van desde 1950 pesospor dos bruschetas napolitas o el plato del día por 3950 pesos. En los locales de Pizza Paradiso se puede encontrar porciones de pizza por 1400 pesos y empanadas por 390 pesos.
La defensa de Donato por los precios de sus restaurantes
El también empresario se refirió a los valores de los platos que se sirven en sus salones y objetó que se trata de comida de calidad. “Ofrecemos altísima calidad en nuestros locales”, señaló en una entrevista con Clarín.
E invitó a los comensales a que “vayan a ver el cajón de la basura y se fije en los envases. El aceite de oliva es aceite de oliva, los tomates son italianos, la mozzarella es de buena calidad”. En ese sentido, reconoció: “Pongo las manos en el fuego: caro no es, costoso, sí. Salir a comer es una opción, y tratamos que sea la mejor”.
Y al mismo tiempo analizó que se atraviesa “un momento mundial en el que es difícil controlar la expansión de los precios”, pero insistió: “Me siento muy tranquilo de que ofrecemos un producto de altísima calidad”.
Qué dijo Donato De Santis de la incorporación de Wanda Nara a MasterChef
Por primera vez Wanda Nara quedó a cargo de la conducción del reality de cocina de Telefe y sorprendió a todos con su soltura frente a las cámaras. En ese sentido, el jurado italiano aseguró que su compañera “no necesita ningún consejo”.
“Ella estuvo en la televisión en Europa y la verdad, no se pone nerviosa. Es muy aplicada, además entiende muy bien su papel. Tenemos buena vibra con ella. No tiene divismo, esa cosa de separarse. Se juntó con nosotros desde el vamos y entendió rápidamente que somos cuatro”, destacó.
Fuente: La Nación – El cocinero y pensador catalán, embajador de Telefónica, llega esta semana al país para dictar un ciclo de seminarios en Buenos Aires y Mendoza. En esta entrevista exclusiva explica las claves para triunfar en el negocio de la cocina
El chef español Ferran Adrià, que revolucionó la cocina de occidente, es considerado uno de los más innovadores pensadores de los últimos años. En su icónico restaurante El Bulli desarrolló novedosas técnicas, como la deconstrucción, que consiste en aislar los ingredientes de un plato tradicional para convertirlo en algo inusual, o los menús largos de degustación.
Su figura trascendió los fuegos de su cocina, que cerró sus puertas en 2011, para convertirse en el BulliFoundation, un centro de investigación, experimentación y próximo museo del restaurante. Desde entonces, el elegido mejor chef del mundo en numerosas oportunidades dictó cientos de conferencias con el eje en la innovación como elemento transformador en el mundo empresario y educativo del mundo.
Esta vez, el incansable creador. embajador de Telefónica, fue convocado por la bodega argentina Zuccardi para dictar desde mañana un ciclo de seminarios en Buenos Aires y Mendoza. En esta entrevista exclusiva con LA NACION revista explica la problemática actual de los restaurantes, los modelos del mercado y la importancia de la gestión para el crecimiento.
-¿Cuál es el punto de inflexión de los seminarios que dictarás en el país?
-Lo que hablaremos básicamente, como embajador de Telefónica, en estos seinarios, será sobre poder bajar a la tierra todo lo que tiene que ver con innovación. Entender que para pequeñas empresas no se puede usar el mismo lenguaje ni el mismo contexto que para las grandes. Y que en restauración una de las cosas más importantes es el tema de la gestión. Un estudiante que va a una escuela de cocina lo primero que tiene que saber es de números y gestión. A esos grandes ejes, sumarle el conocimiento, es decir, comprender lo que se hace. Hay que parar un poco, pensar, y tener en claro por qué se hacen las cosas. Es la única manera de ir para adelante. Si las hacés por hacer, habrá un momento en que te pararás.
-En Buenos Aires abrieron más de una decena de restaurantes en los últimos dos meses. En tu experiencia, ¿cuántos de cada diez funcionan?
-Hay un estudio en España que dice que el 50% de los restaurantes no duran más de cinco años, teniendo en cuenta a todos los tipos, no sólo a los de alta cocina. Porque mucha gente que abre un restaurante no sabe lo que hace. Los que ofrecen calidad, tienen buena gestión, y actitud innovadora, cuentan con un 90% de posibilidades de triunfar. Calidad, buena gestión y estar abierto a los cambios.
-¿Es posible contextualizar la creatividad de la cocina y el vino argentino?
-El vino argentino tiene mucha fuerza y es anterior a la creatividad de la cocina de la Argentina. Del vino se escucha hablar desde hace 20 o 30 años. Respecto de la cocina, he estado varias veces, con tres o cuatro años de diferencia, y he visto una evolución importante. La cocina argentina va a ser muy importante a nivel creativo, porque los argentinos son muy creativos. Es algo que ya empezó y donde están pasando cosas.
-¿Qué tipo de innovación es necesaria para el avance de la gastronomía local? ¿Es desde el restaurante o una estrategia a nivel país?
-Cuando se habla de restauración, restaurantes y bares es muy amplio. Globalizar una situación no es muy bueno. Hay muchos target y hay que ir por ese lado. Un asador en la Argentina es la biblia. El asado tiene que ser un signo de identidad, y son ustedes quienes tienen que ver la influencia y de dónde ha venido. Estudiar cómo era la cocina autóctona hace 400 años, hacer un inventario de las influencias española, italiana, francesa. Me acuerdo que el primer año que viajé a la Argentina, en 1996, no había ningún restaurante japonés, el pescado crudo era algo tabú. Pero la última vez que estuve cambió de manera radical. Tanto la Argentina como España, países que no estamos arriba del mundo, aceleraron su oferta de manera increíble. Pero lo importante es conocer los orígenes, contextualizarlos e inventariarlos.
-¿Dónde está puesta hoy la creatividad en la cocina? ¿Hay un origen que la detenta actualmente?
-A nivel de gastronomía, hay que contextualizar occidente de oriente. La cocina de Francia fue la que durante 400 años tiró del carro de la creatividad. A mediados de los 90 en España, cuando nos juntamos dos o tres generaciones, fuimos capaces de hacer una revolución que influenció a todo el mundo. Pero. hoy en día, la creatividad en la cocina está universalizada. No tiene sentido hablar de países. Igual que sucede en la arquitectura, que se habla de arquitectos con nombre y apellido. Hay países que tienen una cocina tradicional muy importante, y ellos aún tienen cierto poder. Esto pasa cuando la cocina tradicional y la creativa son muy buenas y hay un diálogo entre ellas. Pero, mayormente, la creatividad es mundial: ni nórdico, ni latinoamericano, ni español o francés, es de todo el mundo.
-¿Cómo se llega de inventariar a innovar?
-La innovación va ligada a una actitud. En mi caso, que estaba en la parte de arriba de la pirámide, quería ver los límites que había en una experiencia gastronómica. Y para eso me pregunté el porqué de las cosas. Qué era la cocina, cómo empezó, el diálogo que se armaba entre la sala con la cocina, qué era un restaurante. Mi posicionamiento fue cuestionarme y cuestionar todo. Por qué se pasó de hacer cocina de recetario o seguir recetas, donde no se piensa. Entonces, lo que queda en la sociedad es el nivel medio alto, que son quienes proponen una “creatividad amable”, y es lo que a la mayoría de las personas le gusta de la gastronomía. No te digo a la gente de la calle. Hay cuatro locos o locas que se dedican a explorar estos límites para que los demás puedan avanzar.
-¿La innovación es paso a paso o es radical?
.Hay pequeñas empresas, como fue El Bulli, que son capaces de hacer una innovación muy radical y que hasta cambian el paradigma de un sector. Pero esas personas no pueden ser todas, estoy hablando de 7 u 8 personas a nivel mundial que buscan llegar a esos límites. Y que, en realidad, más que restaurantes o lugares donde uno va a comer, son establecimientos experimentales.
-¿Un lugar de cocina creativa puede ofrecer cosas que no sean sabrosas?
-En la cocina creativa hay lugares buenos, regulares y malos. Y cuando hablamos de cocina creativa es como si llegaras por primera vez a Japón. Te parece que es de otro planeta, a muchos occidentales les choca esa cocina. No el sushi ni el sashimi, sino la cocina japonesa, que se elabora de una forma distinta y que plantea otra manera de comer. Entonces, igual que en la cocina creativa, hasta qué punto la culpa es del cliente o de la cocina. En cualquier lugar creativo estás sujeto a que te guste o no. No es lo mismo comer unos espaguetis a la carbonara, un plato en el que vas a tener referencias anteriores que te ayuden a definir si te gusta o no. En la cocina creativa dependerá de tu bagaje y tu experiencia, y de ahí hay que juzgar primero por el nivel creativo y luego por si te gusta. El tema del gusto es más personal. Yo voy con mi mujer a comer y hay cosas que a mí me gustan y a ella no. Pero eso no es un problema de la cocina creativa, eso es un problema de la cocina en general.
-¿Cuáles son los cambios más importantes a nivel restauración en la actualidad?
-Hay algo que pasa en España y Europa, no sé cómo está en América latina, pero es el tema de los modelos de negocio de los restaurantes en general. Hay varios factores; uno es el precio de los productos que suben con la inflación, y otro es la fuerte presión fiscal que hace que los modelos de negocio se estén repensando. Ya no hay una sola fórmula, sino que cada lugar se tendrá que cuestionar cómo avanzar. No es lo mismo estar en Barcelona que en un pueblo de Girona. Y esto va a cambiar de manera brutal el futuro de lo que será la restauración en general, tanto en grandes restaurantes como en los chicos y o en los bares. Otra de las cosas más importantes es la conciliación. Es decir, la gente joven que busca trabajar en buenos sitios en restauración pero que quieren hacer ocho horas y tener una vida lo más parecida a la gente normal. El tema de las ocho horas se está tomando muy seriamente, cosa que me parece bien. Si estás en Barcelona te costaría conseguir abierto un restaurante de cocina creativa un sábado o un domingo.
-¿Afectaría el nivel creativo de los restaurantes?
-No lo sé, no soy capaz de visualizar qué pueda pasar, porque todo lo que se ha hecho a nivel creativo en generaciones anteriores se basó mucho en el esfuerzo. Un restaurante es una pequeñísima empresa y, sin esfuerzo, no veo el énfasis de ser creativo. Esto que se oye ahora de hacer un I+D (departamento de investigación y desarrollo) es muy costoso. Pero lo que está pasando nunca había pasado en la historia. A mí me parece bien que la gente luche por lo que es normal: en España, el 98% de las profesiones trabaja ocho horas.
-Aprovechar la tecnología para crear soluciones es una de tus propuestas. ¿Cómo ves la injerencia de la Inteligencia Artificial?
-Es algo muy interesante. Seguramente en la creatividad amable la inteligencia artificial hará cosas increíbles. Lo que no tengo tan claro es si será capaz de hacerlo al máximo nivel, y eso signifique crear cosas que no existen. Al final, la creación es algo que no existe, y me parece que se banaliza la capacidad de crear que en verdad tiene la inteligencia artificial, ya que lo que hace es una creatividad combinatoria. Veremos cosas increíbles, pero cosas que ya existen. Como la gastronomía es tan amplia, los miles y miles de platos que están hoy en internet ofrecen una información muy extensa para la inteligencia artificial. No creo que aún sea capaz de hacer una revolución. Hablando a corto plazo, 10, 15 años, las revoluciones aún las haremos los seres humanos
-El concepto de experiencia en gastronomía sigue siendo uno de los más usados.
-En marketing es muy utilizada la palabra y en gastronomía ya lleva muchos años. Y cuando vas a un restaurante es una experiencia, hasta en un fast food. Pasan cosas, participan todos los sentidos. La experiencia más compleja del ser humano, a nivel sensorial, es la de degustar. Cuando lo llevas a la alta cocina es una experiencia global. Un restaurante es un teatro, donde los tiempos tienen que ser perfectos. Es importante saber a dónde ir. Si no te gusta el pescado crudo, no vayas a un restaurante japonés. Con la cocina creativa igual, si no te gusta vas una vez y listo.
-¿Cuál es la clave de una cocina para ser creativa?
-Ser creativa de verdad. El problema está en quién es el que tiene la capacidad de análisis para decir “este restaurante hace cosas que ya se hicieron hace 5, 10, 20 años”. Es el problema que hay, porque para definirlo hay que haber conocido y tener una cronología. Por ejemplo, al menú largo degustación lo contextualizó fue El Bulli. Siempre que haya un menú largo vas a ver El Bulli y nadie puede decir “soy creativo porque hago un menú degustación largo”. Esto está muy claro desde el año 2000. Lo importante es entender que los lugares sencillos, amables, no deben entrar en esta guerra de la creatividad. Hagan lo que quieran, disfruten y ganen dinero. Pero cuando tu reto es ser uno de los restaurantes más importantes a nivel creativo, en tu país o en el mundo, los retos son cada vez más altos. Fíjate en el cliente o la clienta que vino a El Bulli desde 1987, todo el bagaje que tiene, se probaron 1700 recetas. Es lo que pasa con la nouvelle cuisine, quien no la vivió en los 70 no sabe lo que significó. Yo la conocí en los 80, y el decenio que me quedó me dediqué a estudiarla intensamente y me convertí en experto en todo lo relacionado a la creatividad de ese modelo de cocina.
-Hoy hablar de lo saludable es políticamente correcto, ¿cómo crees que debe ser el concepto de salud asociado a la gastronomía?
-Una cosa es la salud referida a la alimentación diaria y otra cuando vas a un restaurante a vivir una experiencia. Sobre el tema de la salud y la gastronomía habló mucho el chef Michel Guérard, uno de los fundadores de la nouvelle cuisine, que escribió el libro sobre la cocina de la esbeltez en los 70 y fundó la escuela de cocina de salud. No es nuevo, pero es verdad que la gente asocia un poco la experiencia gastronómica a los excesos. En España uno va a un restaurante de mucho nivel una vez al mes, o menos, entonces para los días cotidianos es fácil, hay que comer poco, y variado. Me lo enseñó hace 15 años uno de los cardiólogos más importantes del mundo. Ahora, en un restaurante de 10 euros en Europa, bastante tienes si te dan de comer. A veces nos faltan noticias nuevas y se fuerza mucho la máquina. Habría que realmente hacer la cuenta de cuántas personas van a comer fuera, qué tipo de cocina eligen y tener una estadística para hacer una valoración importante en relación a la salud.
-El movimiento vegano parece tener cada vez más relevancia en el mundo.
-Pero cuál es el porcentaje real de los veganos, es muy poco. Hay un dos por ciento y se calcula que en cinco años habrá entre un cinco y un siete por ciento de vegetarianos. Hay un 95 por ciento que va a comer asado. Pero me parece muy bien si quieres comer sólo vegetales, pues los comes. Ahora el prohibir a otro que coma lo que quiera no es lógico. Hay días que en casa como vegetariano, no hay ningún problema. No soy la persona para opinar sobre la macroeconomía y la alimentación mundial, sólo con pensar que en 2023 hay una guerra en Europa, todo se cae. Mi opinión es el equilibrio. Hay que cuidar la alimentación siendo pragmático. Yo compro producto ecológico, pero quien gana 1000 euros en España no puede comprarlo y es casi la mitad de la población.Hay que ser cuidadoso y decir “yo estoy a favor de los productos ecológicos, pero reconozco que aún tienen un precio no asequible a todos”, entonces no hay que presionar. Lo criticable sería que quien pueda comprar el pollo ecológico por 30 euros no lo haga. Quien puede pagarlo lo tiene que hacer porque esto ayuda, sobre todo, a crear conciencia.
-Finalmente abre El Bulli 1846 en el mismo lugar donde estaba el icónico restaurante.
-Abre en junio y es un museo que guarda el legado de El Bulli. Lo primero es guardar el espacio, porque si no la gente lo olvida y, sobre todo, poder explicar a varias generaciones que no estuvieron, ni estarán, que fue lo que pasó. Albergará una exposición que ocupará el total de sus 4000 m². No es un restaurante, no es un centro educativo, ni es el I+D de una empresa. La exposición que se podrá ver en Cala Montjoi es un proyecto que permitirá a los visitantes reflexionar sobre el conocimiento conectado, la gestión, la innovación y la educación.
-¿Qué fue lo más innovador que viste en el último tiempo?
-A nivel de productos o herramientas no he visto ninguna gran revolución, ni tampoco en el concepto de sentarte en un restaurante creativo. Lo más innovador en los últimos 15 años fue la introducción de cocinas tradicionales que no estaban en el escenario de la gastronomía europea. Cocinas como la mexicana, la peruana, la japonesa, la coreana, cocinas que vienen de lugares en donde ha habido civilizaciones muy importantes que supieron desarrollar la gastronomía. Nunca hubo tanta calidad creativa en los restaurantes del mundo. Hay muchos sitios que lo están haciendo muy bien.
-¿Eso lo asociás a los viajes, a los estudios, a la formación?
-Al conocimiento, los chicos y las chicas están mucho más formados que en mi generación. Hablan idiomas, dominan internet y hay algo muy importante: si tienes una ilusión por tu trabajo, tienes el 99 % de la información en internet. Lo que hace diferente a una persona de otra es cómo convierte la información en conocimiento. No se puede saber todo, pero todo el que cocina en un restaurante debería saber cómo empezó la cocina, y eso en dos horas lo contextualizas en la web.
Fuente: La Nación @patiofunes – En una extensa charla con LA NACION, Adriana y Natalio Bonavena recordaron a su padre; la aprobación de la serie sobre su vida que estrenará Star+ y las recetas imperdibles de la madre del ídolo del box
Sobre la calle Dean Funes, un local no ostentoso esconde una bella vinoteca y, más atrás, lo que fuera una vivienda, típica casa chorizo levantada en 1910, fue convertida en un precioso restó que esconde una historia, más o menos, secreta.
La cosa es así, uno de los socios y la maître de Patio Funes, tal el nombre del lugar, son los hijos de Oscar Natalio Bonavena, el ídolo del box, asesinado el 22 de mayo de 1976 en Estados Unidos, y cuya vida inspiró la realización de la serie Ringo, gloria y muerte, que este viernes se estrena por la plataforma de Star+.
“No queremos convertir este lugar en un museo, porque tengo dos socios que no son hijos de Bonavena. Tampoco queremos que, por estar en Parque Patricios, sea el lugar exclusivo de los hinchas de Huracán, ni de los de San Lorenzo, por la cercanía con Boedo. Este es un lugar abierto a todo el mundo”, explica Natalio Oscar Bonavena, que no sólo lleva el mismo nombre -aunque en orden invertido- de su padre, sino que también lo une un sorprendente parecido físico. Por momentos, pareciera estar hablando con el mismísimo Ringo, aquel ídolo querido e histriónico que también se dedicó a la música. Acaso un mediático llamativo, cuando tal cosa no estaba instaurada.
En sintonía con su hermano, Adriana Nancy Bonavena reconoce que “no queremos que esto sea un museo, el ídolo era él, nosotros somos solamente los hijos del ídolo”. Mujer de voz ronca, su enorme simpatía la llevó a ocupar ese lugar de la bienvenida, una tarea no menor para quienes se aprestan a almorzar o cenar. “Acá suelen venir artistas como Virginia Lago y Héctor Gióvine, o Marcelo Iripino, y jugadores de fútbol…”.
“La experiencia es un peine que te regalan cuando te quedás pelado”, se lee en una chapa que se remata con el nombre de la leyenda deportiva, una de las pocas referencias a su figura que se pueden apreciar en el lugar.
Dos espacios íntimos para diez o catorce personas, otro más amplio, y una galería semicubierta albergan las mesas de este lugar que tiene atmósfera de barrio y aromas de familia.
Coronando el espacio, en la mitad de la manzana, un amplio salón, con vip y cabina de luz y sonido incluida, puede convertirse en lugar para celebraciones y en el espacio ideal para realizar cenas acompañadas por funciones de teatro, como sucederá en pocos días con la presentación de Una, pieza protagonizada por la reconocida actriz Miriam Odorico y dirigida por el director y dramaturgo Giampaolo Samá, quienes son habitués del restaurante.
El lugar se inauguró el 4 de marzo del 2021, en plena pandemia. Sin embargo, a pesar de la hostilidad de aquellos tiempos, rápidamente el sitio se ganó un muy buen nombre. A los platos abundantes y sabrosos se les suma una ambientación sumamente cálida. Y, desde ya, el imaginario sobre la figura de Ringo.
“Cuando llegamos al lugar, estaba en ruinas”, sostiene Natalio Bonavena, quien fue invitado por sus dos socios a sumarse al proyecto. “Este lugar no sólo fue vivienda, sino también encuadernadora de libros, sociedad de fomento y club social. Con los años, se cerró y quedó convertido en un galpón. Hubo que trabajar mucho sobre el edificio, muy a pulmón. Se restauraron puertas y ventanas y se arreglaron techos que tienen una altura de cuatro metros”.
Cuesta imaginar aquellas ruinas, hoy convertidas en un sitio muy bello y amoroso, que mantiene la identidad de lo barrial, sin sofisticaciones innecesarias: “Amo este lugar, recibir a la gente y atenderla. Me gusta que todos se vayan contentos, esa es mi satisfacción”, reconoce la maître de apellido célebre.
Los sabores de la abuela
La carta de Patio Funes contempla opciones para todos los paladares e incluye platos aptos para celíacos o personas con diabetes. De todo como en botica, de pastas a carnes y pescados. Aunque, sin dudas, aquellos platos que preparaba la abuela Domingo, madre de Ringo Bonavena, son el fuerte del lugar.
Los ravioles de Doña Dominga parecen ser irresistibles: “Salen con estofado, pero no te puedo decir la receta, es un secreto familiar”, sostiene Natalio. Adriana, a su vez, redobla la apuesta: “También incorporamos las empanadas de Doña Dominga, que están hechas con masa casera, el relleno de los ravioles y se cocinan fritas”. Aquellos ravioles famosos, en realidad son unos raviolones contundentes.
Dos chefs, que forman parte de un staff de más de veinte personas, se encargan de comandar la cocina, donde también las carnes con hongos son una suerte de opípara perdición. “Con hambre nadie se queda”, se ufana la hija de Ringo, quien reconoce que “mi papá fue mi ídolo, por eso, hablo de él y lloro”.
A Patio Funes se puede ingresar por el palier de la otrora casa chorizo, donde un piano de época recibe coqueto. O bien a través de la puerta que da a la vinoteca. “Tratamos de no ofrecer vinos que se pueden conseguir en el supermercado, sino que buscamos tener marcas de autor, bebidas más originales”, sostiene el hijo que se dedicó a ser contador y administrar campos, aunque, alguna vez, como hobbie, hizo algo de boxeo como su padre. Con todo, Ringo le aclaró que no debía cumplir con ningún mandato al respecto.
Para formar parte del club de vino, hay que abonar una cuota mensual, hoy a un valor de $5500, y que permite que el socio pueda llevarse tres botellas de regalo.
Remembranzas
La vida de Ringo Bonavena fue atípica. A sus lauros como boxeador, se le suma su histrionismo y esa devoción por estar cerca de la gente, condimentos valiosos que inspiraron la serie que este viernes estrena Star+ y que contó con la aprobación familiar.
“Era un tipo muy intenso, cada vez que salía a la calle o iba a la cancha, lo rodeaba la gente para saludarlo, era una locura. Cuando íbamos al Luna Park a ver una pelea, no podía avanzar, pero no renegaba, sino todo lo contrario, por eso, le gustaba mucho ir al café Tabac y ver cómo los autos frenaban en la Avenida del Libertador para verlo. Sabía manejar muy bien su marketing”, sostiene Natalio.
Adriana Bonavena reconoce que “te acostumbrás a vivir rodeada de gente. Nací con ese apellido, es natural para mí, aunque mi papá no era común”. Sin renegar de aquella infancia, los hijos añoran un domingo almorzando con papá y mamá a solas o tomar una merienda sin periodistas, deportistas o hasta fanáticos dando vueltas por la casa.
La serie Ringo, gloria y muerte hará foco en la historia del boxeador, tomando como punto de partido los tres meses previos a su fallecimiento y apelando al flashback narrativo para regresar la historia al pasado. La ficción lo mostrará como una celebridad deportiva y como una figura pop que se animó a todo, de grabar un hit popular como “Pio, pio, pa”, a registrar algunos episodios del programa de Pepe Biondi o protagonizar un espectáculo teatral junto a Zulma Faiad.
Tristezas
Oscar Natalio Bonavena murió asesinado en 1976 en Reno Nevada, Estados Unidos, cuando sólo contaba con 33 años y anhelaba una revancha en el box con Muhammad Alí. “Papá dijo que se iba a morir a la edad de Cristo. Una vez, se disfrazó de viejo y me dijo: ´Adrianita, nunca vas a ver a papá así´. Eso está en la serie, cuando vi esa escena, pensé que me moría”, reconoce la hija.
La forma en la que Natalio y Adriana recibieron la noticia de la muerte de su padre fue, en ambos casos, muy llamativa. Ella tenía 12 años, estaba en la peluquería con su madre, y la radio encendida propagó la noticia que Adriana no llegó a escuchar, pero su madre sí, con el consecuente desmayo: “Cuando corrí a socorrer a mi mamá, me dijeron que se había desmayado al escuchar que papá había muerto. En ese momento, me lo estaban informando a mí”.
Natalio, algunos años menor que su hermana, tenía siete años cuando jugando a la pelota en la calle, como aún se acostumbraba en los barrios en la década del setenta, se enteró de la muerte de su padre ilustre. “Vino el padre de un amigo a buscarlo y dijo en voz alta ´lo mataron a Ringo´”. Crueldades de las formas, tan crueles como aquel crimen por el que el asesino no pagó demasiado: “Ross Brymer cayó preso, pero sólo le dieron dos años. Luego volvió a la cárcel por temas de drogas y robos. También por la droga fallecieron sus dos hijos. Mi abuelo Antonio me decía ´quédate en la puerta que verás pasar el cadáver de tu enemigo´, pero eso es simbólico, no se puede vivir con rencor, por suerte no viví una vida de resentimiento, a pesar de la mochila que uno carga. Costó mucho el luto, mi viejo se fue de Argentina y cuando lo volví a ver, estaba sin vida, por eso sostengo que, la verdad sobre su muerte se la llevó él”.
Natalio y Adriana recuerdan los funerales de su padre en el Luna Park, pero ambos coinciden que “no podíamos ver más allá, estábamos destrozados por la muerte de papá”. Aunque reconocen que el amor de la gente fue, de alguna manera, un consuelo.
Los hermanos conocieron a los protagonistas de la serie. Incluso Delfina Chaves pudo conversar con la mamá de los Bonavena, rol que le tocó interpretar en la serie. “El actor es un fenómeno”, reconocen al pensar el parecido físico y la profundidad de la interpretación de Jerónimo Giocondo Bosia.
Lejos de sacar rédito, Patio Funes, el coqueto refugio de Parque Patricios, homenajea al ídolo sin alardes. El foco está puesto en los manjares de la cocina, en la atención de los Bonavena y de su gente, y el clima familiar. Acaso Ringo bendice desde algún lugar. Seguramente, así sucede.
Patio Funes.
Dean Funes 2045, CABA. / Abierto de lunes a sábados, mediodía y noche / @patiofunes
Fuente: La Nación – Estudió Medicina y fue jugador de fútbol profesional hasta que descubrió su vocación y se transformó en maestro pizzero del legendario restaurante nacido en La Boca en 1932
Ni masa madre, ni neoyorquina, ni ninguna otra moda. Para Orlando González, la pizza es al molde o a la piedra, y no hay más que hablar. Lo dice con autoridad. Si bien estudió Medicina y jugó al fútbol de forma profesional, su lugar en el mundo lo encontró delante del horno. Con 32 años de experiencia en el rubro, es el maestro pizzero de Banchero. Es, también, el guardián de los secretos de este legendario establecimiento abierto en 1932 en La Boca; secretos que aprendió trabajando junto a su antecesor, don Hilario Gómez, y que hoy enseña a quienes se suman al equipo.
“El sabor de la pizza de Banchero es el mismo ahora que cuando yo entré, porque está la familia atrás. Ellos vienen y prueban la pizza”, cuenta Orlando, platense de 54 años, que “jugó” en todos los puestos del restaurante: en la bacha, en la barra, en el salón, en la caja y, por supuesto, en la cocina. Y que llegó a uno de los indiscutibles templos de la pizza, de forma casual, a través del fútbol.
–¿Cómo te acercaste a la cocina?
–Fue sin querer. Yo jugaba al fútbol. Primero en Gimnasia y Esgrima de La Plata, y después jugué en Paraguay. Cuando nació mi hijo y me instalé en Capital Federal, empecé a trabajar en el Ministerio de Educación. Mi cuñado era mozo. “Llevame a trabajar”, le decía yo y él me respondía: “No, esto no es para vos”. Hasta que un día me llevó y entré a trabajar en una pizzería que estaba en Ecuador y Paraguay, Angie, que hacía pizza libre. Entré a laburar y pregunté: “¿Quién es el que más gana acá?”. Era el maestro pizzero, así que dije: “Quiero ser pizzero”, y ahí descubrí que me gustaba la cocina. Hasta ese momento, no sabía nada de nada; sólo jugaba al fútbol y estudiaba.
–¿Qué estudiabas?
–Medicina. Pero dejé en segundo año, cuando debuté en primera. Un gran error. En Gimnasia jugué 10 años, de los 10 a los 20, y llegué a jugar tres partidos en primera en el torneo 86/87; después quedé libre y me fui a jugar a Paraguay, a Sol de América.
–¿Cómo llegaste a Banchero?
–En Angie trabajé un tiempo, y después pasé a otra pizzería, ya dentro de la cocina. Y al mes ya estaba sacando pizzas. Después me fui a Palermo, a Gipsy, en Charcas y Serrano, que vendía muchísimas empanadas. Ese año fui a jugar un picado y uno de los chicos, que jugaba para el equipo de Radio Continental, me conectó con el equipo de Víctor Hugo Morales. Empecé a jugar con ellos y en el 91 jugamos contra el equipo campeón del sindicato de pizzeros y pasteleros. Le clavé dos goles. Me le acerqué al técnico después del partido y le dije: “¿No necesitás jugadores?”. “¿Me estás cargando?”, me preguntó. “No, para nada, ¡yo soy pizzero!”. Y ahí empecé a jugar para el equipo de una pizzería que se llama Muraroa. Ese año, el dueño de Muraroa agarró la gerencia de Banchero y me llevó a laburar con él.
–¿En qué local empezaste?
–En el de Once. Pero un día faltó uno de los pizzeros en el de Corrientes y me trajeron acá por una semana. Y ahí me quedé. En 2005 salí campeón en el campeonato que hace Apyce (Asociación de Pizzerías y Casas de Empanadas de la República Argentina). Pero en 2006 me cansé de cocinar para gente que no conocía, y charlé con Diego Banchero. “Vos estás loco, sos el mejor pizzero”, me dijo. Pero igual me terminé yendo por un tiempo. Después volví, pero ya haciendo otras cosas, enseñándoles a los chicos que querían ser pizzeros y trabajando en las aperturas de los nuevos Banchero, como el de Pilar o el de Miami. Hoy en día soy el gerente.
–¿Cómo fue la experiencia de abrir un Banchero en Miami?
–Fue duro porque los chicos de allá no trabajaron en cocina desde chicos, y cuando entré, no sabían nada. Tuve que empezar de cero. Por suerte Germán, que hoy está a cargo de la cocina en Miami, aprendió muy bien. Pero él antes laburaba en Johnson & Johnson, en ventas, y sabía hacer hamburguesas nada más, porque había trabajado en un local de hamburguesas. De pizza y empanadas, no sabía nada.
–¿Por qué creés que se destaca la pizza argentina en Miami?
–Es muy distinta a la de Estados Unidos. Tuve que hacer un trabajo con la muzzarella de allá, porque es más consistente: se te enfría la pizza y queda dura. Gracias al asesoramiento y las charlas con maestros muzzarelleros argentinos hice un trabajito con la muzarellla y hoy sale igual que la de acá. Con lo que me comí un garrón fue con los condimentos, porque acá el ají molido no es muy picante, y allá sí. ¡Te mata, no sabés lo que es el pimentón! El primer picadillo para empanadas que hice allá era incomible. Después conseguimos un lugar que importaba condimentos de la Argentina.
–¿Qué fue lo primero que aprendiste de cómo hacer pizza?
–Lo primero que aprendés es a amasar. Pero después me perfeccioné. Yo me recibí de maestro pizzero en el sindicato y ahí empecé a sacar mejor las cosas. Además, curso de cocina que había, yo lo hacía. Me capacité bastante.
–¿Cuando entraste a Banchero qué te contaron de su historia y de sus secretos para hacer la pizza?
–Me contaron que eran los creadores de la fugazza. Cuando entré yo estaba estudiando pastelería, ya era pizzero, no maestro pizzero, que es distinto –hoy en día cualquiera hace una pizza y dice que es maestro pizzero–. Entraba a las 3 de la mañana para trabajar como ayudante de pastelero, y después, a las 9, me pasaba a la pizzería. Ahí estaba con el maestro pizzero don Hilario Gómez, que se jubiló en Banchero. Al lado de él fui aprendiendo cosas, porque era él el que tenía la técnica.
–¿Qué te enseñó?
–El método que le damos a la cebolla, por ejemplo. Y la salsa: la mayoría de las pizzerías no la cocinan, pero acá sí. También me explicó cómo apurar una pizza… Era un capo don Hilario.
–¿Y qué es lo primero que enseñás vos cuando llega alguien nuevo a la cocina?
–La limpieza. Y a ser ordenado para trabajar. Siendo ordenado y limpio, te sale solo.
–¿Del amasado qué cosas son importantes?
–La humedad. Es algo primordial en la pizza. A mayor humedad, la levadura trabaja más rápido.
–¿Qué tiene de particular la pizza de Banchero?
–El sabor. Es igual desde que yo entré. Don Hilario me lo pasó a mí y yo se lo pasé a los chicos. Además siempre se usa buena mercadería. Y acá siempre está la familia Banchero.
–¿Vienen a la pizzería?
–Vienen y prueban la pizza. Tanto Diego como el padre. Que el sabor sea siempre el mismo tiene mucho que ver con que esté la familia presente. Ellos conocen todos los sabores, desde chicos comieron pizza de Banchero… ¿qué les podés discutir del sabor?
–En todos estos años en Banchero, ¿metiste cambios?
–Yo metí la pizza de jamón y ananá, que cuando entré no se vendía.
–Jamón y ananá, polémico, ¿no?
–La fui poniendo de a poquito. También la de rúcula y una caprese.
–Y cuando hacés esos cambios ¿el habitué se queja?
–El tradicional no reacciona bien. Acá viene a comer gente grande y me dice: “A mí traeme una muzzarella, una fugazzeta y un moscato. Nada más”. Es gente tozuda a veces. Pero también, ¿viste la pizza de ahora? La de masa madre… A mí sinceramente no me gusta. Aparte tiene mala apariencia: toda deformada. En mi época de pizzero, la pizza era bien redondita, correcta, con presencia. Por la vista entra la comida.
–Las pizzas hoy de moda, como la neoyorquina, por ejemplo, ¿te gustan?
–¿Vos la comiste? Es malísima. Es como la de Ugi’s. Lo digo con todo el respeto, porque laburó y labura mucha gente en Ugi’s. ¿Y te acordás cuando llegó Pizza Hut a la Argentina? La gente la compraba hasta que se dio cuenta de que le estaban vendiendo cualquier cosa. Y se fue. La pizza tradicional es la de molde, y después, a la piedra. La pizza argentina es buena.
–¿Por qué es tan buena nuestra pizza?
–El secreto está en la masa. Tenemos muy buena harina y muy buena muzzarella. Tenemos materia prima buenísima. Hace unos años, en el noventa y pico, había venido el campeón mundial de la pizza, un tano, no me acuerdo el nombre. Vino a dar una charla a todos los pizzeros que estábamos afiliados en el sindicato, y pensaba que nosotros éramos indios. Pero cuando nos vio trabajar se quería morir, se resorprendió. Hoy los pizzeros argentinos somos muy requeridos fuera del país.
–¿A vos te tentaron para irte?
–Me tentaron de España y de México. Fueron a comer a Banchero y pidieron hablar conmigo. Pero yo me quedé por mis hijos, que eran chicos.
–¿Qué pizzas te gustan a vos?
–Me gusta la pizza a la piedra, por lo general la de muzzarella. Y la fugazzeta también. Soy clásico.
–Se dice que cuando uno va a una pizzería que no conoce tiene que pedir de muzzarella, ¿estás de acuerdo con esa idea?
–¡Claro! No hay otra, ahí podés ver realmente qué calidad de queso usan. En otras te lo disfrazan, y eso cambia el sabor.
Fuente: Clarín Gourmet by María Florencia Pérez ~Es sábado al mediodía en la bodega mendocina Casa Vigil donde se organiza una experiencia inmersiva sobre el universo del tomate. Participan decenas de cocineros, investigadores, productores y periodistas que conversan tranquilos alrededor de una larga mesa. Desde la cabecera, irrumpe desenfadada la voz del Zorro Von Quintiero que propone a Mendoza como capital gastronómica de Argentina y remata con: “¡Es Italia pesificada!”.
A los 57 años, uno de nuestros músicos más transversales -tocó con Soda Stereo, Charly García, Ratones Paranoicos y muchos más- tiene la carcajada fácil y el ímpetu rocker intacto. Llegó a estas coordenadas para dar un show con Hilda Lizarazu y Fernando Samalea y de paso amenizar con su tribu de origen, los gastronómicos.
Es que además de haber sido uno de los impulsores del polo de Las Cañitasa mediados de los años noventa con el disruptivo Soul Café, el Zorro tiene estirpe cocinera. Un abuelo con ese oficio en Calabria y un padre que migró para encontrar la patria en la cantina porteña.
El elogio del Zorro a la comida de bodegón
«Lo simple si es rico es dos veces rico», dice el Zorro Von Quintiero. Foto: Martín Bonetto.
El cocinero rocker cumplió sus “fantasías gastronómicas” una y otra vez. Después del Soul Café llevó adelante Nina Wok, Voodoo Bar, Super Soul y Bruni, el último en cerrar en una esquina vistosa del Bajo Belgrano que hoy ocupa Kona Corner, el nuevo restaurante de Narda Lepes e Inés de los Santos.
El año pasado, cuando estaban desmantelando su último bastión culinario, se viralizó una publicación que hizo en sus redesen que protestaba por los numerosos obstáculos que experimentan quienes quieren llevar adelante este tipo de negocio en la Argentina. “Fue una locura, me llamaban de todos los medios. Dejé de hablar porque lo querían hacer ver como algo político cuando mi crítica era contra todo un sistema que no funciona”, advierte.
Y aunque reconoce que con el cierre de Bruni se quedó sin su «parada», le hace honor a su apodo y no pierde las mañas (gastronómicas) que por estos tiempos pasan por el elogio encendido de la cocina que conoció de chico y en su primera juventud.
“Hay que reivindicar esa comida de bodegón, de cantina de antes que era menos sofisticada pero también menos confusa que hoy. Es cierto que ahora se cocina mejor, con más técnica y hay muy buenas materias primas pero muchas veceste recitan los pasos que hicieron para preparar los platos. Hay muchas exageraciones en el mundo gastronómico”, afirma. El Zorro Von Quintiero en la experiencia inmersiva «Del Tomate» en Casa Vigil (Mendoza).
Y aboga por un balance entre lo viejo y lo nuevo: “A veces en el afán de tener los productos más raros y locos, nadie entiende nada. A mí me gusta pero hay mucha gente que no quiere eso. No está preparada para recibir esa información y tampoco le interesa porque no es foodie”, asegura.
-¿Qué restaurantes de antes extrañás?
–Me gustaba Hermann porque era medio intelectual, rocker. Estaba en Santa Fe y Armenia. En una época iba al Open Plaza también. Caía a comer con Charly (García) a las tres de la mañana y estaban todos: ¡abría 24×7! Ahí surgió la idea de grabar el himno argentino porque tenían un piano.
Esta Buenos Aires donde ya no hay cocina de trasnoche no me gusta. Vas a comer y tenés esa sensación de que a las doce todos están apurados y se quieren ir a la casa. Ya ni siquiera cierran a la una… También extraño las cantinas que son un formato setentoso, casi de fines de los 60.
Aunque algunas sobrevivieron como Rondinella en Palermo. Lugares sin decoración, un salón con luz de tubo nomas. A veces lo que «no tiene onda» sí tiene onda. A muchos nos alcanza con comer bien. Lo importante es ver la relación precio calidad. Por eso a la parrilla de barrio se la respeta. «Lo importante es ver la relación precio calidad», afirma el Zorro Von Quintiero. Foto: Martín Bonetto.
-Como impulsor del polo gastronómico de Las Cañitas vos irrumpiste con una propuesta muy diferente…
-Sí, la cocina de los 80 de alguna manera empezó a terminar cuando yo abrí el Soul Café con Luis Morandi que hoy es el dueño de BASA y del Gran Danzón.
Hubo todo un conjunto de lugares como Pizza Piola, Filo, Danilo Ferraz con su pizza a la parrillaque le cortaron la cara a los restaurantes de los 80 como era por ejemplo la clásica Munich de Recoleta. Surge esto de que ir a comer sea entretenido. Hoy la gastronomía es entertainment total, gastar la guita en un restaurante hoy es como gastarla en un recital o en una obra de teatro
-Por eso también hay lugares de moda donde la ambientación parece más importante que la comida…
-Para mi la comida es lo más importante. Entiendo que hay lugares donde lo social es más importante que lo gastronómico pero si voy a uno así prefiero tomar algo y no comer.
La onda no puede sustituir a la buena comida. Y eso que yo tuve un restaurante que era lindo como el Soul café que cuando irrumpió era muy distinto, todo rojo, bien funkero, soulero… No existía eso. Pero también teníamos antecedentes gastronómicos que nos dieron un piso.Mi viejo era un cantinero. Era dueño de Cervecería López junto con unos gallegos y después tenía sus cantinas.
-Cervecería Lopez acaba de cumplir 80 años y sigue siendo un lugar muy querido por mucha gente. ¿Qué recuerdos tenés de ese lugar? El Zorro Von Quintiero junto a Charly García y Diego Maradona en el Soul Café en los años noventa.
–La gente todavía lo ama porque había platos y no “platitos”. La diferencia entre los platos y los platitos es la platita (risas). Esas picadas enormes con jamón crudo argentino estacionado que había que deshuesar. Te servían la sopresatta, un plato de aceitunas rellenas, queso gruyere, papas fritas, el antipasto… Había pan rico, mignón de una buena panadería de barrio.
La gente hacía cola para morfar, se llenaba la terraza. La comida no tenía nada que ver con las cervecerías de ahora que te dan hamburguesas… Y tenían la cerveza más fría de Buenos Aires. Se servía en serpentina a barra de hielo. En el balón o en el chopp chorreaba la espuma. ¿Ahora en qué lugar chorrea la espuma? ¡En ninguno!
-¿Qué te parece la movida de la cerveza artesanal y la proliferación de tantos estilos diferentes?
-Es que antes había una sola cerveza. Hoy hay 100 licuados con sabores distintos. La cerveza es Lager… Después están las variaciones de IPA, más perfumada o menos perfumada. Pero la cerveza que me gusta a mí es la clásica Lager hiper fría aunque sea invierno.
En este retorno a los orígenes gastronómicos que reivindica el Zorro mucho tuvo que ver un viaje en esa precisa dirección: “Cuando fui por primera vez a conocer Calabria, la tierra de mi papá, fue como terminar de ver la película que me habían contado toda la vida. La comida es muy importante para los tanos. A Julieta Oriolo le pasó lo mismo cuando fue”. El Soul Café en los noventa.
Silvio Quintiero llegó a los 15 años a la Argentina para trabajar como obrero en la construcción, con el tiempo incursionó en la gastronomía. “Mi viejo nunca más vio a los padres porque le daba tristeza volver a Calabria. Y la comida le dio onda. A mí me pasó igual -también con la música, ¿no?- pero cocinar, estar metido con el sabor y agasajar me dio onda”.
El Zorro dice que así como otros meditan, él cocina. Es su antídoto secreto para la salud mental: “Me da tranquilidad. Hay que ser paciente en la cocina. Ir picoteando un formaggio, prosciutto y apagar la tele. Poner una buena playlist, tomar un vermouth y ahí sí le cocinas a tu familia, a alguien que querés agasajar”.
-¿Y qué es lo que más te gusta cocinar?
-Me gusta la cocina de las abuelas. Por eso siempre tengo acelga hervida para hacerla salteada o en una tarta pascualina. La cocina de Doña Petrona: eso tiene que resurgir. Lo simple si es rico es dos veces rico. Pero lo mío es la pasta. Eso me encanta…
Otra cosa que hay que reivindicar es la fábrica de pastas porque así como defiendo el fusil al fierrito de cantina me gustan los ravioles de fábricas de pastas tradicionales como la Amelia (Avenida Boedo 1639) que son las que les vendían a los restaurantes en los años 70. «Antes había una sola cerveza. Hoy hay 100 licuados con sabores distintos», dice el Zorro Von Quintiero. Foto: Martín Bonetto.
También el típico sorrentino argentino de mozzarella y jamón. Aunque en ese caso el más rico es marplatense, el de la Trattoria napolitana que hacen con una masa que se te derrite en la boca.
-¿Hay alguna posibilidad de que vuelvas a ser parte de la industria gastronómica?
-Yo tuve muchas fantasías gastronómicas y cumplí unas cuantas. Para mí estaría bueno tener algo chiquito, para poca gente y cocinar yo mismo. Si alguien se va a meter en este negocio que tenga cuidado con el tamaño porque realmente es un despelote tener mucho en este rubro.
Capaz no se pueden generar buenos ingresos pero me gustaría darme ese gusto de cocinar para pocos, hacerlo bien y darle placer a la gente. Podría ser el cocinero de un lugar donde vos venís y yo cocino lo que querés. Algo «atendido por sus propios músicos».
Hay gente que me pide ideas. De hecho un equipo que desarrolla nuevos negocios se ofreció a contratarme para eso porque estamos en un momento de muchas aperturas. Ya no alcanza con poner un lugar lindo y bien ubicado para ser realmente bueno.
-¿Y pensás aceptar?
-Lo estoy evaluando porque a mí me cuesta trabajar para gente que te contrata y tener un jefe. La verdad es que hay un único jefe que siempre me gustó tener: ¡y se llama Charly García!
Fuente: IProfesional ~ Fundada en Estados Unidos en 1952 por el mítico Coronel Sanders, KFC, la cadena de pollo frito apuesta a seguir abriendo locales en el país.
La marca está cumpliendo diez años en Argentina. Diez años desde la apertura del primer local en Alto Palermo Shopping, un espacio de 400 metros donde logró generar un ambiente único que representa la impronta de KFC. Luego, la llegada a Rosario y a Mendoza también fueron hitos importantes marcando la expansión de la marca de comida rápida fuera de Buenos Aires
Según cuenta a iProfesional Fernanda Pieruzzini, gerente de Marketing de la compañía, lo que más se destaca de estos años «es la gran aceptación que tiene la marca en todos los lugares donde abrimos un local».
«Ya sea que nos conocen de antes o que les genera curiosidad el producto, una vez que nos prueban, nos adoptan», asegura, y agrega: «Los consumidores se sienten a gusto con el producto y con la experiencia que viven en nuestros locales con un clima ameno, relajado y moderno que invita a ‘chuparse los dedos’ luego de disfrutar del pollo crocante de KFC».
Como contraparte, fueron surgiendo una serie de desafíos: «El principal y la gran incógnita en el inicio era entender qué aceptación iba a tener una cadena de pollo en el país de carne vacuna«.
El segundo, dice, «fue romper la barrera de comer el pollo con las manos y entregarse al disfrute y al sabor sin importar ningún protocolo. En otras partes del mundo, KFC ya es una marca muy establecida donde son líderes desde hace muchos años. Aquí tuvimos que empezar de cero».
El ambicioso plan de expansión de KFC
«La gran incógnita era entender qué aceptación iba a tener una cadena de pollo en el país de carne vacuna», plantean
Actualmente, la marca cuenta con 25 locales y una marca ya establecida en el mercado argentino. «El reto está en seguir sumando consumidores y en llevar el gran sabor de KFC a nuevas ciudades y seguir generando empleo», plantea la ejecutiva.
Hace pocos meses, la marca inauguró un nuevo local en el barrio porteño de Belgrano, sobre la Avenida Cabildo. La apertura es la número 23 de la cadena en el país.
«En los próximos años, las inversiones estarán focalizadas en nuevas aperturas», anticipa. El plan de expansión contempla nuevas aperturas con el foco puesto en Capital Federal y AMBA, nuevas zonas geográficas y nuevos formatos de locales con más comodidades para los consumidores.
«Estas nuevas comodidades vienen tanto desde el punto de vista estructural como tecnológico para facilitar que los consumidores puedan pedir el mejor pollo del mundo de la forma que les sea más conveniente», explica, y ejemplifica: «Desde su auto por un DT, desde las múltiples plataformas de pedidos online propias y de terceros, o desde la comodidad de su celular para pick up que ya tenemos desarrolladas y continuaremos mejorando».
Para apalancar este crecimiento, la marca apuesta a la diferenciación de producto como «lo más relevante», según la vocera. «Somos una marca con muy buena presencia en Capital Federal, donde tenemos las principales plazas cubiertas, pero fuera de Buenos Aires aún hay mucho camino por recorrer».
Por otro lado, agrega Pieruzzini, que «contar con una marca consagrada a nivel mundial que aporta un konw how del negocio de muchos años nos permite ser muy eficientes en todos nuestros indicadores, sumado a un equipo gerencial con muchos años en la industria».
En los próximos años, las inversiones de KFC estarán focalizadas en nuevas aperturas
Ver crecer el negocio y generar impacto
La marca viene trabajando de la mano del Banco de Alimentos desde hace más de 5 años. «Nuestro propósito como empresa de alimentos es ayudar a llevar un plato de comida a la mesa de los chicos que más lo necesitan», dice la responsable de Marketing.
Lo que hacen es entregar más de 600 kilos de pollo mensualmente a la ONG mediante un sistema desarrollado junto a ellos donde voluntarios del Banco pasan por los locales a buscar el pollo y lo llevan directo a la entidad que lo solicitó mediante su app.
La Nación – En el local, abierto en 1956 por una familia de inmigrantes italianos, no siempre se vendieron hamburguesas: previamente fue una sucursal de Helados Laponia, y antes, una agencia de autos
Uno de los primeros McDonald’s que abrieron en la Argentina se ubicó en Acassuso, cerca del cruce entre Avenida del Libertador y Pueyrredón. Tendría que esforzarse por dominar el mercado ya que había un serio competidor a pocos metros: Pumper Nic. Pero los directivos de la cadena estadounidense no estaban preocupados por Pumper Nic, sentían que la pelea sería con otra hamburguesería de la zona que tenía un local único: Pepino.
Cuenta Rubén Salvucci (62), que regenta el local desde hace más de 30 años, que aquella vez, los responsables de McDonald’s lo llamaron y le pidieron una reunión. La organizaron ahí mismo, en Pepino. Se vieron un lunes al mediodía y la charla fue corta. Los norteamericanos querían saber una sola cosa: si Pepino iría a abrir más locales en zona norte, para poder ellos asegurarse un crecimiento estable en la Argentina. Los Salvucci respondieron “tranquilos, nos quedamos acá, con este local solamente”.
Los jóvenes que empezaron a ir a Pepino a sus 25 años, hoy tienen 70 y son clientes regulares. Uno de los de esa camada es Walter Santiago, alias “Alfa”, el recientemente eliminado participante de Gran Hermano que tanto ha dado para hablar… Pero su nombre es uno solo en una lista de mil celebridades y mil anécdotas. Porque, según cuentan sus dueños, la historia de Pepino se divide en tres etapas.
La primera etapa: “Esto nació como una agencia de autos”
En 1956, Domingo Salvucci, italiano de la región de Le Marche, arribó a la Argentina con una valija y mil sueños. En Italia era jardinero, pero aquí buscó trabajo “de lo que fuera”. Con sus ahorros, compró un terreno anexo a una estación de servicio, allí en Libertador y Pueyrredón. Acassuso no era el barrio que conocemos hoy: había muchos terrenos vacíos, pocas casas construidas. Pero la zona era muy recorrida, ya que por esas cuadras de Libertador se corrían distintos tipos de carreras: las “serias”, es decir, los Grandes Premios, y las picadas de los “fierreros” de la zona.
Domingo Salvucci pensó bien: había una devoción por los autos, entonces abrió una concesionaria de marcas importadas. Para no quedarse corto, agregó un taller y contrató un equipo de mecánicos. Rubén Salvucci (61), su sobrino nieto y actual manager de Pepino, explica para LA NACION:
“Esto estaba dividido en dos partes, en la agencia de autos y en un kiosco. Lo manejaban juntos mis tíos abuelos, Domingo y Raquel”.
“Nuestra esquina era el lugar perfecto para que pararan los corredores de los Grandes Premios: teníamos un taller y, al lado nuestro, había una estación de servicio. Cada tanto, a uno se le rompía el auto, en esa época los coches eran menos sólidos, y le pedían a mi tío abuelo que se los arreglara”.
“La agencia vendía autos 0 km, muchos. Luis Sandrini se llevó un Rolls Royce de ahí. Luego, otro cliente compró un Maybach Zeppelin, que era el único que existía en la Argentina. También se vendían los DKW”.
“Después, en 1961, llegaron mis padres, Lanfranco y Rina, también italianos. Los 4, juntos, empezaron a coordinar el negocio. Mi papá se puso a trabajar a la par de mi tío. Iban juntos a buscar los DKW a Sauce Viejo, Santa Fe, y los manejaban hasta la concesionaria. Mi mamá ayudaba a mi tía abuela con el kiosco. Así trabajaron durante un par de años, pero luego las cosas cambiaron… Mi tío se enfermó y el kiosco, que era un pequeño negocio en comparación con la agencia, empezó a ser lo más redituable. Entonces mis padres y mi tía abuela cerraron la agencia y apostaron todo al kiosco”.
La segunda etapa: Helados Laponia
“El kiosco se agrandó y se convirtió en una sucursal de heladerías Laponia. Fue, más o menos, en 1964. Para 1969 ya era bastante conocido. Había una explanada grande adelante, entonces se llenaba de gente joven de Acassuso, que venía en sus motos y autos, los dejaban estacionados ahí y se quedaban charlando. Además de los helados ofrecíamos bebidas, panchos y sándwiches”.
“En un momento, mi tía les vendió esa parte del negocio a mis padres. Y Laponia duró hasta 1969, que fue el año en el que nos convertimos en una hamburguesería”.
“Laponia venía en baja. De hecho, después desapareció como marca. Nosotros no lo producíamos, lo comprábamos y lo vendíamos. Pero la razón del cambio fue otra… Muchos de los clientes le decían a mi mamá que estaban aburridos de los panchos y de los sándwiches. ´Rina, preparanos algo diferente, le pedían´. Ella, que ese día justo había comprado carne picada para prepararme una hamburguesa cuando yo volviera del colegio, les ofreció una hamburguesa con tomate y lechuga. La probaron, les encantó y le pidieron más”.
La tercera etapa: Pepino
-El helado había quedado atrás.
-El helado había quedado atrás. Nos transformamos en una hamburguesería.
-¿Por qué “Pepino”?
-El nombre de mi viejo, Lanfranco, era difícil de pronunciar para los clientes. Y mi viejo era re italiano, no hablaba una gota de castellano. En esa época estaba de moda el cantante Peppino Di Capri, que era italiano, como él. Lo apodaron Pepino a él y el local la ligó, ja. Pasó a llamarse Pepino.
-¿Qué los caracterizaba?
-Vendíamos una hamburguesa rica y sencilla. Clásica, sin agregarle nada. Nos iba muy bien. Y a veces hacíamos omelettes. Eran distintos a los de otros lugares, eran más espumosos.
-¿Siempre les fue bien? ¿No tuvieron momentos difíciles?
-Sí. La hiperinflación de Alfonsín… Empezábamos con un precio en la mañana y terminábamos con otro en la tarde. Pero nos apoyábamos mucho entre los locales del barrio, nos proveíamos de ingredientes y nos reuníamos para definir precios. Una ONG llegó a decir que nosotros éramos los que “marcaban” el ritmo de los precios. Fue una época de porquería, pero la pudimos aguantar.
Menem, fascinado con los cappellettis de Rina
-Mauricio Macri y varios dirigentes de Pro han elegido Pepino para venir a comer.
-Sí. Van y vienen muchas personas conocidas. Siempre fue así. Acá han comido todos los de Soda Stereo. Charly Alberti ha venido a comer y a preguntarme qué tipo de auto le recomendaría que se comprara.
-¿Qué otros clientes conocidos tienen?
-¡Los All Blacks! Una vez, después de un partido contra Los Pumas, llegaron de sorpresa y se pidieron 40 botellas de cerveza, de 1 litro cada una. Una para cada uno. También viene un actor de Los Simuladores, el alto [posiblemente Martín Seefeld], Baby Etchecopar, el Burrito Ortega, Francescoli…
-¿Y antes, cuando eras más chico?
-Cuando mis papás estaban a cargo del local, venía Carlos Monzón. Mi mamá le decía que Nino Benvenutti era mejor, en joda, eh [risas].
-¿Y en los 90?
-Carlos Menem. Me acuerdo que Menem se desvivía por los cappellettis de mi mamá. Una vez se auto-invitó a nuestra casa para comer cappellettis caseros. Estaba con otros funcionarios. Tenían que irse a una reunión no sé dónde, pero él decía “esto está demasiado bueno, ¡¡yo no me quiero ir a ningún lado!!”.
Rina llega a último momento para contar: “Después han venido Zulema, Zulemita… Mirtha Legrand… ¡Acá vino todo el mundo!”.
Fuente: La Nación – En el 2018, Irina Widuczynski se animó a introducirse en el mundo de las reseñas de comida bajo el nombre “Buenos Paladaires”; cinco años después, es una destacada figura en las redes y en diálogo con LA NACION explicó el detrás de escena de una profesión tan criticada como necesaria
Dicho eso, ¿se puede vivir de recomendar restaurantes para ir a cenar? ¿Cuáles son los desafíos de esta profesión creada por los tiempos modernos? Y, lo más importante, ¿cuán legítimas son las reseñas en una actualidad en donde el mundo se mueve a base de canjes?
Sobre el nacimiento de Paladaires y qué es ser una “food influencer”
Amante de la comida desde que tiene memoria, Irina Widuczynski era a quien sus amigas acudían para pedirle recomendaciones de bares, restaurantes y cafés. En el 2018, llevada por la insistencia de quienes le pedían que compartiera sus conocimientos con el mundo, le dio vida al blog Buenos PaladAires con el fin de hablar de las diversas propuestas gastronómicas que la ciudad tenía para ofrecer.
Para meterse en un rubro en donde la competencia era cada vez más feroz, Pala -como Irina tiernamente se refirió a su proyecto durante la charla con este medio- logró crecer a paso firme a fuerza de tres simples valores: honestidad, calidad sobre cantidad y sacar a relucir el factor humano detrás de cada local que recomendaba.
“A mí no me gustaba que había mucho canje. No había nadie que hiciera reseñas honestas. Entonces dije: voy a ir a pagar como cualquier persona y hablar de gastronomía.Con el tiempo, empecé a mostrar la parte humana porque yo veo la gastronomía como algo integral. No me interesa solo comer un plato, sino saber quién lo hace, conocer la historia… meterme un poquito más”, explicó.
Ahora, con cinco años de experiencia y un contador de seguidores que no para de subir, aclara que su modalidad de trabajo no cambió. “Hasta el día de hoy voy, pago, consumo, me levanto y me voy como cualquier persona… Porque ¿puedo realmente ser honesta si me invitaron?”, señaló. Y remarcó: “Jamás le faltaría al respecto a las personas que confían en mi palabra solo para comer gratis. Tengo una responsabilidad como comunicadora”.
El resultado de esta tajante postura es que Buenos PaladAires nunca se terminó de convertir en su fuente de ingresos principal: “Es un 80% hobby, no te voy a mentir. Me llaman marcas para trabajar y a la mayoría le digo que no, porque no voy a recomendar productos o lugares que van en contra de mi filosofía de vida, así que los ingresos son muy pocos”.
No obstante, su “trabajo de verdad” no se aleja mucho de su pasión por el buen comer. Como fotógrafa -especialmente enfocada en lo gastronómico, claro está- sigue ampliando sus contactos en este competitivo rubro y, de a poco, encuentra la manera perfecta de combinar ambas profesiones.
Los inesperados factores que pueden hacer de una experiencia culinaria un sueño o una pesadilla
Antes que nada, Irina diferenció con vehemencia: “No soy crítica, ni me defino como una. Estoy lejos de serlo”. Hecha esa aclaración, aceptó con cierta resignación el título de influencer gastronómica y casi adelantándose a las críticas que acompañan dicho rótulo, explicó con orgullo que sus opiniones están bien respaldadas. No solo por los conocimientos acumulados a fuerza de viajes, experiencias como moza y bachera ( “Ver el detrás de escena te da otra mirada”, señaló) y lecturas especializadas, sino por el tan sabio como simple consejo que recibió una vez: “Conocí a un crítico gastronómico importante que me dijo ‘más allá de los cursos, vos tenés que comer’”, recordó, entre risas.
Así, con un paladar más que entrenado y el saber acumulado de quien se alimenta a base de comidas y cafés preparados por profesionales, reveló cuáles son los factores que definen una buena experiencia culinaria.
“La materia prima es lo primero en lo que me fijo, que el producto sea de la mejor calidad posible hace la diferencia”, expresó, tras tomarse un par de minutos para analizar la cuestión. Sin embargo, hay otros elementos que también hacen peso en la balanza: “La gastronomía es completamente experiencial. La vajilla, la luz, la música… te cambia mucho si vas y no podes más del ruido o si la música acompaña lo que estás comiendo”.
Pero quizás, lo más relevante, es la atención al público: “Como te atienden es un antes y un después. Cuando te atienden muy bien, pero algo salió mal, tu reacción ante ese problema es totalmente distinta. Es una de las cosas más importante y a la vez es la más compleja. Sobre todo si tenes un restaurante de cierto nivel… en ese caso es casi más importante que la comida (risas)”.
En ese punto, quien está detrás de Buenos PaladAires consideró importante hacer una aclaración: cada vez es más difícil conseguir personas que quieran trabajar y que lo hagan bien, pero no es solo la culpa de los empleados, sino que se debe a que el ambiente culinario cuenta con valores y costumbres cuestionables.“Es un rubro complicado en cuanto a trato, a sueldos, igualdad de género. Entonces no es tan fácil analizar la atención al público si te pones a pensar que es alguien a quien le están pagando poco y tratando mal”, reflexionó.
El lado más polarizante de la gastronomía: empanadas en frascos y demás tendencias
Todos hemos sido víctimas de las tendencias gastronómicas que muchos adjudican de manera burlona y casi despectiva a los bares y restós del barrio de Palermo. Las empanadas en frascos, los fideos con tuco servidos adentro de una copa, los platos pensados más para ser virales que para satisfacer al comensal y las mesas y banquetas que cumplen con su rol estético dejando mucho que desear en cuanto a comodidad fueron una y mil veces protagonistas de acalorados debates en las redes.
Aunque estas características son duramente criticados por usuarios de Twitter y esnobs de la gastronomía, Widuczynski no es tan rápida al momento de juzgarlas.“Donde hay una tendencia, hay un público. Hay gente que lo consume y que le gusta, más allá de si yo lo comparto o no. No necesariamente lo que me gusta a mí le gusta a los otros y si se vuelven virales es por algo”, sentenció.
“Hay gente que prefiere ir a un lugar a sentarse con el diario y ser atendido y otros que quieren ir a tomar un café de especialidad y no les molesta pedir por mostrador. Hay gustos para todo”, finalizó, zanjando el eterno conflicto de lo que es o no es correcto al momento de sentarse a comer.
Fuente: Clarín ~ Es una noche hermosa de verano. Pol Lykan se sienta en la terraza de Overo Bar para charlar con un cliente y se tapa con una mantita. Solo unos pocos años atrás, la escena era distinta.
Salía de la cocina del exitoso Freud & Fahler, empapado en sudor, a saludar a sus amigos por un segundo. Ellos iban a comer a su restaurante para verlo porque las más de 12 horas diarias entre hornallas de este reconocido cocinero lo aislaban de la vida social.
Lo que cambió a Pol Lykan, como a tantos otros, fue el Covid-19. Pero también la conciencia de su paternidad, en la que cumple, sin buscarlo, todos los roles. “Cuando llegó la pandemia, en ese marzo de 2020 que terminó siendo el horror para todos, comencé a pensar en distintas ideas para seguir funcionando desde mi restaurante Freud & Fahler. Lo primero que hice fue comentarle estas ideas a mi hermano Gabriel, y él me hizo una devolución durísima, única, sentida, que tenía que ver con mi realidad. Soy padre y madre de mi hija Anita. Tenía que pensar en ella, en que dependía completamente de mí y las consecuencias desastrosas que podría tener que me pasara algo”, explica Pol.
Y en ese momento todo cambió. Las semanas seguían pasando, una tras otra y a la par de eso, padre e hija vivían momentos increíbles, esos que no podían tener antes por la velocidad diaria del restaurante.
“La sumatoria de esos días fue sembrando una idea, que jamás había imaginado, muy dura para mí. Era ver que la construcción que habíamos realizado junto a la mamá de mi hija 27 años atrás debía tener un fin”, cuenta Pol Lykan admitiendo que su vida debía cambiar, que el amor que siente por Anita de 12 años lo supera todo. “Es lo más importante que tengo, no quiero perderme un minuto de su vida”. Fue entonces cuando cerró Freud & Fahler.
El mítico restaurante abrió a finales de los 90, cuando Palermo no era la actual meca gastronómica, sino un barrio que según la experiencia de Lykan tenía vida propia, vecinos amables, talleres mecánicos, “un barrio silencioso con calles empedradas y construcciones antiguas, era el Palermo Viejo que venía de aquel arrabal bravo”.
Soy padre y madre de mi hija Anita. No quiero perderme ni un minuto de su vida.Pol Lykan, cocinero
El primer restaurante estaba en una casa de 100 años, que en su época fue la lechería del barrio, con un espacio para los carros, la vivienda de la familia, el lugar para lavar los tarros y una cámara. “Nunca me olvido de que caminando por el pasaje Russel, casi llegando a Gurruchaga, vi un lugar que me llamó la atención, y en ese momento pensé que algún día iba a tener un restaurante en esa esquina.”
Luego de 27 años, 12 horas de trabajo diario, viajes en la búsqueda de nuevos proveedores y dos direcciones en ese mismo barrio, Pol cerró ese restaurante para siempre. Insiste en esto de para siempre. No solo porque ya está en pleno funcionamiento Overo Bar, que lo tiene como protagonista, sino porque muchos clientes le siguen preguntando por algunos de sus platos.
Pero la historia de Lykan en la cocina comenzó mucho antes.
-¿Cómo llegó la cocina a tu vida?
–Vengo de la unión de dos familias, de griegos y de croatas, y cada una traía una historia de vida diferente, con el bagaje cultural de sus raíces, con su forma de vivir, de nutrirse y con sus recetas de familia. Me acuerdo que desde chico los veía buscar productos de temporada, frescos, de buena calidad. Mi papá además era fanático de todo lo que venía del mar, ya que se relacionaba con su origen. Además, cocinaba muy bien y mamá lo sigue haciendo increíblemente bien; es única, en cada cosa que elabora se ve su sensibilidad, con sabores sutiles, con su pastelería delicada. Y así mi memoria celular se fue cargando de detalles, de sabores, de aromas, de todo lo que ellos amaban. Mi abuela materna también me formó como cocinero. Una de sus formas de poder “gobernar a los demonios” y que no hiciéramos lío era convertirnos en ayudantes de cocina. Y era muy divertido porque además todo valía, nos permitía cualquier cosa, nos dejaba ser libres. Hacíamos mucha pastelería y, algunas veces, salados. Por esa época estaba sorprendido por sus masas de strudel, que ella estiraba a mano, eran transparentes, finísimas y las hacía con las yemas de sus dedos. Pol Lykan, en los tiempos de Freud & Fahler.
-¿A qué edad empezaste a cocinar profesionalmente y en qué ámbito?
-No tengo muy claro el momento, es como si siempre lo hubiese hecho. Yo estudié una carrera tradicional que tenía que ver con un mandato familiar, no con un deseo propio. Pero por las noches, tenía la fortuna de hacer lo que tanto quería, varios amigos ya eran cocineros buenos y fueron muy generosos dándome espacio en sus cocinas. Yo no paraba de preguntar, quería saber, entenderlo todo. Era emocionante, se respiraba la adrenalina del despacho, era genial. Descubrí esos momentos de fin de servicio, al terminar el día y salir caminando por un barrio que dormía. Durante esas caminatas, ellos hablaban de detalles de la noche o de ideas para nuevos platos y despacito llegábamos donde se juntaban otras brigadas de cocina, donde se soñaba la vida. Éramos muy chicos.
La vida de Lykan en las cocinas, desde el comienzo, fue “matarse trabajando”. En su restaurante hacían todo. Desde el pan, los bombones, los helados, la selección de vinos, la búsqueda de los manteles de algodón perfectos, cada pieza de vajilla para cada plato, los cubiertos, las copas de cristal: “Sentíamos que todo representaba el dar algo más, detalles que a nosotros mismos nos agradaban, los que queríamos recibir al ir a un lugar. La tía de uno de los cocineros nos mandaba encomiendas con mata negra, que la usábamos para ahumar un chuletero de cordero, para que se impregne del sabor del sur, o bolsas de sal rosa, de las salinas de su campo”.
Vengo de la unión de dos familias, de griegos y de croatas, cada uno con una historia diferente. Ya de chico los veía cocinar. Pol Lykan, cocinero
Recién en noviembre de 2020 decidió abrir este nuevo espacio en el que no es Pol Lykan el absoluto protagonista sino más bien el ambiente, el lugar y su extensa y muy cuidada carta de vinos. Aunque por supuesto que sigue cocinando, con mucho esmero, platitos increíbles, las mejores empanadas de cordero de la Ciudad y pinchos.
“Con Daniel Rigueras, mi socio, nos conocemos desde hace mucho tiempo, somos vecinos, él fue uno de los primeros parroquianos de Freud & Fahler. Además, nuestras familias son amigas. Es más, recuerdo a su primer hijo en el cochecito de bebé”, cuenta Pol.
Partieron de una idea que venía girando en la cabeza del cocinero cuando todavía tenía el restaurante abierto y volvía manejando de llevar a la escuela a Anita. Cuando lo armaron entendieron “que faltan estos lugares para el encuentro, amables, confortables, donde los clientes se sienten bienvenidos, tienen charlas largas, nadie los apura ni perturba”.
Overo es un bar de vinos y un club de vinos, con el diferencial de que cuenta con espacios pensados especialmente para que los miembros puedan encontrarse y disfrutar. Tienen un cine, una sala de vinilos y una cava para degustaciones para los socios del club. Y una terraza con atardeceres únicos.
Al final de esa noche, tapado ya con esa manta que ofrece a los clientes porque la brisa de verano llegó, admite que tiene nostalgia por lo que fue pero que este proyecto era un sueño que debía cumplir y que le permite no solo no estar empapado en sudor 18 horas al día sino además estar mucho más presente para su verdadero motor: Anita.
Abrir chat
1
🍳 Te sumas a Gastrowapp?
🍳 Info Gastronómica
🍳 Te Gustaría sumarte a Gastrowapp sin cargo? y/o Tenes alguna otra duda?