Herencia materna: tres historias de mujeres gastronómicas que dejaron huella en sus familias
Fuente: Perfil – Continuaron la vocación de sus madres y desarrollaron proyectos gastronómicos propios o ampliaron e innovaron los que ya tenían. Tres historias de amor, pasión y trabajo en conjunto.
Era casi una premonición que haya entrado al negocio familiar, ya que sus padres habían llamado a uno de sus vinos (el más famoso) con su nombre. “Crecí en el mundo del vino, pero nunca tuve mandato”, cuenta Julia, quien es profesora de inglés.
Hoy es la directora de turismo de bodegas Santa Julia y Zuccardi Valle de Uco, un puesto que su madre Ana Amitrano creó orgánicamente hace dos décadas cuando abrió el restaurante Casa del visitante en Mendoza. “Cuando nació mi primer hijo, pensé que iba a ser ama de casa, pero me duró seis meses”, cuenta Ana. De ahí se involucró en lo comercial del mercado interno, abriendo el camino para su hija. “Julia empezó como guía de turismo para poder tener dinero para sus vacaciones, y se fue integrando hasta que ella plantea sumarse al área de turismo”.
Julia llama a su madre “su mentora”, ya que embarcaron juntas en la hospitalidad. “Abrimos con mucho coraje y poco conocimiento. Lo manejaba yo y con Julia hicimos un aprendizaje: visitamos otros países vitivinícolas, que fue también una formación para ambas, además una oportunidad para hacer viajes en conjunto. Nos formamos juntas”, dice Ana.
En el día a día se cruzan poco, ya que Ana viaja mucho por su trabajo como Gerenta Comercial pero cuando está en Mendoza, almuerzan juntas. “Yo tengo mi oficina en Casa del visitante,” dice Julia, “y nos tomamos un ratito para charlar, y compartir. Yo quiero que mi mamá pruebe un plato nuevo o me haga alguna devolución, y yo aprovecho esos momentos justamente para eso. El área que nos une, que nos divierte, que disfrutamos, son los eventos relacionados con gastronomía”.
Hay un respeto y orgullo mutuo entre madre e hija, que entienden es positivo para seguir aprendiendo juntas. “Intento emular la practicidad de mi mamá, que es muy proactiva con una actitud de resolución”, dice Julia, mientras Ana admira la modestia de su hija. “Veo a un ser humano naturalmente humilde y como soy más impetuosa, aprendo de ella en los pasos que va dando”.
¿Cómo encuentran equilibrio entre negocio y familia? “Como familia, nos juntamos mucho aunque no seamos de reunirnos los domingos y, vamos de vacaciones una vez al año todos”, cuenta Ana. En agosto, madre e hija viajaron para festejar el 40º cumpleaños de Julia. “Elegí el destino, así que fuimos a París y Madrid. Nos une la gastronomía así que hacemos algo de esas experiencias”, dice Julia.
Ana Mosqueda y Guadalupe García Mosqueda
Casa Cavia
“Pensar en conceptos juntas fue lindo y al principio trajimos de todo, músicos, sesiones de lectura, charlas sobre la historia de la gastronomía, ¡pero a la gente le interesaba comer!”.
Bajo un elegante techo palermitano, existen varios mundos: un restaurante, un bar de coctelería, una florista y una editorial. Cohabitan en esta hermosa propiedad Ana Mosqueda y su hija Guadalupe García Mosqueda, que hace 10 años renovaron la casa centenaria juntas y luego crearon los diversos conceptos que se encuentran en Casa Cavia, Palermo.
“Yo tenía una revista académica, después empecé a publicar libros y vine a instalar la editorial Ampersand en el primer piso”, dice Ana. “Pensar en conceptos juntas fue lindo y al principio trajimos de todo, músicos, sesiones de lectura, charlas sobre la historia de la gastronomía… Los sábados hacíamos la feria de artesanos y también había un ciclo de cine al aire libre en el jardín. Pero ¡la gente seguía comiendo y no le importaba nada!”
Guadalupe y Ana son anfitriones de un espacio que hoy día lleva mucho enfoque sobre la gastronomía y con la corrida de los años, encontraron un balance en su relación laboral. “Nosotras tenemos personalidades fuertes, entonces hay que respetar el espacio de la otra”, dice Guadalupe. “Además, convivimos en una casa y somos mucha gente, 10 de la editorial y 40 abajo”. Su madre suma: “Yo la verdad aprendí a respetarla y vi toda la evolución de ella”.
¿Cómo pasan un buen momento juntas? “¡Tomando mate y chusmeando!” cuenta Guadalupe. “Rituales de cosas fijas no hay. Sí, nos vamos de vacaciones juntas una vez por año a Uruguay y me quedo 10 días. Eso es un ritual familiar de casi mil años. Y, compartimos un perro”. Capaz se viene una nueva colaboración este 2024: durante la entrevista, Guadalupe plantea a su madre que Ampersand pudiera publicar el libro conmemorando los 10 años de Cavia.
Después de una década, ahora se viene un cambio: con el crecimiento de la editorial, Ana se muda y el primer piso se convierte en una cava de vinos y espacio para eventos. “Siempre voy a volver, no solo porque sea mi casa, sino porque me parece que lo que es la característica, es que la gente venga y vea que es un espacio que está muy bien cuidado”, dice Ana. “Ese es, y será, mi aporte”.
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Patricia Scheuer y Ludovico De Biaggi
Gran Bar Danzón y Oh No! Lulu
“No tenemos equilibrio entre la familia y el negocio, está todo mezclado. Literalmente estamos hablando de trabajo las 24 horas del día”.
Tenía apenas 13 años Ludovico De Biaggi cuando empezó a frecuentar el bar de su madre, Gran Bar Danzón en Recoleta. “Pobre, yo iba todos los sábados al Danzón a hacer la parte administrativa cuando todavía se emitían cheques”, cuenta Patricia Scheuer, “y él me acompañaba, porque yo no sabía qué hacer con el chico”. Una solución apareció para “el nene gordito e introvertido”, en la palabras de él, en la forma de Inés de los Santos. La bartender estaba empezando a dar un curso de coctelería y Patricia le pidió que le enseñara el oficio, pero que no tomara alcohol. Marcó el comienzo de la segunda generación en la hospitalidad: “Tenía pocos amigos y no me gustaba hacer deportes pero la barra fue ese lugar que me cambió”, dice Ludovico.
Hoy, madre e hijo, un reconocido bartender, manejan la empresa que incorpora al Danzón, Basa, Oh No! Lulú y Basa Café, junto a su socio Luis Morandi. Patricia, actriz que pasó por varios rubros incluso manejó una librería para apoyar su carrera, se ocupa de lo administrativo y del servicio mientras su hijo está a cargo de lo líquido y los eventos en todos los locales. “Para marcar una división, mamá está más de día y yo estoy en las noches recorriendo de acá para allá”, dice Ludovico. Ella agrega que él está tomando la posta en todos los puestos más en la parte administrativa; juntos están en las reuniones operativas.
¿Hay equilibrio entre el negocio y la familia? “No existe”, cuenta Patricia. “El negocio es la familia y mi vida privada es esto. Es el equilibrio o la falta de equilibrio pero está todo mezclado. Literalmente estamos hablando de trabajo las 24 horas del día”. La capacidad de su madre es tremenda, agrega Ludovico. “Se levanta todos los días a las seis de la mañana. Ya cuando yo me levanto, tengo ocho mensajes diciendo todas las cosas que no hice. Y ¡me va a cagar a pedos hasta el día que me muera!”