Los jóvenes chefs que revolucionan la gastronomía argentina

Fuente: LV16 ~ Desde comidas típicas criollas hasta nuevas versiones de platos tradicionales y fusión de sabores, estos expertos lograron posicionarse como figuras destacadas de la cocina nacional. Los siete elegidos por The New York Times.

La nueva generación de chefs argentinos gana terreno entre los paladares más exigentes. Tanto para comensales nacionales o extranjeros, su forma de revolucionar la gastronomía impulsa una nueva forma de deleitarse a través de sabores clásicos y poco explorados.

Con platos típicos nacionales, reversiones de preparaciones ya conocidas o fusiones innovadoras, cada uno de los restaurantes que lideran cuentan, en algunos casos, con listas de espera que se extienden por varias semanas.

Espacios reducidos e intimistas y cartas que exploran tanto sabores dulces como los salados en una propuesta que realza la calidad, distinguen a estos chefs asombran y deleitan al mundo. En detalle, quiénes fueron los siete destacados por el diario New York Times como los más buscados en la Ciudad de Buenos Aires.

En diálogo con Infobae, seis de estos expertos de la gastronomía hablaron sobre sus aspiraciones, creaciones y platos más emblemáticos.

Julio Báez: dos opciones para deleitarse

Desde la fundación de su primer restaurante Julia en 2019, un espacio por el que los comensales pueden esperar hasta dos meses y medio por uno de sus 22 asientos, hasta la llegada de Franca en 2022, su más reciente incorporación y con 56 cubiertos, el chef Julio Báez (37 años) ya dio mucho de que hablar.

“Franca nació después de la pandemia. Siempre tuve la idea de tener un bar de vinos (terminó mutando hacia un restaurante/bar de vinos), un lugar más grande que Julia y con otra propuesta”, había señalado el chef en diálogo con Infobae. Según indicó, en sus propuestas se centra en las cosas importantes de la gastronomía: estacionalidad, sabor, técnica e ingredientes. Ese es el espíritu de sus dos salones en Villa Crespo.

Los platos más destacados del restaurante que abrió en 2019 incluyen tartar cubierto con una capa de virutas de mantequilla ahumada, chuletón con puré de ajo blanco y negro, carpaccio de sandía y salchicha longaniza procedente de Chacabuco, la ciudad natal de Báez. Para no perderse ningún sabor, se puede optar por un menú de degustación de 10 platos. En tanto, en Franca, al fuego de la parrilla, los vegetales y las carnes son protagonistas. “Es una cocina súper estacional que tiene al fuego como elemento transformador”, había Báez señalado a Infobae.

Mariano Ramón: de Asia a Buenos Aires

Con 41 años, Mariano Ramón propone en el Gran Dabbang una mixtura de sabores e ingredientes asiáticos con latinoamericanos para crear una experiencia sensorial única. El chef logró traer la gran escena de comida callejera de Asia a la Ciudad de Buenos Aires

“La fusión de sabores nos urge naturalmente. No pensamos en combinar a propósito, sino que vamos pensando los platos y nos agarramos de productos y herramientas de diferentes culturas”, relató el chef consultado por Infobae.

Se trata de un pequeño local en Palermo donde las combinaciones de sabores únicos permiten que el paladar se deleite gracias a un equilibrio entre notas saladas, dulces y ácidas, ya que el Gran Dabbang se inspiró en los viajes del chef por la India y el sudeste asiático, a los que se suman la diversidad de productos que existen en Argentina.

Germán Sitz y Pedro Peña: un paseo para el deleite

Germán Sitz (33 años) y Pedro Peña (38 años) son los responsables de diagramar un “paseo” para el paladar. Es que ambos son dueños de La Carnicería, Niño Gordo, Chori y Juan Pedro Caballero, los cuales se extienden por la calle Thames, en Palermo.

“La Carnicería es un concepto y una propuesta que arrancamos con Pedro Peña, mi socio, y fue el primer proyecto que emprendimos juntos”, había señalado el chef en diálogo con Infobae y agregó: “Queríamos llevar la parrilla a otro lugar, por lo cual desarrollamos otro tipo de platos focalizados en la morcilla, molleja, el chinchulín, la salchicha parrillera”.

En 2014 abrió La Carnicería, Parrilla & Ahumados, en 2016 llegó Chori, una choripanería que reversionó un clásiconacional. Ahora, Niño Gordo y Juan Pedro Caballero completan la oferta que estos dos expertos despliegan en Palermo. Y si se busca probarlos todos, estos cocineros argentinos idearon un recorrido gastronómico que permite conocer los mejores platos de cada uno de sus restaurantes.

Facundo Kelemen: intimismo y reinterpretación de platos tradicionales

Desde su inauguración en 2018 Mengano Bodegón, creación del chef Facundo Kelemen (35 años), impulsó un ambiente intimista que evoca el concepto del clásico bodegón en el corazón de Palermo.

Con técnicas de la alta cocina, logró transformar a los hitos gastronómicos de los clásicos bodegones, en auténticos platos de autor. Con preparaciones que fusionan la gastronomía española, italiana y criolla, este joven chef logra una nueva versión, perfecta y moderna, de clásicos de la comida nacional, tanto para mixturas dulces como saladas.

“Nuestro rogel ‘invertido’ nace de querer hacer algo distinto con dulce de leche y de querer presentar de manera diferente también. Incluso, se prepara a la inversa de cualquier otro: lo que sería sólido acá es líquido (la masa) y lo que es líquido en el original, nosotros lo hacemos sólido (dulce de leche y merengue)”, detalló a Infobae creador del cada vez más prestigioso restaurante.

Pedro Bargero y la degustación para todos los paladares

Con 32 años, Pedro Bargero logró desplegar un amplio abanico de sabores. Ya sea Yugo Omakase Criollo, un restaurante que fusiona la comida japonesa con la criolla y del que es “co hacedor”, o Chila, el restaurante de Andrés Porcel en el moderno barrio de Puerto Madero donde lidera la cocina, este chef mendocino no deja lugar a dudas a su capacidad y talento.

Ubicado en Belgrano, omakase brinda una degustación que se extiende por dos horas y media y pasea a los 18 comensales por un promedio de 15 platos. Se tratan de productos argentinos que fusionan pescados nacionales con preparaciones orientales. Ahora, si se trata de Chila, uno de los atributos que mejor lo define es la evolución. Es que tras una renovación total del restaurante en 2012 y su incorporación como chef ejecutivo, redujeron su propuesta a un menú degustación de 7 pasos en dos versiones: con proteína animal y vegetariano. Ambos van cambiando a lo largo del año, de acuerdo a la estacionalidad y a lo que quieren transmitir.

Uno de sus postres más buscados busca elevar a los alfajores a un nivel poco conocido, ya que se trata de una galleta de almidón de maíz, semifreddo de dulce de leche y vauquita casera. “Está inspirado en mojar un alfajor de maicena en la espuma del café con leche”, explicó a Bargero a Infobae.

Olivia Saal: dulces sabores y una gastronomía innovadora

La pastelera Olivia Saal, más conocida como Chica Pájaro, comenzó su carrera gastronómica con los dulces, pero su paladar fue mucho más allá. Con 28 años, esta excelsa chef impulsa “una mezcla de postres clásicos, hits que conocemos desde que comemos dulces y están en la parte subliminal de la cabeza, o clásicos que quisimos hacer acá como capricho y fanatismo”, según confesó a Infobae.

“Yo hago medialunas. Es lo que mejor sé hacer. Pero también hago otras cosas y me gustan muchos mundos. Me gusta mucho el servicio, por eso fue que abrí no solo una pastelería, sino un restaurante en donde conviven las propuestas de panadería, pastelería, bistrot y vinos. Los dulces que más vienen a buscar obviamente son las medialunas de manteca, después las galletas Milano (una reversión de la galleta de paquete), la torta Selva Oli (la torta típica alemana pero 2.0), el roll de chocolate con pasta casera de avellanas y nuestra versión del flan parissien”, detalló la chef.

Ella comanda Oli, una cafetería luminosa y animada que atiende aquellos que busquen su desayuno, brunch o almuerzo en Colegiales. Con versiones saladas y dulces, la propuesta de esta joven chef es un deleite para el paladar. “Creo que todos los postres clásicos que siempre nos guiaron hacia un lugar dulce nacional no han cambiado. Pero sí creo que se han reversionado de múltiples maneras o fusionado incluso con una experiencia subjetiva de quien proponga algo nuevo”, aseveró.

Marina Lis Ra: cocina coreana poco convencional

A sus 33 años, Marina Lis Ra, quien lidera el restaurante de cocina de Na Num, se posiciona como una de las elecciones más convocantes de la gastronomía argentina. Ubicado en inmediaciones del barrio de Chacarita, esta joven chef logra fusionar ambas culturas: la coreana y la argentina. Incluso, deleita a los comensales con deliciosos platos con raíces coreanas pero no convencionales.

Hace tiempo que la cocina asiática forma parte de la diversa oferta gastronómica de la Ciudad de Buenos Aires, siendo que la coreana suma cada vez más adeptos a las propuestas de hansik, como se llama a este estilo de comida en idioma coreano. Sin embargo, no se trata solo kimchi, un fermento a base de coles y plato nacional de Corea, sino que existen interpretación de esta gastronomía en nuestro país, de la cual hace gala Lis Ra.

Algunos de los platos más elegidos: tortilla (tortilla de nabo y papa), humita (tamale con kimchi), las costillas gochujang y el favorito de la casa, arroz frito con kimchi.

Infobae

El New York Times destacó 11 restaurantes «que tienen a Buenos Aires haciendo cola»

Fuente: Clarín Gourmet ~ Cuáles son los espacios gastronómicos conducidos por jóvenes chefs que eligió el prestigioso periódico estadounidense.

Las llamativas colas en algunos de los restaurantes más atractivos de Buenos Aires se convirtieron en el disparador de una nota del prestigioso periódico estadounidense New York Times.

Según esta publicación, los porteños hacen cola “a regañadientes” y explica: “Los lugareños que nunca habían hecho cola para cenar antes de la pandemia ahora están dispuestos a esperar para probar lo que está cocinando una nueva generación de chefs”. También subraya que en estos restaurantes se le da protagonismo a los ingredientes locales.

En total la nota destaca a once emprendimientos gastronómicos en funcionamiento y anticipa una de las aperturas más esperadas de este 2023 en una suerte de guía para quienes tengan planeado viajar a estas latitudes.

Los restaurantes de Buenos Aires elegidos por el New York Times

Julia y Franca de Julio Báez

Julio Báez en Franca. Foto: Fernando de la Orden. Julio Báez en Franca. Foto: Fernando de la Orden.

“En Julia (Loyola 807) y su restaurante más nuevo, Franca (Darwin 1111), también en Villa Crespo, Báez trabaja con frutas y verduras de pequeños productores de toda Argentina que fusiona con sabores globales para crear un desfile de platos originales”, explica el New York Times.

También detalla que el menú de degustación de Julia incluye 10 platos y vale unos 30 mil pesos. Entre los platos destaca el bife de carne vacuna de raza Wagyu con arroz fermentado. 

Na Num de Lis Ra

La cocina de Na Num en Chacarita. La cocina de Na Num en Chacarita.

Otro de los restaurantes elegidos por el New York Times es Na Num (Roseti 177) de la cocinera Lis Ra. Hija de padres coreanos, esta cocinera argentina le contó al periódico norteamericano que desde chica mezcla la comida local con la de la tierra de su familia.

También subraya que uno de los hits del lugar son las humitas: “Un plato de maíz tradicional del norte de Argentina, que se sirve como un Brülée cremoso hecho con leche de almendras y cubierto con kimchi salteado y pepinillos daikon por 2100 pesos”, explica el New York Times.

Gran Dabbang de Mariano Ramón

Gran Dabbang en Palermo. 
Foto: Guillermo Rodriguez Adami. Gran Dabbang en Palermo. Foto: Guillermo Rodriguez Adami.

Según el New York Times, en este restaurante de Palermo, su chef “se ha propuesto democratizar la buena mesa”. El propio cocinero de Gran Dabbang (Raúl Scalabrini Ortíz 1543) explica su intención de demostrar la diversidad de productos que existen en Argentina con precios accesibles.

Entre los platos favoritos de sus habitués destaca un labneh con capas de pepino japonés, cerezas deshidratadas, chutney de tamarindo, menta negra andina, nueces pecanas en rodajas, hinojo en rodajas, chiles picantes y semillas de granada, servido junto con un plato de fideos de garbanzos fritos por $ 1800.

La Carnicería, Niño Gordo, Paquito, Juan Pedro Caballero y Chori de Germán Sitz y Pedro Peña

Pedro Peña y Germán Sitz frente a Niño Gordo. Foto: Fernando de la Orden. Pedro Peña y Germán Sitz frente a Niño Gordo. Foto: Fernando de la Orden.

La dupla de jóvenes cocineros que apostó a la calle Thames para abrir la mayoría de sus emprendimientos también es parte del artículo de New York Times. La nota subraya que estos chefs convirtieron esta calle palermitana en un “corredor gastronómico”.

Recomienda probar el sándwich japonés de lomo llamado katsu sando que preparan en Niño Gordo (Thames 1810), el choripán de Chori (Thames 1653) , unas tapas en Paquito (Thames 1999), los tacos de Juan Pedro Caballero (Thames 1719) y el costillar con chimichurri casero de La Carnicería (Thames 2317).

Mengano de Facundo Kelemen

La milanesa con hueso de Mengano. La milanesa con hueso de Mengano.

De este restaurante que desde 2018 funciona en Palermo destaca la propuesta gastronómica: recrear y reinterpretar platos clásicos de bodegón de tal forma que sorprendan al comensal.

En el caso de Mengano (Cabrera 5172) recomienda las empanadas de carne frita “con un sabroso caldo de carne que estalla con cada bocado” y valen $ 1.020. También el tartar de cordero patagónico ($ 2310) y los ñoquis hechos con almidón de yuca ($ 3170).

Oli de Olivia Saal

Oli, la pastelería mencionada por el New York Times. Oli, la pastelería mencionada por el New York Times.

“En Oli, un café luminoso y animado abierto para el desayuno, el brunch y el almuerzo cerca del barrio de Colegiales, Olivia Saal, de 28 años, ha dividido el menú en partes iguales entre dulces recién horneados y platos salados”, describe el New York Times .

Entre otras cosas, destaca las tostadas francesas que llevan finas capas de yogur, crema de mascarpone y frutas ($ 1540) y las medialunas glaseadas con azúcar. “El comedor da a una cocina acristalada donde un grupo de jóvenes tatuados están trabajando duro”, detalla la nota.

Por último, el New York Times anticipa una de las aperturas más esperadas del 2023: Yugo, el nuevo restaurante del prestigioso Pedro Bargero, quien acaba de cerrar Chila en Puerto Madero. Este nuevo espacio que fusionará cocina criolla y japonesa desembarcará en junio en Belgrano.

Sébastien Fouillade: el chef francés que abrió un restaurante de campo y es furor en Azcuénaga

Fuente: La Nación @lefourazcuenaga – Viajó por el mundo llevando sus saberes de cocina francesa hasta que recaló en la Argentina, donde se reencontró con la vida campestre y el topinambur, que cultivaba su abuela.

Sébastien Fouillade se inclina sobre la huerta y corta las ramitas más altas de la albahaca florecida. Repite mecánicamente el movimiento en cada parcela, concentrado y eficaz. En un extremo, en un pequeño cajón que cuelga del alambrado, tiene una colección aleatoria de lavandas, hojas de laurel y flores silvestres que luego llevará hasta el salón de su restaurante, Le Four, para decorarlo aplicada y delicadamente. Aquí, nada está librado al azar: las velitas, la orientación de las luces, la disposición de las mesas bajo una añeja parra de uvas chinche. Todo está bajo su atenta mirada de buen entendedor. ¿Cómo llegó este chef francés de largo currículum internacional a abrir un restaurante de campo que revolucionó Azcuénaga, un pequeño pueblo turístico sin demasiada tradición culinaria?

Podría decirse que la de Sébastien es la historia de un regreso a los orígenes, sin volver físicamente al lugar que lo vio nacer. Las vueltas de la vida lo llevaron a reencontrarse con la práctica horticultora en Argentina, pero sobre todo con el topinambur, un raro tubérculo (para estas tierras), que su abuela Marcel solía cosechar en su pueblo natal Saint George de Longuepierre. Porque Sébastien se crió “arriba de un tractor”, ayudando a su padre, André, en la finca donde cosechaban tabaco y maíz y donde tenían 60 vacas que alimentaban un tambo. De esa época dice tener el mejor de los recuerdos: una niñez marcada por el pulso laborioso del campo y la presencia permanente de gente que iba a trabajar con su padre y que recibían, todos los días, el almuerzo y la cena preparada por su madre y su abuela.

Las flores de lavanda que Sébastien recolecta para decorar su restaurante.
Las flores de lavanda que Sébastien recolecta para decorar su restaurante.Xavier Martín

En ese entonces Sébastien no le prestaba demasiada atención a la cocina. “Yo no había cocinado nunca, no era algo que me interesara”, reconoce. Hasta que de repente su vida cambió por completo: cuando tenía 12 años, sus padres se separaron y él se fue a vivir con su madre a Bordeaux. Fue un golpe durísimo, un cambio “muy complicado”. “Siempre recuerdo el impacto que me produjo tomar la leche que se consumía en la ciudad: ¿¡qué era eso que estaba tomando por favor!? Ni siquiera tenía el mismo gusto”, dice entre risas.

La llegada a la gastronomía

Ya afianzado en la ciudad, conoció a un amigo que lo introdujo –sin querer- en el mundo de la gastronomía. “Su padre tenía un restaurante y muchas veces íbamos a ayudar… me gustó”, recuerda. Al finalizar la secundaria, no lo dudó: entró a la escuela de cocina Lycée Talence Hotelería y Restauration para convertirse en chef. Su vida empezaba a tomar un rumbo que jamás hubiera imaginado.

Al terminar su formación en la escuela gastronómica, su madre –que trabajaba en área de ventas de una bodega familiar- le consiguió su primer trabajo, gracias a los contactos que había logrado hacer en los restaurantes de la zona. “Fue más un aprendizaje, también fue muy complicado, bastante duro, pero quedamos con buena relación con el chef”, cuenta.

Sebástien estudió gastronomía en Bourdeaux.
Sebástien estudió gastronomía en Bourdeaux.Xavier Martín

Llegaría entonces la primera sorpresa de su vida como iniciado en el mundo de la cocina. Sébastien llegó a la Costa Azul recomendado por el chef con el que había trabajado, Alain Chambon. Recién habían pasado dos meses cuando recibió un llamado con otra oferta del mismo chef: un viaje a Tailandia durante dos meses, con todo pago, para cocinar platos franceses en hoteles y restaurantes. “Yo tenía 20 años. Fue una experiencia increíble”, cuenta.

Ahí fue cuando percibió que algo estaba pasando. Que tenía cierta habilidad y también la capacidad para integrarse en los equipos y mantener una relación fluida en la cocina, un ambiente que suele ser áspero ante la mirada ajena. De ahí empezó el despegue: dos meses en un lugar, tres meses en otro, seis meses por aquí, un año por allá. Y así sucesivamente. La vida trotamundos de un chef.

El salón de Le Four.
El salón de Le Four.Xavier Martín

“En la Costa Azul empecé a aburrirme. Son cocinas muy grandes, de 20 o 25 personas, cada uno con su especialidad. Y mucho estrés”, dice. Con ese planteo en curso, como por arte de magia, surgió otra posibilidad: ir a Punta del Este. Más específicamente a Cumbre de la Ballena. Ivan Holjevac, un arquitecto croata, buscaba chefs italianos y franceses cuando se topó con Sébastian. Y así, como si su vida fuese la mismísima vorágine de la cocina en pleno pico, enfiló hacia la costa uruguaya.

Era 1993 cuando Sébastien hizo la primera temporada en Uruguay, junto a otro cocinero y un pastelero. Fue un éxito. Y así siguieron durante 10 años.

La producción de la huerta abastece al restaurante.
La producción de la huerta abastece al restaurante.

Pero claro, ¿cómo frenar con ese impulso sanguíneo de seguir en movimiento? Sólo faltaba la chispa para encender otro proyecto. “En el hotel había un uruguayo pianista y barman, Diego, que tenía familia en Argentina. Nos hicimos amigos. Y poco tiempo después abrimos un restaurante en Buenos Aires. Se llamaba Cala, cerca de la plaza Guadalupe, en Palermo. Fueron dos años”, resume. “Luego tuvimos una empresa de catering. Alquilamos una cocina y teníamos contacto con empresas francesas en la Argentina. Explotó y nos iba muy bien”, amplía.

Sébastien se quedó en el país. Conoció a su primera esposa, tuvo su primer hijo. Al poco tiempo, se separó. Hacía asesoramientos a restaurantes. Y seguía buscando su horizonte. Cerró Cala, abrió La Provence Bistró, en Palermo, en un año que resultaría trágico para el país: 2001. Duró poco, como los patacones y Lecops que usaba para pagarle a proveedores.

De vuelta en el ruedo, regresó a Cumbre de la Ballena, pasó por distintos restaurantes como Chef Ejecutivo. Yendo y viniendo, inquieto, obsesivo. “Después conocí a María, con quien me casé y tuve dos hijos más. Me hizo quedarme. Hace 20 años que estamos juntos”, cuenta.

Sébastien fusiona cocina francesa con productos de la zona.
Sébastien fusiona cocina francesa con productos de la zona.Xavier Martín

Su desembarco en las pampas

María sería finalmente la llave que abrió la última de las puertas de su largo e intenso recorrido culinario. Sébastien llegó a Azcuénaga a través de la fascinación que le produjo el paisaje pampeano y que conoció gracias a la chacra de su suegra, Alicia. En cinco hectáreas repletas de árboles, una casa de geometrías fascinantes, frutales, gallinas, ovejas y caballos, Sébastien se reencontró con algo que le rememoraba a su Francia natal, ese terruño repleto de bellos recuerdos de infancia. “El campo sigue siendo mi cable a tierra”, dice.

Las flores de topinambur.
Las flores de topinambur. Inés Clusellas

Ahí mismo completaría el círculo de reconexión. En la huerta que su abuela solía labrar, había siempre alguna que otra plantita de topinambur, un tubérculo originario de Norteamérica. A él le fascinaba su sabor: una mezcla de papa, alcaucil y espárrago. “Siempre me pregunté por qué no había topinambur en la Argentina”, explica. Entonces empezó a investigar y encontró a una persona en Córdoba que cosechaba. Lo fue a buscar y se trajo unos cuantos kilos. “Él me vendió para plantar en Azcuénaga y ahora hay otro productor en La Plata. No somos muchos. Algunos me llaman el ‘embajador del topinambur’ en la Argentina. Fui un poco el pionero, lo incluí en el menú y tengo una empresa de catering con ese nombre”, cuenta.

Para Sébastien, plantar topinambur es un pequeño homenaje a su abuela. “No es una trufa, es un producto sencillo muy noble, es un tubérculo”, aclara.

Chips de topinambur.
Chips de topinambur.Inés Clusellas

Le Four

Desde que puso un pie en la chacra siempre anduvo dando vueltas por su cabeza la idea de armar algo en Azcuénaga, un pueblo que pertenece a San Andrés de Giles que desde hace un tiempo viene recibiendo turismo de escapadas.

El patio de Le Four, en Azcuénaga.
El patio de Le Four, en Azcuénaga.Xavier Martín

Pero faltaba una vuelta de tuerca más. Un derrumbe había puesto en riesgo la sobrevida de una vieja fonda del pueblo sobre la calle principal, un lugar que solía recibir a viajantes en la era dorada del tren y de la mano de obra intensiva en el campo. El arquitecto José Yanes se había propuesto recuperar ese inmueble histórico para transformarlo en un polo gastronómico. Colocó pilotes de hormigón por fuera y por dentro y reconstruyó la fachada respetando su identidad. Una idea arriesgada, pero cimentada en la belleza de estos viejos caserones de estilo italiano. Los planetas se alinearon en 2021, en plena pandemia, cuando apareció en escena Ramiro Pobor y el propio Sébastien: las tres patas de un emprendimiento que busca fusionar la cocina local, la arquitectura criolla y la experiencia del chef francés.

Entre paredes cuidadosamente gastadas, chapa, ladrillos que dejan entrever sus juntas de barro, y una cocina a la vista en movimiento permanente alrededor de un imponente horno de barro, Le Four despliega una propuesta inusual para estos parajes, como la burrata con pesto verde, chips de jamón crudo y frutos secos; una pizza de masa madre; tablas de queso (vaca, cabra y oveja) prolijamente decoradas con detalles sorprendentes (como una exquisita factura de cerdo); y platos principales como un arroz negro con chipirones y alioli, el dúo de pato (pata y muslo confitado y pechuga) con panceta o un cote de Boeuf de 800 gramos, con gratín de papas, mix de hojas verdes y manteca de chimi churri, cocinado durante 35 minutos. La carta va cambiando, además, de acuerdo a los productos de estación, e incluye también platos franceses como el Boeuf bourguignon (estofado clásico de carne vacuna con zanahorias, champiñones y papa), un Steak tartar con papas fritas (lomo crudo cortado a cuchillo con alcaparras, cebolla, mostaza y yema de huevo), y la Soupe à l´oignon (sopa de cebolla).

Mi sueño es seguir, estar con los chicos que son todos del pueblo, no es que son cocineros de estudio. Quiero formarlos. Me siento muy orgulloso del lugar, esto está recién empezando, recién tenemos cuatro meses de funcionamiento”, dice Sébastien cuando se le pregunta cómo se imagina el futuro inmediato. Calcula, a ojo de buen entendedor, que le llevará por lo menos un año estabilizar y estandarizar la cocina de Le Four. Apasionado hasta la médula, detallista impenitente, busca la forma de pasar esta antorcha que le quema por dentro: “Quiero que sientan lo que yo siento”.

Picada de quesos.
Picada de quesos.Xavier Martín

Datos Útiles

Av. Pedro Terrén 328. T: (11) 2406-9470. IG: @lefourazcuenaga

La cocinera que llegó hace 18 años a Buenos Aires, abrió restaurantes y seduce con sus platos filipinos

Fuente: La Nación ~ Christina Sunae viajó a Buenos Aires no solo para formar su familia, sino también para establecer sus locales gastronómicos. Los ingredientes y secretos de sus preparaciones.

Todo comenzó con el comentario de un amigo, que le sugirió viajar a la Argentina para estudiar español. Al llegar, una de las rutinas que más le sorprendieron fue el hábito de sentarse a tomar un café en un bar. “Me encanta que acá se toman su tiempo, se sientan, beban su café y recién después se van. No lo tienen en la mano mientras caminan, como sucede en Nueva York. Me gusta que acá la vida personal está primero y recién después viene el resto. Cuidar la salud mental es muy importante”, dice.

Al igual que los exploradores o los pintores viajeros, quienes buscaban contar desde su extrañamiento cómo eran las regiones lejanas que visitaban, la cocinera Christina Sunae se ha convertido en una “embajadora” de la comida filipina dándola a conocer en nuestro país a través de sus platos, libros y charlas. Con un instinto que la lleva a estar siempre en movimiento acaba de mudar su restaurante de tapas asiáticas, Apu Nena, a un espacio más grande en Chacarita. Además, dirige su local gastronómico en Manila, llamado Sunae Asian Cantina, donde sorprende con sus recetas que incluyen productos nacionales. Y, como la cocina entra por los ojos, publicó Kusinera Filipina, un impactante libro de recetas e imágenes enfocado en la cultura filipina a través de su cocina.

Hace 18 años que llegó nuestro país y eligió este territorio no solo para formar su familia sino también para establecer sus locales gastronómicos. “La verdad es que me gusta mucho mi vida acá. Buenos Aires es una ciudad muy clásica, que tiene una gran cultura y una onda especial”.

“Yo nací en Carolina del Sur (Estados Unidos). Mi papá era norteamericano y mi mamá biológica era coreana. Viví con ella hasta mis cuatro o cinco años en Okinawa (Japón). Después, mi papá se casó con una mujer filipina y ella fue quien me crió. La persona que yo llamo mamá es mi mamá filipina”, cuenta.

Nuevos sabores e ingredientes con impronta filipina que seducen paladares locales.
Nuevos sabores e ingredientes con impronta filipina que seducen paladares locales.Valentino Vico

“Cuando mis padres se separaron me fui un tiempo al estado de Tennessee con mi abuelo paterno. Pasé un tiempo allá. Él tenía una huerta y aprendí mucho de la cocina del sur de Estados Unidos de esos momentos. Después nos mudamos a Filipinas porque mi mamá quería ir a ver a su familia y nos quedamos allá por cinco años”, añade la cocinera, quien actualmente tiene 48 años.

Un nuevo país, un idioma diferente, familiares que aun no conocía y nuevos amigos. Podría decirse que el cambio que se produjo en la vida de Sunae fue enorme, pero ella lo recuerda con un gran cariño porque fue el momento en que su pasión por la cocina despertó. “Allí se dieron mis años formativos de la niñez, que son los más importantes. Aprendí un montón de la cocina autóctona. Por eso preparo muchas recetas filipinas. Ese es mi fuerte y la base de todo lo que hago la aprendí con mi abuela, mi mamá, mis primas, mis tías. Hasta con mis tíos, que eran quienes cocinaban el lechón.”

Al hablar de la cocina filipina, Sunae trae al presente una frase que solía escuchar durante su infancia. “Hay un dicho que sostiene que en Filipinas el plato no se termina en la cocina sino en la mesa. Esto se debe a que lo fundamental en este tipo de comida son las salsitas para acompañar”.

“Otro ingrediente importante es el vinagre que, como hace mucho calor allá, es preparado con distintos tipos de frutas o caña de azúcar. El vinagre es un ingrediente fundamental en todas las comidas y se lo puede usar durante la cocción, directamente en el plato o en una salsita sobre la mesa para mojar la comida”. La sal de pescado, elaborada con huesos y carne, también es un ingrediente indispensable en la mesa filipina y se utiliza igual que un salero común. “Yo la uso en todo. También existen un montón de condimentos, hay fermento de camarón, que se usa para condimentar. Usamos también salsa de soja, pero es diferente a la japonesa. La que utilizamos en Filipinas es más espesa y oscura”, añade.

Como si develara un secreto, Sunae también cuenta que hay otro producto fundamental en la cocina de este país que destaca no solo por su sabor sino también por su valor simbólico. “Al coco se lo considera el ‘árbol de la vida’ porque se lo usa de forma completa. Cuando aun está verde tiene adentro jugo natural. Cuando madura, se puede sacar la carne que tiene dentro. Se lo raya y se lo deja en agua y leche. La carne, cuando aun es jovencito, se usa para postres y caldos. Por su parte, la madera sirve para hacer carbón. El tronco tiene palmitos, que se pueden comer. Con las hojas se envuelven comidas o se confeccionan canastos. Todo esto con un mismo árbol. El coco es importantísimo en la cocina filipina”.

Tras vivir durante una temporada en este país compuesto por siete mil islas, Sunae y su familia regresaron a Estados Unidos. “Eso ya fue en mi adolescencia, tendría 14 años. Fue entonces que empecé a trabajar en gastronomía en Carolina del Sur. Mi mamá era contadora pero, como éramos una familia grande, tanto ella como mi papá tenían un segundo trabajo. La ocupación extra de ambos era en gastronomía. Vivíamos en una ciudad turística, mi mamá trabajaba en un hotel y era la gerenta del salón del restaurante. En ese lugar empecé a oficiar de runner (persona que lleva los platos desde la cocina hacia el salón). De noche, ese mismo verano, también me sumé como empleada en el club en el que trabajaba mi papá, también como runner”. Luego, experimentó en otros puestos, como camarera y recepcionista.

"Para que el libro vea la luz fueron necesarios cuatro viajes a Filipinas y cada uno fue muy especial", cuenta la embajadora de la cocina filipina en la Argentina
«Para que el libro vea la luz fueron necesarios cuatro viajes a Filipinas y cada uno fue muy especial», cuenta la embajadora de la cocina filipina en la Argentina

Años después, Sunae abandonó Carolina del Sur y, tras una corta estadía en el estado de Colorado, se instaló en Nueva York, ciudad en la que estudió la carrera de negocios y marketing en la universidad. “Intenté trabajar un ratito de esto pero siempre mantuve mis labores en gastronomía de noche. Trabajé cuatro años en marketing, en una empresa de cosméticos. En ese momento también era bartender. Terminaba a las tres de la mañana y a las ocho ya estaba yendo a fichar a la oficina”.

Este ritmo de vida hizo que la cocinera comenzara a sufrir un incipiente burnout y que buscara nuevas opciones para su vida. Gracias a la sugerencia de un amigo, decidió viajar a la Argentina para estudiar español. “Ahorré la plata de las propinas que me daban en el bar y me vine”, recuerda.

Christina en Filipinas
Christina en Filipinas

Aquí en la Argentina, la cocinera conoció a Franco Ferrantelli, el papá de sus dos hijos y su primer socio. Juntos inauguraron dentro de su casa Cocina Sunae, un restaurante asiático a puertas cerradas, en 2008. “Creció tanto pero tanto que ya no podíamos tenerlo en casa y así fue que nos mudamos a un local mucho más grande. Así nació Cantina Sunae. Luego yo me divorcié y abrí ApuNena, mi nuevo restaurante, junto a mi socia Florencia Ravioli”. Este local está ubicado en el barrio de Chacarita y se caracteriza por ofrecer tapas asiáticas inspiradas en el confort food (comida confortable) que preparaba la abuela filipina de Christina. La particularidad de estos platos es que varios de los ingredientes de las recetas tradicionales fueron reemplazados por productos locales.

Gracias al gustoso sabor de los platos y a una mayor inquietud de los clientes por la comida asiática, ApuNena comenzó a llenarse cada vez con mayor velocidad y la cocinera y su socia decidieron mudarse a un local más amplio. “Estoy contenta con el nuevo restaurante. Recién lo abrimos, estamos a dos cuadras del local anterior. Éste es mucho más grande y podemos recibir a más gente. Siempre estoy trabajando en platos nuevos, con productos de la Argentina pero con recetas de origen filipino”, cuenta sobre su incansable labor.

Destacando la importancia de vivir en el “aquí y ahora”, Sunae asegura que el éxito de su restaurante se produce en un momento en que el paladar de los argentinos fue ampliándose y que existe una mayor curiosidad por probar sabores nuevos. “Cuando yo llegué en el 2005 solo había lugares para comer pizza o pastas. Tampoco había una gran variedad de sándwiches, eran todos de miga. Era muy difícil.”.

“Yo, en realidad, traje estas recetas por mí. No como la comida que comen los argentinos a diario, como arroz todos los días. Puedo disfrutarla una vez a la semana pero no todos los días. Fue por eso que empecé a cocinar en mi casa. Invitaba a mucha gente y se volvían locos con la comida filipina. Esto me llevó a abrir el restaurante a puertas cerradas”.

Apu Nena en su nueva ubicación - y más grande- en Chacarita
Apu Nena en su nueva ubicación – y más grande- en Chacarita

A casi dos décadas de su llegada al país, la cocinera asegura que la gastronomía argentina “cambió totalmente. Es increíble cómo creció la cocina asiática. Antes, cuando yo llegué, había sólo algunos locales de comida china y algunas cadenas de sushi que no eran muy buenas. Ahora tenemos una gran variedad. Para mí el paladar de los argentinos se está transformando y están mucho más abiertos para comer y conocer. También muchos cocineros jóvenes empezaron a viajar y trajeron conocimientos que aplicaron en sus cocinas”.

Debido a sus raíces súper arraigadas, la chef recibió la propuesta de abrir en 2020 Sunae Asian Cantina, su propio restaurante ubicado en Manila, la capital de Filipinas. Ella no dudó en aceptar la oferta pero, a diferencia de lo que podría esperarse, en el menú no ofrece las recetas tradicionales originarias sino que tomó las propias e incluyó productos argentinos.

“Hay un temón y es que mi inspiración culinaria es mi paladar de filipina pero, cuando preparo los platos, yo estoy acá en la Argentina. Entonces, hay comidas que hago en ApuNena y después las llevo para allá. Por ejemplo, una de las preparaciones es un tamal increíble que allá normalmente se prepara con una hoja de plátano, luego se cocina el arroz, se arma una masa y se le agrega leche de coco. Después, el relleno tiene cerdo, huevo, achiote y maní. Esa es la receta original, pero acá en la Argentina, en vez de usar cerdo, decidí hacer un curry de cordero. Bueno, ese plato lo llevé a Filipinas y les encantó. La hice en la Argentina con ingredientes locales y lo volví a llevar a su país de origen. Muchas personas vinieron y me dijeron: ‘Está buenísimo el plato con cordero’”.

Orgullosa de haber logrado sorprender a los clientes de ambos países, Sunae bromea: “Al final, mis platos terminaron siendo exóticos tanto para los argentinos como para los filipinos”.

Un reconocido chef argentino fue nombrado Caballero de Honor en Francia

Fuente: Notife ~ Recibió la distinción más importante de Francia.

¿Por qué un chef argentino fue nombrado Caballero de Honor en Francia?

Esta mención es la más importante de las distinciones francesas y, si bien no es el único argentino que tiene una, sí es el primer chef del país con un reconocimiento de esta magnitud.

Alrededor del mundo hay múltiples expertos en gastronomía nacidos en Argentina que han sido reconocidos por su talento y uno de ellos es el chef argentino Mauro Colagreco, que recientemente fue nombrado Caballero de Honor en Francia.

Mauro Colagreco es un chef argentino de gran trascendencia, que comenzó a trabajar con maestros de la gastronomía en Francia, hace más de 25 años, y desde entonces no ha dejado de sorprender al mundo con su talento.

Gracias a su dedicación, en las últimas décadas logró abrir múltiples restaurantes en diferentes países y algunos de ellos están catalogados como los mejores del mundo por los servicios que brindan.

De todas formas, a pesar de que ha recibido diferentes reconocimientos por su trayectoria, ninguno tenía un peso similar a la insignia de Caballero de la Orden de la Legión de Honor que acaban de entregarle.

Este reconocimiento, que es la máxima distinción francesa, es una mención que pocas personas en el mundo tienen. Su implementación ocurrió en 1804 y, desde entonces, celebridades de cualquier nacionalidad la han recibido por sus méritos profesionales.

Comenzó a estudiar desde muy joven, se mudó a Francia para trabajar y a mediados de 2006 logró abrir Mirazur: su primer restaurante, que en la actualidad es considerado uno de los mejores del mundo y acumula tres estrellas Michelin.

Finalmente, al poco tiempo también pudo inaugurar en Francia un segundo restaurante llamado Ceto, el cual también se identifica como uno de los más prestigiosos de Europa y fue premiado con una estrella Michelin.

Mauro Colagreco, el chef argentino premiado en Francia.

Por último, también es importante aclarar que, además de los mencionados, Colagreco es dueño de otros restaurantes exitosos como:

  • Azur, en Beijing, China.
  • Grill 58°, en Macao, China.
  • Le Siècle, en Nanjing, China.
  • Grandcoeur, en París, Francia
  • BFire, en Courchevel, Francia.
  • Le Majestic Bfire, en Cannes, Francia.
  • Carne, en La Plata, Argentina.
  • Carne, en Olivos, Argentina.
  • Carne, en Buenos Aires, Argentina.
  • Carne, en Mendoza, Argentina.

De Campana a Estocolmo, chef en un restaurante que solo usa leña y carbón, se sorprendió con un pedido: “Un asado es mucho más que carne al grill”

Fuente: La Nación ~ Se fue del país por una pasantía y se quedó en el exterior, vive en Estocolmo es experta en asado y le pidieron que escriba un libro sobre el tema.

Florencia Abella tiene 38 años. Oriunda de Campana, vivió allí toda su juventud, estudió la tecnicatura en Gastronomía e hizo un posgrado; después de varias pasantías y trabajos surgió la posibilidad de una práctica en el exterior. Por entonces, 2006, ella soñaba con ir a El Bulli, el icónico restaurante de Ferran Adrià pero no había lugar; fue a la cocina del hotel Hacienda Benazuza-El Bulli, un dos estrellas Michelin en Sanlucar la Mayor (Sevilla). Desde allí empezó a girar por el mundo.

“Pensaba estar tres meses y regresar, pero allí me preguntaron si no me interesaba ir a un restaurante en las afueras de Barcelona, Can Fabes y acepté”, cuenta a LA NACION. Allí se enamoró de un sueco, compañero de trabajo, Frederick, quien hoy es su esposo. Pero en ese momento, tenía otros planes en la vida y le advirtió que tenía otra propuesta de trabajo.

Flor Abella. Una editorial sueca le ofreció hacer un libro sobre el "asado".
Flor Abella. Una editorial sueca le ofreció hacer un libro sobre el «asado».

Es que el chef Santi Santamaria, dueño de Can Fabes, estaba por abrir en Dubai y le ofreció ir allí. “Tenía 23 años y dije que sí. El restaurante Ossiano está en el hotel Atlantis, un lujo impresionante. Está ubicado en lo que simula ser la punta de una palmera. Las paredes son un acuario”, describe. Dos años estuvo con Frederick allí, él regresó a Estocolmo y ella se fue a Italia.

En La Ciau del Tornavento (Alba), Abella aprendió a trabajar y a tratar la trufa blanca. “Tenía experiencia con la negra, pero quería hacer esta otra -relata-. Antes de cumplir un año decidí ir a Estocolmo porque el amor a la distancia se hace un poco duro, así que nos reunimos allí”. Esta vez se sumó al restaurante Estrella (una Michelin), especialista en comida nórdica, con “inspiración japonesa”.

"La carne no se quiere quemar ni pochear. Hay que tomarse tiempo", apunta Abella.
«La carne no se quiere quemar ni pochear. Hay que tomarse tiempo», apunta Abella.

Esa tendencia la impulsó a estar unos meses en Tokio en un local de tres estrellas Michelin, a su regreso -buscando también un cambio- fue a Ekstedt (una Michelin), donde todo se cocina al fuego. El carbón y el humo son las claves del establecimiento; todo es calor natural, nada de gas ni de electricidad.

Abella ingresó como responsable de Investigación y Desarrollo de nuevos platos y ahora es jefa de cocina. Su “herencia argentina” sirvió para pulir el estilo del restaurante. Hacen cocina típica nórdica, con “ingredientes regionales y sabores propios”. Apunta que usan mucho el enebro para saborizar, el abedul de los bosques, lingonberries (mora ártica), tubérculos, carnes salvajes (reno, ciervo, alce), en verano, carnes de vacas de montaña y numerosos pescados (rodaballo, bacalado, rapé, salmón salvaje, trucha Arcoiris, lucioperca).

El fuego como cultura

“Hay mucha variedad y todo lo hacemos al fuego -describe la chef-. Vamos innovando, siempre con sabores nórdicos. Aunque suena extraño salvo el salmón salvaje, que es muy difícil de conseguir, no usamos otro. Ekstedt abrió en 2011, cuando me sumé aporté la adaptación de algunas técnicas argentinas para asar”.

Es jefa de cocina en Ekstedt, un restaurante que abrió en 2011.
Es jefa de cocina en Ekstedt, un restaurante que abrió en 2011.

Explica que cocinan mucho directamente sobre la leña, sobre el carbón: “Da un sabor ahumado, distinto. Se saca el producto, se limpia y se come. Con los vegetales, lo mismo. Con esta técnica el jugo de las verduras se concentra en el medio y queda un sabor más intenso. Una cosa es quemado y, otra, echo al fuego. Es súper importante que no se arrebate el asado, que no sea hecho con apuro. Hay que intentar disfrutar de la cocina”.

Asado”. Así, en español y con una foto de una típica parrilla argentina, es el título del libro que la editorial sueca Natur & Kultur -una de las de más prestigio de ese país- le ofreció hacer a Florencia Abella, la chef argentina radicada en Estocolmo. El texto combina técnicas y recetas de la tradición argentina y, a la vez, propone una suerte de viaje cultural y turístico. “Mostramos que un asado es mucho más que carne al grill”, define.

A Abella le sorprendió cuando le llegó la propuesta de la editorial: “Me interesó porque era un desafío mostrarle a los suecos la forma tradicional de cocinar la carne en la Argentina; el libro se vende en Alemania, en España. Es una manera de promocionar la comida argentina”.

Para Abella, el fuego "siempre está".
Para Abella, el fuego «siempre está».

Señala que “asado” es una palabra que los suecos conocen. “La Argentina está asociada 90% con el asado y el otro 10% con el vino tinto, con el Malbec”, sintetiza. Abella confiesa que “ama” la carne y disfruta de cocinarla al fuego con verduras. “Mostramos que se pueden hacer cocciones diferentes; podría publicarse también en la Argentina porque no solo se trata de hacer un zuchini vuelta y vuelta, hay mucho más para hacer”, sigue.

Subraya que en toda su trayectoria, “siempre hubo un grill; da un gusto que es increíble. El fuego es una parte de mi cultura que siempre está. Hasta en Japón había una parrilla, con otra técnica, pero estaba. Puede ser carbón, leña, pero está”.

Que fuera una mujer, admite, fue un “plus” para la historia. “Todos podemos asar, a nosotros eso no nos interesa, los cocineros vamos absorbiendo técnicas”, desliza. Las imágenes se hicieron en Estocolmo -en su casa la chef tiene parrilla-, en Campana y la isla Los Álamos. Los consejos y recetas, insiste, sirven para el que no sabe “nada” y para el que es “experimentado” y quiere sumar.

Entre las diferencias de hacer un asado en la Argentina y uno en Suecia, menciona que está la “cantidad y variedad” de carne. “Allá nadie pone menos de tres cortes, acá uno”. El asador “siempre sirve” en una casa argentina, mientras que una sueca, con toda la comida, la costumbres es ponerla en el medio de la mesa y que cada uno se sirva.

En Estocolmo hay una carnicería que supo ser de un uruguayo y un turco que vende los cortes “a la manera argentina”; también hay carne argentina pero es más complicada de conseguir. El punto de cocción es la otra gran diferencia, “bien roja” para los suecos.

“En el libro contamos que el asado es un concepto más amplio, no es solo cocinar. Es la empanada, la picada, los amigos, el compartir –señala-. No es el plan cocinar rápido. Hay que disfrutar, relajarse, charlar; es una cuestión cultural. Claro que se puede hacer algo veloz, una provoleta, un bife, pero es otra cosa”.

La chef cuenta que "ama" la carne, que le gusta dedicarle tiempo a cocinarla.
La chef cuenta que «ama» la carne, que le gusta dedicarle tiempo a cocinarla.

Recomienda “estar ahí, al lado de la parrilla” pero no toquetear la carne, no pinchar. Dejarla tranquila, subir o bajar la parrilla, controlar los fuegos y saber que si llueve es una cosa, si hace calor y viento otra. Hay que mirar qué está pasando; no se quiere quemar ni pochear. Hay que tomarse tiempo. Cocinar la carne despacio permite que la grasa quede crispy y la carne apenas cocida”.

Gabriela Origlia

San Valentín exclusivo: Planes en hoteles premium y propuestas de los mejores chefs

Fuente: Noticias – Estadías all inclusive y cenas de autor con maridaje de bodegas top, para quienes quieran disfrutar una noche muy especial.

Atrás quedaron los años en los que San Valentín era simplemente un evento empalagoso e importado que festejaban unos pocos. Entendiendo que para celebrar el amor no hay fronteras, desde hace un tiempo el 14 de febrero comenzó a poblarse de opciones para celebrar en los más diversos restaurantes y hoteles de la ciudad y alrededores. Al aire libre, en salones elegantes o en el medio del río, esta fecha romántica se despliega en todo tipo de formatos y propuestas, para que cada pareja encuentre su mejor forma de agasajarse.

Cocina gourmet

Al salir de a dos, uno de los mejores planes siempre es ir a comer. Sobre todo, dada la enorme oferta gourmet que ofrece Buenos Aires, que mes a mes sorprende con nuevas aperturas y sabores.

Una de las joyitas más recientes y sofisticadas de la ciudad es Sál, que encuadra su propuesta dentro de la cocina nórdica. Aquí el chef Nicolás Díaz Martini diseñó para la fecha un menú por pasos que incluye platos como trucha curada, pira y aire de nabo con tartar; tuétano con melón ahumado y pesca en su jugo, emulsión de lavanda y eneldo y pan de anchoa; calamar al fuego, rosa mosqueta, salicornia y risotto. Todo acompañado de vinos de DV Catena y a un precio para dos personas de $ 48.000.

En Osaka, en tanto, los reyes de la cocina nikkei proponen un menú a la carta tanto en su local de Buenos Aires como en Punta del Este. Aunque en esta ocasión la celebración incluye una copa de espumante y macarrones artesanales o bombones como obsequio. La bodega DV Catena también será la encargada del maridaje.

San Valentín

También en plan de sushi y cocina nikkei, Namida es otro punto interesante del mapa gourmet. Aquí el 14 se ofrece un menú a medida, que propone ceviche de trucha, pesca, manzana y wasabi con rollo de hakusai relleno de langostino y salsa holandesa, seguido por un plato a elegir entre un “omakase” (término japonés que indica que se realiza a elección del chef) de 12 piezas de sushi o un vacío en cocción lenta con puré de boniato, cebollas asadas y fondo de misso, para finalizar con una mousse de chocolate semi amargo, con helado picante de gochujang. Se acompaña con vinos de Costa & Pampa y cuesta $ 8.650 por persona.

Hacia Puerto Madero, el Hotel Madero propone en esta fecha su velada “Keep Loving”, con una recepción con trago de bienvenida, cena de cuatro pasos con vinos de Catena Zapata y show en vivo. Lo interesante es que puede elegirse el restaurante del hotel que más le guste a la pareja y así hacer más formal o descontracturada la propuesta: las opciones son Rëd Resto & Lounge ($ 19.800), Salón Rooftop ($ 32.000) y Terraza ($ 38.000).

Si lo que se busca es alejarse un poco del ruido urbano, María Luján, ubicado a la vera del río Luján, puede ser una buena opción. Aquí recibirán San Valentín con un menú de tres pasos llamado “Amo-rio” que fusiona platos de la gastronomía mediterránea con sabores más autóctonos. Algunas opciones: empanada de bondiola braseada a la barbacoa, ceviche, abadejo con cherries confitados y duraznos al jalapeño con puré cremoso de papa y brócoli, pamplona de cerdo con papas bravas y chutney de ananá o risotto tres hongos azafranados con champignones, portobellos y gírgolas, para terminar con helado, brownie con peras a la menta o tiramisú. Incluye un agua o gaseosa y una botella de Salentein Reserva. La propuesta es válida al mediodía o a la noche, y en ambos casos otorgará la posibilidad de disfrutar del frondoso (y romántico) fondo del Delta. El costo por persona es de $ 7.000.

San Valentin

Estadía deluxe

Para quienes quieran extender el festejo hasta el día siguiente, una estadía en un hotel puede ser un agasajo memorable. Desde el NH Collection Centro Histórico, por ejemplo, crearon un pack especial para esta fecha que incluye una noche en habitación Superior para dos personas con cena de cuatro pasos en el VIP Lounge, maridada con vinos de Catena Zapata y show en vivo. Además, los enamorados podrán disfrutar de un desayuno buffet al día siguiente, early check in el día de su llegada (sujeto a disponibilidad), parking y wifi sin cargo. La comida, diseñada para la ocasión por el chef ejecutivo Martín Jatip, propone platos como carpaccio de ciervo y lactonesa de maní, pesca blanca curada y sopa tibia de arvejas, sushi libre y aireado de chocolate al 70% con naranjas confitadas y fruta de la pasión. Las bebidas sin alcohol están incluidas, así como el maridaje con vinos y espumantes de DV Catena con servicio de sommelier y un regalo por mesa. Puede reservarse solo la comida por $ 22.000 por persona o la experiencia completa por $ 66.500.

En el Four Seasons Hotel Buenos Aires, en tanto, el compromiso con el amor va mucho más allá de un día, y decretaron la “Semana de los Enamorados” a disfrutar en las suites más románticas. “Sin duda, el origen de nuestro hotel es el más romántico de todos: en 1920, Félix de Alzaga Unzué diseñó La Mansión como regalo para su prometida Elena Peña Unzué”, recalcan desde el hotel. Y así, siguiendo esa línea, crearon tres propuestas de alojamiento en habitaciones Superior y en Suites de entre 40 y 80 mts2 del 11 al 17 de febrero. La propuesta incluye una botella de espumante, chocolates, desayuno en el restaurante y disfrutar de la única piscina al aire libre de Recoleta. Los precios, dependiendo de la categoría de habitación, van desde $ 95.000 a $ 135.000, con un intermedio de $ 115.000.

San Valentin

Finalmente, San Valentín también incita a explorar más allá de la ciudad. Por eso la propuesta de Wyndham Nordelta puede ser muy atractiva. Con vistas a la bahía de este emprendimiento, sus habitaciones son acogedoras y modernas a la vez, y en el caso de las suites poseen sala de estar o balcón. Tiene una zona de spa con saunas, gimnasio, piscina cubierta y otras exteriores y una sucursal del reconocido restaurante Sipan, de comida fusión peruano japonesa y ubicado en la terraza, con la perfecta vista que esto implica.

La cena pensada para esta noche especial ofrece un amuse bouche de flor de trucha marinada en lima y jengibre, pulpo snacké con emulsión de morrón romesco, couscous de salmón al lemongrass y sandía, vacherin helado de melón y pistacho, café y petit fours, trago de bienvenida y vinos y espumantes de bodega Saint Felicien. La propuesta completa con la estadía y la comida cuesta US$ 299, aunque también es posible solo acercarse a comer por $ 13.500 por persona.

Se acerca el día más romántico del año y las propuestas se despliegan para los más diversos gustos y presupuestos. El denominador común, sin embargo, son las ganas de festejar un nuevo aniversario de amor.

Salt Bae anunció que abriría un restaurante en Buenos Aires: los impactantes precios de sus platos

Fuente: La Nación ~ El famoso chef turco sirve sus excéntricos cortes de carne en distintos lugares del mundo, con valores que en algunos casos superan las cuatro cifras en dólares.

A través de sus redes sociales, Salt Bae dio a conocer una lista de ciudades en las que planea abrir restaurantes. Una de ellas fue Buenos Aires, por lo que comenzó a circular la posibilidad de que el excéntrico chef llegue al país con sus platos. En ese contexto, apareció la duda de cuánto cuestan sus preparaciones alrededor del mundo y a cuánto se podrían conseguir en la Argentina.

El cocinero goza de una fama mundial desde hace años y, con su arribo al país, volvería a estar relacionado con la Argentina después de la polémica que protagonizó tras la final entre la albiceleste y Francia por su actitud al insistir en tocar y sostener la Copa del Mundo.

Producto de su particular estilo y sus llamativos platos, este hombre nacido en Turquía consiguió que figuras de distintos rubros y nacionalidades visiten algunos de sus locales. En Nusr-Et, su cadena de restaurantes, apunta específicamente a la carne y su curiosa manera de tirar la sal en los platos lo convirtió en un fenómeno de Internet.

Por ese motivo, cada uno de sus locales genera mucha demanda e interés. En las últimas horas, la cuenta oficial del chef dio a conocer un listado de lugares en los que tendría pensado instalarse en algún momento.

Todo fue compartido a través de la cuenta oficial de Instagram del chef. “Futuras inauguraciones de Nusr-Et”, reza el título de la lista, que está escrita sobre un fondo negro. Entre las ciudades mencionadas, se encuentra Buenos Aires. Además, el turco también dijo que en algún momento plan sucursales de su cadena de restaurantes en París, Ibiza, Madrid, Milán, San Pablo, Ciudad de México, Hong Kong, Shanghái, Tokio, El Cairo y Tel Aviv.

La lista de ciudades en las que Salt Bae quiere abrir locales de Nusr-Et
La lista de ciudades en las que Salt Bae quiere abrir locales de Nusr-EtInstagram @nusr_et

Más allá de que Salt Bae tiene una relación con algunas figuras de la selección argentina, lo cierto es que su relación con el país no se limita solamente a eso. En 2007, vivió durante un tiempo en el país, y aquí aprender sobre la carne, acerca de las distintas maneras de cortarla y prepararla. En aquel entonces, con la ayuda del consulado de Turquía, recorrió campos, carnicerías y frigoríficos.

En ese contexto, su potencial llegada a la Argentina abriría las puertas a que el país conozca sus excéntricos platos, aunque sus altos precios podrían ser una gran complicación en su aterrizaje en el territorio nacional.

Salt Bae tiene la intención de abrir un Nusr-Et en Buenos Aires
Salt Bae tiene la intención de abrir un Nusr-Et en Buenos AiresInstagram: @nusr_et

Por ejemplo, una reseña del lugar, que fue publicada en el portal Dallas News, reveló que en 2021 almorzar en el Nusr-Et de Dallas, Estados Unidos, podía ir desde los 15 dólares hasta un número de cuatro cifras en la divisa norteamericana.

Concretamente, el plato más costoso es el bife Tomahawk, una carne que tiene migajas de oro y que cuesta unos 1100 dólares. En esa misma línea, la hamburguesa Nusr-Et, que cuenta con una capa de oro, se consigue por 300 dólares. En lo que refiere a platos llamativos, también se encuentra el pastel de cangrejo a 48 dólares y, luego, aparecen opciones más económicas que se ajustan al paladar del país donde esté instalado el local.

Mariano Ramón, chef creador de Gran Dabbang: «No nos damos cuenta del valor de ser anónimos»

Fuente: Cronista ~ En las notas de nuestra sección «Eligen los Chefs», Gran Dabbang fue nombrado más de 15 veces como uno de los preferidos/ Hablamos de cerca con el creador del restaurante fusión, y toda su historia personal que lo llevó a donde está hoy/ Viajes, aprendizajes y sueños que van en contra de lo que la mayoría espera/ Un perfil que busca pasar desapercibido.

No todos en el mundo de la gastronomía quieren que su nombre sea reconocido. Tal es así que muy pocos de quienes conocen Gran Dabbang saben que detrás del proyecto se encuentra Mariano Ramón. Un chef que arrancó desde muy chico con Francis Mallman, Narda Lepes y Juliana López May; que viajó por el mundo, y especialmente por Asia, conociendo minuciosamente las cocinas de países exóticos; y que volvió a Argentina con un arsenal de data y experiencia para fundar su restaurante fusión que ya lleva ocho años instalado en el top en la escena gastronómica local.

Además de resultarnos un personaje enigmático a quien hace tiempo queríamos conocer, lo contactamos desde MALEVA por algo en particular. Quienes siguen a la revista, ya conocen la sección «Eligen los Chefs», que inició en el 2014 y por la que pasaron las personalidades más importantes de la escena local; como Germán Martitegui, los hermanos Petersen, Donato de Santis y Fernando Trocca. Hoy, analizando las más de 40 notas que salieron con este formato – en el que el chef compartía sus diez restaurantes preferidos de Buenos Aires – descubrimos que hay un nombre que se repetía en la mayoría: Gran Dabbang.

No podíamos dejar pasar este dato y nos juntamos con Mariano para que nos cuente un poco de él. Cómo se inició en el mundo de la cocina (y qué se le cruzó por la cabeza hacer si no era chef), los viajes que definieron su camino, algunos datos de color sobre su personalidad y cómo ve su futuro y el de su restaurante.

Primero quiero contarte esto: tu restaurante es el más elegido por los chefs más reconocidos de Argentina. No sé si estabas al tanto…

¡Sí! porque yo me voy fijando generalmente qué cosas salen del restaurante y siempre lo veía así que conozco la sección. Es espectacular, a nosotros nos encanta, imaginate; que las personas referentes de la industria elijan a tu restaurante como uno de sus favoritos es un orgullo. Y vos ves lo que es: es simple, acá se viene a comer y a estar tranquilo, no es para venir a mostrarse ni ser visto ni nada.

Si le mostrás esto al Mariano de 17 – 18 años, ¿qué pensaría? ¿A esa edad ya sabías que querías dedicarte a la gastronomía?

Si, siempre me gustó la cocina. En un momento quise estudiar periodismo deportivo pero lo académico no era lo mío. Mis amigos me joden porque yo decía que quería ser futbolista pero no me dio. Obviamente, quería ser lo que cualquier chico de 17 años de esa época, o futbolista o periodista deportivo, pero rápidamente me di cuenta que no.

¿Alguien en tu familia cocinaba mucho?

Todos cocinaban pero normal. A mi siempre me interesó, me gustaba y miraba los programas del Gato Dumas. En verdad lo que buscaba al estudiar cocina era solo para tener un conocimiento personal. Cuando terminé el colegio no tenía la plata como para ir a la escuela de gastronomía, entonces uno de mis tíos me hizo contacto para conseguir una pasantía en el restaurante de Mallman en La Boca. Ahí entré a una cocina profesional y vi que dentro de eso me podía desarrollar más o menos bien. Me hice un grupo de amigos muy fuerte y ya seguí por ese camino, nunca más pensé en otra carrera como opción. Nunca me cansé de esto. Muy rápido encontré que este era el camino que quería seguir.

¿Cómo te llevaste con esos primeros años dentro de cocinas profesionales?

Mi primera jefa de cocina fue Juliana Lopez May. Ya en esos lugares hay gente con mucho talento trabajando y naturalmente te vas haciendo un grupo. Es un privilegio. Y una vez que ya sabés cómo se maneja todo, vos vas buscando distintos referentes o gente con la que querés trabajar y dónde querés aprender. Más o menos te vas moviendo en un círculo de personas de la industria.

Es una suerte y también una suerte que me hayan aguantado. Viste cuando sos chico, inquieto… A veces era, no rebelde pero sí muy indisciplinado. Pero como era muy fuerte el vínculo personal, siempre me daban una oportunidad más. Lo que más me faltaba era constancia; podía hacer muy bien las cosas, pero a veces me tiraba a chanta o no me enganchaba tanto. Constantemente me tenían que llamar la atención.

¿Hoy seguís igual?

No, es algo que fui aprendiendo a cambiar con el tiempo. Cuando me fui definitivamente afuera no tenía a alguien que esté todo el tiempo aguantándome; o hacés como tiene que ser o no conseguís trabajo. Ahí fui aprendiendo un montón de cosas y valorando un montón todo lo que me habían soportado. Yo muchas veces pienso que por ahí yo ahora no hubiese tolerado a alguien como yo de chico.

Mencionás mucho tus viajes. ¿Por dónde anduviste?

Siempre me gustó viajar, me daba curiosidad, entonces iba intercalando trabajos acá con pasantías afuera. Después empecé a trabajar con Narda Lepes y ella te abre un montón de puertas, entonces pude hacer pasantías en Europa o en Perú.

Nueva Zelanda era el único lugar al que podía ir legalmente a trabajar por un tiempo. Y además quedaba cerca del sudeste asiático. Así que busqué referencias, contacté a un cocinero muy famoso ahí y con un amigo fuimos a trabajar a su restaurante. Después se hizo todo mucho más fácil, hasta que llegamos al sudeste. Hice pasantías en Tailandia, en Laos, en Malasia, en Vietnam. En hoteles y restaurantes. Pero fue muy difícil al principio, en esa época nadie lograba entender que un occidental quiera ir a trabajar gratis a un restaurante local para aprender la cocina del lugar.

¿Siempre te llamó la atención Asia?

Si, me parecía un lugar exótico y no conocía tanto de la cocina de ahí. Es un mundo distinto entonces todo lo que vos sabés te sirve hasta cierto punto. Se organizan diferente en las cocinas, los productos son distintos, las maneras de cocinar, las técnicas, las maneras de sazonar…

En Nueva Zelanda trabajaba para uno de los creadores de la cocina fusión en esa época, y empecé a conocer un montón de ingredientes, porque hay mucha inmigración del sudeste asiático. Después de trabajar ahí ya quería saber cómo era la comida original de todos esos lugares. Uno a veces tiene una idea en general pero hay muchas pequeñas sutilezas según las distintas regiones, norte, sur y las influencias de otros países.

Lo más lindo es eso: vos trabajás en un restaurante, conocés ciertas cosas, y después vas con los cocineros a tomar algo, te llevan a la casa, conocés distintos lugares, todo de local. Estás con ellos y aprendés de su cultura más allá de la cocina.

Cuando volviste acá, ¿ahí rápido abriste el restaurante?

Mi primer trabajo cuando volví a la Argentina fue armar el mercado de productores de la Feria Masticar. Ahí entré en contacto con un montón de productores del país. Primero busqué quiénes hacían acá las cosas que había afuera. A la vez, naturalmente vas viendo qué es lo que se produce acá y cuáles de esos ingredientes no tienen tanto uso. Con toda esa base de datos es con lo que nos manejamos hoy en Gran Dabbang. Tenemos solo 3 productos importados: salsa de pescado (no hay espacio para hacer fermentos), leche de coco y tamarindo. Todo lo demás se produce acá en Argentina.

¿No te desespera que acá no haya especias o frutos que usabas afuera para las recetas asiáticas?

No, porque este no es un restaurante ni indio ni del sudeste asiático, no es un restaurante de comida tradicional. No seguimos ningún tipo de recetas (yo por mi indisciplina no podría), lo que intentamos hacer es buscar sabores. Siempre buscamos trabajar con lo que hay acá, como Argentina es tan diversa y hay tantos climas y tanta geografía, nos permite todo el tiempo estar buscando y descubriendo. Lo mismo le digo a los productores: cualquier cosa que quieran probar, cualquier locura, mándenme a mí y yo veo qué podemos hacer. Y así es como fuimos construyendo nuestro catálogo de productos.

¿Sos muy inquieto y dinámico con los platos? ¿Te aburrís de preparar una cosa tanto tiempo?

Si, constantemente. Pero lo que aprendí con el restaurante es que, para tener una constancia, los platos tienen que tener un tiempo. Si siempre estás cambiando es difícil para el equipo de cocina lograr esa constancia. Lo que intentamos tener son clásicos que van cambiando durante el año y cosas nuevas que son más del momento. Al ser una carta tan chica los clientes tienen sus favoritos, por eso intentamos en cierto momento del año tenerlos. También es lindo volver a un lugar y comer lo que vos querés venir a comer, y a su vez probar algo nuevo.

¿Siempre estás pensando en los próximos platos a lanzar?

Si, pero hay momentos del año donde estoy cansado y les digo «a mí no se me ocurre nada más, ahora necesito que a ustedes se les ocurra algo». El tema es que, al ser un equipo chico, y con la demanda del trabajo diario, toda su fuerza está puesta en sacar bien lo que tenemos que hacer en el día.

La inspiración me surge en los momentos de necesidad máxima. Cuando llegamos acá y no hay nada, ahí es cuando logro conectar. Eso me pasa desde que soy chico: solo conectaba cuando estaban a punto de echarme, en situaciones críticas. Y ahora lo que busco es tener cocineros que sean completamente lo contrario: muy concentrados, aplicados y constantes. Así yo sé que todos los días los platos van a salir bien. Intento ser mucho más estricto de lo que eran conmigo, hay cosas que yo no les tolero a ellos que a mí me toleraban. Yo creo que eso los beneficia a ellos.

O sea, que tu cocina es exigente…

Ya se generó la cultura de que todo tiene que estar excelente, aunque el 99% de la gente no se de cuenta. No es que trabajemos para ese 1% pero es lo que nos engancha. También tenemos la conciencia de que cuesta salir a comer. Y la gente, de entre 100 restaurantes de Buenos Aires nos eligió a nosotros. Entonces, más allá de que sea incómodo, que esté en una avenida y que pase un colectivo, pagan $3000 por un plato. Pueden salir 19 bien pero ese que no salió, también le llegó a alguien y esa es la experiencia que se lleva esa persona del restaurante. Eso también aprendimos un montón después de la pandemia: antes se daba por garantizada la gente, era hasta un enemigo, por su volumen. En la pandemia pasaste del restaurante totalmente desbordado a que no haya nadie, entonces se le dio un nuevo sentido al cliente y al trabajo que nosotros hacemos.

¿Cómo te sentís con los premios, por ejemplo, estar entre los 50 mejores restaurantes de Latinoamérica?

Y, muy bien. Yo no creo en lo que el premio dice pero sí me enorgullece y obviamente veo los beneficios que tiene. No creo que sea uno de los mejores 50 restaurantes de Latinoamérica, no me lo creo para mí mismo. Intento no subirme a eso, no perder el foco, no creermela y mantener siempre la misma esencia. Quiero mantenerme lo más real posible, porque es un premio al trabajo y, justamente, si es un premio al trabajo hay que seguir trabajando.

Por más de que uno sepa cómo se manejan los premios, es lindo porque te acelera un montón de procesos. Si viene más gente te da la posibilidad de cambiar cosas en la infraestructura mucho más rápido y también nos permite agrandar el equipo. El impacto es grande y no hay que negar que hay una cuestión de ego para el equipo que es muy importante también.

¿Por qué sigue vivo Gran Dabbang? ¿Qué es lo que te hace seguir haciendo lo que hacés?

Porque hoy no tengo otros proyectos. Este es mi proyecto, es el que yo quiero desarrollar, lo que me gusta y me engancha. El día que no me guste más, no va a existir más, porque no es un restaurante que funciona si no estás enfocado en esto. Lo que lo mantiene es que todavía nosotros creemos en el lugar, lo seguimos desarrollando y haciendo cosas para que mejore. No hago otras cosas porque no podría. Puedo delegar hasta cierto punto pero no podría poner mi nombre en algo que no puedo supervisar constantemente.

Hay Gran Dabbang para rato entonces.

No es un restaurante de moda, ni que haya tenido momentos de moda; es un restaurante que siempre está, que es reconocido por su comida y por su constancia. Fue creciendo muy paulatinamente y nosotros siempre fuimos creciendo despacio detrás de la demanda. La ventaja que tuvo fue hacerse conocido muy rápidamente en el ambiente gastronómico y después, de a poco, se fue haciendo conocido en el público en general.

Nosotros no tenemos ni agencia de prensa ni nada, intentamos hacerlo de la forma más orgánica. Yo manejo el Instagram y a veces acá algunos me dicen, «che, hace mucho no subís nada». Cuando veo que es necesario lo subo. No reniego de las redes, entiendo qué son, sé que sirven, sé que son una herramienta de difusión pero bueno, ahora la tendencia con los restaurantes es que 1 millón de personas los siguen y ellos no siguen a nadie. Yo sigo desde el restaurante a amigos de la primaria y a veces comento en una página de River y la gente se enoja: «¡pero cómo puede ser…!».

¿Cómo ves el futuro del restaurante?

Mi plan de escape es lo contrario a la tendencia que es expandirse, ampliarse y abrir más restaurantes. Yo al revés, en un futuro me pienso cada vez más chico. Como esos lugares japoneses donde está el viejo de 90 años y hay 10 personas nada más.

Todo el mundo me dice: tenés que aprovechar, y no, yo quiero aprovechar para esto y ya. La ventaja de no ser algo de moda es que no tenemos que decidir sobre el momento. Yo no tengo que ceder a la ansiedad del otro porque todo el mundo quiere que yo ponga algo más grande y que abra otra cosa y «tenés que hacer esto», tenés que hacer lo otro… ¡Y yo no quiero nada de eso!

Por lo (poco) que vimos en Internet, sos un chef muy perfil bajo. ¿Por qué es eso?

Nosotros no nos damos cuenta del valor de ser anónimos. Caminar por cualquier lado, poder ir a donde quieras y si no tenés ganas de hablar con nadie, nadie te va a hablar porque nadie te conoce. Todo el mundo quiere que su persona sea reconocida. A mi me conoce gente que es solo del rubro. Me pasa que quieren filmar y me da vergüenza. Salvo que tenga que hacerlo porque viene Netflix sino nos dividimos entre todos acá; los jefes de cocina hacen los videos, entrevistas de radio, y yo hago otras cosas. Por ahí a ellos les interesa un poco más por el momento de la vida de cada uno, yo a los 25 quería salir en El Gourmet, era mi sueño. Y ahora solo quiero que el nombre de mi restaurante se conozca, el mío no me interesa. Todavía no valoramos eso, el valor de ser anónimo. Estamos muy expuestos todo el tiempo.

Tampoco voy a ser hipócrita, las personas que me tienen que conocer saben quién soy. Entonces con eso ya es suficiente. Si hay un cocinero que yo admiro, hago lo posible para que sepa quién soy. No es que viene Martitegui y me escondo en la cocina.

¿Te pasa que hay mucha gente que viene a comer acá y quiere conocerte?

Si, pasa. Y yo no salgo nunca al salón. Como hago algo durante el servicio a todo el mundo le digo que venga y hable en la cocina con nosotros. No me sale natural. ¿Viste que hay gente que es re social naturalmente? Yo no, y la gente ya sabe cómo soy. Pero también es algo que uno va aprendiendo con el tiempo. Y todo es válido. Porque cada uno al final tiene que perseguir el fin que quiere.

Yo antes renegaba y decía: «no, mirá este que vende un reloj, es un payaso». Y en realidad es tan válido como que esa persona me mire y diga: «este que tiene un kiosco en Scalabrini, ¿por qué no pone algo más grande?» Todo es válido, mientras sea desde la promoción y desde la gastronomía así se potencia el rubro. Yo también me beneficio de esas personas, porque ellos llegan a un montón de gente que se empieza a interesar en la gastronomía y en algún momento, a través de los años, cae acá. Cada uno tiene un rol para jugar, yo no sería bueno vendiendo relojes y esas personas son buenísimas. Después los conocés y son súper piolas, hablás de lo mismo, te quejás de las mismas cosas.

Para cerrar el ciclo de Eligen los Chefs, ¿cuáles son los restaurantes preferidos de Mariano Ramón en Buenos Aires?

  • 1. Una Canción Coreana: es el único restaurante donde mis hijos se portan bien. Mirá que vamos a comer a otros lugares y comen, pero a los 10 minutos ya están arriba de las sillas, saltando por todos lados. Ahí ya me hice amigo de la familia, les mando mensajes, ya conocen a mis hijos, les dan arroz y ellos se quedan tranquilos. Ese es como el restaurante familiar al que voy siempre.
  • 2. Bi Won: es el restaurante al que me gusta ir cuando estoy muy quemado. Un restaurante coreano también donde hacen como carnecita a la parrilla, ¡es impresionante! Ahí también ya me conocen, como con los mozos y hablo de fútbol.
  • 3. Casita Azul: está en Nazca y Avellaneda, como en un pasaje, en una casa que si no te llevan ni te imaginás; cocina la madre y atiende el hijo. Últimamente estuve yendo mucho a almorzar y llevo amigos. Es como mi lugar de reunión cuando tengo que juntarme con alguien en el almuerzo.
  • 4. La Mezzetta: cuando salgo del trabajo y necesito algo así bien calórico.
  • 5. Tintorería Yafuso: fui el otro día y así es como yo me imagino mi futuro, es el lugar perfecto.
  • 6. La Conga: es un restaurante gigante peruano a la vuelta de plaza Once y siempre tiene media cuadra de cola pero va rapidísimo y hay constantemente gente. Cuando hacemos fiestas acá o cuando viene gente vamos ahí. Es para ir así, entre muchísimos.
  • 7. Corte Charcutería: Los conozco mucho a ellos, yo tengo una casa en el Delta del Tigre y entonces voy y compro la carne siempre ahí. Es un restaurante al que iba ya con toda mi familia.

Más que rabas y milanesas. Con un parador abierto todo el año, el chef que apuesta a la cocina gourmet en la costa atlántica

Fuente: La Nación ~ Pedro Demuru desarrolló una cocina con sello propio pensando en el local y el visitante, con platos abundantes y propuestas fuera de lo común.

Abundante, clásica pero con un poquito de delirio, con precio acomodado, que le guste a los más chicos, que se sienta como en casa, que no aburra y den ganas de volver… Muchas son las variables que se buscan a la hora de encontrar dónde comer en vacaciones. En familia, con pareja, con amigos, sea como fuere, la comida es una ceremonia para los argentinos que reina también en verano fuera de casa.

Que la costa atlántica no fuera solo un sitio de paso en temporada y que la cena no se convirtiera en un trámite gastronómico fueron dos metas que sedujeron a Pedro Demuru, el chef que se convirtió en suceso en Cariló y se expandió hacia la periferia con ideas frescas, auténticas, con ganas de ganarle a lo clásico sin perder los orígenes.

Mediterránea con rúcula, parmesano, olivas, alcaparras y tomates secos
Mediterránea con rúcula, parmesano, olivas, alcaparras y tomates secos Gentileza

Nació en Merlo, en el oeste del Gran Buenos Aires. Su familia, además de papá, mamá y hermana, comprendía a dos abuelas: una italiana y una alemana. A las dos les gustaba mucho la gastronomía. “Así que imagínate lo que fue mi infancia -dice a LA NACION revistauna explosión de todo tipo de sabores. Mi relación con la cocina siempre fue de mucha conexión, justamente porque tuve una relación muy cercana con mis dos abuelas, ambas amaban cocinar. Además, mi mamá también hacía lo suyo”.

¿Cómo la cocina se convirtió en su profesión? “Me acerqué más cuando empecé a estudiar la carrera de contador. Me di cuenta que me aburría mucho y que la cocina me divertía, me hacía feliz. Paralelamente, entre 1994 y 1995, se abrieron algunas escuelas gastronómicas. De a poco me fui metiendo en el tema. Empecé directamente a trabajar en una cocina en Castelar y me apasionó tanto que comencé a estudiar”.

"Logré fusionar mi deseo con mi pasión y alcanzar una conexión al 100% con la playa y el mar”, dice
«Logré fusionar mi deseo con mi pasión y alcanzar una conexión al 100% con la playa y el mar”, diceGentileza

El inicio fue allí, en Castelar, pero su gran desarrollo fue trabajando con Dolli Irigoyen. Con el tiempo se involucró en concursos gastronómicos y comenzó a ganar. Rápidamente se pudo introducir en el mundo de los grandes chefs de ese momento, a los que hoy considera amigos, como Dario Gualtieri, Martín Molteni, Fernando Orciani o Los Petersen. “Algunos ya venían ligados a la cocina, yo me metí de muy chiquito y me embebí en toda su generación”, dice. En 2011 fue el representante argentino en el concurso internacional Bocuse d’Or, que premia a los mejores chefs del mundo.

A sus 20 años tuvo un restaurante en Pilar que se llamaba Nectari. Más tarde, junto a Rodrigo Sieiro llevaron la propuesta a Buenos Aires. “Éramos socios -relata-, dueños del restaurante y lo trabajábamos. Fue uno de los primeros restaurantes de la Argentina en hacer un menú de pasos. Hoy es una moda, pero en su momento éramos muy pocos los que lo hacíamos. Realizábamos panes de masa madre, algo de lo que ni si quiera se hablaba”.

Los clásicos empanados son también parte del menú
Los clásicos empanados son también parte del menúGentileza

Más allá de estas experiencias entusiastas, sumergidas estaban las ganas de vivir cerca del mar. Irse a la costa implicaba llevarse la cocina puesta. “Quería tener un restaurante al lado del mar. Cuando conocí Cariló me cerró todo: la situación de vida, el ambiente tranquilo, el bosque y, sobre todo, el hecho de poder emprender un proyecto con continuidad anual. Así surgió Demuru Cariló y, con el tiempo, apareció la oportunidad de dirigir la cocina de parador Rada Beach, en Pinamar, más cerca del mar aún. Un sueño cumplido. Logré fusionar mi deseo con mi pasión y alcanzar una conexión al 100% con la playa y el mar”.

Sabor a playa gourmet

Para enriquecer la experiencia, el balneario se encuentra abierto todo el año, tanto de día como de noche. Renueva su carta cada estación. Algunos clásicos permanecen: al mediodía las rabas, los langostinos empanados, las ensaladas y los sándwiches gourmet. Por la noche, una idea que se convirtió en clásico: el pastel de ciervo y garrón de cordero. “Me interesaba crear un espacio gourmet en la playa”, dice Demuru.

"Con la buena gastronomía que tenemos en el país, los excelentes restaurantes y los chefs de renombre la gente espera más propuestas de calidad”, dice Demuru
«Con la buena gastronomía que tenemos en el país, los excelentes restaurantes y los chefs de renombre la gente espera más propuestas de calidad”, dice DemuruGentileza

-¿Cómo cambió la experiencia del comensal?

-“Creemos que en la playa se come rápido para seguir la jornada, o se elige bajo la idea de no gastar mucho para comer en vacaciones. El argentino hoy disfruta de diferentes sabores gracias a la evolución que ha tenido la gastronomía, y a empezar a entender la importancia de los productos de calidad y el valor de los ingredientes que dan lugar a sabores y texturas únicas. Es un trabajo que no va a terminar, una construcción que comenzó para seguir adelante. Con la buena gastronomía que tenemos en el país, los excelentes restaurantes y los chefs de renombre creo que la gente se involucra más y espera más propuestas de calidad”.

“Lo mismo ocurre en los balnearios. En Pinamar fue a partir de la renovación del frente marítimo de su costa y de la puesta en marcha de paradores mucho más modernos y sustentables. Esto dio lugar al surgimiento de propuestas con un estilo amalgamado con la alta cocina de Buenos Aires. Para eso hay que pensar en cada aspecto de la experiencia, desde la elección de la vajilla, los detalles de la ambientación, el diseño, la iluminación y, sobre todo, en contar con cocineros que se animen a poner su creatividad al servicio de cartas más innovadoras.

Garróncitos de cordero, en cocción lenta con mousseline de papa, olivas negras y tomate asado en salsa demiglace
Garróncitos de cordero, en cocción lenta con mousseline de papa, olivas negras y tomate asado en salsa demiglace Gentileza

-También te empeñaste en crear espacios abiertos durante todo el año. ¿Qué desafíos involucra?

-Los proyectos anuales permiten la estabilidad económica y del local, para que pueda dar sus frutos. Al estar siempre abierto, la gente vuelve y lo empieza a tomar como una costumbre, y así comienza a funcionar. En Rada Beach, a pesar de ser un parador de verano, también el restaurante está abierto todo el año. Esto nos permite mantener el mismo equipo de trabajo.

La temporada no se hace solo de la propuesta del menú, también renueva la presencia de otros chefs. Donato de Santis acercó su ya clásico Cucina Paradiso el pasado 13 de enero. El 27 de enero, a Lele Cristóbal, dueño de Café San Juan y la Vermutería, con su sello personal y sabores que enaltecen las raíces y las tradiciones familiares. El año pasado el ciclo contó con Martin Molteni, Santiago Giorgioni, Felicitas Pizarro y Florencia Rodríguez.

Rada Beach frente al mar
Rada Beach frente al marGentileza

Demuru es un hombre de hacer. Puede estar solucionando los desafíos de un equipo para instalar en la cocina o yendo de compras. Está revoleando las ollas sobre el fuego, pero también llevando el plato a la mesa, para ver de cerca la mirada de quien lo recibe. Le gusta la cocina desde las entrañas. Define su cocina como “una combinación de cocina de presentación y la incorporación de elementos a los platos para que sean diferentes. Soy hacedor de platos de autor, pero para aquellos a los que les gusta comer. Algunas de mis propuestas son en exceso abundantes, pero me gusta que sea así, que se sienta una cocina desbordante”.

El menú que no falla incluye huevo líquido a la florentina con croute de hongos para la entrada, la bondiola de cerdo braseada con salsa de cassis más puré de batatas con miel de caña y frutas salteadas. Para el postre, textura de chocolate. Si hay intención de clásicos, la milanesa, las rabas y los sándwiches suenan bien y desbordan los platos. El próximo sueño está fronteras afuera. “Quiero participar de un emprendimiento en el exterior -sueña-, donde se valora nuestra gastronomía y hay una gran diversidad de culturas. Tengo intriga de cómo sería cocinar para personas de otras latitudes”. Donde hay hambre, allá Demuru crea.