Fuente: Noticas – Entre lo científico y lo sorprendente, la cocina molecular se mantiene vigente en algunos espacios donde las sensaciones, el arte y el sabor confluyen.
“Este es un momento en la historia de la cocina en el que ya no basta con hablar de creatividad, sino que esa palabra debe ir acompañada por otra: investigación”, fueron las declaraciones de principios, realizadas a mediados del 2008, del chef español Ferran Adriá, el más destacado referente de la denominada cocina molecular, que se aplicaba en el exclusivo restaurante “El Bulli” de Barcelona.
Reconocido como uno de los mejores cocineros del mundo, empresario y escritor de más de 30 libros, Ferran Adriá visitará Argentina, con el auspicio de Zuccardi Valle de Uco. Desde el lunes 27, hasta el viernes 31 de marzo, el prestigioso chef molecular llevará adelante una intensa agenda de encuentros en el país, con profesionales gastronómicos, referentes educativos y sociales.
Entre estas actividades, que tendrán lugar en Mendoza y Buenos Aires, se destacarán sus masterclass bajo el lema “Conectar conocimiento”, que se llevarán a cabo el martes 28 en la Bodega Zuccardi Valle de Uco y el jueves 30 en el Centro Cultural Kirchner. Esta destacada visita internacional genera el siguiente interrogante: ¿Qué es la cocina molecular y donde probarla en Buenos Aires?
La gastronomía molecular es una subdisciplina de la ciencia de los alimentos que busca investigar las transformaciones químicas y físicas que ocurren en los ingredientes durante la preparación de los alimentos. En ese aspecto, tiene relación con el estudio y análisis de los procesos tecnológicos a los que estos se someten, como son el batido, la gelificación, y el aumento de la viscosidad, por mencionar algunos.
Por otro lado, la cocina molecular reconoce un estilo moderno de cocinar y hace uso de innovaciones técnicas de disciplinas científicas. Vinculando lo artístico, lo técnico y lo social, con el plato a servir. Todo ello dependiendo de los ingredientes que se seleccionen, las mezclas que se hagan y de las técnicas que se apliquen.
Los alimentos son compuestos orgánicos, como proteínas, hidratos de carbono, lípidos y vitaminas, y minerales que, cuando se someten a procesamiento, son capaces de manifestar sus propiedades, transformándose en espumas, emulsiones u otras estructuras donde la gastronomía coquetea con el arte visual.
Desarrollada en Europa como una rama de la Alimentación en 1988, la disciplina había desembarcado oficialmente en el país, en abril del 2005, a través de la Asociación Argentina de Gastronomía Molecular, con tres socios fundadores y casi 700 interesados en seguir sus seminarios y cursos. En la actualidad, existen varias diplomáturas gastronómicas de cocina molecular en institutos terciarios de gastronomía y en varias universidades nacionales.
Bistró Chandon, ubicado en Mendoza, ofrece una gastronomía con técnicas de la cocina molecular. El resultado es un menú de cuatro pasos con técnicas de la gastronomía molecular, que está inspirado en el hinojo. El diseño final se basó en el uso de materias primas que contienen moléculas como el mentol, anetol, estragol y eugenol, presentes en los compuestos volátiles de la manzana verde, el hinojo, anís, el apio y la menta.
“Lo que me inspiró para diseñar el menú fue mi infancia, yo vivía en una casa rodeada de acequias, las cuales estaban cargadas de hinojo. A la mañana el hinojo fresco se sentía mucho y el aroma se hacía presente todos los días. Esa fue la base para empezar a trabajar en el menú, el hinojo es como un hilo conductor que va desde la entrada hasta el postre, y se degusta en diferentes texturas. Esto nos permite un ingreso amable hacia cada uno de los pasos, ya que los aromas quedan presentes en el paladar”, explicó el chef Matías Gil Falcón.
El referente porteño de esta particular técnica del sabor y la alimentación es el Restaurante Aramburu, ubicado en el tradicional barrio de Recoleta. En su momento, la plataforma internacional TripAdvisor publicó la siguiente descripción del restaurante: “Aramburu apuesta por la experiencia del huésped. El chef propietario, Gonzalo Aramburu, experimenta con platos sofisticados que reflejan su filosofía gastronómica, destacando técnicas de la gastronomía molecular, como: introducción de elementos químico, espumas, aire, producción de vacío, entre otros. Tras visitar diferentes restaurantes y escuelas gastronómicas del mundo, Gonzalo diseña a diario un espacio de vanguardia. El Restaurante Aramburu presenta un menú degustación por pasos. La visión creativa del autor combina la cocina porteña con raíces nacionales y una carta renovada cada temporada”.
Sin embargo, este tipo de experiencias tiene sus detractores. Este año el periodista gastronómico británico-español John Carlin escribió una nota titulada “Réquiem para la cocina molecular”, donde analizaba la desaparecida tendencia de estos espacios en vía de extinción. El artículo concluye con una reflexión: “Aprecio el arte, la ciencia, el rigor y la disciplina espartana que hay detrás de cada uno de estos inventos. Pero a mí, hoy, me dejan frío. Y creo que no estoy solo y que no es casualidad que tanto a Noma como a El Bulli no les salió rentable convertir el eterno ritual de sentarse a comer en una superproducción de Hollywood»
Si bien es cierto que el furor de la cocina molecular es cosa del pasado, incluso el multipremiado restaurante El Bulli cerró sus puertas en 2011 para convertirse en una fundación gastronómica, muchos maestros cocineros rescatan la técnica científica y de laboratorio para adaptarla a la creatividad culinaria y a la imaginación, en la actualidad y en pleno territorio albiceleste.
Fuente: Cronista – Gioia Cocina Botánica es un remanso en medio de la city porteña. Una gran opción para amantes de la experimentación.
Gioia Cocina Botánica es un remanso en medio de la city porteña. Una gran opción para amantes de la experimentación. Todos sus platos son realizados a base de plantas. El por la noche, las terrazas y jardines del Palacio Duhau Park Hyatt alojaban pequeñas mesitas apenas iluminadas, en donde reinaba la naturaleza. Desde los floreros y jarrones que inundaban de verde el espacio hasta las fibras naturales que vestían la mesa. Mensajes sutiles que anunciaban nuestro ingreso al mundo vegetal.
Una vez ubicados en nuestros asientos, las pequeñas hojas de árbol que decoraban el mantel nos presentaban, con letras en dorado, la experiencia de la noche: «Julio en Gioia«. El chef Julio Martín Báez fue convocado para crear un menú único especialmente para el evento gastronómico. «La experiencia propone invitar a cocineros que normalmente no se dedican exclusivamente a la cocina vegana para animarlos a hacer algo distinto», nos contó Eugenia Motter gerente de marketing del Palacio Duhau.
«El misterio se rompió cuando Julio Báez, como un «Pollock» de la cocina, comenzó a crear su obra. En vez de pinturas como hacía el artista estadounidense; Báez, seguido por el equipo de Gioia, empezó a derramar salsas de diferentes colores. Creando una coreografía milimétrica, los cocineros se movían por la sala llenando, completando, derramando y esparciendo diversos ingredientes sobre su lienzo…»
Con una apuesta experimental, Báez y Matías Rouaux, el chef del hotel, lograron una selección de platos que conquistaron mis sentidos. Por un lado su cuidado en la presentación hacía que cada pieza sea atractiva y estética, instando a probar gustos desconocidos. A nivel olfativo, la sutileza de los aromas contrastaba con el juego que sucedía una vez que las preparaciones se encontraban dentro de la boca. Las diferentes texturas otorgaban el equilibrio necesario para seguir probando cosas nuevos.
Lo interesante es que por momentos, los platos simulaban ingredientes conocidos -desde el sabor inequívoco de un cebiche en el Ceviche de girgolas azules, leche de tigre de ají amarillo, maíz chulpi; hasta el dejo del sabor de la langosta en Melena de león a la parrilla, bagna cauda de ajo fermentado -. Mientras que por otros, como sucedió con el Zucchini ahumado, wakame, girasol, conjugaban un total descubrimiento.
La carta estaba estructurada según la propuesta de Gioia, en base a sus protagonistas: Verduras, Legumbres, Hongos y Postre. Cada sección ofrecía una selección de tres o cuatro platitos. Ideal para compartir y probar las diferentes opciones.
«Logramos crear un menú dinámico, interactivo y muy divertido poniendo en primera plana a los vegetales», nos contó orgulloso Mati Rouaux.
«Lo interesante es que por momentos, los platos simulaban ingredientes conocidos -desde el sabor inequívoco de un cebiche en el Ceviche de girgolas azules, leche de tigre de ají amarillo, maíz chulpi; hasta el dejo del sabor de la langosta en Melena de león a la parrilla, bagna cauda de ajo fermentado -. Mientras que por otros, como sucedió con el Zucchini ahumado, wakame, girasol, conjugaban un total descubrimiento…»
Un Pollock comestible
El momento icónico de la noche vino con la llegada del postre. Fuimos conducidos al interior de Gioia, en donde reinaba una gran mesa oval de madera. Como si estuviésemos presenciando una performance en un museo, reinaba el silencio y la expectativa no hacía más que crecer a medida que veíamos cómo iban apareciendo cocineros con guantes negros y cuencos que ocultaban qué había en su interior, en las manos.
El misterio se rompió cuando Julio Báez, como un «Pollock» de la cocina, comenzó a crear su obra. En vez de pinturas como hacía el artista estadounidense; Báez, seguido por el equipo de Gioia, empezó a derramar salsas de diferentes colores. Creando una coreografía milimétrica, los cocineros se movían por la sala llenando, completando, derramando y esparciendo diversos ingredientes sobre su lienzo. Duraznos, cerezas, chocolate semi amargo, maní, hinojo, uvas, praliné, merengue, helado, hojitas de menta eran colocados armónicamente sobre el postre comunitario. Como si de un director de orquesta se tratara, Báez conducía a los cocineros, destacando condimentos.
«Cuando la danza terminó, con una impronta pos pandémica fuerte, nos entregaron cucharas y nos invitaron a comer directamente de la mesa. No solo fue una gran experiencia en cuanto a la comida, sino que se realizó un maridaje con etiquetas de Riccitelli…»
Cuando la danza terminó, con una impronta pos pandémica fuerte, nos entregaron cucharas y nos invitaron a comer directamente de la mesa. No solo fue una gran experiencia en cuanto a la comida, sino que se realizó un maridaje con etiquetas de Riccitelli. Para las primeras dos secciones -Verduras y Legumbres y cereales-, reinó el vino rosado de la línea joven de la bodega, el Kung Fu Pet Nat. Mientras que para los platos de Hongos y el Postre se degustó con su opción de uva tinta, el Kung Fu Malbec.
Juego, expresión, arte y degustación de lo desconocido. Una experiencia gastronómica que, vuelo a aseverar, conquistó mis sentidos.
Fuente: Rio Negro ~ El cocinero dará una masterclass el sábado 25. Su idea es cocinar de manera didáctica e interactiva con el público platos que puedan ser replicados con cada uno de los hogares.
Con una trayectoria de 25 años trabajando en gastronomía, el cocinero Juan Braceli ha recorrido la Argentina a lo largo y a lo ancho. Ha tenido la oportunidad de conocer y saborear los productos que cada región de nuestro país tiene para ofrecer. Pero claramente cada vez que surge un evento en la Patagonia, este cocinero siempre está dispuesto a volver.
Y es que Juan Braceli es uno de los invitados a esta nueva edición del Yo Como que se hará los próximos 25 y 26 de marzo en la provincia de Neuquén. “Conozco Neuquén y voy bastante seguido. También he participado en otra ocasiones del Yo Como. Tengo grandes amigos dentro de la gastronomía patagónica como Ezequiel González, con quien nos formamos juntos en su momento, Mauricio Couly, Juan Solorza. Hay muchos grandes cocineros y cocineras que están allá y está buenísimo volver a visitarlos”, contó el cocinero.
“He viajado, por suerte, a lo largo de estos últimos 15 años por todas las provincias, pero siempre hay alguna por afinidad, amistades que priorizo y muchas veces no te dan los tiempos. Entonces cuando se dio la posibilidad de participar del Yo Como me re copé con la idea, de hecho voy a viajar con mi compañera que es neuquina”, dijo Braceli.
Una de las propuestas que más le gustó dijo que «fue la de dividir la provincia en regiones o subregiones, si se puede utilizar el término, porque está claro que la gastronomía es variada dependiendo de los distintos lugares. Es una manera de meterse más adentro de lo que se es, como lugar representado por su gastronomía, su idiosincrasia y su cultura gastronómica”.
“He tenido la oportunidad de recorrer y de hacer notas con crianceros en Chos Malal, he estado en bodegas y es muy variado el tema de la producción patagónica. Además poder mostrarlo de esa manera creo que va a ser enriquecedor para todos los que participen de este Yo Como”, agrega.
“La Patagonia es un lugar que tiene productos emblemáticos, lo que da la tierra, lo que dan las costumbres y yo he tenido oportunidad de consumir y cocinar a lo largo de mi carrera en gastronomía y por supuesto en los primeros viajes uno descubre la cantidad de productos que son más locales que después han tenido todo un recorrido, los que pueden, los no perecederos”.
Un claro ejemplo es el merken, comenta el cocinero, “que se ha incorporado a cada plato al que le quiero dar ese toque patagónico, suma muchísimo, eso es algo que hemos aprendido a lo largo de los años y se ha ido difundiendo y destacando dentro de lo que es la gastronomía argentina. Cuando hablo del merken también puedo hablar de otros productos, quizás lo más conocido como el cordero, pero también los chivos de Chos Malal que han tenido su denominación de origen. Estamos hablando de productos muy representativos que hablan de una idiosincrasia, de un lugar que hablan de su gente, no solo es un producto de alta calidad si no todo lo que representa”, expresa Braceli.
La propuesta en el Yo Como 2023
En cuanto a la presentación en Yo Como, al momento de esta entrevista, Juan no sabía qué proteína iba a utilizar para hacer su plato. Lo que si aseguró es que su masterclass será el sábado 25. “Todavía está en elaboración mi plato, no me han dicho qué región voy a representar, no sé qué proteína voy a usar. Puede ser cordero, chivo, trucha… En cuanto a la clase, la idea es compartir un momento divertido, que sea ameno, didáctico e interactivo. Lograr la energía que ves en el programa en vivo, además de cocinar cosas que se puedan replicar en las casas, que no sean platos complejos. Por lo menos ese es mi rol como comunicador y cocinero. A mí me importa difundir y dar la posibilidad para que, justamente, esos productos o técnicas de cocción puedan ser utilizadas en los hogares que, finalmente es lo que termina de constituir la cultura gastronómica de una región, de una provincia o de un país”, reflexionó.
Un plan perfecto. Un fin de semana a pura cocina y con la posibilidad de visitar viejos amigos. “Será un descanso activo, me encanta ir y hacer algo bien completo. Representar a la gastronomía local en la clase que me toca. En cuanto a los proyectos para el resto del año todos tienen que ver con difundir la gastronomía argentina en distintos formatos (redes, tv) y se están confirmando. Va a ser un año muy intenso. Seguiremos haciendo cosas copadas”, concluyó.
Fuente: La Vanguardia ~ El restaurante La Marine, situado en la isla atlántica de Noirmoutier, se suma al resto de triestrellados de la guía roja, un total de 29.
El chef Alexandre Couillon y su esposa, Céline, con su restaurante La Marine situado en la isla atlántica de Noirmoutier (en la región de País del Loira), fueron los únicos en sumarse hoy a la lista de restaurantes agraciados con tres estrellas Michelin en Francia, que cuenta con 29.
En una gran gala celebrada en Estrasburgo (noreste) que contó con la presencia de medio centenar de cocineros y profesionales de establecimientos con estrella de Francia y Europa, Couillon fue el gran triunfador por su cocina «de lo vivo, lo salvaje y lo libre», inspirada por el entorno natural del restaurante familiar del que el matrimonio tomó las riendas con menos de 25 años.
Según la Guía Michelin
Las creaciones del chef se desarrollan según las estaciones y las capturas marítimas
«Desenvueltas y plenamente enraizadas en la tierra, las creaciones del chef se desarrollan según las estaciones, las capturas marítimas y lo que da diariamente el mercado de Noirmoutier. En el plato, los sabores son atrevidos, la cocción -a menudo al carbón- es meticulosa y la calidad de los productos es excepcional», detalló la Guía Michelin en un comunicado.
«En el comedor, el servicio orquestado por Céline Couillon, esposa del chef, es tan preciso como atento y reflexivo: una virtud esencial para comprender plenamente la filosofía comprometida y pionera de este establecimiento», agregó la prestigiosa publicación.
Cuatro restaurantes pasaron también a distinguirse con dos estrellas en este 2023: el del cocinero Cyril Attrazic en Aumont-Aubrac (Occitania); el de Christophe Dufossé en el Château de Beaulieu (Normandía); L’Amaryllis con Cédric Burtin al frente en Saint-Rémy (norte de Lyon) y L’Auberge de Montmin, con Florian Favaro como chef (región de Auvernia-Ródano-Alpes).
Las mesas de otros 39 establecimientos estrenarán también una estrella este 2023, repartidas por todo el país, tras una gala que venía precedida de cierta polémica por el anuncio, la semana pasada, de la «degradación» a solo dos estrellas para los cocineros Christopher Coutanceau (La Rochelle) y Guy Savoy (París), considerado varios años en el pasado entre los mejores del mundo.
En total, la Guía Michelin Francia de 2023 recomendará 630 establecimientos: 29 con tres estrellas, 75 con dos y 526 con una estrella.
Fuente: Río Negro -En Villa Pehuenia Moquehue, el evento gastronómico más importante ya tiene fecha se llevará a cabo el Viernes 5, sábado 6 y domingo 7 de mayo de 2023 es la cita para la primera edición de la Fiesta Nacional.
Serán 3 días de experiencias increíbles con la cocina, cocineros y cocineras en clases magistrales de cocina, patios de cocina gourmet y al fuego, cervezas artesanales, vinos y coctelería, productos y artesanías, shows musicales, y en esta primera edición como Fiesta Nacional, la fusión de la Cocina Argentina junto a lo mejor de la Gastronomía Neuquina, en un solo lugar.
La Municipalidad de Villa Pehuenia Moquehue, organizadora del evento, ya comenzó con la planificación del evento, que en su año número 19 tendrá su primera edición como Fiesta Nacional, declarada por el Ministerio de Turismo y Deportes de la Nación.
Villa Pehuenia Moquehue, Capital de la Gastronomía Neuquina desde el año 2018, enciende los fuegos de su evento de mayor importancia. Agenda la fecha! Encontrá toda la información en www.festivaldelchefpatagonico.com
Fuente: Clarín ~ Es una noche hermosa de verano. Pol Lykan se sienta en la terraza de Overo Bar para charlar con un cliente y se tapa con una mantita. Solo unos pocos años atrás, la escena era distinta.
Salía de la cocina del exitoso Freud & Fahler, empapado en sudor, a saludar a sus amigos por un segundo. Ellos iban a comer a su restaurante para verlo porque las más de 12 horas diarias entre hornallas de este reconocido cocinero lo aislaban de la vida social.
Lo que cambió a Pol Lykan, como a tantos otros, fue el Covid-19. Pero también la conciencia de su paternidad, en la que cumple, sin buscarlo, todos los roles. “Cuando llegó la pandemia, en ese marzo de 2020 que terminó siendo el horror para todos, comencé a pensar en distintas ideas para seguir funcionando desde mi restaurante Freud & Fahler. Lo primero que hice fue comentarle estas ideas a mi hermano Gabriel, y él me hizo una devolución durísima, única, sentida, que tenía que ver con mi realidad. Soy padre y madre de mi hija Anita. Tenía que pensar en ella, en que dependía completamente de mí y las consecuencias desastrosas que podría tener que me pasara algo”, explica Pol.
Y en ese momento todo cambió. Las semanas seguían pasando, una tras otra y a la par de eso, padre e hija vivían momentos increíbles, esos que no podían tener antes por la velocidad diaria del restaurante.
“La sumatoria de esos días fue sembrando una idea, que jamás había imaginado, muy dura para mí. Era ver que la construcción que habíamos realizado junto a la mamá de mi hija 27 años atrás debía tener un fin”, cuenta Pol Lykan admitiendo que su vida debía cambiar, que el amor que siente por Anita de 12 años lo supera todo. “Es lo más importante que tengo, no quiero perderme un minuto de su vida”. Fue entonces cuando cerró Freud & Fahler.
El mítico restaurante abrió a finales de los 90, cuando Palermo no era la actual meca gastronómica, sino un barrio que según la experiencia de Lykan tenía vida propia, vecinos amables, talleres mecánicos, “un barrio silencioso con calles empedradas y construcciones antiguas, era el Palermo Viejo que venía de aquel arrabal bravo”.
Soy padre y madre de mi hija Anita. No quiero perderme ni un minuto de su vida.Pol Lykan, cocinero
El primer restaurante estaba en una casa de 100 años, que en su época fue la lechería del barrio, con un espacio para los carros, la vivienda de la familia, el lugar para lavar los tarros y una cámara. “Nunca me olvido de que caminando por el pasaje Russel, casi llegando a Gurruchaga, vi un lugar que me llamó la atención, y en ese momento pensé que algún día iba a tener un restaurante en esa esquina.”
Luego de 27 años, 12 horas de trabajo diario, viajes en la búsqueda de nuevos proveedores y dos direcciones en ese mismo barrio, Pol cerró ese restaurante para siempre. Insiste en esto de para siempre. No solo porque ya está en pleno funcionamiento Overo Bar, que lo tiene como protagonista, sino porque muchos clientes le siguen preguntando por algunos de sus platos.
Pero la historia de Lykan en la cocina comenzó mucho antes.
-¿Cómo llegó la cocina a tu vida?
–Vengo de la unión de dos familias, de griegos y de croatas, y cada una traía una historia de vida diferente, con el bagaje cultural de sus raíces, con su forma de vivir, de nutrirse y con sus recetas de familia. Me acuerdo que desde chico los veía buscar productos de temporada, frescos, de buena calidad. Mi papá además era fanático de todo lo que venía del mar, ya que se relacionaba con su origen. Además, cocinaba muy bien y mamá lo sigue haciendo increíblemente bien; es única, en cada cosa que elabora se ve su sensibilidad, con sabores sutiles, con su pastelería delicada. Y así mi memoria celular se fue cargando de detalles, de sabores, de aromas, de todo lo que ellos amaban. Mi abuela materna también me formó como cocinero. Una de sus formas de poder “gobernar a los demonios” y que no hiciéramos lío era convertirnos en ayudantes de cocina. Y era muy divertido porque además todo valía, nos permitía cualquier cosa, nos dejaba ser libres. Hacíamos mucha pastelería y, algunas veces, salados. Por esa época estaba sorprendido por sus masas de strudel, que ella estiraba a mano, eran transparentes, finísimas y las hacía con las yemas de sus dedos. Pol Lykan, en los tiempos de Freud & Fahler.
-¿A qué edad empezaste a cocinar profesionalmente y en qué ámbito?
-No tengo muy claro el momento, es como si siempre lo hubiese hecho. Yo estudié una carrera tradicional que tenía que ver con un mandato familiar, no con un deseo propio. Pero por las noches, tenía la fortuna de hacer lo que tanto quería, varios amigos ya eran cocineros buenos y fueron muy generosos dándome espacio en sus cocinas. Yo no paraba de preguntar, quería saber, entenderlo todo. Era emocionante, se respiraba la adrenalina del despacho, era genial. Descubrí esos momentos de fin de servicio, al terminar el día y salir caminando por un barrio que dormía. Durante esas caminatas, ellos hablaban de detalles de la noche o de ideas para nuevos platos y despacito llegábamos donde se juntaban otras brigadas de cocina, donde se soñaba la vida. Éramos muy chicos.
La vida de Lykan en las cocinas, desde el comienzo, fue “matarse trabajando”. En su restaurante hacían todo. Desde el pan, los bombones, los helados, la selección de vinos, la búsqueda de los manteles de algodón perfectos, cada pieza de vajilla para cada plato, los cubiertos, las copas de cristal: “Sentíamos que todo representaba el dar algo más, detalles que a nosotros mismos nos agradaban, los que queríamos recibir al ir a un lugar. La tía de uno de los cocineros nos mandaba encomiendas con mata negra, que la usábamos para ahumar un chuletero de cordero, para que se impregne del sabor del sur, o bolsas de sal rosa, de las salinas de su campo”.
Vengo de la unión de dos familias, de griegos y de croatas, cada uno con una historia diferente. Ya de chico los veía cocinar. Pol Lykan, cocinero
Recién en noviembre de 2020 decidió abrir este nuevo espacio en el que no es Pol Lykan el absoluto protagonista sino más bien el ambiente, el lugar y su extensa y muy cuidada carta de vinos. Aunque por supuesto que sigue cocinando, con mucho esmero, platitos increíbles, las mejores empanadas de cordero de la Ciudad y pinchos.
“Con Daniel Rigueras, mi socio, nos conocemos desde hace mucho tiempo, somos vecinos, él fue uno de los primeros parroquianos de Freud & Fahler. Además, nuestras familias son amigas. Es más, recuerdo a su primer hijo en el cochecito de bebé”, cuenta Pol.
Partieron de una idea que venía girando en la cabeza del cocinero cuando todavía tenía el restaurante abierto y volvía manejando de llevar a la escuela a Anita. Cuando lo armaron entendieron “que faltan estos lugares para el encuentro, amables, confortables, donde los clientes se sienten bienvenidos, tienen charlas largas, nadie los apura ni perturba”.
Overo es un bar de vinos y un club de vinos, con el diferencial de que cuenta con espacios pensados especialmente para que los miembros puedan encontrarse y disfrutar. Tienen un cine, una sala de vinilos y una cava para degustaciones para los socios del club. Y una terraza con atardeceres únicos.
Al final de esa noche, tapado ya con esa manta que ofrece a los clientes porque la brisa de verano llegó, admite que tiene nostalgia por lo que fue pero que este proyecto era un sueño que debía cumplir y que le permite no solo no estar empapado en sudor 18 horas al día sino además estar mucho más presente para su verdadero motor: Anita.
Fuente: Clarín Gourmet ~ El chef argentino Fernando Lo Coco oficiará de coach de la selección italiana en el prestigioso concurso Bocuse Dor.
El anuncio se dio en el Campionati della Cucina Italiana 2023 -la feria de alimentación más importante de Italia- que acaba de tener lugar en la ciudad de Rímini: el chef argentino Fernando Lo Coco oficiará de coach del seleccionado de cocineros que representará a ese país europeo en Bocuse D’or, evento considerado como las olimpiadas de la gastronomía mundial.
La “Selezione Italiana Bocuse D’or” también está compuesta por los cocineros Marcelino Gómez, Benjamín Soerensen y Sebastian Schall quienes junto a Lo Coco se alzaron con el primer puesto de este exigente certamen.
La siguiente parada será Noruega donde este equipo de profesionales intentará obtener la clasificación a la final en Francia (Lyon) donde el desafío es enfrentarse a los mejores 24 chefs de todo el planeta.
Qué es el concurso Bocuse d’Or, conocido como las olimpiadas de la gastronomía
La “Selezione Italiana Bocuse D’or”.
El concurso mundial Bocuse d’Or es un campeonato bienal de cocineros. Su nombre remite al prestigioso chef galo Paul Bocuse, considerado el mejor en su profesión del siglo XX e impulsor de la nouvelle cuisine.
En 1987, el propio Paul Bocuse organizó la primera edición de este concurso de alta cocina. Más de 35 años después sigue siendo el evento internacional más esperado por cocineros, empresarios gastronómicos y prensa especializada de todo el mundo.
Como se trata de un evento que tiene lugar cada dos años, la próxima final tendrá lugar en 2025 en la ciudad francesa de Lyon donde históricamente se desarrolla esta competencia.
Quién es Fernando Lo Coco, el chef argentino elegido para representar a Italia en las olimpiadas de la gastronomía
Desde abril del año pasado, Fernando Lo Coco está al frente de la cocina del grupo gastronómico Napul’é que actualmente tiene tres emprendimientos. Dos de ellos en la Ciudad de Buenos Aires -en los barrios de Caballito y Núñez- y Napul’é Notte, en Arenas de José Ignacio (Punta del Este, Uruguay). Toda una exitosa familia de pizzerías napolitanas fundada por Vitto Moya. Lo Coco en la preapertura de Napul’é Notte.
La trayectoria de Lo Coco es extensa. Le ha cocinado a celebridades del mundo del espectáculo como Robert de Niro y también de la política como el expresidente de los Estados Unidos Barack Obama.
Oriundo de General Madariaga, este cocinero demostró su vocación desde muy chico. Estudió en el Instituto Argentino de Gastronomía (IAG), donde luego también fue docente. Se desempeñó como chef en distinguidos restaurantes y cocinas de hoteles europeos, incluso, en entidades diplomáticas.
Pospandemia decidió regresar a la Argentina. Fue entonces que inauguró junto a su hermano Casa Oxalis en Pinamar y el poco tiempo se puso al frente de la cocina de Napul’é donde despliega toda su experiencia en cocina italiana que lo llevó a sobresalir en ese país europeo.
Fuente: La Nación ~ El New York Times destacó a una nueva generación de cocineros locales que, con ingredientes típicos y exóticos, reimaginan la cocina argentina con nivel internacional.
Quien planea salir a cenar en Buenos Aires debe prepararse para un espectáculo desconocido: las filas. A medida que la ciudad vuelve a la vida, las calles parecen casi una fiesta, un antídoto contra los efectos secundarios de los prolongados cierres por el Covid-19. Las mesas al aire libre están llenas. Los residentes, que antes de la pandemia nunca hubieran hecho fila para cenar, ahora están dispuestos a probar la cocina de una nueva generación de chefs.
Julio Báez: la generosidad de la tierra
“Ahora hay una mentalidad de: ‘No sé qué va a pasar mañana, así que voy a disfrutar de la vida ahora’”, asegura Julio Báez, de 37 años, quien abrió su restaurante, Julia, en 2019. Con una capacidad para 22 comensales, el local está ubicado en Villa Crespo.
Debido a la inflación, es muy caro para la mayoría de los argentinos viajar en este momento, explica, por lo cual, en cambio, gastan su dinero en buena comida y una noche de diversión. Al igual que muchos chefs jóvenes de la ciudad, Báez defiende la calidad y sostenibilidad de los ingredientes argentinos. “La tierra es muy fértil en Argentina. Queremos presumir de eso”.
En Julia y en su restaurante más reciente, Franca, también ubicado en Villa Crespo, el chef se abastece con ingredientes de pequeños productores de todo el país, que fusiona con sabores globales para crear platos originales. Los de temporada y el menú de degustación de 10 platos (30.000 pesos, unos US$150) incluyen calamares frescos de la Patagonia, mezclados con un pesto de yogur y nueces, con rodajas de palta (aguacate) (3500 pesos), tarta de sandía semideshidratada (3500 pesos) y ternera Wagyu con koji (arroz fermentado), patatas y shio koji (12.500 pesos).
Lis Ra: sabores coreanos en platos argentinos
En el cercano barrio de Chacarita, Lis Ra, de 37 años, reimagina sabores de su juventud en Na Num, un restaurante de fusión coreana que abrió en julio de 2020. “En mi infancia, mis padres siempre mezclaban comida coreana y argentina, así que esta combinación de sabores me resulta natural”, explica.
Para elaborar sus propias pastas y salsas, utiliza ingredientes como chile picante, jengibre, ajo y salsa de soja, con los que condimenta productos frescos argentinos, como mariscos, carnes y quesos. “Me encanta unir sabores y texturas”, señala Ra.
Uno de los platos más vendidos entre los veganos es una versión de la humita -tradicional del norte de Argentina- servido como un crème brûlée con leche de almendras y cubierto con kimchi salteado y pepinillos (2100 pesos). Uno de los favoritos es el ceviche de mejillones, preparado con un caldo a base de kimchi, granola de trigo crujiente, algas tostadas, aceite de sésamo y cilantro (3100 pesos). “Tiene muchas capas”, agrega Ra.
Mariano Ramón: alta cocina al alcance de todos
En Gran Dabbang, un espacio informal de Palermo, Mariano Ramón, de 41 años, se puso como misión democratizar la gastronomía fina. “El concepto del restaurante es mostrar la diversidad de productos de calidad superior en Argentina y ponerlos al alcance de todos en un ambiente relajado e inclusivo”, explica Ramón. “Elegimos un diseño sencillo para invertir nuestros recursos en los mejores ingredientes, capital humano y en mantener los platos entre los cinco y los 10 dólares”.
Asia y Medio Oriente están presentes en el menú, pero con ingredientes nacionales. Entre los platos favoritos de la carta se incluye una entrada de labneh (queso de yogur) con capas de pepino japonés, cerezas deshidratadas, chutney de tamarindo, menta negra andina, nueces picadas, chile picante y semillas de granada, servidos junto con un plato de fideos de garbanzos fritos, para mezclar (1800 pesos).
Las entradas incluyen codornices a la parrilla marinadas con rica rica (una hierba floral, amarga, de gran altitud), pasta de jengibre, ajo y yogur (4500 pesos), pacú asado (pez de agua dulce del noreste de Argentina) con cúrcuma fresca, limón, cardamomo y pimienta de Jamaica, así como un toque de papaya y chutney de cilantro (6500 pesos). “Muchos ingredientes tropicales que los locales consideran ‘exóticos’ son en realidad autóctonos del norte de Argentina”, explica Ramón.
Germán Sitz y Pedro Peña: un suculento paisaje callejero
Germán Sitz, de 33 años, y su socio Pedro Peña, de 38, abrieron su primer restaurante en la calle Thames, en 2014. Llamado La Carnicería, ofrecía una nueva visión de la tradicional parrilla argentina. “En ese momento, la zona no era buena, pero apostamos a que la gente vendría de todos modos, y afortunadamente teníamos razón”, argumenta Sitz.
Desde entonces, abrieron cuatro restaurantes, que transformaron la calle Thames en un corredor gastronómico. Se puede reservar una visita guiada con Sitz para probar los platos de cada local y conocer su visión de la cultura gastronómica argentina (37.000 pesos).
Entre las paradas del tour se incluye el asador asiático Niño Gordo, para probar su katsu sando, un sandwich japonés hecho con lomo, pan brioche casero, mayonesa japonesa y salsa tonkatsu a base de ciruelas. En Chori, los comensales pueden degustar choripán (chorizo a la parrilla envuelto en un pan tostado), un básico de la comida callejera argentina. Tras visitar el bar de tapas y la taquería del dúo, el recorrido culmina en La Carnicería con un plato de Angus rib eye, calabaza japonesa y chimichurri casero.
Facundo Kelemen: giros sorprendentes a recetas clásicas
Con su debut en 2018, en Palermo, Facundo Kelemen, de 35 años, reimaginó un bodegón en una casa de principios del siglo XX para abrir Mengano. Una cocina abierta permite a los comensales ver al chef preparar su propia visión de recetas tradicionales que se sirven en pequeños platos para compartir. “Cada uno tiene un cierto nivel de sorpresa y todos son emblemáticos de la cocina argentina, que es principalmente una fusión de influencias españolas, italianas y criollas”, explica.
Las empanadas fritas de ternera están rellenas de cebolla, pimiento, ajo, especias y un caldo de carne sabroso, que se siente con cada bocado (1020 pesos). Otros platos destacados son la tarta de cordero (2310 pesos), los gnocchi de mandioca (3170 pesos) y un arroz crujiente entre el risotto y el socarrat, la capa de arroz tostado en el fondo de una paella (3110 pesos).
Pedro Bargero: menú de temporada que vale la pena
En junio, Pedro Bargero, de 32 años, trasladará Yugo Omakase Criollo, su aclamado restaurante de fusión criolla japonesa, de zona norte al barrio porteño de Belgrano. La experiencia omakase, de dos horas y media de duración, incluye un menú de 14 a 16 platos que se servirán en una barra íntima para 18 personas (por 35.000 pesos). “El concepto es la estacionalidad”, dice Bargero, y añade: “Y todos los productos son argentinos”.
Sus creaciones incluyen pacú ahumado con arroz y chimichurri rojo; nigiri sushi de mollejas a la leña rociadas con una salsa japonesa y nigiri de camarones rociados con huevas de trucha. “Nuestro restaurante es caro para los argentinos, pero no es el tipo de comida que la mayoría de la gente come en casa, así que, muchos sienten que vale la pena el derroche”, añade Bargero.
Olivia Saal: creaciones al horno y una cocina en el centro del escenario
En Oli, una luminosa y animada cafetería abierta para el desayuno, el brunch y el almuerzo cerca del bullicioso barrio de Colegiales, Olivia Saal, de 28 años, dividió el menú a partes iguales entre dulces recién horneados y platos salados. Entre las mejores opciones están las tostadas francesas caseras con finas capas de yogur, crema de mascarpone y frutas e higos (1540 pesos), así como sus increíbles medialunas glaseadas con azúcar.
Para un tentempié salado, se puede pedir jamón a la plancha y chipá, el pan de queso hecho con mandioca (990 pesos). El comedor linda con una cocina de cristal en la que trabaja un grupo de chicos tatuados. “Siempre soñé con tener un restaurante donde los comensales pudieran ver quién les daba de comer”, agrega Saal, “y donde el equipo culinario pudiera ver a los clientes entrar y salir felices”.
Fuente: La Nación ~ Quienes transitan por la avenida Sarmiento, en los bordes de los bosques de Palermo, observan el trabajo acelerado en una emblemática edificación del siglo XIX construida con estilo victoriano y ubicada dentro de la manzana del hoy bautizado Ecoparque, frente a la Rural.
En pocos días se develará una incógnita que lleva meses: se trata de Pabellón El Águila, el proyecto que le devolverá su centenaria identidad gastronómica al imponente pabellón, que nació en 1905 como una sede de la confitería de ese mismo nombre emplazada en Santa Fe y Callao. En el lindero barrio de Belgrano, días atrás, Narda Lepes abrió las puertas de Kona Corner, una original propuesta japonesa en Sucre y Castañeda. Junto a la bartender Inés de los Santos (responsable de varios lanzamientos recientes, incluyendo su premiado Cochinchina en Palermo) y Pablo Chinen (con experiencia en cocina oriental y quien viene de inaugurar la sandwicheria Sando de América), revitalizaron la esquina que supo ser de Bruni, al lado del restaurante Sucre (pionero en la zona).
Para completar el circuito de un corredor agitado por los desarrollos inmobiliarios, a pocos metros, abrió Let it V, la cadena vegana que también está en expansión. En otra esquina muy simbólica, llamada La Esquina del Sol por el famoso pub de los años 80 donde tocaban Soda Stereo, Sumo o los Redonditos de Ricota, en Guatemala y Gurruchaga, inaugura en estos días la sede Palermo de la pizzería Orno.
El proyecto encabezado por Guadalupe Garcia Mosqueda es del Grupo Mezcla, que gestiona Casa Cavia además de 1736 y Asadero en Olivos. Con una obra de diseño y el protagonismo del horno, se suma a la zona en la que sobresale la parrilla de fama internacional Don Julio. Son, apenas, algunos de los casos más destacados entre 70 emprendimientos gastronómicos con aperturas recientes o inminentes relevados por LA NACION.
El fenómeno marcará la evolución de la fisonomía del mapa de restaurantes, cafeterías y casas de despacho en la ciudad de Buenos Aires (y que impacta también sobre los alrededores en diferentes corredores), con aristas económicas y sobre todo culturales en edificios históricos recuperados, esquinas emblemáticas y cuadras que concentran hasta cinco lanzamientos en menos de 100 metros. Solo en los diez días próximos a esta publicación se cuentan al menos una decena de aperturas.
El constante crecimiento de este sector viene acompañado de tendencias de platos, de diseño y también de circuitos. Mientras tanto, la nueva generación de chefs argentinos, con Germán Sitz y Pedro Peña al frente con sus audaces propuestas (dueños de La Carnicería y Niño Gordo, en la calle Thames), logró esta semana destacarse en una publicación del New York Times dedicada a la renovación de la cocina local.
Sin representar una contradicción, este auge sí deja ver una paradoja engendrada por la crisis económica (cambiaria, inflacionaria): pequeños y medianos inversores con afán de progreso, buscando oportunidad en el contexto de restaurantes llenos o dificultades para conseguir reservas. Un recorrido por estas aperturas permite, también, actualizar el pulso de preferencias geográficas y de sabores en una ciudad en la que la gastronomía se convirtió en uno de sus símbolos en las últimas dos décadas. Y este aluvión de novedades registradas en apenas tres meses marca un nuevo hito.
Gran Barrio Chino
Vía Viva. Krill ya aterrizó en la zona y Don Helado es otra de las apuestas. Las obras en el corredor entre las estaciones Belgrano C y Lisandro de la Torre cambian la fisonomía de estas cuadras renovadas pegadas al Barrio Chino.
Quienes frecuentan el barrio de Belgrano, en el corredor de las estaciones Belgrano C y Lisandro de la Torre del tren Mitre, asisten a una transformación radical: la zona de pequeños locales y cafeterías con epicentro en Juramento y Arribeños, en las fronteras del Barrio Chino, se extenderá debajo de las estaciones elevadas con las obras de la década pasada. El circuito Vía Viva planea decenas de aperturas desde este 10 de marzo hasta concluir en un lanzamiento formal en abril. Caracterizado por la impronta sub-35, se perfila como una zona informal y de street-food.
Donde ya están Temple, Yatai, Café Registrado y otros locales, llegarán unos veinte más, impulsados por diversidad de sabores de la mano de emprendedores jóvenes. “Por el diseño de los espacios se ha transformado en un proyecto inclusivo”, dice Sang Hak Choe, presidente de Vía Viva, la marca que regentea esas cuadras en los alrededores del reducto que estuvo marcado por la colectividad china y la cocina oriental. “Hoy es una fusión de colectividades”, agrega.
En enero, por ejemplo, abrió sus puertas Krill, especializado en sea-food y tapas japonesas, comandado por Iwao Komiyama, y la barra de cocktails de Fede Cuco. Detrás de ellos, llegaron los empresarios gastronómicos Matías Cabrera, Hell’s Pizza, y Juan Martín Ferraro, creador de SushiClub, franquicia emblemática de la explosión gastronómica de comienzos de siglo y quien hoy planea una decena de nuevos locales de su cadena de fast-food veggie Joy Buegers & Plants.
El proyecto avanza hacia Monroe para el norte y hacia el hipódromo para el sur, configurando un nuevo espacio entre Libertador y las vías. Para junio/julio se proyecta el regreso de Pedro Bargero, responsable de Chila, que traerá su Yugo, un omakase criollo de 20 cubiertos que estaba en Pilar, a este circuito.
Nicaragua y Arévalo
”Algo nuevo está por llegar”. La pastelería de autor de Narda Lepes y el primer restaurante cetogénico de la ciudad se suman a los ya convocantes locales que se expanden desde Nicaragua y Arévalo.
El boom también se hace sentir en la zona de Palermo, bajando por Nicaragua desde Dorrego hacia Juan B. Justo, en el remodelado cruce con Arévalo: allí ya están La Mar, Aldo’s, Birkin, las cadenas Le Pain Quotidien y Starbucks, el bar Uptown, M Street y muchos otros…
Pero en esa concentración, al menos cuatro locales más apuran en estos días sus obras para esperadas inauguraciones. Un cartel sobre la vidriera, a la altura del 6000 de Nicaragua, corona la expectativa: “Algo nuevo está por venir”. En breve, se dejará ver la novedad que allí se gesta: el primer restaurante de alimentación cetogénica de la ciudad, AlmaKeto.
Mientras ordena ornamentos con forma de nido en el centro del local, Alejandra Gimenez Cardozo, líder del proyecto junto a la chef Mery Prat, lo define con entusiasmo: “A toda hora habrá propuestas altas en proteínas y nada de hidratos de carbono y procesados”. Planean abrir el 8 de marzo, el Día de la Mujer. En el local lindero, donde había una fábrica de pastas, se levanta un nuevo restaurante y, justo enfrente, se preparan dos grandes apuestas.
Una de ellas es el regreso de Bar du Marché, el histórico wine-bar con platos del día, selección de los mejores quesos y etiquetas seleccionadas, un verdadero pionero de este mini-circuito hace ya más de una década. La otra es un secreto a voces: con máxima discreción, prometen un restaurant/club con un sushi-omakase de alto nivel, grandes salones y fuerte protagonismo musical, con los nombre de Leo Lanussol (referente de las hoy vigentes propuestas de “platitos” con Proper), Fabián Masuda y el empresario musical y gastronómico Roberto Costa a la cabeza.
A pocos metros, se espera para estos días la apertura de Lepes, de la propia Narda Lepes, con una impronta de alta pastelería, que se suma a cafeterías de especialidad. A unas cuadras, se inauguraron meses atrás, Oli Café, La Unión Gluten Free y también la pizzería al corte Pontoni. Para completar el mapa, sobre Concepción Arenal, abrirá la imponente sede de Osaka (dejó la icónica esquina de Soler y Fitz Roy, donde instaló su marca nikkei, para montar un local de 800 metros cuadrados).
Esta zona de Colegiales, impulsada por nuevos desarrollos inmobiliarios, ya contiene un complejo que apunta a consolidar una oferta gastronómica diversa con 15 locales entre los que hay comida italiana, mexicana y cafés de especialidad.
Hollywood recargado
Más Hollywood que nunca. Fusión nikkei con Sumaq y cocina americana con Bruce Grill Station, entre las novedades de un polo en constante transformación. La cervecería El Galpón de Tacuara, de zona norte, pide pista en las calles palermitanas.
Sobre la calle El Salvador, a comienzos de febrero, inauguró formalmente Sumaq, un gran salón dedicado a la cocina nikkei con propuestas orientales (sushi) y peruanas (ceviches, causas), coronado con una imponente barra.
Es la señal más actual de un polo que fue pionero y que sigue renovándose con novedades como la llegada de El Galpón de Tacuara, la cervecería de San Fernando que aterriza en la zona, o la opción de estilo americano de Bruce Grill Station, apuesta liderada por Marcelo Fabián Gil, con sedes en Parque Leloir, Bella Vista, Bella Vista y Pinamar.
Fuera de circuito
El fenómeno reflejado en esta producción deja de lado el pulso de las grandes franquicias en expansión registrado en los últimos años (protagonizado hasta el extremo por hamburgueserías y cervecerías, y en evolución con Almacén de Pizzas, la heladería Lucciano’s o Fabric Sushi), pero marca el crecimiento por fuera de los polos gastronómicos consagrados. La pandemia, y sobre todo el trabajo remoto o en espacios cercanos al hogar, devolvió la rutina de mediodía a muchos barrios.
La tendencia se vio claramente y se aceleró en los últimos tres años en Villa Devoto, Caballito, Villa Urquiza o Núñez.
Esquina renovada. Kona Corner abrió en el local donde funcionó el reconocido restaurante Bruni, al lado de Sucre, pionero en el circuito de bajo Belgrano.
“Nosotros creemos que la gastronomía está en auge total”, explica Pedro Díaz Flores, socio y director del grupo Abridor. En este contexto, planea una decena de aperturas este año, incluyendo la recuperación de la confitería Pabellón El Águila, con modalidades que van desde locales despachos a rotiserías.
“Hubo un cambio de paradigma y hoy se encuentran propuestas de muchísimo valor. Se combinan dos factores: los comportamientos pospandemia y la situación macroeconómica que impulsa a salir a comer”, analiza. Entre los diferentes proyectos, destaca Cenit, un rooftop con platos de autor en Bartolomé Mitre al 400, en plena zona financiera (de hecho funcionará en un edificio bancario), que se podrá conocer en abril.
Imponente. En una edificación de estilo victoriano frente a la Rural, abrirá sus puertas Pabellón El Águila.
Otro desembarco para apuntar es el bar Sánchez, con impronta speakeasy y tapas españolas actualizadas, en un pasaje del barrio de Recoleta, liderado por el Bla Food Group (responsables de Arriba, Invernadero y Sptrizza).
Si bien la alta gastronomía con su menú de pasos sufrió un retroceso con el cierre de Chila o la mutación de Tegui en el exitoso Marti, resiste en diferentes circuitos con Aramburu (recientemente premiado), Crizia (de Gabriel Oggero) o el siempre sorprendente Mercado de Liniers (de Dante Liporace, que además promete un homenaje a su ya legendaria propuesta de Tarquino).
El polo de Villa Crespo Chacarita concentró lanzamientos en los últimos dos años, y ya parece tener poco espacio para novedades, como el bar Limón (del bartender Lucas López Dávalos) o el nuevo ApuNena (con la destacada impronta filipina Christina Sunae). Allí, tras el éxito de Julia, el cocinero indie, como le gusta definirse a Julio Báez, impulsó el proyecto Franca, basado en fuegos y vinos, sobre la calle Darwin.
En Murillo, con fecha para el 1 de marzo próximo, se anuncia Trescha, del joven chef formado en Cordon Bleu Tomás Treschanski, que intenta subir la vara del fine-dining, con experiencia chef counter de nivel internacional.
Para fin de año, Agustín Brañas abrirá Tierra del Fuego en Palermo (Cabrera y Malabia), con el mismo grupo con el que semanas atrás desembarcó con Benedetta en Demaría y Sinclair, que acaba de incorporar el servicio de cena.
Más hacia Caballito, inauguró en estos días Centro, en la calle Aranguren, profundizando un corredor en el que también se incluye Madre Rojas. Los polos o micro zonas gastronómicas ya no se circunscriben a los barrios porteños de moda y todos los actores lo celebran. “Parte del crecimiento que hoy tiene el sector tiene que ver con la visión de hacer de la gastronomía un eje. Desde hace 8 años trabajamos juntos sector público y privado, en la renovación de mercados, patios, ferias masivas…”, sostiene Héctor Gatto, subsecretario de Políticas Gastronómicas de la ciudad.
Luego del fenómeno Masticar en la década pasada, ya se trabaja en una nueva edición de MAPPA, donde el circuito de restaurantes se cruza con productores de todo el país.
Apuestas. Cenit y Trescha prometen marcar la gastronomía 2023 del circuito porteño
El corredor norte dejó de ser una novedad. En el nuevo bajo San Isidro siguen desarrollándose propuestas como Demons Café, un gran espacio de impronta motoquera con oferta gastronómica y café, sobre Avenida del Libertador, a la altura de Martínez.
El boom continúa hasta Pilar y cruza Nordelta,donde se espera la llegada de varias marcas establecidas como Möoi, de Jessica Lekerman, que además estrenará un gran local en Alto Palermo. Sobre fines de 2022 ya había desembarcado Mudrá en Nordelta, con su plant-based.
En la zona de Remeros, está prevista para mañana jueves la ambiciosa inauguración de Maíz, basada en fuegos, última novedad en Tigre / Millberg, liderada por Felicitas Pizarro. Es la zona donde está La Valiente, la focacceria nacida en San Isidro, también de la mano de su socio Chistian Petersen.
En el corredor sur, Lomitas, Lomas de Zamora, también hay actividad intensa: abrió el wine bar de Aldo´s Vinoteca, sobre la calle Italia, y allí también llega la propuesta más informal de Gastón Acurio: Barra Chalaca, que combina los sabores de La Mar o Tanta, pero en una modalidad más accesible.
El fenómeno no deja de sorprender. Mientras muchos auguran un efecto burbuja o intuyen sobreoferta, las propuestas se siguen sumando semana a semana. La combinación entre espíritu emprendedor, inversiones relativamente bajas en dólares (comparadas con otras como real estate) y el entusiasmo de la creciente escena gastronómica relativizan esas críticas aunque, es cierto, el negocio se caracteriza por los aciertos y errores, y la alta rotación. Mientras tanto los chefs brillan, devenidos en figuras públicas a nivel global de consagración reciente con exitosas series (The Bear) y películas (El menú).
A nivel local tendrán además una nueva legitimación de su masividad cuando regrese MasterChef a las pantallas y convierta a los cocineros y a los aspirantes en lo más visto de la televisión.
Fuente: La Nación ~ El negocio de Virgilio Martínez se encuentra entre los 50 mejores del mundo desde el 2015; ofrece “no solo comida”;, sino también “experiencias”.
El mejor restaurante de América Latina no solo ofrece comida, ofrece experiencias.Ingredientes de la sierra y la Amazonia peruana, muchos hasta hace poco apenas explotados en las cocinas, son el atractivo principal de Central, el restaurante en el bohemio distrito de Barranco, en Lima, que se convirtió en un referente de la gastronomía mundial.
El padre de la criatura, el chef Virgilio Martínez, recibe a BBC Mundo y explica: “Ofrecemos un menú degustación de más de 16 platos con el que se puede realizar un viaje por los diferentes ecosistemas y regiones de Perú”.
Su negocio parece tanto un restaurante como un museo de arte contemporáneo, un lugar en el que comer es una actividad que envuelve y exige los cinco sentidos, en el que además de tragar hay que saber mirar y ver, como demuestran los platitos con diferentes muestras de los productos utilizados repartidos por sus amplias estancias. Nacido en Lima en 1977, Martínez es hoy uno de los cocineros más prestigiosos del mundo. Aunque dio no pocas vueltas en la vida.
Probó estudiar Derecho, porque era “lo más normal”, pero aquello, según cuenta, nunca le interesó. También hizo sus pinitos sobre un monopatín. Hasta que, aburrido de las leyes y de caerse de la tabla, se inclinó por lo mismo que otros antes en su familia, la cocina, y comenzó a investigar los productos utilizados por las comunidades ancestrales de Perú para contribuir tanto a su explotación comercial como a su uso sostenible.
De vuelta a Lima
Lleva tiempo saboreando un éxito ahora amenazado por la crisis política en su país, que ahuyentó a prácticamente todo el turismo internacional, que aportaba muchos de los clientes de su restaurante.
Estudió Gastronomía en la prestigiosa academia culinaria Le Cordon Bleu y, tras cocinar en España y otros países, regresó a su Lima natal para comenzar el proyecto que lo convirtió en uno de los cocineros más afamados del mundo.
Después de años formándose en algunos de los más destacados fogones internacionales, se decidió a crear su propia criatura. Con la intención de crear un espacio gastronómico basado en los productos y sabores de la Amazonia y la sierra peruanas menos exploradas, fundó Central, que tomó forma y vuelo con el tiempo.
“Era un joven muy ambicioso, con un equipo también joven, así que lo más difícil fue gestionar las emociones”, explica. “No tenía muy claro lo que quería hacer porque había pasado por muchos lugares, pero sabía que quería trabajar por lo nuestro, por nuestra identidad”.
Impulsado por su pasión y sus ganas de conocer y dar a conocer los sabores, colores y texturas desconocidos de su país, lanzó en 2016 su Mater Iniciativa, que trabaja con productores locales del Perú amazónico y andino para preservar los productos peruanos.
También los conecta con los comensales de su restaurante. Lo que unos producen, los otros se lo comen. La idea es que quien pague los 470 soles (unos US$118) que cuesta el menú más económico experimente un delicioso recorrido por los diversos paisajes peruanos, desde la costa a la selva, pasando por el desierto y la cordillera de los Andes.
El menú varía en función de la temporada. Algunos de los platos que suele incluir son una sopa de caldo de pescado con choclo, yuca, quinua y hoja de coca; un rollo de pescado con palmito, plátano y ajíes; y un olluco de los Andes preparado con langostinos y chalaca.
Todo un viaje para los sentidos que parece haber sido un éxito, a juzgar por los galardones y reconocimientos cosechados por Central en los últimos años.
La última lista de The World’s 50 Best(“Los 50 mejores del mundo”) lo volvió a situar como el mejor de América Latina, como vino haciendo desde 2015. “Los premios son siempre una responsabilidad, aunque también una alegría, porque suponen un reconocimiento al trabajo y la dedicación”, afirma Martínez.
Ahora Central es uno de los restaurantes más famosos del mundo y Virgilio Martínez logró abrir un “restaurante hermano” en Cusco. En el mismo edificio que Central, en la planta superior, está también Kjolle, el que dirige Pía León, esposa de Martínez.
Una época dorada
Tanto Martínez como León son ejemplos de la época dorada de la cocina peruana que convirtió platos típicos como el ceviche o la papa a la huancaína en recetas populares en gran parte del mundo y que se inició bajo la influencia del gran chef Gastón Acurio, de quien Virgilio fue discípulo aventajado.
“Trabajar con Gastón fue una buena escuela porque me enseñó a darme cuenta de que lo que hacemos tiene un impacto social importante en nuestras comunidades, fue él quien me enseñó a salir de la cocina y entender también otros ámbitos”, afirma.
De esa enseñanza nace su convicción de que “el mundo del restaurante es mucho más grande que el restaurante mismo”. Para él, su negocio debe estar conectado con la realidad social alrededor. De hecho, no puede no estarlo.
Aunque eso en el Perú actual, inmerso en una grave crisis política que paralizó en gran medida la actividad de muchos negocios, también es un problema. Virgilio evita posicionarse sobre el contencioso político en su país. “Solo puedo decir que es muy triste”, dice. Admite que no tiene una receta para que Perú salga del atolladero en que se encuentra.
Y de vuelta al tema en el que se siente más cómodo, la comida: “Para mí, lo máximo es la limpieza y la simpleza de un ceviche”, concluye, apresurado porque llega la hora del servicio de comidas.
Aunque no siempre fue así. De niño le entusiasmaba la carapulcra limeña, un guiso a base de papas, manteca y panceta de cerdo que le preparaban en la infancia y que seguramente despertó la curiosidad de quien hoy es uno de los mejores cocineros del mundo.
*Por Guillermo D. Olmo
BBC MUNDO
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