Fuente: Perfil – Es parte de una nueva generación de pasteleros que están dando mucho que hablar. Desde una panadería centenaria clásica busca darle un giro diferente a las preparaciones y triunfó. Conocé su historia.
Fabio creció rodeado del aroma a harina y azúcar, en una familia de talentosas reposteras que marcó sus primeros pasos en la cocina . Sin embargo, al terminar el secundario, decidió tomar otro rumbo y estudiar Derecho. Con el tiempo, comprendió que su verdadera pasión no estaba en los tribunales, sino en la cocina, un lugar que le era familiar desde la infancia. Fue entonces cuando se inscribió en el Instituto Argentino de Gastronomía (IAG), donde se destacó por su creatividad y dedicación, aprendiendo de grandes figuras como Osvaldo Gross.
Su carrera despegó al trabajar junto a Pedro Lambertini y luego en prestigiosos lugares como el hotel Alvear y Casa Cavia. En este último, pasó años perfeccionando su oficio bajo la guía de Julieta Caruso.
Más adelante, asumió el rol de Chef Ejecutivo en Vasalissa, donde encontró el escenario ideal para desplegar su talento en pastelería. Desde hace 3 años es el pastelero de la panadería Roma de Caballito, un espacio legendario del tradicional barrio de la ciudad. Logró cambiarle la cara y el sabor a este proyecto con éxito, tal es así que acaban de abrir una sucursal en Belgrano, Cabildo y Juramento.
-¿Cómo fue la experiencia de darle un giro nuevo en pastelería a una panadería tradicional?
-No fue un desafío fácil. Darle ese «upgrade» que queríamos implicó hacerlo de manera gradual. Después de la remodelación en el local de Caballito, arrancamos con una carta simple, basada en sabores clásicos. Con el tiempo, fuimos desarrollando una vitrina de pastelería más enfocada en el estilo europeo contemporáneo, pero siempre respetando los tiempos y cuidando el cambio, ya que muchos clientes nos eligen por nuestra propuesta tradicional.
-¿Cuál creés que es el sello distintivo de tu pastelería?
-Diría que está inspirado en el estilo europeo. Me fascina crear vitrinas que recuerden a las que se ven en las pastelerías de Europa. Además, priorizo trabajar con productos de temporada y frutas frescas de estación, lo que me permite ofrecer una carta que siempre esté en sintonía con lo que la naturaleza nos brinda.
-¿Cómo ves la tendencia de consumo de pastelería en Argentina en los últimos años?
-El crecimiento ha sido enorme. No solo lo noto en mi experiencia, sino también al conversar con colegas. Creo que, después de la pandemia y con la popularidad de programas como Bake Off o MasterChef, el interés por la pastelería se disparó. Hoy, comprar un macaron es algo común, cuando hace 15 años era algo exclusivo de hoteles de lujo o de viajes al exterior. Este aumento en el consumo también ha traído una mayor exigencia por parte de los clientes, quienes ahora tienen más conocimiento del rubro. Poco a poco, la gente se anima a salir de los clásicos y probar cosas nuevas.
-¿Hacia dónde creés que se dirige la tendencia en pastelería?
-Siento que la pastelería se está orientando hacia opciones más saludables y con materias primas de alta calidad. Como pastelero, soy muy crítico con lo que consumo, y veo que muchas personas comparten esta actitud. El futuro de la pastelería, para mí, está en reducir el contenido de grasas y azúcares sin comprometer el sabor ni la calidad. Nosotros ya estamos implementando este enfoque, ajustando las proporciones de materia grasa y azúcar en nuestros productos. Pero, como todo cambio, requiere tiempo y una adaptación progresiva por parte del público.
Fuente: TNNecochea – El equipo “Quen Necocina” ganó el primer puesto del concurso internacional de cocina y mejor presentación de platos al cabo de cuatro días a puro arte gastronómico
Con la presencia de los mejores exponentes de la gastronomía, Necochea fue sede desde el viernes 15 al lunes 18 del Golden Chef Expo 2024, cuyo premio mayor quedó en manos locales. El evento producido por el reconocido chef Víctor “Pepe” Molina y Vía Contacto Producciones S.A, contó con el apoyo de la Secretaría de Turismo local y de la Provincia de Buenos Aires.
El recinto de South Club de Playa fue el punto de encuentro y desarrollo de este certamen con tinte internaiconal que se convirtió en el epicentro de la cocina de alto nivel, donde chefs y equipos de todo el país compitieron por demostrar su talento y pasión culinaria.
El gran premio quedó en manos del equipo local “Quen Necocina”, que logró conquistar al jurado con su innovadora propuesta y el uso de ingredientes que representan la identidad gastronómica local. Integrado por Sebastián Batalla, Eduardo Nielsen y Aldo Guzzetti, el elenco necochense obtuvo el primer puesto del concurso internacional de cocina y mejor presentación de platos.
Además, Martín García, cocinero del restaurante “La Cascada”, y en representación de su emprendimiento “Deleitados”, fue reconocido con el premio a la mejor hamburguesa de la Costa Atlántica.
Durante los cuatro días del evento, los asistentes disfrutaron de una programación que incluyó degustaciones, talleres, y exhibiciones en vivo que hicieron vibrar a todos los amantes de la buena cocina, a pocos metros del mar, y en la mejor playa argentina.
Fuente: Clarín – Es Florencia Rodríguez. Desde Jujuy, logró ganar el Premio Baron B Édition Cuisine gracias a sus platos basados en ingredientes locales.
Florencia Rodríguez es porteña y jujeña, casi en simultáneo. Porque nació en Buenos Aires, pero vive en Jujuy con su marido, el artista plástico Fernando Fernández y sus hijos (Francisco de 18, y Amelia de 10, ambos “quebradeños“, aclara la madre), desde hace más de 20 años. Allá, en las tierras multicolores del norte argentino, se convirtió en cocinera estrella trabajando con ingredientes andinos, su especialidad.
Es dueña del restaurante El Nuevo Progreso, ubicado en una esquina de la pintoresca Tilcara, donde la comida se sirve a la luz de una vela.Su currículo se enriqueció cuando ganó en 2021 la tercera edición del Prix de Baron B Édition Cuisine.
El premio reconoce a los mejores proyectos gastronómicos del país y fue su upgrade para “cocinar en primera“. El plato que la consagró fue un tamal de gallo y maíz morado, con fondo de kalapurca, milpa y flores, maridado con el champán Baron B Extra Brut.
“Antes de llegar a Jujuy, vivíamos en Barracas y a Fernando le habían ofrecido ir a Alemania. Pero yo me quedé en Buenos Aires.Estudiaba Ciencias Políticas en la UBA y trabajaba cocinando en distintos restoranes. Pero me surgió un viaje a Tilcara y me fui. Fue hace 22 años. Claro que este lugar no era lo que es hoy, con todo su crecimiento y potencial turístico. Pero llegué y me volví literalmente loca”, le cuenta con humor y pasión a Viva.
También revela que acaba de participar en la campaña ¡Hola, Argentina!, hecho por Fehgra (Federación Empresaria Hotelera Gastronómica de la República Argentina) junto al famoso fotógrafo Gabriel Rocca, que recorre el país.
En las imágenes, no solo mostró algunos de sus mejores platos sino que se animó a posar, sartén en mano, con los majestuosos paisajes jujeños detrás, y en el mercado de Tilcara con vestimenta típica jujeña.
De Tilcara al mundo
Tilcara gourmet. Rodríguez combina los ingredientes locales con la influencia de la comida de las inmigraciones.
Instalada en Jujuy, definitivamente su lugar en el mundo, Florencia Rodríguez dejó atrás una niñez en Ramos Mejía y unos años en una casa chorizo del barrio de Barracas. “Es que con Tilcara me pasó algo explosivo, fue como un llamado de la sangre. Me habían gustado mucho algunos lugares de Europa, pero acá sentí algo más profundo. Entendí por qué el alimento es tan importante. Ahora muchos cocineros hablan de la conexión con los productos con los que se cocina, pero antes no se hablaba de esto.”
-¿Jujuy cambió tu manera de cocinar?
-Totalmente. Jujuy me hizo entender la comida desde la base, con su mercado maravilloso, donde están los productores que vienen y uno les compra ahí directo. Me hizo ser más creativa, me refundé como cocinera sin seguir modas, encontré mi identidad. Acá hay mucha ritualidad en la comida y cada momento del año, cada estación, tiene que ver con eso: desde el carnaval hasta la Pachamama, pasando por el Día de los Muertos. Cada uno tiene sus comidas específicas.
-¿Como fueron los primeros tiempos en El Nuevo Progreso?
-Mi suegro lo alquiló con uno de mis cuñados para poner ahí un bar almacén. Hacíamos picadas y nuestra cerveza artesanal. Luego, cuando nació mi primer hijo, lo refundamos con Fernando (mi cuñado se fue a vivir a Córdoba) y entonces lo llamamos El Nuevo Progreso: cocina + arte. Hacemos muchas cosas juntos con el color y la textura. Fernando es un gran artista. De hecho, en las paredes están exhibidas sus pinturas, hechas en semillas, barro, arcillas y tintes naturales de alimentos.
-¿Costó llegar?
-Trabajamos muchísimo desde que lo abrimos. Prácticamente yo no salía de la cocina durante los primeros años. Empezó a venir cada vez más gente, se fue corriendo la noticia del lugar; era un boca a boca de locos. Recuerdo una época en la que venían muchos franceses y servíamos la cena a las seis y media de la tarde. Mi comida está hecha con productos ancestrales y tiene las técnicas del lugar, pero creo que en algún punto tiene una conexión con la comida francesa.
-¿Cómo definirías tu estilo para cocinar?
-Lo que más me interesa es el sabor, respetar los productos de mi alrededor, como quinoa, papas, maíces de todas las estaciones, carne de llama, los derivados de la cabra… Uso flores, yuyos, hojas silvestres. También puedo definir mi comida por los colores: hay mucho rosa, que tiño con remolacha o nuez morada.
-Pero no es sólo una cocina local.
-Se basa en el producto andino, pero tiene que ver con las inmigraciones que se dan en la vida de todos. Uno es un montón de cosas todo el tiempo. Creo que además tiene que ver con mis ancestros, mis viajes de cuando era chica, con mi intuición, y con seguir investigando los productos. Hace poco temía que me encasillaran como “la cocinera que hace comida andina“, porque no iba a tener posibilidades de hacer otra cosa, y después me río: cuando cocino en otros lados, me llevo esta idiosincrasia; adonde sea que voy, va conmigo.
-¿Cuándo fue que empezaste a ser famosa?
-El premio Prix de Baron B Édition Cuisine fue muy importante para el afuera, pero yo hacía mucho tiempo que me sentía reconocida. Es muy lindo cuando tus pares te reconocen, pero es importante que el restorán que tengas funcione y El Nuevo Progreso funcionaba incluso antes del premio.Eso me dio seguridad. Mucha gente estaba mirando lo que hacíamos, especialmente muchos argentinos y eso fue lo más interesante. El extranjero ya había venido. Me gustó ser descubierta por los argentinos, además de sentir el respeto de las comunidades gastronómicas que siempre fueron recopadas con nosotros.
-¿Los chefs son las nuevas estrellas?
-Hace bastante que hay un boom gastronómico y hay mucha gente talentosa, reconocidísima, cocinando. Pero para mí, más allá de la exposición, está bueno abrirse a otras cosas. Yo trabajo con antropólogos, con mujeres de las comunidades: la gastronomía de hoy apunta a algo más global. Mirá a Mauro Colagreco: no es sólo una estrella sino que trabaja con arqueólogos, artistas plásticos, ceramistas, los refugiados… Cuando tenés la posibilidad, hay que ir más allá. El reconocimiento te da herramientas y hay que usarlas. Hay que seguir generando más allá de los reconocimientos, me parece. Es más importante el hacer, el seguir generando, que el reconocimiento en sí.
-¿A qué cocineros admirás?
-A las señoras que cocinan en la comunidad o en el mercado. A Dolly (Irigoyen), la amo. Admiro a casi toda la gente que tiene una carrera a la que le ha dedicado su vida en la cocina, y que ha armado escuelas con su sello. Pueden ser desde cocineros “cósmicos” de la tierra, hasta los multipremiados.
-¿Hay mucho divismo y competencia en la cocina?
-Depende de la personalidad de cada uno. Pero lo que se da ahora especialmente es que hay mucha camaradería entre los jóvenes, que se encuentran y planean cosas juntos. Me pasa que cuando voy a Buenos Aires, veo que se encuentran los chefs de distintos lugares y comparten ideas. Tratan de hacer que todo mejore. Obvio, que hay competencia como en todos los ámbitos, pero también hay mucho encuentro de ideas para saber cómo colaborar el uno con el otro. La gastronomía ocupa mucho espacio hoy y Argentina tiene mucho talento y garra.
-¿Pensaste en masificar El Nuevo Progreso, armar sucursales?
-Me lo pidieron varias veces y yo estaba negada a eso. Pero ahora hay una punta para empezar a abrir El Nuevo Progreso al interior. Además de hacerlo en mi restorán, cocino en Yacoraite, una bodega de altura en la Quebrada de Humahuaca. Son menúes diferentes, ya que Yacoraite está más pensada para tomar vino y ver naturaleza. Cocino también para otros lugares en el interior de Argentina, para donde armo distintos menúes siempre eligiendo productos autóctonos.
-¿En dónde te sentís “más vos”, Florencia?
-En El Nuevo Progreso, es inevitable. Es mi base. A veces, en la bodega está Arnaldo, que es mi jefe de cocina, un genio total, que además es ceramista y sigue mi locura en la cocina, y me va mandando fotos de todos los platos (risas). Siempre quiero que salga todo perfecto donde cocino. Como viajo mucho, voy armando equipos grosos con gente a la que le gusta mucho lo que hace. Ser cocinero es una forma de vivir. Cuento mucho con Fernando, mi marido, también. Pero tampoco hago demasiado porque mantengo la calidad y me gusta que salga todo bien. Soy muy obsesiva, eso me lo dio la facultad: estudiar Ciencias Políticas te da disciplina.
-¿Dónde quedaron las Ciencias Políticas?
-En todo. Pienso la cocina desde la parte social como si fuera algo “gastropolítico”. Me gusta que se diga: “Qué rico”, pero me importa todo lo demás: cómo llegué a esa comida, respetar el producto con el que trabajo, tomar todo con responsabilidad, entender lo que comemos.
-¿Cómo tomaron los jujeños que te volviste estrella en su tierra?
-La gente que me conoce en serio, muy bien. Y los productores, cuando ganamos el premio, llenaron todo el mercado de diarios con la noticia. A otros quizás les dio bronca porque no nací ahí, aunque tuve una abuela comechingona. Siempre muestro Jujuy, nunca cambié la carta. Cambié platos, pero nunca me alejé de la comida andina.
-¿Qué mensaje dejarías abajo del plato para descubrir?
-La palabra emoción. Soy muy emocional. La comida no solo alimenta y nutre, sino que tiene que ver con lo espiritual y lo ancestral. Creo en el oficio, pero más creo que los lugares tienen un alma, una identidad. Por eso cierro una vez a la semana, para que estemos todos con nuestras familias. Me gusta que descansen los que me rodean. Un lugar te crea, y vos creás ese lugar.
-¿Qué cocinás en tu casa?
-Lo que les gusta a mis hijos: a Amelia, el pastel de papa; y a Francisco, todas clases de pastas. Les gusta el tamal un montón, la sopa de maní y son fanáticos de las milanesas. Son de la Quebrada, sí, pero cosmopolitas también.
Fuente: Perfil – La reciente edición de The Best Chef Awards celebrada en Dubai reconoció a dos destacados cocineros argentinos: Gonzalo Aramburu, titular del restaurante porteño Aramburu; y a Javier Rodríguez, alma máter del cordobés El Papagayo. Ambos fueron galardonados en la categoría Two Knives (World Class). Esta distinción celebra la excelencia y el impacto de Aramburu y de Rodríguez en la gastronomía mundial, resaltando sus respectivas contribuciones, las que combinan innovación con un profundo respeto por los ingredientes locales y la tradición regional.
En esta octava edición, The Best Chef Awards (Los premios al mejor cocinero) se celebró por primera vez en Dubai, y homenajeó a quinientos cincuenta cocineros de sesenta y un países. A su vez esta celebración gastronómica atrajo a más de tres mil asistentes durante los tres días que duró el evento.
Los tres ganadores centrales fueron Rasmus Munk, de Alchemist (Dinamarca), celebrado por su enfoque teatral y vanguardista; seguido por Albert Adrià, de Enigma (España), reconocido por su innovación y su capacidad para contar historias a través de la cocina; y luego, Eric Vildgaard, Jordnær (Dinamarca), destacado por su compromiso con la sostenibilidad y por el uso de ingredientes nórdicos. Este año, los premios introdujeron Knife (cuchillo), un innovador sistema de reconocimiento que abandona las clasificaciones tradicionales y ofrece una visión más inclusiva de la excelencia culinaria.
Motivos. La clasificación Knife categoriza a los chefs en tres niveles según su impacto: Three Knives (los mejores), Two Knives (clase mundial), y One Knife (excelente). La categoría Two Knives, en la que Aramburu y Rodríguez fueron reconocidos, destaca a aquellos cocineros de clase mundial que alcanzan el cuarenta por ciento, o más, del puntaje máximo, reflejando su destreza y también una influencia significativa en la industria gastronómica. La inclusión de Gonzalo Aramburu y Javier Rodríguez en la categoría Two Knives no solamente subraya el trabajo y la dedicación de ambos, sino también el creciente protagonismo de la gastronomía argentina en el ámbito internacional.
En paralelo, The Best Chef… reafirmó el objetivo de Dubai por consolidarse como un referente en la escena culinaria mundial.
Fuente: MDZ – Esta semana un chef mendocino fue distinguido mundialmente en Dubái, frente a miles de otros artistas culinarios. Te contamos quién es y por qué fue elegido parte de esa elite.
Este jueves, se entregaron las distinciones a The Best Chef en Dubái y la sorpresa fue directamente para nuestra provincia. Uno de los chefs más reconocidos de Mendoza fue seleccionado como mejor chef del mundo, dentro de la categoría «Excellent» de esta entrega de galardones.
El premiado artista culinario fue Sebastián Weigandt, el chef encargado del restaurante Azafrán, en pleno corazón de la Ciudad de Mendoza. Además de haber sido galardonado con la Estrella Michelín durante este 2024, ahora consiguió convertirse en el mejor del mundo según The Best Chef.
Con perfeccionismo, y trabajo basado en la precisión y la experimentación de sabores autóctonos, Sebastián Weigandt fue el ganador de esta terna, que también cuenta con otras secciones como «World Class» y «The Best».
Además del premio para este mendocino, The Best Chef reconoció a otros gastronómicos del país, como Fernando Rivarola (El Baqueano, Salta), Tomás Kalika (Mishiguene, BsAs), Javier Rodríguez (El Papagayo, Cordoba), Gonzalo Aramburu (Aramburu, BsAs), Tomás Trechanski (Trescha, BsAs) y Patricio Negro (Sarasa Negro, Mar del Plata).
Sin dudas, un nuevo reconocimiento a la excelencia culinaria de Mendoza. ¡Felicitaciones!
Fuente: La Nación by @anavedia – Después de trabajar en las mejores cocinas de Europa y Buenos Aires, Ani Vedia se animó a desarrollar un producto amado por los argentinos.
Cuando a Ani Vedia le halagan sus alfajores, despliega una sonrisa y se le llenan los ojos de lágrimas. Hay algo en esa historia, similar a la de otros emprendedores, que la emociona profundamente. Pero la de Ani es particular, no sólo porque en pocos meses su proyecto explotó sino porque le llevó muchos años de esfuerzo para activar un deseo que tuvo desde chica: estudiar cocina.
Detalle, técnica y creatividad. Así se puede describir el trabajo que lleva a cabo esta cocinera de 39 años que, tras el paso por las mejores cocinas de Europa y de Buenos Aires, se animó a desarrollar un producto amado por los argentinos: alfajores.
Ana Paula Vedia nació en Comodoro Rivadavia y cuando sus padres se separaron se fue con su mamá a vivir a Puerto Deseado. Terminó el secundario y decidió estudiar ingeniería química a La Plata, donde se había radicado su papá. Allí conoció a Walther, su pareja actual. “Yo era muy buena en matemáticas y en física, y elegí la carrera un poco por eso”, confiesa. Pero a Ani siempre le gustó la cocina, y desde muy chica encontró en esos quehaceres un espacio productivo. “Vengo de una familia de clase media trabajadora, somos cinco hermanos y aprendimos a autogestionarnos. Me acuerdo que me pagaba las zapatillas haciendo tortas, hasta me banqué el viaje de egresados”.
En su época universitaria, Ani trabajaba en un kiosco y daba clases de matemáticas. Ya con la carrera de ingeniería avanzada comenzó a trabajar primero en una papelera y luego en una curtiembre de Magdalena. Pero, con el tiempo, se dio cuenta que su vida avanzaba con una profesión que no le gustaba.
De ingeniera a cocinera
“Siempre fue muy caro estudiar cocina; pero al fin me lo propuse. Wally (como le dice Ani a su pareja) me ofreció hacer paradas de planta (tareas de mantenimiento de las petroleras) en la empresa donde él trabaja y así fue como comencé a ahorrar para estudiar cocina”, relata.
En marzo de 2018, Ani entró al IAG. Recién recibida se anotó para ir a hacer una pasantía al exterior y obtuvo una beca para ir al trabajar al restaurante Martín Berasategui en el País Vasco, España. La pandemia retrasó todo. Tuvo que esperar otros dos años para hacer realidad ese sueño. Pero Ani no dejó de trabajar y siguió ahorrando. En 2022 se retomó la posibilidad de viajar y renunció a su trabajo. Con la liquidación, se compró el ticket aéreo.
Fue un año de experiencia en el multipremiado restaurante, tiempo suficiente para aprender técnicas de cocina internacional, además de las exigencias del servicio. Cuando volvió a Argentina, entró al restaurante Aramburu y luego a Don Julio como encargada de postres. Pero el trajín de viajar desde La Plata y las largas jornadas (volvía a su casa de madrugada) motivó a un repensar de su rutina y comenzó la búsqueda de un emprendimiento.
“Siempre me vi cocinando en restaurantes. Pero, tenía que entrar en el rubro gastronómico con un emprendimiento y dije: ¿Y si empezamos con alfajores?”, relata. A pesar de que no era fanática de estas preparaciones, Ani los había extrañado mucho en su estadía en España. Era el dulce que la conectaba con Argentina. “Además, buscaba un producto que a la gente le gustara y que al platense lo enganchara”, dice.
La primera prueba de alfajor fue un estilo marplatense (galletita de azúcar y miel, dulce de leche y baño de chocolate). “Cuando lo prueba Wally, que tiene un paladar sofisticado, me dice: vos no te das una idea lo que es esto, con esto haces estragos”.
En la vida de Ani, su pareja es parte fundamental en cada una de sus decisiones. Walther es quien la guía y la estimula a seguir creciendo. “Estuvimos un año llevando la relación a la distancia (cuando Ani se fue a trabajar a España), se banca convivir entre batidoras y masas… hasta me compró un segundo horno con su aguinaldo”, dice entre risas: “Él me acompaña en esto desde siempre, quiere verme feliz”.
El secreto de los alfajores
Ani empezó a desarrollar recetas pensando en un alfajor que pudiera viajar. “Aquel que puedas poner en una cajita y lleguen intactos a un destino lejano”, dice; “y eso me llevó tiempo… engrosar la galletita, darle en el punto justo de los rellenos, ir probando”.
Los alfajores de Ani Vedia son contundentes, de relleno generoso y con la combinación de sabores en perfecta armonía. Comenzó con tres variedades (marplatense, glaseado y el de nuez) y ahora son 12. Por semana hornea entre 35 y 40 docenas de alfajores en la cocina de su casa; su hermana Antonella la acompaña. Tal es el éxito, que a mitad de semana tiene que cerrar los pedidos porque se agotan.
Cada caja pesa más de 1 kilogramo y cuarto. Todos están realizados de manera artesanal y con materia prima de calidad. “Nosotras elaboramos absolutamente todo, desde las mermeladas con recetas de nuestra abuela, hasta las ganaches y las galletitas”, explica Ani. “Armamos los alfajores y los pesamos uno por uno, para estandarizarlos. Los que tienen dulce de leche pesan 110 gramos y los que tienen mousses un poquito más livianos, pero todos la misma altura”, explica la pastelera “y la elección de la materia prima se hace minuciosa, siempre buscando la calidad del producto”.
Ani es práctica, organizada y exigente. No lanza un nuevo producto hasta que esté completamente satisfecha con el resultado. El último lanzamiento fue el alfajor de matcha y pistachos con relleno de ganache de chocolate blanco, un producto con un sabor y color único. Los más vendidos son el glaseado y el de mousse de chocolate. También hace de chocolate relleno con dulce de leche y corazón de frutos rojos, el marplatense con dulce de leche y corazón de caramelo salado, y el alfajor oreo con galletitas caseras. Ahora está haciendo pruebas del alfajor “chocotorta” ya que planea incorporar alfajores helados para comienzos de año.
“Yo siempre dije que quería vivir de esto; con Anto trabajamos de lunes a viernes de 8.30 a 17 horas como cualquier trabajo normal”, dice la cocinera quien se encarga de todo lo que requiere emprender, desde el contacto con los proveedores hasta subir contenido en sus redes sociales.
Toma los pedidos por DM de Instagram y los fines de semana reparte. A la puerta de su casa en La Plata llegan clientes de todas partes – no sólo de los barrios cercanos-, alentados por las buenas críticas de los que ya los probaron. Su emprendimiento funciona con el boca en boca.
A futuro planea mudarse a un local y abrir una proveeduría de alfajores premium, con un mostrador que la gente quiera llevar. “Encontré un público que le preocupa comer bien, y que valora lo que hacés”, asegura. “Me encanta hacer feliz a alguien con algo elaborado con las manos de uno. Es re lindo recibir un mensaje ‘che, es muy zarpado este alfajor’, ‘me morí con el alfajorcito glaseado, me remontó a la infancia’”, dice emocionada. “Una chica me escribió emocionada que el de nuez le recordaba a su abuelo por las nueces confitadas de Catamarca.. amo ese feedback que se genera”, y remata: “Eso me da la pauta de que estoy haciendo las cosas bien, de que este es el camino”.
Fuente: Clarín – Este espacio cuenta con áreas al aire libre y un patio de comidas que invita a compartir en un entorno relajado.Actividades culturales y eventos para disfrutar en familia.
En el corazón del barrio de Belgrano, en Buenos Aires, el Mercado Belgrano pasó de ser un sitio tradicional de compras a un destino gastronómico imperdible. Este espacio, con más de 130 años de historia, combina lo mejor de la cocina contemporánea con la herencia cultural de la ciudad, y sigue siendo un ícono de la identidad porteña.
Entre sus locales, se destacan las propuestas de reconocidos chefs, sumando a la experiencia una calidad culinaria que enriquece el mercado y atrae a visitantes de toda la ciudad.
El Mercado Belgrano y un pasado con herencia literaria
El Mercado Belgrano es más que un mercado, es un lugar con un interesante pasado. Su historia se remonta a 1875, cuando los terrenos fueron donados por los herederos del célebre escritor José Hernández, el autor del «Martín Fierro». En estas tierras se estableció un mercado que, con el tiempo, se convertiría en un referente gastronómico y cultural para los vecinos y turistas que visitan Belgrano.
Entre2017 y 2019, el mercado fue sometido a una importante puesta en valor, en dos etapas que modernizaron su estructura y ampliaron sus instalaciones. Ahora cuenta con un patio de comidas exterior y una terraza a cielo abierto donde los visitantes pueden disfrutar de diversas propuestas gastronómicas al aire libre.
La calidad y variedad de sus locales atrajo a grandes figuras de la cocina, como el chef japonés Takehiro Ohno y el reconocido italiano Donato de Santis, quienes crearon menús únicos en el mercado, invitando a todos a disfrutar de platos de autor en un entorno tradicional y moderno a la vez.En el Mercado Belgrano podés adquirir los mejores productos frescos. Foto: Silvana Boemo – Clarín.
¿Qué encontrarás en el Mercado Belgrano?
El Mercado Belgrano ofrece una experiencia única que se adapta a todos los gustos y planes. Entre sus principales atracciones, cuenta con:
37 locales que abarcan desde productos frescos hasta platos de la gastronomía internacional, ideales para compartir en familia, en pareja o con amigos.
Espacios para comer en el patio interno, externo y la terraza a cielo abierto, diseñados para que los visitantes puedan disfrutar de su comida con comodidad.
Actividades culturales para todas las edades, que complementan la experiencia gastronómica.
Estacionamiento amplio y de fácil acceso para quienes se acercan en auto.
https://d42889b5611148d37e9c33c534335461.safeframe.googlesyndication.com/safeframe/1-0-40/html/container.htmlAcá podés hacer tus compras diarias o disfrutar de un rico almuerzo. Foto: Silvana Boemo – Clarín.
Ubicación y horario de atención del Mercado Belgrano
El Mercado Belgrano se ubica en Juramento 2527, Ciudad Autónoma de Buenos Aires, Argentina.
Horario de atención de Mercado Belgrano:
Locales de frescos: de lunes a sábado, de 8:30 a 20 horas.
Locales gastronómicos: de lunes a domingo, de 11 a 0 horas.
Fuente: Clarín – Perfil bajo y larga trayectoria, Máximo Togni (46) ya había revolucionado el fast food.Ahora Evelia, donde hace cocina argentina, es uno de los fenómenos gastronómicos de 2024.
280.000 personas entran a un sitio web al mismo tiempo para conseguir algo y la página colapsa. No estamos hablando de un ticket para el recital de la estrella pop del momento ni de la banda histórica que se reencuentra: esa gente quiere conseguir una mesa para un restaurante. ¿Un tres estrellas Michelin en una ciudad europea? No: un nuevo lugar que abrió, con perfil bajo, en pleno Núñez.
Evelia esel fenómeno gastronómico del año y probablemente un caso como no se ha visto en la escena gourmet porteña en mucho tiempo. Inauguró en mayo y al mando no está un chef famoso de la tele, pero sí uno que a base de esfuerzo, creatividad y riesgo se hizo un nombre: Máximo Togni, un cocinero de culto.
Es un jueves a la noche y el local está estallado. Togni está parado junto a la barra chequeando el emplatado, pero con un ojo atento a lo que pasa a sus espaldas en el salón. Se quedará en ese lugar toda la noche, salvo cuando haga un alto para comer, también sentado a la barra, como un cliente más. En esas dos imágenes, hay una definición de su meticulosidad como profesional y de lo que buscó en este restaurante: los platos que a él le gustan.
La prensa gastronómica colmó de elogios a Evelia (“La fórmula es síntesis de recorrido profesional, vocación, recuerdos familiares, talento y sensibilidad”, escribió Pietro Sorba, crítico de Clarín) y las fotos en las redes multiplicaron el efecto deseo. Pero había una ansiedad previa. Como un gran músico del que se espera el lanzamiento de la que puede ser su obra cumbre, crecía el interés por ver qué era lo que iba a hacer Togni. El mismo Togni que ya había reformulado el fast food y le dio una impensada jerarquía al pancho y la pizza.
“Había mucha expectativa del lugar porque yo venía hace un montón de años contando lo que es mi cocina. Sabíamos que podíamos tener bastantes reservas, pero no me imaginaba tanto”, admite Togni ahora, un sábado a la tarde, en la entrevista con Clarín.Máximo Togni es un cocinero de larga trayectoria que jerarquizó el hot dog y la pizza. Foto Fernando de la Orden
Evelia hizo colapsar la aplicación de reservas en ese momento de pico de 280.000 personas. El restaurante tiene todo tomado para octubre y noviembre, los dos turnos que hace de martes a domingo, 150 cubiertos en total. Abre las reservas el 1° de cada mes, para el mes siguiente. El 1° de octubre, los casi 4.000 cubiertos de noviembre volaron en sólo dos horas.
“Nunca escuché de una demanda así de un lugar por abrir. Me parece que estamos en una época en la que más allá de la recesión económica y que se han caído lugares y otros están más flojos, sigue existiendo el plan de salir a comer y sigue siendo super importante para la gente esa poca plata que tiene, gastarla en la salida”, dice Togni, humilde, intentando explicar el éxito de Evelia.
Una de las razones está en algo que deliberadamente buscó: situarse en un rango de precio competitivo, con un promedio de cubierto de $ 35.000, mucho más económico que el de otros restaurantes de un nivel similar. Y planea abrir los mediodías con el mismo menú para responder a esa demanda inédita.
El camino de un cocinero
Evelia es un restaurante de cocina argentina con gran protagonismo de las pastas. El nombre es un homenaje a la abuela materna de Máximo, de quien empezó a aprender de qué va esto de cocinar y el gran referente de su vida. De hecho, el frente del local de Campos Salles al 1700 se intervino para que pareciera una casa, inspiración en la de su abuela Evelia en Maipú.
En esa localidad a 135 kilómetros de Mar del Plata nació Máximo. Cuenta que el vínculo con sus padres fue complejo y que vivió toda su adolescencia en lo de Evelia, que administraba campos en la zona, una mujer que se quedó viuda joven y se puso todo al hombro. El vivía en una casa de nueve habitaciones en las que tocaba el timbre y el personal de servicio “me traía el desayuno”, pero Evelia igual los fines de semana amasaba capelettis para 20 personas.El cocinero en la puerta de su restaurante en Núñez. Foto Fernando de la Orden
La crisis del final del gobierno de Alfonsín golpeó a Evelia, perdió todo y murió muy joven, a los 62 años. El tenía 18. Fue un impacto durísimo. Se vino a Buenos Aires y dio el examen de ingreso para estudiar gastronomía en BUE Trainers. Todavía recuerda la alegría cuando recibió el llamado de que había entrado. Tampoco se olvida cuando fue Fernando Trocca a tomarle examen. “Me impactó su imagen, su manera de hablar”, dice del cocinero que hoy ha llevado sus marcas Sucre y Mostrador Santa Teresita por el mundo.
En una feria conoció a Narda Lepes y ella le ofreció una pasantía en Morizono. Después trabajó con el chef Bernard Claus y allí una mujer le propuso irse con 21 años como jefe a un restaurante en California. De vuelta en la Argentina, con lo que trabajó en un año como ayudante de cocina se compró una moto de 10.000 dólares que al poco tiempo vendió para irse a Nueva York, donde estaba trabajando Trocca. Se animó a ir a verlo en el restaurante Vandam.
“Me recibió super amable, empecé una pasantía al otro día y a la semana me ofreció trabajo. Después encontré otro trabajo porque quería hacer más cosas”, cuenta de ese tiempo en que dormía cinco horas y repartía las otras 19 entre los dos restaurantes en Manhattan y Brooklyn y los viajes en tren, subte y ferry.Evelia sirve 150 cubiertos por día y tiene todo reservado por dos meses. Foto Fernando de la Orden
Trabajó con Trocca además en el restaurante de un ex novio de Madonna y rescata haber estado «directamente con él en la línea, hacíamos 250 cubiertos por noche, una locura”. Trocca volvió a Argentina y él también, y fue parte del Gran Bar Danzón en la época que fue semillero de nombres como Tato Giovannoni, Inés de los Santos y Pamela Villar (“Un grupo increíble, me divertí muchísimo”).
Ahí conoció a Dolli Irigoyen, con quien terminó trabajando en la producción de sus programas en El Gourmet y en sus viajes. “La adoro a Dolli. Más allá de que no estuvimos mucho tiempo, fue una experiencia buenísima”, le agradece.
Volvió a Nueva York con 24 años para armar la carta de un restaurante de 40 cubiertos, “algo soñado”, que no terminó siendo lo esperado. Y la ayuda de Dolli le permitió postularse para el cargo de chef en la embajada argentina en Estados Unidos. “Llegué de Nueva York a Washington un mediodía y a la noche estaba haciendo una cena para 20 personas”, cuenta. Destaca el aprendizaje de esos cinco años que se quedó en la embajada, primero con Eduardo Amadeo y luego con José Octavio Bordón, y rescata el liderazgo de ambos embajadores que dieron gran impulso al vino y la gastronomía argentinos.El ñoqui frito, la entrada sensación de Evelia.
El ida y vuelta lo trajo otra vez a Buenos Aires, a la apertura de un restaurante en el que era socio minoritario y que terminó siendo para él una mala experiencia, aunque capitalizó los aprendizajes de lo negativo. Uno de ellos es elegir muy bien sus socios y hacer valer en esa sociedad no sólo el aporte de capital sino muy especialmente su conocimiento y experiencia.
Reformular el fast food
Pensó para una conocida marca de embutidos una salchicha para la parrilla, que no salió (“La que yo quería hacer era muy alta de costo”). Pero ahí empezó el germen de Dogg, un local que en 2013 desembarcó en el Microcentro con una propuesta disruptiva: un hot dog de altísima calidad, a lo Togni.
“En Nueva York había muchos cocineros de prestigio que tenían su lugar con una estrella y acá no lo hacía nadie. La gente que me conocía me decía que le parecía raro que estuviera haciendo eso. Pero yo venía con la cabeza americana: podés ser un excelente cocinero, pero si no sos bueno con los números, afuera”, explica.Togni se define como un obsesivo. Las pastas son protagonistas en Evelia. Foto Fernando de la Orden
Dogg’s fue un éxito y cuando en 2016 abrió el actual, en Blanco Encalada al 1600, sumó hamburguesas y explotó, con 300 personas por noche y momentos con 60 clientes haciendo cola.
Entonces, en esa zona sólo estaba la parrilla El Pobre Luis, pero Togni le vio potencial. En la mitad de la pandemia, el local de al lado se desocupó y lo tomó, ya con la idea de hacer Evelia. Pero en la incertidumbre del Covid optó por un formato más adaptable al delivery: la pizza estilo neoyorquino. Fue una de las primeras aperturas gastronómicas de la flexibilización de la cuarentena y otro golazo clavado en el ángulo, al igual que Togni’s Cafe, el café que abrió luego en la misma cuadra.
Con todo ese recorrido, logró plasmar Evelia. Más de un año de obra, en los que se reunía en su casa con el jefe de cocina y la jefa de pastelería para delinear la carta porque “yo no tengo recetas de nada, siempre me gustó cocinar con la sensación. Estuvimos un año entero pesando y sistematizando para generar todo el recetario y que entiendan la filosofía”.
Cuando Clarín le pregunta cuál es la filosofía de Evelia, responde que “es el lugar donde van a hacer los platos que a mí me gustaría comer todos los días de mi vida”, los platos que se comen de manera cotidiana en Argentina pero con la formación detrás de un cocinero con casi 30 años de experiencia. Así, un ñoqui con estofado tiene las técnicas de preparación que usa un restaurante con estrella Michelin y materias primas de calidad superior.
https://ff7f4075474336a6c7560c84623a7cd5.safeframe.googlesyndication.com/safeframe/1-0-40/html/container.htmlEl frente del restaurante está inspirado en una casa. Foto Fernando de la Orden
Togni reconoce que es un obsesivo, que cada plato “tiene un montón de vueltas” y que es “muy pasional con el producto”. Por eso hizo una exhaustiva investigación con cada alimento que usa para lograr el mejor resultado y por eso la harina 00 y el tomate en lata que usa son italianos, pero que le encantaría que se acercara algún productor para poder desarrollar localmente lo que él necesita para el alto estándar que busca en Evelia.
Repasando el recorrido que hoy lo tiene como uno de los personajes del año en el mundo gastronómico, Máximo no deja de emocionarse al recordar a la abuela Evelia con su cultura del esfuerzo, siempre positiva y esencialmente incondicional. “Soy una persona bastante dura, pero cuando recordás todo lo que hiciste, te emocionas. Y esto es como un homenaje grande a ella. No solo de la cocina, sino que de ella hubiese estado orgullosa de mi manera de vivir la vida. Me siento en este proyecto representado en cómo era ella”, se emociona Togni, que lamenta no conservar fotos de su abuela, pero que siempre la tiene con él en su recuerdo. Y ahora, también, en su querido restaurante.
Fuente: TN – Desde Curitiba, defiende una cocina con impacto social y hace foco en ingredientes nativos de la mata atlántica. Chef y activista, creó una ONG para luchar contra la inseguridad alimentaria en los barrios desfavorecidos de su ciudad. “La comida tiene el poder de transformar vidas”, le dijo a TN.
La brasileña Manoella Buffara, una de las chefs más destacadas de Latinoamérica, se prepara para pisar suelo porteño. El 31 de julio participará de una cena icónica con su colega y compatriota Janaina Torres junto a Tomás Kalika, el dueño de Mishiguene, en el marco los festejos por los 10 años del restaurante de cocina judía de Palermo. Según dij a TN, está ansiosa por venir y “experimentar una vez más cómo la comida puede contar historias”, resaltando la esencia de los sabores tradicionales en un formato moderno y creativo.
Manoella Buffara tenía 26 años cuando se convirtió en la primera chef brasileña en abrir un restaurante de alta cocina, Manu, que puso a la ciudad de Curitiba en el mapa de la gastronomía mundial. Su cocina está marcada por la creatividad, la celebración de la biodiversidad brasileña y el cuidado de los productos y, sobre todo, el amor. “Quiero que cada plato cuente una historia de amor por el ingrediente y por la tierra, valorando a los pequeños productores y la sostenibilidad”, comentó.
Desde que abrió Manu pasaron trece años y la chef, que fue reconocidad como mejor cocinera de Latinoamérica en 2022 en la lista The World’s 50 Best Restaurant, multiplicó los frentes de batalla. Es una activista y mujer emprendedora que aboga por el empoderamiento femenino, el cuidado del ambiente y la lucha contra la inseguridad alimentaria a través de huertas comunitarias y proyectos educativos. A través de su visión social y comunitaria, Manu busca cambiar la realidad de quienes la rodean. “Creo que la comida tiene el poder de transformar vidas”, manifestó a TN.
Historia de una chef que cree en el poder transformador de la cocina
Buffara nació en Maringá, en el estado de Paraná, en una familia de granjeros de origen libanés e italiano. A los 15 años, cuando sus padres se separaron, se mudó a la capital del estado, Curitiba, con su madre y su hermano. Estudió comunicación y hasta obtuvo una licenciatura en periodismo, pero nunca ejerció la profesión. Su pasión por la cocina la llevó a iniciar otro rumbo en los fogones.
Manu aprendió de su madre y su abuela los secretos de la cocina y la importancia de usar ingredientes de calidad. Cuando le dijo a su nonna que quería ser chef, la mandó a la pizzería que una de sus amigas, Magdalena, tenía… en un pequeño pueblo de Italia. Esta experiencia fue “muy significativa” para ella. “Allí aprendí los fundamentos que todo buen cocinero debe conocer: la importancia de la organización, la limpieza, y el respeto por los ingredientes. Trabajar con recetas tradicionales, como la clásica salsa de tomate, me hizo entender el valor de la simplicidad bien ejecutada y el respeto a las tradiciones culinarias. Estos fundamentos me han acompañado a lo largo de mi carrera y formaron la base que llevé a otros desafíos”, dijo al respecto.
También tomó cursos de hotelería y gastronomía en el Centro Europeo de Curitiba (2005 y 2006) y luego se recibió como chef en la Escuela Internacional de Cocina Italiana (ICIF) en Piamonte, Italia, lugar de nacimiento del movimiento slow food. Después recorrió algunas de las cocinas más prestigiosas del mundo, como DaVittorio y Guido en Italia, Alínea, en Chicago, Noma en Copenhague o Nobu, en Los Ángeles, para completar su formación.
Cuando volvió a Brasil, dirigió un equipo de más de 30 personas y dos restoranes en el lujoso hotel Rayon, antes de concretar el sueño de tener un lugar propio.
En Manu, Buffara trabaja con ingredientes frescos y de temporada, con un menú de pasos mayormente basado en plantas. Son tan solo cinco mesas para hasta 20 comensales. Según dice, las verduras y frutas son su “fuente de inspiración”.
Valora por sobre todo la “riqueza de sabores y texturas” que ofrecen y declina de todas las formas posibles: “fermentadas, cocidas durante más de un día a temperatura baja y controlada, quemadas en el último momento, crudas, curadas, asadas, en caldos, salsas, enteras”. La carta da también lugar a pescados y marsicos que compra a pequeños pescadores y carne de cordero y cerdo.
Buffara está convencida de que “la gastronomía puede ser una herramienta de transformación social” y no piere de vista que, en Brasil, la inseguridad alimentaria severa -es decir cuando una persona pasa un día entero o más sin comer- afecta a por lo menos 2,5 millones de personas, un 8% de la población del país, según el último Informe de las Naciones Unidas sobre el Estado de la Inseguridad Alimentaria Mundial.
Por eso, la chef solidaria está detrás, junto a otras cocineras, de Mulheres do Bem (Mujeres de Bien), que sirve semanalmente almuerzos a personas en situaciones de calle. Además, creó en 2020 el Instituto Manu Buffara, una fundación responsable, entre otros proyectos, de Alimenta Curitiba, una iniciativa de “distribución de alimentos frescos y nutritivos” en barrios humildes que se ocupa también de “capacitar a las personas para que cultiven y preparen sus propias comidas de manera saludable”.Porque la información y el conocimiento también es poder.
Entrevista con Manu Buffara
-TN ¿Cuál es la historia que quieres contar con tu cocina?
-Mi cocina es una celebración de mis raíces y un homenaje a la biodiversidad brasileña. Quiero que cada plato cuente una historia de amor por el ingrediente y por la tierra, valorando a los pequeños productores y la sostenibilidad. Creo que la gastronomía puede ser una herramienta poderosa de transformación social, conectando a las personas con el territorio y promoviendo la conciencia sobre el impacto que nuestras elecciones alimentarias tienen en el mundo.
-¿Cómo influyó en tu manera de cocinar tu vinculo con el campo?
-Crecer en el interior de Paraná, rodeada de naturaleza, me enseñó a respetar el ciclo de los alimentos. Siempre tuve un contacto directo con la tierra, y eso moldeó mi comprensión sobre la importancia de cada ingrediente y el respeto que debemos tener hacia la naturaleza. Esta conexión es la base de mi cocina y se refleja en el uso de productos frescos, de temporada y locales, que le dan vida a los platos.
-¿Cómo es la cocina de Curitiba y en que se diferencia de otras regiones de Brasil?
-Curitiba es un lugar único, que combina influencias europeas con la rica biodiversidad de la Mata Atlántica (bosque atlántico, una macro ecorregión que abarca parte de Brasil, Paraguay y la Argentina, ndlr). La gastronomía aquí se caracteriza por la estacionalidad y el uso de ingredientes locales, muchos de ellos cultivados en huertos urbanos. Esta mezcla de tradición e innovación crea una gastronomía auténtica, que se distingue por su compromiso con la sostenibilidad y el respeto a las tradiciones locales.
-¿Cuando dijiste que querías ser cocinera, tus abuelas te mandaron a la pizzería de una amiga en Italia. ¿Cómo te impactó esta experiencia? ¿Qué fue más clave, esta experiencia o tu paso por grandes coocinas como Nobu?
-La experiencia en la pizzería de un amigo de mi familia en Italia fue muy significativa para mí. Allí aprendí los fundamentos que todo buen cocinero debe conocer: la importancia de la organización, la limpieza, y el respeto por los ingredientes. Trabajar con recetas tradicionales, como la clásica salsa de tomate, me hizo entender el valor de la simplicidad bien ejecutada y el respeto a las tradiciones culinarias. Estos fundamentos me han acompañado a lo largo de mi carrera y formaron la base que llevé a otros desafíos, como mi tiempo en Nobu. Sin embargo, mientras en la pizzería desarrollé una conexión profunda con la cocina italiana clásica, en Nobu tuve la oportunidad de expandir mis técnicas, explorar la fusión de sabores y la innovación gastronómica en un entorno internacional. Ambos fueron momentos cruciales, cada uno con su propio impacto en mi camino como chef.
Las etapas en Alínea y Noma fueron experiencias transformadoras en mi trayectoria como chef. En Alínea, en Chicago, tuve la oportunidad de trabajar en uno de los restaurantes más innovadores del mundo, donde aprendí a valorar la creatividad y la precisión en cada detalle. El ambiente allí me enseñó a pensar fuera de lo común y a explorar nuevas técnicas, siempre con un enfoque extremo en la estética y el concepto de cada plato. La visión del chef Grant Achatz de crear experiencias gastronómicas inmersivas me inspiró a ver la cocina de una manera multidimensional, transformando el simple acto de comer en un viaje sensorial.
Por otro lado, en Noma, en Copenhague, con el chef René Redzepi, aprendí sobre la importancia de los ingredientes locales y la estacionalidad. Noma me enseñó a respetar profundamente el terroir y a crear platos que conectan lo local con la mesa. El concepto de foraging, de buscar ingredientes en la naturaleza circundante, fue una lección fundamental que llevo a mi trabajo hoy en día, reforzando la importancia de la sostenibilidad y el respeto a los ciclos naturales. Trabajar junto a un equipo tan dedicado y obsesionado con la perfección me ayudó a refinar mi perspectiva y a priorizar la autenticidad en cada creación culinaria. Ambas experiencias moldearon mi filosofía culinaria y me brindaron una visión más amplia sobre la gastronomía, uniendo técnica, innovación y respeto a los ingredientes.
-¿Qué ingredientes locales usás y cómo transformaron tu cocina? ¿Cómo te inspira la naturaleza brasileña?
-Trabajo con una gran variedad de ingredientes locales, como tucupí (un caldo de color amarillo extraído de raíz de la mandioca), anacardo y ají dulce, pero los pescados y mariscos de pesca artesanal también juegan un papel fundamental en mi cocina. Estos productos provienen de pequeños pescadores que utilizan métodos sostenibles, lo que garantiza frescura y respeto al medio ambiente. Los vegetales, a su vez, son una verdadera fuente de inspiración, tanto por su diversidad como por la riqueza de sabores y texturas que ofrecen.
En Manu, valoramos lo que es de temporada y local, y por eso cerca del 60% de nuestros ingredientes son vegetales. Esta elección no solo reduce el impacto ambiental, sino que también celebra la biodiversidad brasileña, con una variedad de verduras, hortalizas y frutas que reflejan la esencia de nuestra tierra. La naturaleza brasileña, con su exuberancia y singularidad, me inspira a crear platos que son verdaderos tributos a nuestro patrimonio natural, promoviendo un vínculo profundo entre el alimento y nuestro territorio.
-Dijiste alguna vez que “la comida es amor y alma, pero también es poder”. ¿Podés desarrollar ese concepto?
-Creo que la comida tiene el poder de transformar vidas, pues conecta a las personas, nutre el cuerpo y crea vínculos culturales. Es amor, ya que nos conecta con nuestras raíces, pero también es poder, porque puede impactar positivamente a la sociedad y al medio ambiente. La manera en que elegimos cocinar y consumir se refleja directamente en nuestra relación con el mundo.
-También dijiste que “cocinar es respetar los tiempos de las cosas”. ¿Cuán clave es la sustentabilidad en la alta gastronomia para vos?
-La sostenibilidad es un pilar esencial en mi cocina. Cocinar respetando el tiempo de cada ingrediente es reconocer que la naturaleza tiene sus ciclos y que debemos trabajar en armonía con ella. En la alta gastronomía, esto significa utilizar productos de temporada y de origen responsable, valorando a los pequeños productores y reduciendo el desperdicio.
-Fuiste la primera chef brasileña en abrir su propio restaurante con menú de degustación en 2011. ¿Qué cambio desde entonces?
-En 2011, la idea de un menú de degustación centrado en ingredientes locales era audaz. Hoy en día, veo que ha habido una creciente valorización de los productos regionales y una mayor conciencia sobre la sostenibilidad en la gastronomía. Esto me motiva a seguir innovando y a mantener el compromiso con los valores que construyeron a Manu.
-¿Por qué redujiste la capacidad a tan solo cinco mesas y 20 comensales?
-La reducción fue pensada para crear una experiencia más íntima y personalizada, permitiendo una conexión más profunda entre el cliente y el plato. Con menos mesas, puedo dedicar más atención a cada detalle y ofrecer una experiencia gastronómica que refleje verdaderamente la esencia de Manu.
-¿Cual es tu comensal ideal?
-Mi cliente ideal es alguien que aprecia la gastronomía como una experiencia completa, valorando los ingredientes, el proceso y la historia detrás de cada plato. Es una persona curiosa, abierta a nuevas experiencias y interesada en entender el impacto que la comida tiene en nuestro planeta.
-En tu sitio web dijiste que de tus hijas “vinieron las ganas de cambio”. ¿Qué cambió la maternidad para vos?
-Mis hijas, Helena y María, me enseñaron el valor de cuidar del futuro y de dejar un legado. Me hicieron darme cuenta de la importancia de construir un mundo donde las próximas generaciones puedan vivir en armonía con la naturaleza, y eso reforzó aún más mi compromiso con la sostenibilidad y la educación alimentaria.
-¿Cómo llegaste a una cocina mayoritariamente basada en plantas? ¿Por qué decidiste dejar de servir carne vacuna?
-Los vegetales son realmente esenciales en mi menú, ya que quiero que reflejen su mejor versión, respetando siempre su frescura y origen. La zanahoria, por ejemplo, es uno de mis platos más emblemáticos, ya que solo alcanza la textura y el sabor que deseo cuando se cosecha en luna creciente, algo que aprendí de un productor local. Esto muestra cómo valoro la esencia de cada ingrediente. Traigo los vegetales al centro de la experiencia, y con eso busco mostrar cómo pueden ser robustos y sorprendentes, ofreciendo una experiencia que no depende de proteínas animales.
-Hacés un gran foco en el vincula directo con los productores. ¿ Por qué es importante para vos esta relación y saber más sobre los ingredients que usás?
-Conocer al productor es entender la historia y el trabajo detrás de cada ingrediente. Eso enriquece mi cocina y fortalece la conexión entre el campo y el cliente. Es un acto de respeto y apoyo al pequeño productor, que trabaja con dedicación para ofrecer productos de calidad y cultivados de manera sostenible.
-Estás involucrada en la preservación de las abejas nativas. ¿Te preocupa el cambio climático y el colapso de biodiversidad en América Latina?
-Sí, me preocupa profundamente el impacto del cambio climático y la pérdida de biodiversidad. Las abejas nativas son fundamentales para la polinización y, en consecuencia, para nuestra seguridad alimentaria. Es esencial proteger a estos pequeños polinizadores y trabajar para crear prácticas más sostenibles que minimicen los efectos negativos en el medio ambiente.
-Como chef, participás en muchos proyectos de huerta urbana y proyectos solidarios como Mulheres do Bem. ¿Qué se puede hacer para luchar contra la inseguridad alimentaria? ¿Cómo puede lograr apoyar a las comunidades y ayudarlas a comer saludable?
-El Instituto Manu Buffara fue creado con la misión de promover una alimentación saludable y accesible para todos, a través de acciones que impactan directamente a las comunidades. Uno de nuestros proyectos más significativos es “Alimenta Curitiba”, que busca combatir la inseguridad alimentaria en áreas vulnerables de la ciudad.
A través de Alimenta Curitiba, trabajamos en la distribución de alimentos frescos y nutritivos para familias en situación de vulnerabilidad, al mismo tiempo que ofrecemos educación alimentaria. Realizamos talleres y workshops sobre cultivo sostenible y aprovechamiento completo de los alimentos, mostrando cómo la comida puede ser una herramienta de transformación social. La idea es no solo proporcionar alimentos, sino capacitar a las personas para que cultiven y preparen sus propias comidas de manera saludable y consciente, fortaleciendo el vínculo con la tierra y creando oportunidades de desarrollo local.
Creemos que la seguridad alimentaria va más allá de la disponibilidad de alimentos; se trata de garantizar que todos tengan acceso a ingredientes de calidad y al conocimiento necesario para utilizarlos de manera plena. Con el Instituto Manu Buffara, buscamos construir una red de apoyo y educación que permita a las comunidades no solo consumir, sino también producir y valorar sus propios alimentos.
-¿Qué esperás de tu visita a la Argentina y de la noche en Mishiguene?
-Mi visita a la Argentina y, especialmente, al Mishiguene, es muy significativa para mí. La cocina que hace Tomás Kalika en Mishiguene es una celebración de las raíces culturales y gastronómicas que yo también comparto. Me encanta la forma en que logra resaltar la esencia de los sabores tradicionales en un formato moderno y creativo. Estar presente en la celebración del aniversario del restaurante es un honor. Veo esto como una oportunidad de experimentar una vez más cómo la comida puede contar historias, y estoy ansiosa por conectarme con esta cocina que tanto me inspira y que rescata parte de mis propias raíces.
Fuente: La Nación – El cocinero Roberto Ottini habla además de su pasión por el karting y de su amor por Buenos Aires, donde vive desde hace veinte años
En su departamento de Barrio Norte, Roberto Ottini tiene un rincón reservado para su colección de autos de Fórmula 1. Si bien el chef italiano es conocido por haber trabajado en prestigiosos restaurantes como el Paper Moon y el Harry Cipriani de Manhattan –donde preparó platos para Sylvester Stallone, Madonna y Kate Moss, entre otras celebridades–, confiesa con orgullo ser también un amante de los autos. “Mi papá es un loco de los autos, aun hoy con sus 87 años, no se pierde ninguna carrera de Fórmula 1. Él me hizo fanático del karting, le encantaba correr y yo lo acompañaba siempre. Me acuerdo que me hacía subir con él para dar una vuelta y para que yo llegara a los pedales me ponía una cubierta detrás del asiento”, dice Ottini, quien después de lucirse como primer chef en Cipriani de Recoleta, lanzó su propio restó, Girardi (ubicado en San Telmo) y hoy participa en Cocineros argentinos, alentado siempre por su gran amor, la abogada argentina Daniela Carrara, su pareja desde hace más de veinte años. “Siempre tuve ganas de trabajar en un programa que acompañara la cocina de los argentinos”, dice.
–Si tuvieras que elegir entre el karting y la cocina, ¿con qué te quedarías?
–En un momento de mi vida me vi en esa encrucijada y tuve elegir. Fue justo cuando estudiaba gastronomía y los fines de semana corría en kartings. A pesar de que yo me lavara las manos con lavandina y me refregara los dedos, no había manera de quitarme toda esa grasa de los motores. Iba a clases de cocina y siempre estaba con las cutículas negras. Un profesor me dijo: “Vas a tener que elegir: o la cocina o los motores”. Yo en el fondo sabía que los fierros eran un hobby y que con la gastronomía podía tener un proyecto a futuro.
–¿Llegaste a correr con tu papá?
–No, pero sí probamos pista juntos. Cuando yo empecé a correr, él ya estaba grande. Así y todo, seguía subiéndose al karting. Estaba cansado, tenía panza y le costaba meterse… Sin embargo, te miraba y le brillaban los ojos. Esa es la misma sensación que tengo yo.
–¿Qué es lo que más te gusta del karting?
–Un poco de todo. La adrenalina, la sensación de velocidad, el ruido de los motores y ese particular olor a nafta que enseguida me transporta a mi infancia en Italia. Soy un fierrero de alma… Cuando estoy arriba del karting siento una combinación química, como el amor. Ni hablar de esos instantes previos a la largada, siento que me falta el aire, como taquicardia. Es hermoso. [Se ríe].
–¿Cuál es tu mejor recuerdo al volante?
–El día que gané mi primera carrera. Fue en 2011, en el Kartódromo de Buenos Aires. Competían treinta kartings en mi categoría, la Senior Light. Cuando bajó la bandera a cuadros y me di cuenta de que había ganado me puse a llorar de emoción. Me acuerdo que me saqué el casco y dije: “Esta te la dedico a vos, papá”. Competí dos años y hoy sigo corriendo, pero más tranquilo. Cuando empezás a ser más consciente de los riesgos, ya no corrés con tanto énfasis. Ahora lo primero que pienso es “che, si me despisto y me rompo una costilla ¿qué hago con el restaurante mañana?” [Se ríe].
–Siendo fanático de la Fórmula 1 e italiano, ¿sos hincha de Ferrari?
–Pues claro que sí. Tengo gorra, campera, reloj, la marca es un emblema de mi país. Te cuento una anécdota divertida que me pasó cuando trabajaba en Nueva York. Una noche había salido a un bar con unos amigos cocineros y, como siempre, llevaba mi gorra de Ferrari. De hecho, yo era conocido entre mis pares por ser el fanático de esa escudería. La cuestión es que, en un descuido de la noche, alguien me sacó el gorro de la cabeza y se fue del bar. Yo lo seguí sin saber quién era y vi que se metía en una limusina. Como no estaba dispuesto a perder mi gorra lo empecé a correr gritando “My hat, my hat”. El auto frenó, bajó la ventanilla y era Woody Allen con Sharon Stone. Con una sonrisa, me preguntó: “¿Me la puedo quedar?”.
–¿Y qué le dijiste?
–Le dije que no. “Me importa un pepino que seas Woody Allen, a mí me devolvés la gorra de Ferrari”. Se rio, me la devolvió y se fue.
«En un momento tuve que elegir entren pasión por los fierros y la cocina…en el fondo sabía que el karting era un hobby y que con la gastronomía podía tener un proyecto a futuro»
–Estabas en un gran momento de tu carrera, viviendo en Nueva York… ¿Por qué decidiste cambiar y apostar por la Argentina?
–Nueva York es todo, pero nada al mismo tiempo. Si tenés plata en el bolsillo, la vida que podés vivir es fantástica, pero llega un momento en que también se vuelve bastante vacía. No hay mucho espacio para las relaciones humanas, que es lo que el italiano siempre busca; el contacto con la gente, el amor, los vínculos… Mis siete años en Nueva York fueron un ciclo, sentía que empezaba a quedarme chica. Ya había recorrido el mundo y creo que necesitaba un poco de lo otro.
–¿Y cómo te recibió Buenos Aires?
–Fue un flechazo a primera vista. Supe que este iba a ser mi lugar. En la cultura de los argentinos en – contré una italianidad que me hizo sentir como en casa. Me dije: “Esta es una experiencia que quiero vivir”. Aquí me enamoré de la mujer de mi vida, me hice amigos y tengo mi propio restaurante.
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