Fuente: Clarín ~ Al local de Tres Sargentos al 400 que se llama Bárbaro Bar y que es muy conocido como “Bar o Bar”, Luis Felipe Noé, uno de sus fundadores en 1969, lo llamó “una provocación cultural” del movimiento Nueva Figuración. Noé formaba parte de este colectivo junto con Ernesto Deira, Rómulo Macció y Jorge de la Vega, artistas que dejaron su huella en el lugar.
Cincuenta años después y con una mudanza de por medio en 1980, los propietarios le encargaron al estudio Laura Brucco una renovación completa de sus instalaciones, que alcanzan los 299 m2 cubiertos. Estos se reparten entre la planta baja, un entrepiso más pequeño y el sótano.
“La idea rectora partió de conservar la arquitectura del espacio existente a través de intervenciones respetuosas”, comenta la diseñadora Laura Brucco. Y detalla que para llevar adelante el objetivo principal se “revalorizó su espíritu clásico y se potenció su valor cultural a través de una exhaustiva curaduría de la colección de arte de grandes artistas”.
Definidas las premisas, se realizó un interiorismo con la determinación absoluta de “neutralizar la caja arquitectónica y jerarquizar las obras de artistas que de alguna manera se vincularon con el bar”.
Así fue como la propuesta armonizó los requerimientos funcionales con el potencial del interior. Brucco explica que esto se tradujo en la decisión de cubrir de pintura negra mate la boisserie, las paredes y el cielorraso, con la intención de producir “una nueva sensación de espacialidad”.
La remodelación se aprovechó para renovar la totalidad de las instalaciones eléctricas, extracciones y ventilaciones, de aire acondicionado y sanitarias. Se reemplazaron las heladeras e instalaciones de la barra. Se reacondicionaron los pisos y revestimientos de madera y se actualizaron los depósitos y el sector de freezers, en el subsuelo.
Luego de la refacción se unificaron los solados respetando el piso existente de roble de Eslavonia, que se extiende hasta donde se recortan las siluetas negras de la barra, mesas y sillas de diseño Michel Thonet.
En el sector de acceso, la recepción está organizada a partir de un gran sofá Chesterfield, una serie de poltronas de Eero Saarinen en cuero negro más algunas mesas bajas y auxiliares. Brucco señala que esas piezas más flexibles generan un “armado dinámico y mayor confort”.
Pinturas, en primer plano
En un área de doble altura de la planta baja y, desde la entrada hacia la derecha, se destacan obras de Aizemberg, Badíi, Fara, Bertani, Quinquela Martín, Presas, Maccio y Venier.
En tanto, a la izquierda y sobre el sofá, también se pueden apreciar trabajos de Seoane, Noé, De la Vega, Bonebardi, Berni, Greco y Tessarolo.
Por su parte, en este nivel cobra relevancia el cielo raso pintado por una serie de artistas que frecuentaban el bar. Brucco describe más detalles de los interiores:“Un importante vajillero domina el ambiente. Su interior fue iluminado y revestido íntegramente en espejo. Esta pieza alberga gran parte de la extensa carta de vinos de la casa”.
Bajo la escalera que vincula el entrepiso, se ubican obras de Soldi, Cabral, Falconi, Paternostro y Maza.
El bar, convertido así en una caja negra que contiene las máximas expresiones del arte argentino, tiene una iluminación acorde.
El arquitecto Arturo Peruzzotti fue el responsable de su aplicación en base a dos ejes principales: el patrimonio artístico y la función específica del local. “Las obras parecen flotar en un espacio sin límites”, resume la diseñadora sobre el resultado.
Peruzzotti tuvo en cuenta la flexibilidad del sistema lumínico de modo de permitir modificaciones en la composición del colgado de las obras.
Se utilizaron rieles con distintos efectos: Algunos se destinaron exclusivamente a iluminar los cuadros y las diferentes obras históricas; mientras que otros sirven para iluminar las mesas, la barra y el mobiliario de uso específico del bar.
Las intensidades fueron pensadas para cambiar dependiendo del momento del día y pueden regularse a través de dimmers.