Fuente: La Nación ~ Por la baja en los contagios, el gobierno de la ciudad autorizó una ocupación de hasta el 30% del interior de los locales; “todo suma”, dicen los gastronómicos
El sol cae en la ciudad y, de a poco, se encienden los calefactores externos de los bares y restaurantes que se proponen crear un microclima ameno para tomar algo al aire libre. “Hoy no hace tanto frío, pero a mí me gusta mantener la costumbre de merendar los viernes con amigas y si no fuera por estos hongos que largan calor sería imposible”, dice María Fiori, de 34 años, que toma el té con amigas en un bar de Plaza Serrano, en Palermo. Sin embargo, este grupo de cinco jóvenes, por el momento, no dependerá más de los calefactores o de las condiciones del tiempo para poder reunirse. A partir de hoy, en la Capital los locales gastronómicos podrán recibir a los clientes en los salones con un aforo máximo del 30%, al igual que lo que ocurre en la provincia de Buenos Aires.
“Estamos muy contentos, poder ocupar mesas adentro en esta época del año para nosotros es muy importante. Son momentos muy difíciles para el rubro, por momentos tuvimos que cortar el trabajo de algunos integrantes del personal que, ahora, de a poco, se van reincorporando. Estamos ocupando una mesa sí y otra no para dejar dos metros de distancia entre los clientes. A pesar de que estos meses fueron difíciles, tuvimos que seguir invirtiendo para poner mesas y calefacción afuera. Hoy tuvimos una muy buena respuesta de los clientes, estamos muy contentos”, señala Pablo Calvo, gerente de La panera rosa, sobre la calle Jorge Luis Borges al 1600.
Son las 18 y los after office empiezan a florecer en Palermo. Las restricciones que impuso la pandemia del nuevo coronavirus hicieron de las veredas un espacio repleto de mesas, sillas y banquetas donde poder tomar y comer. Muchos, a pesar de que ahora pueden sentarse adentro, aún prefieren el exterior, no solo porque tal vez en la mesa haya algún fumador, sino porque además se sienten más seguros. Todos saben que aún el nivel de contagios, si bien en el último mes en la ciudad descendieron de un promedio diario de 2700 a 1200, todavía es elevado y riesgoso. En el interior de muchos locales se ven mesas vacías mientras que las de afuera están todas ocupadas.
“La verdad que está complicada la cosa. Tengo muchos amigos con coronavirus que, por suerte, están bien, pero hay muchos contagios. Nunca se sabe, te descuidás y te contagiás. Obviamente, que afuera también está el riesgo, pero por lo menos me siento un poco más responsable sin renunciar a mi vida social. Hoy estoy con compañeros de trabajo, pero con mi mujer sí iría a cenar adentro del salón, porque convivo con ella. Así que de todos modos si ella estuviera contagiada, yo me contagiaría porque compartimos todo”, describe Pablo Aventura, de 38 años, que toma una cerveza frente a la plaza.
Darío Gigante es uno de los dueños de Crónico Bar, en Palermo. Toma un café en el interior de lugar que ya tiene varias mesas ocupadas en el exterior, pero aún el salón se encuentra despoblado. “La verdad que es una gran noticia lo del aforo. No son muchas las mesas que vamos a poder usar acá adentro, pero todo suma. Tenemos muchos clientes afuera porque pusimos unos plásticos protectores, calefacción, de todo, así que está bueno para venir y sentarte donde prefieras”.
Juana Valdés, de 44 años, come un tostado y toma un café en un bar ubicado en Serrano y Soria. Está junto a Nicolás Giménez, de 45 años, su amigo de la infancia. Ellos, a diferencia de muchos, eligieron sentarse adentro: “Afuera no aguanto ni 10 minutos. Cuando se puede venir adentro vuelvo a convertirme en clienta de los bares y restaurantes, pero afuera, en invierno, no me gusta. Así que estoy muy contenta, es necesario salir un poco, disfrutar, charlar, la verdad que uno se vio muy poco con los afectos últimamente”, se lamenta Valdés.
Sobre la calle Costa Rica al 4600, se encuentra la cafetería Sans. Ana Vázquez es la encargada del lugar. Al igual que sus colegas, está contenta y repite una frase que dijeron varios gastronómicos a lo largo de la recorrida que hizo LA NACION: “Todo suma”. “De 11 mesas vamos a usar cuatro. Tenemos una mesa grande comunitaria que no la podemos usar, porque estarían todos muy pegados. La verdad que más allá del número de mesas nos pone contentos avanzar de a poco hacia la normalidad”, argumenta Vázquez.