Tres productoras bonaerenses pusieron en jaque a los sabores tradicionales y se animaron a combinaciones novedosas, casi impensadas.
Fuente: Infobae ~ Historias apasionantes con recuerdos de la infancia y del continuo desafío por generar propuestas originales para sus emprendimientos. Chocolate con queso azul, picante y palta, o dulces frutales con gin y cerveza son algunas de las mixturas que prometen deleitar paladares.
Chocolates de vanguardia, una verdadera artesana
Cuando se jubiló como docente de ciencias jurídicas y contables, el tiempo libre dio lugar a proyecciones postergadas en el fragor de las rutinas. Sintió que era el momento y comenzó a estudiar sobre el chocolate, sus fundamentos básicos, secretos y técnicas.
“Miro para atrás y me parece increíble, me emociona que lo que comenzó hace nueve años como un hobby, se haya convertido en una pequeña empresa totalmente artesanal con presencia en el mercado local”, relata desde la ciudad de Lincoln Mónica Blaiota, quien está al frente de Rustiko’s Chocolates, un emprendimiento sobre bombonería de vanguardia al noroeste de la provincia de Buenos Aires.
La niñez de Mónica estuvo marcada por la relación con su abuela, una inmigrante italiana que le transmitió “el noble oficio de la cocina” asociado a un momento de juego, esparcimiento y disfrute que compartían a diario. “Llevo conmigo aromas y sabores imborrables”, manifestó.
Su curiosidad la impulsó a buscar más allá de los clásicos bombones de licor y dulce de leche, y empezó a jugar de manera ingeniosa con el equilibrio entre colores, sabores y texturas.
De ese modo arribó a creaciones rupturistas como las trufas de chocolate con queso azul y las de chocolate con queso brie. Las primeras tienen un sabor intenso, en cambio las segundas son más suaves y ambas se llevan muy bien con una copa de vino blanco. “Cada día aprendo algo, sé que nunca voy a saber todo pero mi objetivo es conocer las reglas para luego romperlas”, afirmó.
Esta artesana del chocolate, como le gusta definirse, fue por un nuevo desafío y le dio forma a las trufas de frutos del bosque con pimienta y chocolate blanco. Además, elaboró barras de chocolate blanco con lavanda orgánica patagónica. En esa conjugación, el chocolate amaina el picor de esa hierba aromática.
Mónica abrió una nueva puerta al mundo de los sentidos con las trufas de palta, chocolate y té matcha. “Se pisa la palta bien madura con una ganache de chocolate y se reboza con el té”, explicó. Esta delicia tiene dos versiones, una para personas con diabetes, fabricada con cacao sin azúcar, y la otra con un chocolate que contiene 45 por ciento de cacao. “Es un viaje sensorial. Al comerlas primero se percibe una rara sensación por la aspereza del té, que se transforma en una explosión de sabor cuando aparece el chocolate, y al final de la degustación se identifica la palta”, detalló esta inventora de sabores.
“Siempre digo que lo que no te desafía no te cambia y ese es mi reto diario”, expresó y aseguró que está atenta a las nuevas tendencias pero nunca abandona su sello personal: “cruzando los límites de los sabores encontré mi personalidad y cree mi empresa”.
Alfajores de cerveza, un proyecto de hermanas
En el poblado de Mar de Cobo, partido de Mar Chiquita, Noelia y Gisela Pignataro llevan adelante “Dulce Cobo”, un emprendimiento de alfajores artesanales que nació en el año 2016.
“La abuela Rosa, nuestra abuela, toda la vida tuvo restaurante y nos enseñó los primeros pasos, los más importantes. Nosotros creíamos que todo el mundo podía cocinar y que era sencillo, no nos dábamos cuenta de lo que habíamos aprendido”, contaron.
Noelia comenzó a especializarse en la pastelería hace ocho años, con el objetivo de aprender sobre los alfajores estilo marplatense porque “no encontraba uno que le gustara”. En ese proceso encontró los dos conceptos que atraviesan su propuesta: la cocina como laboratorio y la elaboración artesanal. Comenzó a prepararlos para familiares y amigos, después por encargo para fiestas, pero nunca le daban los costos para lanzar su propio emprendimiento. Sin embargo, luego de que una de las hermanas se capacitara en un taller para emprendimientos la convenció a la otra de crear su sello y comercializarlo con otras estrategias.
Esta región de la provincia se caracteriza por su producción de cerveza. Santa Clara del Mar, localidad vecina de Mar de Cobo, es el destino central de la ruta gastronómica de esa bebida. Las hermanas Pignataro comenzaron hace unos años a ensayar la combinación de chocolate y el elixir del lúpulo, y así fue como lograron crear los primeros alfajores con cerveza del país. La masa de esta confitura lleva cebada y la bebida se mezcla con el dulce de leche. Los alfajores de chocolate negro tienen en el centro un jarabe de cerveza negra mientras que los blancos tienen una suerte de jalea a base de cerveza rubia.
La “cocina laboratorio” continuó por el camino de la experimentación y así nacieron increíbles sabores como el alfajor de chili picante, en el que se equilibran de manera perfecta el dulzor, el calor del picante y el amargor de las tapitas especiadas. También surgieron los de pimienta, capuccino, frambuesa, café, queso y batata, y su nueva creación: los de gin con dulce de pomelo.
Describen el trabajo en pastelería como “un tiempo dedicado a la belleza” y a la vez valoran haber mantenido sus ideales: “trabajamos con elementos reales, no usamos premezclas ni conservantes fuertes, utilizamos huevos, manteca, ingredientes bien tradicionales. Sabemos que no es lo normal en productos que se producen en cantidad, por eso estamos orgullosas de lo que hacemos”. En ese camino hacia lo artesanal aprovechan las frutas de estación para preparar los dulces y mermeladas con los que se rellenan los alfajores, y también diseñan su propio packaging.
La herencia pastelera de la tatarabuela que probaron Susana Giménez y Graciela Borges
El amor por el universo culinario atravesó varias generaciones y miles de kilómetros. Aún guarda las recetas escritas a mano por su abuela Suzanne y los libros de cocina de más de cien años de antigüedad de su tatarabuela Armandine y su bisabuela Margarite. Tiene apenas 40 años pero en el pueblo, durante su infancia, aún pasaba el camión lechero, se hervía el producto y las galletitas se hacían con la nata que quedaba. “Eran las preferidas de mi señorita Sofía en la escuela primaria”, contó Susana López Araya, fundadora del emprendimiento familiar de alfajores caseros, licores, chutneys y mermeladas, Armandine D’ Ozouville.
No pudo conocer a sus abuelas, pero en la cocina siempre están con ella. “Hoy sigo esa costumbre, tengo cuadernos con recetas, además de libros y capturas de pantalla en el celular, guardo todo lo que me interesa”, dijo. Gran parte de los productos que elaboran surgieron de esos recetarios de tradición francesa que adaptaron a una versión vernácula. Por ejemplo, reemplazaron la sidra normanda por la cerveza artesanal local
“En casa siempre se cocinó mucho y todos los estilos, desde refinada gastronomía francesa hasta argentinísimas carnes a la bolsa en el horno de barro, exclusivas de papá. Hacíamos dulce de leche de un sabor inigualable y mamá elaboraba las tortas para Barra Mansa, un famoso restaurante ubicado en la costa de Santa Clara al que acudían las estrellas de la época como Susana Giménez, Graciela Borges y Carlos Perciavalle, quienes degustaban sus delicias preparadas con los secretos de varias generaciones de las mujeres de mi familia”, narró Susana.
Luego de probar con diferentes variedades de cerveza y proporciones lograron su clásica mermelada. La misma se hace con cerveza rubia o roja, combinada con una base de manzana que le otorga consistencia. Su sabor suave le permite al paladar distinguir y disfrutar de la cerveza. La preparación lleva unas notas de cítricos que le brindan contundencia. En cambio para los chutneys se usa cerveza negra, por tratarse de preparaciones muy especiadas de sabor intenso.
El emprendimiento familiar fue creciendo y en 2010 pudieron registrarlo. Toda la familia colabora, “tenemos otros trabajos pero esto es nuestra pasión. Nunca paramos, no importa si no rinde, seguimos porque es familiar y nuestros hijos, que también ayudan con los etiquetados y la atención a los clientes, aprenden el valor del trabajo, de la lucha por los sueños y del disfrute inexplicable de los logros basados en horas y horas de laburo”.