Fuente: Clarín Gourmet by Silvina Reusmann ~ @trescharestaurant Se llama Trescha. Su creador es un chef de 25 años que ofrece un menú por pasos. Una cena puede valer hasta $ 108.000.
En los últimos años, todo se ha convertido en una experiencia, ya no se trata de hacer algo o ir a un lugar sino de “vivir una experiencia” y bajo ese lema, muchos se han quedado cortos. La experiencia tiene que atravesar, conmover y hacernos sentir algo en la boca del estómago ¿Puede un restaurante lograr eso? La respuesta es un rotundo sí. Trescha lo logra.
Con el fine dining agonizando con el mundo, Tomás Treschanski pateó el tablero de la gastronomía local y se animó a cumplir su sueño: abrir un restaurante en su país. La lógica marcaría que no es el mejor momento para hacerlo (¿alguna vez lo es en Argentina?) pero a los 25 años las palabras del otro, poco importan.
“Hay que estar un poco loco para abrir algo así acá, no es el proyecto con el mayor rédito económico”, confiesa el chef, “puse todo lo que tengo y más en este restaurante pero creo que hay público, somos 46 millones de argentinos, si 20 por noche quieren vivir una experiencia especial acá, ya está”.
Cómo surgió Trescha
Tomás Treschanski, alma mater de Trescha.
En 2020, luego de 7 años de vivir en Europa y trabajar en algunos de los mejores restaurantes de Reino Unido, Suecia, España y Dinamarca, Treschanski comenzó a pergeñar Trescha, el restaurante que hoy abre sus puertas por primera vez.
La propuesta: un viaje en 14 tiempos y algunas sorpresas con una duración de 2 horas y media. “Pienso la cocina como una rama del arte, no tiene límites, y esto es como ir al teatro, no es solo la comida, son 10 comensales que se van a sentar en una barra, frente a 22 personas que trabajaron muchas horas para que ellos disfruten”.
Cómo es Trescha
La experiencia comienza nomás cruzar la puerta de lo que antes supo ser el gran restaurante, I Latina. La reconstrucción fue total, los espacios están completamente rediseñados y no hay indicios de lo que fue. Trescha funciona donde antes estaba I Latina. La reconstrucción fue total.
Al entrar, de un lado hay un bar de líneas limpias con un enorme espejo que recorta sobre la piedra de la pared y una gran selección de bebidas. Del otro, un jardín de invierno con sillones, mesas bajas y un árbol donde disfrutar el after dinner.
Cada turno consta solo de 10 lugares distribuidos a lo largo de una barra que serpentea por el salón principal, de un lado los clientes sentados en unas cómodas poltronas, y del otro, una brigada de cocineros que emplatan en silencio y acercan los platos terminados para presentarlos junto con el sommelier.
Lo primero será elegir el programa de maridaje que acompañará el menú de 14 pasos que tiene un costo de $ 40.000. Hay cuatro opciones: un maridaje sin alcohol por el cual habrá que sumar $ 9.000; uno mixto con un valor de $ 18.000 y los dos últimos, con alcohol (el precio varía según las etiquetas propuestas) por $ 40.000 o $ 68.000. El equipo de cocina de Trescha lo componen 22 personas.
También se puede pedir uno de los vinos de la carta que es extensa y con algunas joyas. Hay cervezas lámbicas (de fermentación espontánea), champagne, oporto y otros vinos del mundo. La cava subterránea se puede espiar desde una claraboya en el piso del salón principal. Hay una cava de blancos y, en el piso superior, la test kitchen, una suerte de laboratorio gastronómico que funciona todo el día.
“Me gusta crear platos, es la parte que más disfruto”, confiesa Tomás, “la idea de tener un restaurante era un poco con la excusa de tener una test kitchen donde crear platos y mostrarlos”.
Qué comer en Trescha
En Trescha cada plato se entrega con una tarjeta de descripción.
A medida que van llegando los platos, los camareros acercan una tarjeta con la descripción del mismo, el método de cocción y la procedencia de la materia prima. Un objeto de precioso diseño que los comensales podrán llevarse para decorar la biblioteca. En tiempos de QR pegados en la mesa, este detalle, como tantos otros de Trescha, se valoran.
Tanto la vajilla, especialmente diseñada para Trescha, con platos, cuencos y pequeñas bandejas de distintos materiales y formas, como la cristalería y los cubiertos, todo está pensado para sorprender y alimentar la experiencia. La vajilla fue especialmente diseñada para Trescha.
“Este formato por pasos es el tipo de experiencia gastronómica que me gusta, me permite trabajar sobre varias cosas al mismo tiempo y eso es lo que más disfruto”, explica el chef. El menú cambia cada cuatro meses y combina en bocados muy elaborados, todo tipo de productos.
Hay un mero a las brasas con curry verde frío, aceite de eneldo, piñones caramelizados y jengibre helado; un flan con lágrimas de coliflor, fondo rabo reducido y centrifugado, pimienta timut y aceite de almendra fresco, y un ragout de conejo y langostino con chorizo colorado, mostaza y mandarina, espinaca sobre una ánima de pasta y velo de mandarina terminado con una espuma de queso Robuchon de cabra y fondo de conejo. En Trescha se puede beber desde cervezas premium hasta champagne, oporto y otros vinos del mundo.
Hacia el final de la comida llega un prepostre, un fantástico helado de semilla de nísperos con aceite de pistacho y caviar de esturión oscietra, y para terminar, un helado de praliné de semillas de calabaza, salsa de jugo de calabaza reducido y su caramelo y aceite de koji luchensis.
Pasadas las dos horas, los invitados podrán continuar la charla en el jardín de invierno y beber algún trago de la casa o simplemente un café para cerrar una noche de emociones y sabores. “Me gustaría que quienes vengan se vayan habiendo comido rico, y que hayan tenido una buena experiencia, algo diferente, interesante, que lo valoren y les de ganas de volver”, dice Treschanski. Seguramente lo hagan.
Trescha. Murillo 725, Villa Crespo. Abierto de miércoles a sábados. Dos turnos, a las 19 y a las 22 hs. Reservas a través de Instagram. IG: @trescharestaurant