Fuente: Clarín ~ En otros años, los propietarios aprovechaban esta época para recuperarse económicamente. La causas son el miedo al virus, los precios y que casi no hay turistas.
Con sus festejos de Navidad y Año Nuevo, los eventos empresariales y los brindis de fin de año, noviembre y diciembre solían ser buenos meses para los restaurantes porteños: la oportunidad de revertir los números, la última lluvia antes de la sequía de enero y febrero. Pero eso fue antes de la pandemia: las restricciones, la caída del turismo y el temor a la segunda ola hacen suponer que el 2020 tampoco va a ofrecer esta oportunidad. https://2718b85d69b826f97edc46d9e3d0a0cc.safeframe.googlesyndication.com/safeframe/1-0-37/html/container.html
“Para estas fiestas, las reservas cayeron un 70% respecto del año pasado”, reconoce Ariel Amoroso, presidente de la Asociación de Hoteles, Restaurantes, Confiterías y Cafés de Buenos Aires (AHRCC). “Más allá de los protocolos, es directamente un problema de demanda. Por un lado, está el temor al COVID-19. Por otro, el costo del cubierto desalienta a algunos, en un contexto en el que está afectada la economía en general”, señala.
Carlos “Toti” Yanelli, titular de la Cámara de Restaurantes, enumera una serie de factores que complican el panorama: “En principio, aunque se abrieron las fronteras a los países limítrofes, se observa una importante caída del turismo, en especial del brasileño, que es el que más gasta en nuestro sector. Y eso en un momento en el que Argentina es muy barata respecto de otros países. Además, la pandemia es un obstáculo para la franja etaria que suele consumir nuestras actividades de fin de año. Finalmente, los locales tradicionales del centro y de Puerto Madero se ven más afectados que los comercios de cercanías”, señala.
Su restaurante, “Estilo Campo”, ya tiene organizado el programa de las cenas de Navidad y Año Nuevo. Esta vez serán sin shows en vivo -solía haber parejas de bailarines de tango y folklore- y no habrá pista de baile. Sí mantendrá el DJ y todo un protocolo de sanitización, distanciamiento e higiene: “Hasta compramos una máquina selladora para ensobrar los cubiertos y las servilletas. También tenemos barbijos de repuesto por si alguien pierde el suyo o se olvida”, comenta Yanelli.
“Este año decidimos que en Nochebuena salimos a la carta y ya está todo reservado. El 31 trabajamos con menú, que incluye show de fuegos artificiales y cotillón americano pero sin baile. Para esa noche todavía tenemos mucho lugar disponible”, observa Karina Fernández, gerente de Puerto Cristal, también en Puerto Madero. Por protocolo, el local funciona con el 30% del aforo del salón y con las mesas al aire libre. También hay una parte bajo techo que está disponible para el caso de que llueva. En total, será la mitad de las mesas de un año normal. “En términos financieros no nos conviene abrir, pero lo hacemos por la misma razón por la que seguimos trabajando solo con delivery aunque no nos convenía: para decirle a la gente que estamos acá. Incluso en los primeros meses, cuando estaba todo cerrado, seguíamos teniendo el salón armado. Yo encendía las luces toda la noche, subía y bajaba los toldos. Quería mostrar que seguíamos estando, a pesar de todo”, cuenta.
No muy lejos de allí, otros restaurantes decidieron no abrir. “El Mirasol del Puerto”, por ejemplo, no solía ofrecer festejos de fin de año pero en 2018 y 2019 sí lo hizo para intentar compensar las caídas de ingresos por las obras del Paseo del Bajo. La última noche de 2020, en cambio, lo encontrará con las puertas cerradas. “Tenemos un aforo reducido y mesas afuera ¿Dónde metemos a la gente si llueve?”, se pregunta Ricardo Fernández, gerente del lugar. “Además, deberíamos cobrar un menú más caro y muchas personas no están en condiciones de soportar ese gasto. La frutilla del postre es que no hay turismo. Hace poco hablamos con los hoteles importantes de la zona: muchos abren recién el 8 de enero y los que van a estar abiertos nos comentaron que para fin de año tienen reservadas menos de un 5% de las habitaciones”, detalla.
Este último punto es una complicación extra para negocios cuyos clientes de verano son, en su mayoría, turistas. “Con el calor, nuestros clientes porteños se van los fines de semana, pero antes eran reemplazados por personas de afuera. También teníamos las fiestas empresariales durante los meses de noviembre y diciembre. Todo parece indicar que enero y febrero van a ser meses de temporada muy baja para nosotros, como cada verano”, advierte Fernández.
La perspectiva inquieta a los gastronómicos porteños, en especial porque en diciembre vence el plazo para que cesen ayudas gubernamentales como el programa ATP de asistencia en el pago de sueldos para la actividad. En este escenario, representantes sectoriales mantienen reuniones periódicas con autoridades nacionales. “En la última reunión con el ministro de Desarrollo Productivo, Matías Kulfas, se firmó un acuerdo para que las apps de envíos Rappi y PedidosYa bajen al 18% sus comisiones a nuestros asociados”, informa Amoroso, desde la AHRCC. “Seguimos conversando para ver qué otras formas de acompañamiento pueden darse. Si no es con los ATP será con otra metodología. Nuestra impresión es que el gobierno nacional sabe lo que venimos sufriendo como sector y nos comprometimos a seguir hablando”, agrega. Mientras tanto, las cuentas del 2020 dan negativo y los primeros cálculos del 2021 aparecen como un gran interrogante.